jueves, 12 de septiembre de 2013

Cuerpos castigados (2)






La requisa de pabellón podría asimilarse a la figura del “allanamiento”, en tanto presupone la “búsqueda” de algún objeto o sustancia, inclusive admitiendo que esa medida en su ejercicio comprende cierto despliegue de violencia; ahora bien, los procedimientos de requisa “desvirtúan” esa figura por la que podrían justificar su accionar, y lo hacen claramente por tres motivos: por ejercer un grado de violencia intenso y devastador sobre las personas y sus pertenencias, por que se destruye y se apropia de objetos y mercaderías como práctica de despojo y por qué generalmente tales despliegues no se corresponden con el secuestro de objetos y/o sustancias prohibidas, es decir, todas y cada una de “estas prácticas” no se corresponden con estrategias de inspección y ni siquiera de orden, son claros actos de represión y pillaje, son actos de soberanía.


Caracterización de la requisa de pabellones

La requisa de los pabellones es realizada por un cuerpo especial y como lo destacan los propios detenidos, registra los más altos niveles de violencia por parte del personal penitenciario. Se constituye en un cuerpo armado, pertrechado con borceguíes con punta de hierro, con palos, con cascos, pasamontañas, con escudos, con escopetas, con cadenas, ingresan en grupo entre diez y hasta 40 o 50 agentes particularmente en las requisas imprevistas, la modalidad es ingresar gritando, practicando golpes contra las rejas y las cosas y obligan a correr, desnudarse, mirar para abajo, manos atrás, caminar contra la pared, salir de sus celdas, trasladarlos fuera del pabellón, requisan las celdas, rompen, destrozan, mezclan y ensucian las mercaderías y los objetos personales, hurtan o roban, menos frecuente, secuestran objetos, producen severas golpizas individuales y/o colectivas, lo hacen durante un tiempo prolongado en diferentes partes del cuerpo de las personas detenidas, cuerpos casi siempre desnudos ya que los obligan a quitarse la ropa y correr hacia el fondo del pabellón chocándose unos con otros, en una clara ceremonia de reconfirmación de la “necesaria” asimetría de las relaciones de fuerza, promoviendo en los mismos intensos sentimientos de impotencia, indefensión y vulnerabilidad.

Sanciones y aislamiento

A través del trabajo institucional realizado durante casi quince años por parte de la Procuración Penitenciaria se detectó que el principal modo de sanción aplicado por el personal penitenciario a las personas encarceladas es el del aislamiento individual en espacios diferenciados, pabellones y/o celdas, que implica condiciones altamente gravosas de detención tales como: racionamiento de la comida, ausencia de utensilios, encierro permanente, imposibilidad de acceso a otras instalaciones, falta de higiene personal, falta de camas y mantas, espacios sin luz y deteriorados, efectuar la necesidades fisiológicas básicas (defecar y orinar) en botellas, bolsas de plástico o recipientes que se encuentran y mantienen por largo tiempo en el interior de las celdas.
Un objetivo complementario fue detectar si esta modalidad también se aplicaba en forma encubierta, es decir, no explícitamente como sanción en el marco de un procedimiento disciplinario formal.

El desarrollo de este apartado parte de la lectura realizada sobre las respuestas de las personas encuestadas y el propósito ha sido realizar una lectura que cualifique la práctica y los alcances de la medida de aislamiento aplicada por personal penitenciario a las personas detenidas en el Sistema Penitenciario Federal.
Nuestro interés es dar cuenta que la “utilización” del aislamiento excede las prácticas sancionatorias formales, aunque dentro de ellas también se presente en forma recurrente, sistemática y casi excluyente en relación a otro tipo de sanciones disciplinarias y en este sentido el aislamiento entendido no solamente como el alojamiento de las personas en espacios diferenciados con relación al resto de la población, sino también como una práctica que se replica en otras medidas que “suspenden” la relación y el contacto con sus pares detenidos (impedimento de salir al recreo, de asistir a los talleres de trabajo, de asistir a educación, etc.) y con “el mundo exterior” –contacto con familiares, abogados, defensores– (prohibición de visita, prohibición de uso del teléfono, envío de correspondencia, etc.).
En primer término, consideramos fundamental comenzar el análisis sobre las respuestas de las 346 personas detenidas que pasaron por una situación de aislamiento en un espacio físico diferenciado del resto de la población. Estos espacios diferenciados son denominados celdas de aislamiento o castigo, y en la jerga carcelaria: “buzones” o “tubos”.

a. Aislar sin reglamento

De esas 346 personas, 290 fueron aisladas a partir de una medida sancionatoria disciplinaria formal, mientras que las 56 restantes sufrieron el aislamiento por otros motivos.
Detectar esta diferencia fue un objetivo complementario al momento del diseño de la encuesta y, por ello, no solamente se realizó la pregunta sobre el aislamiento como sanción disciplinaria sino que se amplió la interrogación sobre si “alguna vez había estado aislado/a”, aunque nunca hubiera sido sancionado. De esta forma se individualizaron estas 56 respuestas que bien pueden caracterizar “el uso del aislamiento” de las personas detenidas por parte del personal penitenciario como: una práctica sancionatoria informal, es decir, integrando un sistema disciplinario paralelo y por lo tanto irregular o en relación a una “lógica” de circulacióndistribución espacial (sistema de estancos) como estrategia de regulación y control de la población detenida en cada unidad penitenciaria.

Los relatos acerca de cómo aislar sin reglamento

“Estuve aislado al ingresar al Complejo Penitenciario Federal II”.
“Al ingresar a la Unidad 6 estuve tres días en buzones y después me llevaron a pabellón”.
“Antes de alojarme en el pabellón estuve cinco días en los buzones”.
“Estuve aislado varios días cuando pedí cambio de alojamiento”.
“Estuve en un buzón siete días porque no había lugar en el pabellón”.
“Estuve en buzones, pero nunca me explicaron por qué”.
“Estuve aislado varios días, pero no supe por qué”.
“Estuve aislado muchos días antes de un traslado”.
“Del Centro médico me llevaron a la Unidad 27 y me llevaron a la celda de aislamiento.
Después me devolvieron a la Unidad 3”.

b. Aislar con reglamento

Es observable que la sanción de aislamiento es aplicada prácticamente en forma excluyente por parte del personal penitenciario en relación a otros tipos de sanciones y quizá por ello mismo, para las personas detenidas, sanción y aislamiento son equivalentes: sancionado es aislado.
A fin de profundizar sobre los alcances de la aplicación de una medida de aislamiento en el propio marco del régimen disciplinario formal, consideramos fundamental direccionar las preguntas a las personas detenidas acerca de tres aspectos claves: el tiempo que permaneció aislado, los motivos que dieron origen a semejante tipo de sanción disciplinaria y, por último, las condiciones de vida durante la situación de aislamiento.

Los relatos acerca de cómo aislar con reglamento
Acerca del tiempo/días/meses:

“¿Cuánto tiempo estuvo aislado/a?”.
“Me sancionaron y estuve dieciocho días ‘engomado’”.
“Una vez estuve ocho días y otra vez quince días, la última sanción fue la de los quince días, no se terminaba más”.
“Estuve en un retén de la Planta 5, la sanción fue de cinco días, pero estuve doce días”.
“Dos veces me sancionaron en buzones, una grave con diez días y otra media de cinco días”.
“Me sancionaron tres veces con aislamiento, la peor fue la de 35 días, la anterior había sido de once días, pero me dejaron trece”.
“La sanción la cumplí en una cueva, estuve 40 días”.
“Estuve 90 días, tres meses justos, ni más ni menos, en el parte figuraba 30 días”.

c. Acerca de los motivos/fundamentos de la sanción de aislamiento: “¿Por qué fue sancionado/a?”

Los relatos

“Me sancionaron porque tuve problemas con otros internos en el Pabellón 8 y me dejaron ‘engomado en buzones’ más de un mes”.
“Me tiraron en buzones porque me quedé dormido. Sí, fui sancionado, aislado”.
“Levanté una queja y me dieron aislamiento”.
“Presenté un hábeas corpus y fui directo a los buzones, sancionado”.
“Por una pelea entre presas terminamos sancionadas en las celdas de castigo”.
“Porque me negué a entrar en el Módulo 3 y ahí me dieron varios días de aislamiento”.
“Porque me puse a hacer una huelga de hambre y me sancionaron en buzones”.
“Porque en la bolsa de visita tenía una tableta de antibióticos, ahí nomás me
engomaron mal”.

A través de los relatos de las personas encuestadas se hace observable que los motivos por los cuales un detenido/a es sancionado con una medida de aislamiento, integran un abanico de “faltas disciplinarias” que oscilan desde quedarse dormido hasta una pelea entre presas o problemas con otros internos. Resulta aún más impactante que las consecuencias de ejercer un derecho como el de defensa, como levantar una queja o presentar un hábeas corpus, sea
la de padecer una medida sancionatoria y que ésta, además, sea la más grave, el aislamiento.

Una primera lectura permite registrar que no existe una correspondencia ni lógica ni proporcional acerca de la cantidad de días de alojamiento en celda de aislamiento como así tampoco en relación a los motivos que pueden originar la aplicación de este tipo sanción, lo que se constituye, por lo tanto, en otro rasgo de arbitrariedad y discrecionalidad de las prácticas penitenciarias.
El tiempo de aislamiento y los motivos que originan esta medida sancionatoria registran una dimensión diferente cuando analizamos un tercer aspecto referido a las condiciones de vida por las que transitan los detenidos/as en las celdas de castigo (buzones/tubos).

Acerca de cómo se vive en las celdas de aislamiento

En este subítem nos interesa dar cuenta que las personas que transitan una situación de aislamiento, producto de una sanción disciplinaria, padecen a su vez diversos “suplementos punitivos” en cuanto a modalidades de trato por parte del personal penitenciario, tanto en términos de agresiones físicas como en cuanto a las condiciones materiales de vida a las que son sometidos/as en ese espacio de encierro dentro del encierro: la celda de castigo.
La sanción, entonces, no se reduce al acto de separar, aislar, “de encerrar en soledad”, sino que incluye un conjunto de padecimientos que hacen que esta medida disciplinaria deba ser considerada una sanción múltiple.

El primero de ellos hace referencia a las condiciones habitacionales de los espacios de aislamiento. Construimos esta categoría a partir de las respuestas que hacen referencia a las preguntas acerca del tamaño de la celda y/o retén, de la ventilación de ese espacio, de la luminosidad tanto natural como artificial; además incluimos las respuestas en cuanto a la provisión por parte del personal penitenciario de camas/colchones y de ropa de cama, al menos mantas. Es decir, la combinación de las diferentes respuestas de cada una de estas subcategorías podía dar cuenta de diversas situaciones de aislamiento a partir de determinadas condiciones habitacionales.
En nuestro análisis destacamos que el tamaño de los espacios de aislamiento es en la mayoría de las respuestas de 2x3 m, algunos expresan una dimensión menor, de 2x2 m y otros dimensiones mayores, como de 3x4 m y más.
Lo interesante para destacar es que la denominación de estos espacios por parte de la jerga carcelaria los definen como espacios pequeños, sin luz ni ventilación y de ello va su nombre: “los buzones” o “los tubos”.
Para dimensionar el impacto de las condiciones habitacionales de los espacios de aislamiento: “buzones” o “tubos” en los que una persona puede estar alojada debemos retomar la información obtenida acerca de las pregunta realizada en la encuesta en relación al tiempo/medido en días durante el cual una persona puede transitar una sanción de aislamiento.

La categoría “condiciones sanitarias” la construimos a partir de las respuestas de las personas encuestadas a cuatro preguntas del cuestionario. La primera hacía referencia a si en la celda de aislamiento tenía inodoro o letrina; la segunda, para quienes no tenían inodoro y/o letrina: si le permitían ir al baño; la tercera, si tenía agua para higienizarse y la cuarta, si le había llevado ropa para cambiarse.

Los relatos

“En la celda de aislamiento, el inodoro estaba tapado, yo hacia igual ahí y tiraba agua a veces porque sino salía todo y se me iba al lugar donde dormía, a veces no podía dormir del olor”.
“En una celda de sanción tenía un agujero en el piso para hacer las necesidades y sin canilla, durante días enteros no me dejaron salir ni un minuto”.
“En la celda no tenía inodoro y hacía en una bolsa que a veces se la dejaban en la celda dos o tres días, me descomponía del olor”.
“Cada dos o tres días te sacaban porque ellos mismos se morían del olor y tenías que llevar tu bolsa con mierda para tirarla en el baño, después no te daban nada para limpiar la celda”.
“Te sacan al baño cuando ellos quieren, puede ser una sola vez al día, el resto hacés en botellas, bolsas plásticas o papeles”.

“El Módulo 6, Pabellón A, tiene celdas distintas a las del resto del complejo, porque son acolchonadas, están vacías, sin nada, solo tienen una letrina de acero y cuando tenés sed, de ahí mismo tomas agua. Además te meten desnudo y no te pueden llevar ropa”.
“Cuando estuve aislado, castigado, solo me pude bañar cuando salía al recreo
que era cada tres días”.
“Estuve aislado un montón de tiempo y me lavé dos veces nada más, hasta tuve problemas de piel por estar tan sucio”.
“A mí me trajeron los pantalones y una remera para cambiarme, era pleno invierno, ni abrigo, ni medias ni calzoncillos, estuve sucio todo el tiempo”.
“Tenía una canilla que no funcionaba así que a la noche arreglaba con un celador para que me trajera un poco de agua para lavarme un poquito. En quince días no salí nunca”.

A partir de esta información relevada, se puede afirmar que la medida disciplinaria de aislamiento con las condiciones sanitarias descriptas por casi el 50% de las personas encuestadas acerca de cada uno de los aspectos que las caracteriza, implica además, un suplemento de degradación y humillación que impacta o puede impactar en la salud física y psíquica de las personas detenidas.

Nos interesaba indagar acerca de uno de los aspectos fundamentales que se vinculan a los “suplementos punitivos”, referido a la cuestión de la alimentación, que si bien es padecido por la población encarcelada en general, consideramos que en una situación de aislamiento se torna aún más grave, atento a la falta de contacto de la persona con el resto de los detenidos/as y con sus familiares, lo
que implica que esa persona aislada está “sujeta” exclusivamente a lo que el personal penitenciario decida en cuanto a si come o no, y la cantidad y calidad de esa comida.


Los relatos

“En la celda de aislamiento, me daban el almuerzo y la cena juntos al mediodía, me guardaba un poco para la noche pero juntaba olor y moscas y como no tenía luz artificial a veces a la mañana me daba cuenta que había dejado el plato al lado de la botella que tenía pis”.
“Mientras estuve aislado no recibí nada de comida del servicio yo le pedía algo a otros presos que pasaban frente a la celda, una vez el celador me dio sus sobras”.
“Cuando estás sancionado, o sea aislado, tenés más hambre y a veces te dan
comida para que no jodas”.

En relación al temade la alimentación, realizamos una pregunta complementaria que hizo referencia a si el personal penitenciario les proveyó algún tipo de utensilio a fin de garantizar mínimas condiciones para el propio acto de comer y beber.

“Cuando estás aislado tenés que molestar mucho al encargado para que te
den utensilios y si no tenés que comer con la mano”.

La situación más extrema en cuanto a condiciones de vida por la que puede atravesar una persona detenida, sancionada formalmente con una medida disciplinaria de aislamiento, de acuerdo a las respuestas de las personas encuestadas, es la siguiente: una persona sancionada puede estar aislada entre 8 y 30 días, en una celda de 2x2 m, sin ventana por lo tanto, sin ventilación ni luz natural, sin luz artificial, sin cama ni colchón ni mantas, sin comida o escasa y en malas condiciones, sin utensilios, utilizando las manos para comer, sin baño o letrina, debiendo realizar sus necesidades fisiológicas en botellas, bolsas o papeles, sin agua para higienizarse y sin ropa para cambiarse.


El aislamiento y los malos tratos físicos

“Cuando más me golpearon fue cuando estuve aislado, siempre cuando más te
golpean es cuando estás sancionado, porque nadie te ve y estás diez o quince
días en un buzón sin tener contacto con nadie”.
“Te hacen poner desnudo y te hacen cerrar los ojos y te dan vuelta y ahí te pegan con un palo, se divierten con vos. Cada guardia nuevo te golpea”.
“Me obligaron a estar desnudo, me dieron golpes de puño, me hicieron poner el pecho contra la pared y si no era rápido me pegaban con palos”.
“Y, en ‘leonera’, te dan piñas, patadas. Te hacen el churrascazo, incluso el médico”.
“Entraron a la celda y me golpearon con palos y con un balde de agua helada,
todo fue por reclamar comida”.
“Durante el aislamiento siempre tuve que estar desnudo para el recuento y además te doblan los brazos”.
“En el Módulo 6, Pabellón A, me tuvieron en una celda acolchonada, como para locos, me tuvieron seis días, dos días me tuvieron desnudo, a oscuras, sin vidrios.
“Nunca me habían pegado, pero cuando estuve en buzones me pegó una celadora”.
“A mí me esposaron fuerte, me tiraron del pelo, me insultaron y después vinieron los palazos, las trompadas y me remataron con el ‘pata-pata’. (denominación de la jerga carcelaria a esta modalidad de maltrato que produce un intenso sufrimiento físico, consiste en patadas con los borceguíes con punta de acero o palazos o gomazos en la zona de los tobillos y plantas de los pies de las personas detenidas por parte del personal penitenciario).
“Te dan patadas, tiradas de pelo, trompadas, arrastradas, golpes en las costillas y espalda, y también te envuelven en frazadas esposado para atrás”.
“Y entra la requisa a la celda, estás solo y ahí nomás te dan cachetazos en las
orejas, golpes en los riñones, en las costillas”.
“Te dan golpes de puño, cachetadas, por ejemplo, te tiran la nariz para atrás,
hacen llegar la mano por la espalda hasta la garganta”.
“Te dejan adentro de la celda y paliza, ‘pata-pata’, cachetazos, piñas, patadas, te pegan tan fuerte que no te podés levantar de la cama”.
“Cuando pedís algo y no te lo quieren dar, entra la requisa y te golpea sin parar para sacarte las ganas de pedir”.
“Varias veces me hacían desvestir, me pegaban obligándome a realizar flexiones”.

Los relatos acerca de la cantidad de agentes y la frecuencia de los malos tratos físicos:

Dos veces por día la requisa entra y te golpea con palos, piñas, culata de escopeta, te destrozan, a veces son cuatro, otras son seis y vos estás solo”.
“Siempre pegan; pero una vez, a las tres de la mañana me sacaron de la celda
de sancionado y el jefe de requisa con varios, eran como ocho agentes, me dieron una paliza tremenda”.
“Aquí en esta unidad –la Unidad 9 de Neuquén– te dan con la bomba de agua, (es un caño de cinco pulgadas que esta conectado a la bomba y el agua sale helada) durante los diez días que estuve aislado, me sacaban y me daban con la bomba”.
“Entraron tres agentes de noche y me dieron golpes de puño sin parar, solo porque pedía ir al baño”.
“Cada hora, o sea, cada una hora, venían te pegaban patadas y tiraban baldes
con agua fría”.
 “Durante el recuento, todas las mañana, trompadas con los puños, cachetadas y te doblan el brazo”.
“Requisa diaria, a puro palo y patadas”.
“Ingresaron cinco agentes y me pegaron gomazos en la espalda y en la panza,
uno de ellos cuando estaba en el suelo me pisó la cabeza”.
“Tenia dos veces al día requisa de celda, y en ese momento, me pegaban piñas, cachetazos, palazos”.
“Todas las mañanas la requisa es muy fuerte, a palazos limpios”.

Los relatos acerca de las lesiones:

“Te pegan en las piernas y te pegan con un palo en el medio del pie, es el ‘patapata’, te quedan hinchados y no podes caminar”.
“Te rompen los huesos a palazos, a mí me rompieron el brazo, pero lo peor es el ‘pata-pata’”.
“Te dan trompadas y patadas, la patadas me fisuraron dos costillas”.
“Lo peor es cuando te lastiman, a mí me abrieron la cabeza de una patada con el borcego”.

Es de destacar que si bien a partir de los relatos se hace evidente que la mayoría de los ejercicios violentos por parte del personal penitenciario se realiza al interior de la celda de aislamiento, a solas con los detenidos/as, existe una situación en la que se producen agresiones físicas que podríamos considerar como una “alerta” hacia las personas que son sancionadas con la medida de aislamiento. Este “adelanto”, esta “advertencia” se produce durante el tránsito hacia la celda de aislamiento, “golpizas de camino” hacia el lugar de cumplimiento de la sanción formal.

Los relatos

“Te pegan con cachetazos, empujones, patadas, así te llevan al aislamiento”.
“Durante el aislamiento no me golpearon, cuando me llevaron a aislamiento, sí, con puños, patadas y palos”.
“Cuando me llevaban a la celda de aislamiento me empujaban con todo contra la pared”.
“Cuando me estaban llevando al retén me daban con palos”.
“Me golpearon varios al salir del módulo y al llegar al Módulo 6”.
“Cuando te llevan a la celda te siguen pegando, la requisa te pega, te hace de
todo: patadas, piñas, palos”.
 “Te pegan cuando te llevan aislado y cuando te sacan”.

Por lo tanto, la situación de aislamiento, se sumará, como veremos más adelante en el apartado de Agresiones físicas y golpes, a las situaciones: “de ingreso a la cárcel, la bienvenida” y a la “de requisa de pabellones” en cuanto a las circunstancias en las que se despliega el mayor grado de violencia institucional sobre las personas detenidas y en las que además, éstas se encuentran en una clara relación de asimetría e indefensión y, por lo tanto, de vulnerabilidad atento a las características que contemplan cada una de ellas.
Por último, es interesante destacar que a partir de registrar que casi el 50% de las personas que pasaron por aislamiento en el marco de una sanción padecieron condiciones materiales de vida altamente gravosas durante su alojamiento en una celda de aislamiento, más del 43%, más de cuatro de cada diez, fueron severamente golpeadas y lesionadas durante esa misma situación.



 El ingreso a la cárcel: “la bienvenida”

“La bienvenida es terrible, la llaman el cóctel de bienvenida. Te ponen en bolas, te pegan y se burlan de uno. Es Guantánamo”.

Los malos tratos físicos producidos por personal penitenciario a los detenidos al momento del ingreso a una unidad penitenciaria se los denomina en la jerga carcelaria “la bienvenida”.
Los relatos de las personas detenidas encuestadas son elocuentes, en una primera instancia nos interesa dar cuenta de algunas expresiones que permiten inferir una lectura que pretende complejizar la relación, personal penitenciario, violencia física y personas detenidas.

Los relatos

“Sólo fui golpeado cuando ingresé a la Unidad 6, también me maltrataron con
muchos insultos”.
“Sólo fui golpeado al ingresar a las unidades 6 y 9”.
“Sólo me dieron la bienvenida. Hace tres semanas que estoy en la unidad”.
“Me dieron la bienvenida como a todos los ingresos. Los policías cuando ingresas, mientras te pegan, te advierten: ‘Estos no es nada comparado con lo que te va a pasar si haces quilombo adentro’”.
“Sólo me dieron unos cachetazos cuando llegué porque ésta es una de máxima y no podés ver nada”.
“Me dieron la bienvenida como a todos los que ingresaron conmigo, como tengo TBC (tuberculosis) y se los dije, no me pegaron tanto como al resto de mis compañeros”.
“En la Unidad 7 sólo cobré en la bienvenida”.
“En esta unidad sólo fui golpeado el primer día que entré, parece que si te porta mal tenés que pagar las consecuencias”.
“Me dieron la bienvenida como a todo el mundo”.
“Sólo me dieron una bienvenida brutal en Devoto. Acá es así, todos saben que
hay que pasar por la bienvenida”.

La selección de estos diez relatos, representativos de la casi totalidad de las respuestas por parte de las 48142 personas encuestadas que afirmaron haber padecido agresiones físicas durante su ingreso a una unidad del SPF, tiene por objetivo detenernos en ellos ya que hacen visible a “la bienvenida” (golpes y malos tratos al ingreso de la unidad) como una práctica penitenciaria violenta regular generalizada y sistemática, produciendo una “naturalización” por parte de las personas detenidas que no se vincula a su “aceptación”, ni a “su merecimiento”, a que “corresponda o sea pertinente”, no se naturaliza desde una perspectiva valorativa. Se naturaliza por “su inevitabilidad”, por “la certeza que sucedió, sucede y sucederá” y “por que todos pasan por ella” y es por eso, que esta práctica reconoce una trayectoria histórica y un claro significado
institucional.
La bienvenida, la recepción institucional, que padecen las personas al momento de ingresar a una unidad carcelaria, sean mujeres o varones adultos, mujeres o varones jóvenes, reincidentes o primarios, se define a través de múltiples y variadas “violencias” ejercidas por personal penitenciario.

Los relatos

“La bienvenida en Devoto fue terrible, me cagaron a palos, trompadas, estaban borrachos y me pegaron tanto que por un mes no me pude reír”.
“Cuando ingresé me pegó toda la requisa. Estuve cuatro días sin poder caminar, me desmayaron, no podía caminar por el ‘pata-pata’”.
“Me golpearon porque soy nuevo, y los del SPF quieren que los conozcan. Hace dos meses ingresé a la unidad. Me golpearon mucho, con palos y trompadas”.
“El bautismo (bienvenida) para mí fue terrible, bueno para todos los que ingresamos en esa unidad, se pusieron ocho penitenciarios de cada lado y nos dieron trompadas y palazos mientras íbamos pasando. Un señor en un escritorio nos hacía preguntas mientras nos golpeaban. Cada respuesta teníamos que decir: ‘Sí, señor’, si no, nos golpeaban más fuerte”.
“Me golpearon al ingresar junto con otros detenidos, pero a mí me golpearon más, palazos, me doblaron los brazos y trompadas, y eso me pasó dos veces en la misma noche”.
“En la bienvenida te matan, son muchos los que te golpean, te escupen, te hacen doler y si ingresas un viernes que el personal está en pedo, te matan mucho peor”.
“El ingreso es muy violento, gritos, órdenes, amenazas y muchos golpes”.
“A todo el que está preso lo golpean, lo peor en la bienvenida en la Unidad 2. Los viernes a la noche es peor porque siempre están borrachos”.
“La bienvenida siempre se hace, te hacen hacer flexiones, abrir las piernas estando contra la pared y te pegan”.
“En la Unidad 9 cuando llegué, como bienvenida, me dieron un jabón blanco y me dijeron que saltara sobre él hasta que se deshiciera, mientras me pegaban entre veinte penitenciarios”.
“Cuando ingresé a la unidad me golpearon entre siete u ocho penitenciarios, incluido el médico”.
“Estuve detenido en provincia y el trato del SPF es mucho peor, apenas entras ya te pegan y siempre lo hacen entre varios agentes”.
“En la Unidad 2 (Devoto) una noche quedé inconsciente de los golpes, pero lo
peor fue en la Unidad 9, me dieron la bomba de agua y me metieron un palo en la cola, por esto hice una denuncia”.

Prácticas violentas del personal penitenciario: regulares en tanto se producen
periódicamente en el tiempo y sistemática en tanto reconoce, esa misma regularidad pero además requiere de organización, recursos y decisiones institucionales, es decir, de un sistema que las habilite para su despliegue y también para su encubrimiento.

A través del relato de las personas encuestadas, una vez más, se confirma que el ingreso a la cárcel es vivenciada como una instancia de intensa vulnerabilidad e indefensión, para aquellas que ingresan por primera vez (primarios/as) representa el primer contacto con prácticas violentas ejercidas por personal penitenciario que se presenta, ante la ausencia de “motivos que los justifiquen”, como una señal de advertencia y de imposición de fuerza. En este sentido se constituye en un rito de presentación de la cárcel como institución de castigo, sufrimiento y dolor, en una dimensión que la reconoce como pena esencialmente corporal.
En el caso de aquellas personas que ya han transitado una situación de encierro (reiterantes), el conocimiento de lo que “sucede” en el ingreso a la cárcel y el tiempo transcurrido en ella, los hace portadores de la “certeza” de un padecimiento inevitable que ante ellos se presenta como un rito de reafirmación de la violencia institucional penitenciaria.