A su vez, una de las conceptualizaciones que hilvanan y cruzan todo nuestro entramado analítico es la noción de contracultura. Jamás nos referiremos al "submundo" de la cárcel como una "subcultura". Rápidamente explicamos que, desde nuestro marco conceptual, concebimos la figura de la "subcultura" como la expresión de una lenguaje cristalizado que encierra un sentido instituido, y se torna en una casi invisible trampa discursiva que pretende -casi por contrabando- validar ciertos espacios autorizados como cultura, de tal suerte que todos los espacios vivenciales y relacionales en oposición o disímil al oficial se tornan "sub". Nunca completo, nunca íntegro, nunca real, por debajo de.
Lo que postulamos es que la noción de la "subcultura", en tanto expresión, esta validando sólo un cierto tipo o una franja muy particular de la cultura, y con ello conservando un esquema conceptual de cultura demasiado rígido, positivista, hegemónico y funcional. La idea que prevalece bajo una conceptualización de ese tipo es que la cultura sería un espacio delimitable física y cuantitativamente, como un objeto quieto, puro e inalterable. Cuando en la esfera institucional se habla de la cultura, se habla como si existiera una puerta de entrada y salida de la cultura; como si fuera posible entrar y salir de la cultura; como si existieran hechos y fenómenos que están, dicotómicamente, dentro o fuera de la cultura.
Un concepto duro como éste, por cierto admite, desde su propia lógica, la afirmación de lo "sub", en el sentido que sí existirían fenómenos debajo de la cultura, incompletos, no genuinos, ilegítimos, falsos. Por lo demás, un concepto físico-espacial de la cultura se torna aún más peligroso, en la medida que al admitir la posibilidad de encontrar fenómenos dentro y fuera de ella, por cierto que también cabe el admitir que la producción de esos fenómenos puede estar o no relacionada con la materialidad de esa cultura. De ese modo es perfectamente posible reconocer la circulación de ciertos tipos de discursos que validan algunas formas culturales y otras sencillamente no cabrían dentro de esos marcos de realidad social. Por ejemplo, el jugar con volantines, tomar chicha y comer empanadas sería la más pura expresión de pertenencia y reproductibilidad de nuestra identidad nacional, fenómenos producidos y reproducidos en estos marcos de realidad social, y endosables completamente a nuestro patrimonio cultural, ya que son directamente gestados desde éste. Sin embargo, no son pertenecientes a la cultura fenómenos como la marginalidad social, las madres solteras, los abortos clandestinos, niños que consumen neopren, los allegados, la discriminación a los homosexuales, la delincuencia. Esos son fenómenos que no integran la cultura, más bien si se observa el discurso institucional, la mayor parte de ellas son denominadas y tratadas como "subculturas".
Si esas formas de vida no pertenecen a la dinámica social que constituye nuestra cultura, implícitamente se afirma que no existe ninguna relación de causalidad o determinación respecto ellas. Más bien corresponden a accidentes de tipo aislado, que están fuera, debajo, o sencillamente no pertenecen a nuestra cultura. Lo relevante de ello es que la cultura es pura, es armónica y no admite conflicto.
Desde nuestro marco, la cultura sería componente y expresión de la realidad material de una sociedad. La cultura puede ser entendida como una abstracción social que nace desde el directo intervenir en una realidad social, la cultura es un ser social histórico, una manera específica y contextual en que los hombres logran concebir y producir la realidad . Se trata de un momento epocal en el cual los hombres, mediante ciertos sistemas de vinculación y valoración, articulan una manera de entender, organizar y producir la realidad social. Si es este nuestro concepto de cultura, mal podríamos suponerla como una cultura única, pura y quieta, sino más bien como un complejo entramado de cruzamientos, racionalidades, discursos, identidades, posicionamientos estructurales, bajo un marco de relaciones sociales, a las que confluyen distintos tipos de sujetos. Así, la cultura sería siempre un espacio en oposición, en conflicto, en ebullición. La cultura siempre sería una espacio de lo diverso. Con esto no queremos postular que la cultura sería ordenada y simétrica, sino más bien hegemónica y residual, es decir, correspondiéndose a como los sujetos se instalan en una estructura de producción material de la realidad.
En estricta correspondencia con ello, hemos más bien optado por utilizar el concepto de contracultura. La contracultura la entendemos, aquí, como una idea que se refiere a la existencia de culturas oficiales y otras no oficiales, unas dominantes y autorizadas, y otras residuales y castigadas. En base a una definición como ésta es que calificamos el espacio estructural y relacional de la cárcel como un espacio de contracultura.
La noción que queremos ocupar de la expresión contracultura es la que permite inferir la posibilidad de tensión dentro de un mismo marco cultural, la posibilidad del conflicto que constituyen y albergan estas formas sociales. Decimos contracultura cuando la oposición y la contradicción proviene del mismo seno social y cultural. La expresión contracultura, etimológicamente, podría sugerir que la contrariedad y el conflicto provienen desde fuera de la cultura. Aquí lo relevante es que deseamos enfatizar la relación de correspondencia que existe entre el modo de vida de un modelo social y las diversas expresiones e implicancias que este puede producir.
Otras veces, la expresión contracultura es utilizada para señalar la peligrosidad sistémica que puede representar algún grupo o práctica social, acusar una cierta disfuncionalidad que podría agredir y desmantelar los fundamentos de un marco social hegemónico. En nuestra utilización, básicamente se rescata la idea de que el conflicto, la tensión y la negación proviene desde el mismo seno cultural y no desde fuera, ni desde abajo, ni desde fuera de los marcos culturales. Utilizamos la expresión contracultura para endosar una directa relación al modelo cultural respecto de un algo engendrado y producido por él, pero que luego es desterrado; para destacar que la contrariedad y el conflicto nacen desde la propia dinámica estructural de esta realidad social.
El territorio de la cárcel se torna contracultura en la medida que ofrece una postulación de valoraciones diversas y, por momentos, opuesta a la que existe en el exterior. Un lugar en que decir gracias es de "giles", en que el asesinar no es signo de reprobación, sino más bien de legitimación y prestigio. Un lugar en que compartir es ley, es casi un valor natural, mientras que en el exterior de la sociedad es casi una torpeza -toda vez que no se trate de una hábil maniobra para luego obtener más-.
La cárcel se constituye en un espacio contracultural en la medida que diseña e instala un marco referencial axiológico, político y conductual que, en el extremo, podría hacer sucumbir el espacio hegemónico cultural. Es decir, el sistema conceptual y relacional que en ella habita, al expandirse hacia los espacios sociales autorizados provocaría un colapso estructural del modelo cultural dominante. La cárcel se prefigura como una contracultura porque desde la propia producción del lenguaje se instala y expresa una construcción social de realidad que difiere de las significaciones que soportan el modelo social hegemónico. En el mundo social de la cárcel son los propios significantes los que han sido modificados, los indicios de lo real señalan una realidad distinta, que es entendida y producida bajo la constitución de un sujeto disímil.
Ahora bien, sin aún ingresar a lo que es nuestra lectura etiológica de la delincuencia, podemos aclarar que el espacio social carcelario se torna contracultura en la medida que se despliega y activa en franca oposición y agresión al sistema político, económico, social y cultural que imperan bajo las actuales relaciones sociales. Y por lo demás, tiende a esa reproductibilidad generacional mediante un proceso de socialización que imparte, enseña e instala las pautas normativas de ella, configurándose finalmente en un potencial espacio de tensión, resistencia y socavamiento del actual modelo social global.
La cárcel es un lugar de impresionante organización y normación. Pese al aparente caos, la cárcel es un lugar en que los roles están definidos con impresionante exactitud, las facultades que estos roles ofrecen están cautelados como valores principales. Lo cierto es que la prisión es un lugar en que el mundo y la vida son pensadas y valoradas de maneras distintas que en el resto de los espacios sociales.
De este modo, podemos decir que el espacio social carcelario, en tanto contracultura, no es un espacio accidental de una cultura oficial, sino que es un engendro cuyo origen y alimentación provienen precisamente de lo que son rasgos constitutivos de la cultura oficial. La figura de "subcultura" más bien invita a pensar que se trata de una cultura inacabada, casi accidental y aislada de la esfera cultural dominante. Por lo tanto, la idea de contracultura la ocupamos con la pretensión de evidenciar la pertenencia y oposición entre, al menos, dos concepciones tensionadas de producir la vida.
VI.- ESTRUCTURA Y CONDUCTA SOCIAL INTRAPENITENCIARIA
La Sociedad Clásica
Podríamos brevemente definir la sociedad clásica como la sociedad altamente pautada, determinada por un estado hegemónico de fuerzas que regulaba y normaba todo la dinámica y contorno social carcelario. Básicamente estaba regida por la ética del hampa, objetivada en figuras de ladrones profesionales o de alto reconocimiento de sus pares. El signo que distingue la sociedad clásica es el modelo organizacional que surge a raíz de un grupo cuya correlación de fuerzas superior, le permite dirigir, regular y "gobernar" la sociedad intracarcelaria.
La organización interna de la sociedad clásica conformada por los reclusos es extraordinariamente estructurada. Se trata de una sociedad jerarquizada, una jerarquía que proviene del prestigio. Los sujetos se agrupan entre sí, en estricta observancia y correspondencia jerárquica de sus pares. Es decir, generalmente los internos de mayor prestigio y liderazgo sólo se rodean de sujetos con semejante jerarquía y reconocimiento.
El prestigio al que ellos aspiran y consideran es el que actualmente otorgan, primero, los medios de comunicación al tratar la información policial, segundo, por los aparatos policiales "al aliñar a algún choro", tercero, por gendarmería, al conservar un trato deferente y respetuoso con los más "rochos". Son estas tres instancias las principales y privilegiadas para otorgar mayor o menor reconocimiento a un recluso.
El prestigo proviene de una suerte de competencia entre la población delictiva, quien es capaz de realizar la mayor hazaña, el delito de mayor magnitud, el que demuestre mayor audacia y valentía, el que tiene más "fiambres" en la espalda (personas muertas a su haber), el que ha tenido más enfrentamientos con efectivos policiales, el que ha recibido más balazos, etc, etc. Siempre el marco de ponderación de los internos está brindado por las figuras de violencia, muerte, crimen, valentía.
Así la sociedad penal encuentra su máxima jerarquía en sujetos que han realizado delitos de mayor riesgo, valentía o repercusión social -salvo si se trata de violación o algún tipo de crimen rechazado por la "ética canera"-.
La expresión orgánica de la sociedad penal es muy reducida. Esto debido a que gendarmería tiene prohíbida cualquier organización gremial legal por parte de los reclusos. Como punta de lanza, los reclusos utilizan algunas instancias mínimas para producir algunas deliberaciones y debates de problemas concretos, siendo éstos, la mayor parte de las veces, insuficientes para manejar los conflictos internos o con gendarmería, así, frecuentemente estallan riñas entre cuadrillas, y o motines con resultados de muertos y heridos.
Para permitir una mayor comprensión de las categorías a las que nos referiremos ofrecemos un esquema simplificado de lo que hasta hace diez años fue la estructura societal clásica intracarcelaria .
╔══════════════════════════════════════╗
║ SINDICATO DEL CRIMEN ║
╚══════════════════╤═══════════════════╝
│
┌───────────────┬───────────┼───────┬─────────────┐
┌cuadrilla─┐ ┌─cuadrilla─┐ │ ┌cuadrilla─┐ ┌cuadrilla┐
└─────┬────┘ └───────────┘ │ └──────────┘ └─────────┘
└─────────┐ │┌─────────────────────────┐
┌──────────────┴──────────┐ ├┤ COMITE DE NAVIDAD O JEFE DE CUADRILLA │ │└─────BIENESTAR───────────┘
│ SEGUNDO JEFE │ │
│ -REO │ │
│ -REO │ │
│ -REO │ │
│ -REO │ │
│ -PERKINS COCINA Y ASEA │ │
│ -PERKINS LAVA Y PLANCHA │
│ -MAMA │ │
│ -CABALLO │ │
└─────────────────────────┘ │
┌────────────┬────────────┴───────┬─────────────┐
┌Palestino┐ ┌Colo-Colo─┐ ┌Magallanes─┐ ┌U.Española┐
└─────────┘ └──────────┘ └───────────┘ └──────────┘
│ │ │ │
┌--Carreta───┐ ┌──Carreta───┐ ┌──Carreta────┐ ┌─Carreta───┐
└────────────┘ └────────────┘ └──────┬──────┘ └───────────┘
│
┌───────────┴────────────┐
│-JEFE CARRETA │
│-SEGUNDO JEFE │
│-REO │
│-REO │
│-REO │
│-PERKINS │
│-CABALLO │
└────────────────────────┘
┌──────────────────────────────────────────────────────────┐
│ JERARQUÍA POBLACIÓN PENAL
GENERAL
│
│ -JOTES O
CHINCHES
│
│
-PATILLA
│
│
-CABALLOS
│
│
-DOMÉSTICOS
│
│
-SAPOS
│
│
-VIOLETAS
│
│
-COCODRILOS
│
└──────────────────────────────────────────────────────────┘
Sindicato
del Crimen: Este fue durante un período la máxima instancia jerárquica de la
sociedad intracarcelaria. Estaba compuesta por los más prestigiados y
peligrosos ladrones. Esta era una organización pequeña en su dirigencia -en
última instancia reductible a cuatro líderes-(50) exactamente su
número de integrantes y/o aliados es imprecisable, pero, hasta donde sabemos,
en momentos de conflictos y "guerra interna" lograba movilizar a
centenares de reclusos. En la Ex-Penitenciaría se concentraban esporádicamente los miembros del sindicato. Era una organización casi clandestina, ya que sus integrantes no asumían un rol público o de dirigencia, generalmente designaban a hombres de su confianza para ocupar espacios de representatividad interna, como el comité de navidad, de bienestar, o controlar algunos clubes deportivos. Así lograban operar casi en secreto, de manera encubierta, con voceros.
El sindicato funcionaba como la máxima autoridad de los delincuentes, la más respetada y la más temida. A éste sólo accedían ladrones con vasta trayectoria, "probados con fuego", es decir, los más "choros", allegándose como aliados los ladrones más respetados del país.
Era una organización pequeña orgánicamente, ya que se enfrentaba a permanentes ataques o agresiones de otras agrupaciones de reos, o investigaciones por parte de la policía o gendarmería. En realidad, el sindicato era la autoridad y el dueño de las cárceles. El sindicato operaba como tribunal máximo, decidía quién había cometido una falta y cómo debía pagarla. Dictaba las normas a respetar y tomaba las grandes decisiones en momentos de crisis o conflictos, ya sea entre reos o con gendarmería.
El sindicato del crimen nace por el afecto y lealtad que se gesta entre cuatro ladrones de prestigio. Tras años de trabajar juntos, en un asalto uno de ellos resulta herido y es internado en un hospital de la capital en calidad de detenido y con custodia policial. Los restantes miembros se deciden a rescatarlo y así lo hacen. Tal situación de lealtad y valentía los llevó a ser conocidos como "El Sindicato del Crimen", y hasta dónde hemos averiguado, habría sido un propio oficial de gendarmería quien los hubiera bautizado.
El sindicato del crimen se constituye en la instancia de mayor jerarquía decisional de la sociedad carcelaria a nivel nacional. Este posicionamiento no es en función de saciar pretensiones de poder, sino con una motivación mucho más sencilla y pura en su definición. El sindicato, en tanto expresión de los ladrones vivos -ladrones profesionales- sólo administra y regula la vida al interior de las cárceles única y exclusivamente con la pretensión de "tener la cana tranquila", en calma, para poder "buscar la libertad". Es decir, al sindicato le interesa gobernar la cárcel, en función de regular la vida y todos los movimientos al interior del penal para poder realizar con tranquilidad sus planes de fuga.
Debemos aclarar que para el ladrón la cárcel es tan sólo un momento en su carrera, un accidente de trabajo, pero el ladrón se debe a la calle, el ladrón es de la calle y siempre busca fugarse para seguir trabajando. Los mismos ladrones dicen "la cana es de los pacos, los ladrones somos de la calle". Por lo tanto, si el sindicato se instala como instancia de dominio y control es para velar por la libertad.
No obstante, una segunda dimensión que regulaba el sindicato con su posición de mando y gobierno intracarcelario era precisamente los marcos de reproducitibilidad de la contracultura delincuencial. Mediante su mando el sindicato -y extensible a todas las cuadrillas de ladrones y vivos- regulaban el buen comportamiento y respeto por la ética del hampa. Así se producía un marco de relaciones, que finalmente operaba como una agencia de socialización en el que se dotaba al ladrón joven de los conocimientos técnicos y éticos que rigen tal actividad.
Cuadrillas: Este es un espacio orgánico, existen cientos al interior de la Ex-Penitenciaría. No necesariamente todas estaban vinculadas al sindicato. Aunque en su calidad de cuadrillas, respetaban y asumían, generalmente, los dictámenes de éste. Las cuadrillas están compuestas por sujetos casi siempre del mismo rango de importancia y prestigio, es extraño ver cuadrillas que agrupen a "gente viva" (ladrones de prestigio) con giles (no ladrones). Las cuadrillas están lideradas por un jefe, quien posee mayor prestigio, antigüedad y trayectoria. Está secundado por quien le sigue en dichos atributos. El resto de sus integrantes son hombres de confianza, sujetos probados en situaciones de adversidad (riñas, enfrentamientos, tortura, etc.).
Las cuadrillas tienen casi un carácter de militancia, es decir, hay un compromiso orgánico, hay un honor que cautelar, se entregan misiones, tareas y éstas se deben cumplir. El cumplimiento de las tareas se traducen en mayor reconocimiento y prestigio, elevando el rango de quien las cumplió. Asimismo, el no cumplimiento de las misiones significa el deshonor, desprecio y castigo, el grado de ello irá en correspondencia con el de la falta, según la "ley canera". Los otros integrantes tienen un carácter instrumental (perkins y caballos) si es que los hay, ya que en dependencia del carácter del jefe, estos pueden o no existir, aunque la mayor parte de las veces existen.
Perkins: Reo de bajo prestigio ("débil de mente") que es empleado para labores de aseo, cocina, lavar ropa, mandados, etc.. Este no es perkins por opción, generalmente ha sido obligado a ese rol, pero con el tiempo logra asumir hasta con agrado su labor y con afecto hacia sus "compañeros" de cuadrilla. El insertarse en una cuadrilla de "gente viva" le otorga respeto ante otros, ya que cuenta con el afecto de los suyos y la consabida protección. En una cuadrilla de ladrones de prestigio pueden haber tres o cuatro perkins, en dependencia del número total de integrantes de la cuadrilla.
Mamá: Es un reo que, voluntariamente o no, ha sido destinado a jugar el rol de hembra de algún jefe de carreta o cuadrilla, es su "mujer" exclusiva. Nadie puede ofenderlo o agredirlo porque esto detona un conflicto entre cuadrillas. Generalmente son respetados por el resto de los integrantes, en su calidad de "señora del jefe". Aunque no existen muchas relaciones de este tipo, en tanto su exclusividad, aún es posible reconocer algunos casos.
Caballo: Es un reo que ha sido destinado, principalmente mediante la fuerza, a asumir el papel de hembra de la cuadrilla, disponible para todos sus integrantes "machos". Este se diferencia de la "mamá" porque éste ya no es de uso exclusivo del jefe, sino de "uso común" para todos los integrantes "competentes".
Comité de Navidad o Bienestar: Este es el único grupo organizado y reivindicativo autorizado por gendarmería. Es un grupo cuyas labores principales son de bienestar. Se preocupa por la organización de las fiestas para los niños en navidad, y ocasionalmente para las fiestas patrias. Aunque su operación formal es limitada, no cambia de nombre durante el año. Se mantiene organizado y funcionando, y básicamente se preocupa por las condiciones de todos los reclusos, solicitan colchonetas nuevas, mejoras en la alimentación, mejor trato en el hospital del penal, etc.. Este era un instrumento del sindicato, ya que mediante éste lograba conocer la actividad en todo el penal, se enteraba de todos los problemas y negociaciones con gendarmería y con ello normaba y regulaba la vida interna de la población penal.
Clubes Deportivos: reproducen los nombres de los equipos del fútbol profesional chileno. Son expresión de distintas agrupaciones de cuadrillas. Los más respetados y populares eran la U. de Chile y el Colo-Colo, por sus sabidas relaciones con el sindicato, pero lo cierto es que en tiempos del sindicato casi toda la liga era controlada por éste. Estos equipos de fútbol también sirven de puente para dialogar, abordar y resolver los problemas de los internos. Los equipos sostienen un campeonato anual, con algunos recesos que a veces coinciden con los del fútbol profesional chileno. Además juegan campeonatos de apertura, liguillas etc.. Actualmente existen más de 10 clubes, pero resalta el hecho de que no exista el club Universidad Católica.
Carretas: Son agrupaciones mínimas e informales. Podríamos afirmar que son el núcleo básico de la sociedad intracarcelaria. No eran controladas por el sindicato en términos orgánicos, aunque sí por la normativa a respetar. Sus integrantes suelen ser compañeros de celda, y según las calles, estos varían entre cuatro y diez integrantes. Su premisa es la de comunidad, el principio es compartirlo todo, los cigarros, la comida, la yerba mate, etc.. En carretas bien afiatadas incluso se comparten los riesgos, riñas, tristezas y alegrías. Estas carretas operan con la lógica de los turnos, es decir, los reos se van turnando para asumir las distintas tareas, aunque en abundantes casos éstos cuentan con perkins y otros reos de servicio.
Estratificación Social
Jotes o chinches: Son los reos habituales de los penales, pero que no son ladrones de alto rango, son sólo maleantes, "peluzones de la cana" que no alcanzan ningún prestigio frente a los "chorros". Son tipos de reos que permanentemente están siendo castigados por sus faltas a las "leyes caneras".
Patilla: Se le llama a una calle de tránsito, es decir, una calle por la cual sólo habitan reos que no se sabe si quedarán encarcelados o si saldrán en libertad. Es la calle más "liviana", ya que a ella llegan personas de poca monta delictual. Son reos de ocasión, y por lo mismo, los más expuestos a todo tipo de agresión. Generalmente se trata de personas no ladronas, sino de delincuentes ocasionales. No conocen bien la cárcel, sus leyes ni su furia, de ahí que sea la vertiente principal para nutrir de caballos, perkins, mamás, etc..
Domésticos: Son reos muy mal mirados, despreciados, por faltar a la "ética canera". Generalmente provienen del "joterío". Su falta cometida radica en robar algo a otro "compañero", es un delito como robarle a un hermano, o algo así. La lógica es que si están todos presos, por qué no se fuga y roba afuera, hay que robarle a los giles, no a la gente viva.
Sapos: Estos son unos de los reos más mal mirados en la prisión. Son reos que han delatado, que entregan información a gendarmería o que colaboran con actuarios o fiscales en los procesos judiciales. Estos permanentemente son agredidos y castigados, son violados, y heridos con armas cortantes, cuando no muertos.
Violetas: Es un tipo de reo de lo más repudiado que existe al interior de la prisión. Son sujetos acusados por violación. Independientemente de su edad o estrato social son severamente castigados. Los obligan a ser caballo, los hieren con puñales o los matan. Generalmente, gendarmería debe aislarlos, pero nunca es suficiente y la mayoría de las veces logran ser de alguna forma castigados.
Cocodrilo: Es un tipo de reo con gran importancia histórica, aunque ya en extinción. Fundamentalmente existió durante los años 80 llegando a su exterminio y casi total control a fines de esa década. Se trataba de un tipo de interno que por su baja formación como ladrón y su explosiva violencia y agresividad no reconocía los códigos de ética de los reos proveniente del sindicato. Sus operaciones eran extraordinariamente violentas. Entre los ladrones se decía que trabajaban como colaboradores de gendarmería en la detección y desmantelamiento de fugas. También se rumoreaba que contaban con "carta blanca" para matar a algunos vivos y evitar fugas. En su momento de mayor dimensión llegaron a sumar varios cientos de reos agrupados en esta "gran cuadrilla".
Ya a mediados de los años 80 el sindicato emprendió una ofensiva sangrienta que terminó con la mayor parte de los cocodrilos. Sus operaciones aún se recuerdan con dolor y pesar entre los chorros, ya que lograron matar a "mucha gente viva", lograron "matar muchas culebras" (detectar y romper túneles para fugarse). Aunque aún quedan algunos ex-cocodrilos, éstos son presa de mucho desprecio y castigo. Actualmente muchos de ellos son caballos, perkins o están aislados por gendarmería ya que en la población penal serían rápidamente aniquilados.
La Sociedad en Transición
Desde nuestra matriz de análisis, logramos conceptualizar en oposición la sociedad clásica y la sociedad transicional intracarcelaria. Ahora, lo que distingue la sociedad transicional es la inexistencia de grupos de ladrones hegemónicos, y más bien existe una abultada franja de grupos heterogéneos, con mucha semajanza de fuerzas, lo que impide una clara y notoria gobernabilidad de la población. A esto se agrega la emergencia de un nuevo sujeto delincuencial, diseñado ya no desde el hampa, sino como una "delincuencia periférica", que se comporta de modo atomizado y no reconoce mayores referentes normativos o éticos. Sin duda alguna, dicho movimiento de transformación estructural y conductual al interior de los penales se condice y corresponde con lo que ha sido una transformación global que ha tenido lugar en el país.
Nuestra anterior descripción de la sociedad carcelaria clásica corresponde más bien a la existente hasta mediadosa de la década del 80. Luego comienza a prefigurarse un marco de tensiones y transformaciones que llevarán a trastocar el orden clásico y a producir un marco de organización y funcionamiento difuso y desordenado al interior de la sociedad intracarcelaria.
Esta suerte de movimiento transicional en la sociedad carcelaria la tendemos a asociar con los hechos históricos de mayor significación producidos en las últimas décadas. Básicamente lo que se produce a partir del año 1973, y como consecuencia directa del golpe de Estado, es una transformación estructural radical de la sociedad chilena, en el sentido que bajo el gobierno de Allende tanto el rumbo de lo político como de lo económico tomaba dirección hacia una sociedad cuya tendencia era a reducir las diferencias sociales, a producir y crear espacios de integración y participación de la ciudadanía en general, hacia espacios políticos decisionales a nivel global de la nación. Asimismo, las políticas hacia los sectores de mayor marginación era otorgar un mayor resguardo social con una serie de beneficios sociales, principalmente destinados a las áreas de salud, vivienda y educación.
Respecto a este último ámbito, el proyecto de la Escuela Nacional Unificada pretendía integrar a todos los niños y jóvenes en edad escolar al régimen educacional que se forjaba, logrando así un espacio de integración y reproducción social.
Todo este marco queda en absoluto abandono y desintegración al estallar el golpe de Estado. Esto provocó un estado de colapso político, económico y social tal, que obviamente los más castigados con ello fueron los sectores más pobres del país. Con inmediato acierto Touraine se refiriere al golpe: «Este Estado que hubiera podido ser integrador y que hubiera podido extender el mercado interior, se convertirá en represivo y va a garantizar la acumulación capitalista. Chile no volverá a la vida moderada y apacible de los grupos de presión, de las grandes palabras y las pequeñas maniobras»(52). Sin ingresar a analizar la situación de terror y violencia generalizada que se desencadenó, bajo el pretexto de "enemigo interno", particularmente se comienza a vivir un modo muy específico de violencia, la miseria social.
Ya los primeros meses de dictadura marcaron cuál sería la dinámica de subsistencia de los sectores más pobres del país, un abandono social absoluto, un estado represivo generalizado que impedía cualquier posibilidad de demanda social, una clausura estricta del espacio político imposibilitaba cualquier diálogo con la dictadura para amortiguar el impacto social del golpe.
En 1975 se despliega el tratamiento de "Shock" y muy pronto aparecen ejércitos de cesantes disfrazados bajo las siglas PEM y posteriormente POJH. A nivel nacional, las tasas de crecimiento eran negativas por sobre el 10%. Los servicios de salud, vivienda y educación recrudecieron el mal estado, por lo que se acentuaba la condición de los sectores más pobres, de ahí que el primer acto que se funda es el de resistir, como el de subsistir.
Tal situación de miseria desencadena un deterioro en las bases materiales de la sociedad, implicando con ello un estado de desintegración de los núcleos familiares, o la expansión de familias extensas que reunen a varias desintegradas, produciéndose masivas situaciones de allegados en el creciente anillo de campamentos urbanos que rodean el centro de la capital.
Esto viene a graficar ligeramente el impacto social del golpe militar, ya que éste gravitó en todos los ámbitos de la sociedad chilena y particularmente en el segmento social sobre el cual recae nuestra inspección. Bien podemos inferir que el golpe de estado también provocó una transformación estructural importante al interior de la contracultura del hampa.
Tal como lo confirman varios documentos y estadísticas del Servicio Nacional del Menor y del Ministerio de Justicia, los jóvenes que figuran en dichas estadísticas eran niños-adolescentes al momento del golpe, y otros menores de 5 años al momento de la crisis del 80-82, así podemos establecer una correspondiente vinculación entre los estados de depresión social extrema y el aumento significativo de la población delictual al interior del escenario social urbano.
Pues aquella transformación global a la que hacemos mención, también cobra y adopta una expresión extraordinariamente visible al interior del espacio social carcelario. Ya a comienzos de los años 80 "la cana se empieza a desordenar". Aparece lo que los propios ladrones no tardan en denominar -con una lucidez y astucia superior a muchos sociólogos- "ladrones marca Pinochet".
Esta situación ya comienza a tomar dimensiones de gravedad y drama al interior de los penales cuando se constituye una masa de reos que no provienen de la contracultura del hampa y comienzan a desconocer tales marcos referenciales y éticos, por lo que activan y desatan un estado de violencia extrema e inusual al interior de los recintos penales.
Como el sujeto que emergía masiva y violentamente al interior de la sociedad carcelaria carecía de toda formación ética contracultural, había sido formado bajo el rigor de la necesidad extrema, no reconocía pauta valórica alguna para hacerse valer, toma lo que desea a costa de lo que fuera necesario. Este marco de constitución de relaciones intracarcelarias detonaba conflictos permanentes, los que de modo paulatino iban cobrando más y más víctimas.
Evidente resulta la posición -en ese entonces- del sindicato del crimen, "la cana se desordenó" y ello impedía el control y tranquilidad necesaria para emprender y realizar proyectos de fuga, por lo que se hacía necesario un disciplinamiento de estos emergentes "pelusones de la cana".
Estos ladrones "marca Pinochet" comenzaron a expandirse por los penales de Santiago, llegando a constituir verdaderas logias del crimen que no reconocían modulo ético alguno. Esto significó un estallido de violencia innecesaria en la comisión del delito, mataban por cualquier cosa, y más aún ante cualquier asomo de resistencia por parte de la víctima.
Al interior de la prisión, estos reos comenzaron a dominar los penales, emergieron fundamentalmente dos bandas "los Shogunes" y "los cocodrilos", ambas se unieron y comenzaron a operar bajo una suerte de alianza cómplice. Toda esta situación es entera y perfectamente retratada en la novela de Guillermo Rodríguez, Haceldama, Campo de Sangre.
Todo el caudal de violencia de estas bandas cobraba dimensiones dramáticas al interior de los penales, fundamentalmente al interior de la Ex-Penitenciaría de Santiago que se constituyó en escenario y testigo de todo este movimiento. Los asesinatos, las violaciones masivas, las peleas entre cuadrillas fueron cada vez más acentuando un cuadro insostenible para la organización de la sociedad intrapenitenciaria.
De este modo el sindicato del crimen y todas las cuadrillas de ladrones vivos decidieron poner término a tal crecida de violencia. Así se arriba a la ya legendaria "guerra contra los cocodrilos y shogunes". El sindicato -y todos los ladrones- necesitan poner orden al interior de los penales y eso sólo es posible si se extermina a dichas bandas.
Entre 1984 y 1985 se libra con intensidad una guerra contra cocodrilos y shogunes, resultando decenas de muertos, motínes e intentos de fuga. Después de varios sangrientos encuentros los ladrones recobran alguna tranquilidad al interior de la Ex-Penitenciaría, rebrotando esporádicamente algún ataque en función de alguna venganza por un combate anterior.
Todo ello, más las medidas disciplinarias de Gendarmería, las que generalmente consisten en apaleos masivos, traslados de reos a penales de otras regiones, traslados al disciplinario de Victoria, o aislamiento al interior del mismo penal, contribuyeron a mermar y apaciguar los conflictos bullentes al interior del penal.
Sin embargo, y para mal de muchos, todo resultó ser una calma momentánea, pasajera, y lo que es peor, la última de las calmas. De ahí en adelante, hablamos de 1986, la organización social intrapenitenciaria comienza a sufrir una transformación más radical, pero paulatina y silenciosa.
Parece ser que mediante los flujos de ingreso a los penales; el agotado y castigado marco referencial del hampa, cuyos tejidos y redes de socialización desgastados ya no se expresa en una reproductibilidad del ladrón profesional; el recambio generacional delincuencial que excede y escapa a la ética y normativa social contracultural, ha emergido y se ha constituido un nuevo sujeto delincuencial disímil al clásico y ya casi nostálgico ladrón-ladrón.
Todo ello implica que hoy más que nunca "la cana esté desordenada", ya no hay respeto por la "gente viva", la "cana está cada vez más violenta", "hoy cualquiera levanta bandera y le promete cuchilla a un vivo".
Después de las guerras contra los "cocodrilos y shogunes" se produce un movimiento transicional de reos que poco a poco va tranformando las dinámicas de la sociedad clásica intracarcelaria. Hoy ya la organización interna de los reos tiende a ser diferente a la que tradicionalmente existía.