Requisa de los pabellones
La otra
circunstancia/situación en la que los golpes ejercidos por el personal
penitenciario registran una frecuencia e intensidad relevantes es durante el procedimiento
de requisa de los pabellones.
Ahora bien,
cuando analizamos las respuestas en el ítem “Observaciones generales” del
cuestionario personal nos encontramos con una presencia recurrente de menciones
por parte de las personas encuestadas en cuanto a las agresiones físicas y
golpes producidos por personal penitenciario durante los procedimientos de
requisa a pabellones. Destacamos que en el cuestionario personal interrogamos esta
circunstancia en forma genérica, es decir, si fue golpeado durante la requisa,
sin distinción entre la requisa personal y la requisa
de pabellón y
sin embargo, esta última, registró una relevancia similar y excluyente –como la
referida a “Ingreso a la unidad”– con relación a las otras circunstancias
planteadas (durante los traslados, los recuentos, los motines, los reintegros,
etc.).
Los relatos
“Los peores
golpes son en las requisas sorpresivas a la madrugada ya que los agentes están
generalmente borrachos”.
“En las últimas
requisas de pabellón tiraron con balas de goma, nos hacen desnudar y tenés que
hacer una fila y ponerte de espalda y nos pegan a todos. Algunos presos piden
por favor que paren, y entonces les pegan más y más. Nos hacen hacer una
montaña humana, la ‘pirámide’ (es una modalidad de maltrato altamente gravoso
ya que el personal penitenciario obliga a los detenidos, con sus cuerpos casi
siempre desnudos, a apilarse uno encima de otro (la montaña humana) mientras
les va pegando con palos, los de abajo padecen situaciones desesperantes de
asfixia por lo que también pegan a sus compañeros para sacárselos de encima, si
estos salen de la pirámide son golpeados fuertemente por los penitenciarios) y
cuando el de bajo se asfixia pegan para arriba a lo presos que lo aprietan”.
“Cuando nos
amontonan, desnudos, uno arriba del otro y nos golpean, me hace acordar a las
montañas humanas de Irak. Es igual”.
“La requisa cuando entra, golpea y rompe todo,
siempre son muchos y no paran de dar patadas
y palazos, antes te hacen desnudar”.
“En las
requisas les hacen hacer una fila, les pegan a todos y durante mucho tiempo, en
especial cuando es de madrugada”.
“Los viernes la
requisa es mucho más violenta porque los penitenciarios están tomados”.
“Las requisas
de pabellón son bestiales, cada vez peores, golpean mucho, con palos,
escudazos, con patadas”.
“En una requisa
imprevista, hace dos meses, entraron disparando”.
“La única vez
que me pegaron fue en una requisa hace quince días, nos mataron, ahora estamos
todos con mucho miedo”.
“Lo peor es
pasar entre dos filas de penitenciarios, mientras pasas te van pegando con
palos y patadas, nosotros, los presos, le llamamos el ‘puente chino’ (El
“puente chino” es una modalidad de maltrato sumamente violento, consiste en dos
filas de personal penitenciario enfrentadas dejando un espacio entre medio por
el cual pasan, generalmente desnudos, los detenidos corriendo, ida
y vuelta varias veces, durante ese pasaje el personal penitenciario
los golpea con
palos, gomas, cadenas, patadas y escudos.)
“A nosotros nos
golpean mucho durante la requisa del pabellón y al ingreso a la unidad, nos
golpean mientras estamos desnudos”.
“Hubo una riña
en el pabellón, entró la requisa y nos mataron a todos hasta a los que estábamos
durmiendo, el médico también pegaba”.
“La requisa es
durísima, nos mata a golpes”.
“Golpean
fuerte, varios agentes y mucho tiempo, eso pasa con el cuerpo de requisa, no
tiene límites y si están borrachos te pueden matar a palazos”.
“Anoche el
cuerpo de requisa estuvo golpeando durante 40 minutos a los internos”.
“Siempre que
entra la requisa, lo hace a los tiros y golpeando con palos”.
Nos parece
importante recuperar lo expresado en el apartado Requisa de pabellones en el
que “caracterizamos y describimos el procedimiento” a fin de comprender el por
qué si bien no se indagaba en el Encuesta personal acerca de éste, emergió como
una de las circunstancias de mayor despliegue de violencia por la que
atraviesan las personas encarceladas.
La requisa de
los pabellones es realizada por un cuerpo especial y como lo destacan los
propios detenidos, registra los más altos niveles de violencia por parte del
personal penitenciario. Se constituye en un cuerpo armado, pertrechado con
borceguíes con punta de hierro, con palos, con cascos, pasamontañas, con
escudos, con escopetas, con cadenas, ingresan en grupo entre 10 y hasta 40 o 50
agentes particularmente en las requisas imprevistas,
la modalidad
es ingresar: gritando, amenazando, tocando silbatos, a veces los hacen
disparando tiros, practicando golpes contra las rejas y las cosas y obligan a
correr, desnudarse, mirar para abajo, manos atrás, caminar contra la pared,
salir de sus celdas, trasladarlos fuera del pabellón, requisan las celdas,
rompen, destrozan, mezclan y ensucian las mercaderías y los objetos personales,
hurtan
o roban, en
forma menos frecuente: secuestran objetos, actúa produciendo severas golpizas
individuales y/o colectivas, lo hacen durante un tiempo prolongado en
diferentes partes del cuerpo de las personas detenidas, cuerpos casi siempre
desnudos ya que los obligan a quitarse la ropa y correr hacia el fondo del
pabellón chocándose unos con otros, en una clara ceremonia de reconfirmación de
la “necesaria” asimetría de las relaciones de fuerza, promoviendo en ellos,
intensos sentimientos de impotencia, indefensión y vulnerabilidad.
Los
relatos de la impotencia
“Da mucha impotencia porque pegan sin razón
“Da mucha
impotencia porque pegan sin razón”.
“Siento mucha
impotencia porque algunos oficiales soberbios te buscan la reacción y uno no
puede hacer nada, estoy haciendo conducta”.
“Te pegan y te
insultan, no te consideran persona y eso me llena de bronca”.
“Podes
reaccionar pero te va a ir peor, tenés que aguantar, lo peor es que te sentís sin
salida, solo soportar los golpes”.
Asimismo, como
ya lo expresamos cuando desarrollamos el subapartado acerca de las
circunstancias en las que se producen las agresiones físicas y golpes, éstas
están vinculadas a la modalidad de cómo se ejercen esos malos tratos físicos,
no sólo por su regularidad y sistematicidad, sino además y fundamentalmente,
por su universalidad e intensidad. Esa universalidad no se refiere
específicamente a que
necesariamente todas las personas detenidas sean víctimas de malos tratos
físicos, sino porque la arbitrariedad, la discrecionalidad y los azaroso en el
ejercicio de la violencia institucional habilita la clara posibilidad de serlo
alguna vez y además porque, de una u otra forma, el impacto de la violencia
hacia los otros, tiene
una resonancia que penetra y produce efectos de temor y de angustia en el
conjunto de la población penal.
Los relatos
“A mí en esta
unidad no me golpearon todavía, ni me tocaron, a la mayoría los regolpean,
seguro que no voy a zafar”.
“A mí no, pero
hay otras personas que les rompieron los huesos”.
“El sábado
pasado escuché que el servicio golpeaba fuertemente a un preso en la celda de
aislamiento”.
“A ella no,
pero vio varias veces que a las chicas que son menores les pegan, las maltratan
mucho”.
“Por el momento
no me golpearon, pero al resto de mis compañeros los golpean permanentemente,
es horrible escuchar los gritos”.
El modo en el
que se ejerce la violencia institucional en términos de malos tratos físicos
requiere de una descripción y análisis de las prácticas violentas, cómo se
ejercen las mismas, cómo golpean los agentes penitenciarios, y para ello, una
vez lo mencionamos, se hace indispensable identificar los elementos que
utilizan, los tipos de agresión que producen, la localización de la agresión producida
y la cantidad de agentes penitenciarios que participan en los actos de
violencia.
Si bien estas
categorías se encontraban construidas en forma de pregunta, el análisis de las
respuestas contenidas en ellas fue lo que nos permitió reconstruir diferentes
prácticas violentas que por su sistematicidad e intensidad, a su vez conforman
una categoría más amplia, a la que denominamos modalidad/
modalidades de
violencia institucional.
Por ello,
consideramos que una de esas categorías de análisis debe contemplar los grados
de intensidad de los golpes producidos.
De acuerdo a
las respuestas establecimos tres niveles, destacando que aun el primero que
supone un menor grado de intensidad en la agresión física ejercida por personal
penitenciario registra igualmente un quantum de violencia significativa, ya
que, por ejemplo, una trompada, un cachetazo o un empujón también en sus
consecuencias puede producir serias lesiones.
Entendemos como
primer grado de intensidad aquel que contempla el golpe o maltrato por parte de
un solo agente penitenciario, que es único en tanto no se ejerce en forma
reiterada ni combinada con otras formas de maltrato y que el agente
penitenciario golpea con las manos o con las piernas (cachetazo, trompada,
patada, empujón, etcétera).
Los relatos
“Me pegan alguna
cachetada al paso, eso ya es normal, es por nada”.
“A veces te dan
un sopapo con la mano abierta, eso es muy humillante”.
“A veces te
hacen cerrar los ojos, poner las manos atrás y te empujan fuerte, caes como una
bolsa de papas”.
“No sé por qué
te dan una trompada en la nuca cuando pasás, creo que quieren que reacciones
para darte con todo”.
“Siempre te
empujan y, además, te amenazan con cualquier cosa”.
“Si caminás un
poco despacio, de repente sentís que volás y es que te encajaron un empujón y no
les importa si te caés o te rompés la cara contra la pared”.
“En la requisa,
lo mejor que te puede pasar que solo te empujen”.
“Los cachetazos
en la cabeza son de todos los días, a veces es solo porque se te ocurrió
mirar al celador a la cara”.
“Un
penitenciario me dio una patada en el culo porque me agaché a atarme las zapatillas, no
sabes como me dolió, me la dio con todo”.
“En la
requisas a pabellón, empiezan con empujones algún cachetazo y después siguen
matándote”.
“Si
entran varios penitenciarios al pabellón y uno te pega un cachetazo, hay que aguantar,
si lo mirás a la cara, se te vienen todos encima y perdiste”.
“El
otro día me dieron una sola trompada en el estómago, no me pude enderezar del
dolor como por diez minutos”.
“Cuando
menos te lo esperas te dan una patada en el culo”.
A través de
los relatos se hace evidente que este tipo de agresiones integran una modalidad
de maltrato cotidiano por parte del personal penitenciario, que puede
presentarse en forma aislada aunque sistemática y también puede significar el
inicio de un tipo de agresión que incluirá prácticas violentas más gravosas.
El
segundo grado de intensidad lo
caracterizamos de acuerdo a que las agresiones físicas se presentan combinadas,
pueden ser reiteradas y ejercidas por más de un agente, pero continúan siendo las
manos y las piernas de los penitenciarios los “instrumentos” utilizados para
ejercer esas violencias.
Los
relatos
“Te
dan golpes y patadas y mucha agresión verbal”.
“Les
gusta darte cachetazos y trompadas en el estómago, estas dos son las que no te
dejan marcas”.
“Me
golpearon varias veces con trompadas en la nuca y patadas en el culo”.
“A
veces se ensañan con golpes de puño por todo el cuerpo y de remate te tiran patadas”.
“Te
pegan cachetadas, te hacen correr, te insultan y antes de irse te dan una o dos
trompadas”.
“A
veces empiezan con cachetadas y pasa algo, alguno de nosotros los mira a la cara o
los insultan y se enceguecen y le dan trompadas a todos y si te caes al piso,
fuiste, te cagan a patadas”.
“Te
pegan según el estado de ánimo de ellos, pero siempre te pegan, a veces una cachetada,
otras una trompada y otras te dan cachetadas y cuando crees que ya terminaron,
te trompean en el estómago”.
El
tercer grado de intensidad lo
caracterizamos de acuerdo a que las agresiones físicas se presentan combinadas,
son siempre reiteradas y ejercidas por varios agentes penitenciarios y se
agregan, a las piernas y las manos, otros “instrumentos” con los cuales ejercen
diversas prácticas violentas.
Los
relatos
“Varias
veces nos golpearon con golpes de puño, con los escudos, sopapos en las orejas,
patadas y rodillazos”.
“Te
dan golpes, trompadas y te hacen poner de cuclillas y pegan con palos”.
“Cuando
entran a dar palazos yo me agarro la cabeza, tengo miedo que me la partan, y
como me agacho, varias veces me dieron patadas y trompadas. Una vez me dieron
con el escudo, me hicieron sangrar porque me pegaron con el borde justo arriba del
ojo”.
“Para
mí lo peor son las patadas y los palazos porque vienen con una fuerza que no sabes
si salís vivo”.
“Te
empujan contra la pared, te pegan en la nuca y desde atrás te empiezan a dar palazos,
si te das vuelta para pedirle que paren, te encajan una trompada que quedás medio
desmayado. A mí me lo hicieron dos veces y el otro día se lo hicieron al pibe
que ranchea conmigo”.
“Lo
peor son las patadas que te dan cuando estás desnudo y en el piso, los borregos
tienen punta de hierro y si te querés defender, ahí vienen los palazos, yo a
veces tiro patadas pero ellos se vienen armados con todo, siempre perdés”.
“Te
golpean con todo, palos, escudos, a trompadas y a mí me pincharon con facas, sí, los de requisa, ellos
entraron con facas”.
“Cuando entran a los tiros
se arma un
desparramo bárbaro, sobre todo porque sabemos que después vienen los palazos y
el reviente del escudo contra la pared”.
“Cada
dos por tres me cagan a palazos, a veces empiezan con las cachetadas y después siguen
los palos, escudazos y otras cosas que mejor ni lo cuento”.
“Te
empujan con los escudos y mientras te pegan con palos y si te empujan fuerte el
escudazo te duele un montón, siempre te la rematan con varias trompadas, así te
quedes quieto, les digas ‘Sí, señor’ o lo que ellos quieran”.
“En mi
pabellón cada tanto los penitenciarios entran en banda, pegan palazos, a dos o
tres les pegan trompadas y si te caes al piso empiezan los pisotones, te pisan
todo, caminan arriba tuyo”.
“Lo
pero es cuando se sacan y entran a palazos, patadas y hasta te pinchan con cuchillos, dos veces les tiraron agua
caliente, bien caliente”.
“Hace
poco se armó una pelea en el pabellón y los requisa entraron a los tiros, con facas tirando
puntazos para todos lados y
patadas, fue un desastre”.
Esos otros
“instrumentos-elementos” que se suman a las manos y piernas (armadas con
borceguíes con punta de hierro), hacen referencia con contundencia que tanto el
uso de palos, escudos y armas como escopetas y cuchillos por parte del personal
penitenciario en el ejercicio de violencia contra las personas detenidas, o si
tenemos en cuenta prácticas como la “pirámide”, el “puente chino”, el
“pata-pata”, el “criqueo”, la “bomba de agua”, que no pueden
vincularse de ningún modo a ejercicios de violencia institucional “necesarios”
para restablecer
el orden y garantizar seguridad y más aún si complementamos ésta información con aquella que refiere a la localización corporal de
las agresiones físicas producidas y la
cantidad de agentes que suelen participar de ellas.
La
localización de los golpes
Los
relatos
“A mí
me dieron muchas trompadas en las costillas, del dolor estuve dos semanas sin
poder respirar hondo, dormía casi sentado”.
“Los culatazos con las
itakas te los
dan en la cabeza y en la columna”.
“Te
dan golpes fuertes con las manos abiertas en las orejas, varias veces”.
“Te
hacen ‘milanesa’ en la cabeza entre varios penitenciarios”.
“Las
patadas en los tobillos son refuertes, el ‘pata-pata’, peor es cuando te lo hacen
con palos, te quiebran, no podés caminar por varios días, yo vi a un pibe que
estuvo como dos semanas sin poder pararse”.
“Los
golpes en las rodillas con los palos te hacen gritar del dolor”.
“Te
dan golpes de puño en la espalda y en la cintura, a la altura de los riñones”.
“El
‘pata-pata’ te lo hacen en los tobillos y en la planta de lo pies, lo peor es
cuando te pegan con palos y patadas, en las plantas de los pies te pegan con
los palos y en los tobillos con los borceguíes”.
“Es
terrible que te peguen los cachetazos en los oídos, lo hacen con una fuerza terrible”.
“Los
itakasos en la cabeza te pueden reventar un ojo, por la fuerza del golpe”.
“Las
patadas te las dan cuando estás en el piso y te las pegan en la cabeza, en la
columna y en el culo y un poco más arriba justo en la cintura”.
“A mí me ‘criquearon’ (se denomina en la jerga carcelaria a la
violencia ejercida por personal penitenciario al llevar el brazo del detenido
por atrás de la espalda hasta la nuca, con fuerza y varias veces. El “criqueo”
hacer referencia al ruido que hace el brazo cuando es retorcido.) los brazos en Devoto, estuve con
el brazo roto sin atención por quince días, después se me soldó, pero mal,
siempre me duele”.
“Los
golpes en la boca del estómago son brutales, a veces son trompadas y otras rodillazos,
a mí me dieron rodillazos en el estómago y cuando me iba cayendo me dieron
dos rodillazos en la cabeza”.
“A mí
me pegaron varias veces, dos fueron en la cara, ahí buscan romperte la boca o
la nariz, casi siempre lo hacen, la cara sangra mucho”.
“A mí
me golpearon la cabeza contra la pared, varias veces hasta que me desmayé y
tenés que desmayarte, porque si te haces el desmayado, se dan cuenta y te
golpean hasta desmayarte en serio”.
“En mi
pabellón, entraron
con facas y les pincharon las plantas de los pies a los dos
pibes que estaban peleando”.
“Piñas
en las costillas, eso lo hacen siempre y te dan con todo”.
“El
descontrol es cuando entran a golpear con palos, trompadas, escudazos y te hacen
piquete de ojos, yo cuidé de un pibe que no podía ver de un ojo después
del
piquete que le hicieron, desde adentro le sangraba”.
“Te
dan patadas, piñas, te hace poner desnudo y te tiran al piso y te pisotean todo
y después te obligan a apilarte uno arriba de otro, eso es la ‘pirámide’”.
“Cuando
te pegan en la cara es para dejarte marcado y hacerte sangrar, algunos penitenciarios
cuando te sale sangre de la boca o de la nariz o de la ceja, paran y otros
parece que eso les da más adrenalina y no paran de golpearte, hasta que escupís
algún diente o la sangre te cubre la cara y cuando escupís los manchas a
ellos”.
“A mí
me golpearon fuertemente en el oído con trompadas”.
“Yo le
tengo miedo al criqueo me lo hicieron dos veces, pero lo que mas dolió la segunda
vez, es que además me pegaron mucho con los palos en los dos codos”.
“Te
dan mangolazos en los oídos”.
“Cuando
te dan es con todo, golpes en las plantas de los pies y te hacen abrir las piernas
y te pegan desde atrás en los testículos con los palos”.
“A mí
casi me matan, me metieron la cabeza contra la reja y la cerraban apretándome la
cabeza, eso fue lo mas doloroso después del ‘pata-pata’”.
“Hay policías que les gusta especialmente pegarte en los genitales,
no sé que es peor si cuando lo hacen con palos o a patadas”.
Por último, y como cierre de estos relatos, hacemos especial referencia
a una de las prácticas más violentas que se conocen ejercidas por personal
penitenciario, el uso de la bomba de agua (La bomba de agua se aplica
específicamente en la U9 de Neuquén y consiste en utilizar la manguera de la
boca hidrante contra incendios aplicando el chorro de agua fría y a gran
presión contra el cuerpo de los internos, provocando su caída y posterior golpe
contra la pared o el piso. Esta práctica es aplicada como método para borrar
las marcas de los golpes. La bomba de agua se encuentra en la planta baja de la
unidad, al lado de la caldera. En cuanto a la actuación de la Procuración al
respecto, el día viernes 31 de agosto de 2007, el Dr. Ariel Cejas Meliare se
entrevistó con el juez federal de Neuquén, Dr. Labatte, a quien le informó
sobre las denuncias de los internos vinculadas a la utilización de la manguera
de la bomba de agua como método de tortura. En tal sentido, solicitó la colocación de un
precinto numerado a fin de acotar las posibilidades de su uso para los fines
conculcadores de derechos humanos precitados, al poder establecer un control
sobre las veces que la instalación es utilizada).
Se registraron
estos relatos:
“Acá te dan con todo, piñas, patadas y lo peor es la bomba de
agua”.
“Te hacen poner desnudo, te dan palazos, patadas y te la
rematan con la bomba de agua”.
“Te apagan el cigarrillo en las manos, te arrastran de los
pelos y dan con todo con la bomba de agua. Te aterra escuchar los gritos de los
que ya se la dieron antes que a vos”.
“Ahora, nomás, en junio me dieron con todo con la bomba”.
Desde el primer grado de intensidad hasta el tercer grado en
el cual incluimos como agravante el uso de la bomba de agua, se registra la
reiteración con ensañamiento de distintos ejercicios de violencia: palazos,
trompadas, cachetazos, patadas, facazos, etcétera, con el claro propósito de
producir intensamente, dolor y sufrimiento y ello se verifica aún mas, cuando
se considera la localización corporal de las golpizas: cabeza-cara-oídos-ojos,
costillasespalda, cintura, abdomen, rodillas, tobillos, brazos, genitales.
En este sentido, y teniendo en cuenta las características y
gravedad de los relatos, de las 544 personas que han dado testimonio de los
malos tratos físicos padecidos y de los que hemos presentado solo alguno de
ellos, no es posible siquiera considerar que las intervenciones con uso de la
fuerza por parte del personal penitenciario respondan específicamente a
situaciones de alteración del orden o a cuestiones de seguridad, ya que nada hace suponer
que golpes reiterados en los tobillos, piquetes de ojos, bombas de agua, rodillazos
en las costillas, palazos en la cabeza, mangolazos o trompadas en los oídos,
pisoteos cuerpos desnudos en el piso, pinchazos con cuchillos en los pies, sean
acciones que procuren evitar actos de violencia producidos entre los presos/as
en un pabellón, y si bien, esas situaciones pueden ser las que inicialmente
convoquen la presencia del personal penitenciario, las prácticas
descriptas incluyen cierto maltrato “personalizado” en el que la relación de
fuerzas está claramente desbalanceada “a favor” del personal penitenciario.
El análisis de los distintos grados de intensidad, debe ser
ampliado y profundizado con la incorporación de otras dos características, que
en tanto leídas articuladamente o en forma individualizada, aumentan
exponencialmente los niveles de gravedad de los malos tratos ejercidos por la
institución penitenciaria. Nos referimos a la cantidad de veces, es decir, la
frecuencia con la que las personas encuestadas han padecido dichas prácticas y
la cantidad de agentes penitenciarios que participan habitualmente de este
tipo de prácticas violentas
“A veces son un montón y te matan, otras veces te pega uno
solo, pero siempre hay varios que están mirando, parece que les gusta”.
Con relación a la cantidad de agentes que ejercen las
prácticas violentas, es fundamental destacar que ésta oscila desde 3 hasta 40 agentes
o más. Ello se debe a las diferentes circunstancias en la que se producen esas
prácticas, es decir, tanto al momento del ingreso, como en los traslados o en
situaciones de circulación por la unidad, agresiones físicas son ejercidas por
una cantidad de tres hasta diez agentes, y nunca menor a 3. La excepcionalidad
en cuanto a que sea un solo agente el que ejerce violencia física, es
mencionada con relación a las siguientes prácticas: cachetazo en la nuca al pasar,
tirón de pelos, empujón, trompada en la boca del estómago, palazo al boleo. De
todas formas, expresan que si bien, el golpe o maltrato lo ejerce uno solo, es
habitual que estén presentes al menos tres o cuatro agentes penitenciarios más.
No es habitual que los golpes y malos tratos físicos hacia la persona detenida
sean ejercidos por un solo agente penitenciario, ni siquiera cuando el preso o
presa se encuentra en una celda de aislamiento.
Una situación extrema a destacar hace referencia, una vez
más, al momento de la requisa de pabellones, la cantidad de personal penitenciario
que participa de las acciones violentas/golpizas, oscila de 20 a 50 agentes
(ver en este informe apartado Requisas. Además se analizará en profundidad en
el apartado correspondiente a cada unidad penitenciaria).
En cuanto a la cantidad de veces que han padecido malos
tratos físicos, las 544 personas han expresado de diferentes formas su
frecuencia.
En términos cuantitativos, son consideradas habituales aquellas
que indican cuatro, seis y ocho veces.
Las circunstancias se repiten en sus relatos sin haber
realizado la pregunta específicamente acerca de tales:
“Muchas, tantas que no recuerdo”.
“Mas de 4 veces seguro, la bienvenida y cuando requisan en el
pabellón”.
“Por lo menos cinco o seis veces desde que estoy en esta
unidad, la primera vez cuando llegás y te la dan en requisa, a veces mucho y a veces
solo un palazo”.
“Entre siete u ocho veces. A mí me dieron en la bienvenida,
en la requisa y dos veces cuando estuve en aislamiento”.
“Cuatro veces seguro, pero ya me olvido de cuántas”.
Aquellas personas que expresan haber sido maltratadas
severamente una sola vez, registran en la codificación, un total de diez respuestas,
esta totalidad hace referencia a que las golpizas se producen al momento de
ingreso a la unidad (‘la bienvenida’). Asimismo, las nueve respuestas que hacen
referencia a haber padecido dos veces malos tratos severos, también hacen
referencia a ingresos a unidades:
“Al ingresar a Devoto y después al ingresar al Complejo II”.
“Cuando ingresé a Devoto y cuando me trasladaron a Rawson, el
ingreso ahí fue terrible”.
“Al ingreso en la U 2 de Devoto y después al Complejo II,
peor fue en Devoto”.
En el otro extremo, registramos más de 35 respuestas que
hacen referencia a que han sido víctimas de malos tratos físicos, de 9 a 30 veces
o más, siendo la mayor concentración de las respuestas, entre el intervalo de
diez a quince veces. Esta magnitud exponencial,
se complementa con aquellas respuestas que si bien no cuantificaron en
clave numérica la frecuencia de los malos tratos padecidos, expresan la regularidad cotidiana de éstas:
“No puedo precisar pero son muchas”.
“Siempre” (esta expresión se reitera 39 veces).
“Casi siempre” (esta expresión se reitera 30 veces).
“Es rutina diaria”.
“Muchas veces” (esta expresión se reitera 42 veces).
“Muchas veces, siempre”.
“Muchas al ingresar a la unidad”.
“Más de una vez por semana”.
“Muchísimas”.
“Permanentemente, cuando están de mal humor”.
“Siempre que entra la requisa”.
“En todas las requisas”.
“Muchas, es habitual, es normal”.
“Muchas, en el ingreso y en las requisas”.
La modalidad o modos de aplicación de golpes y malos tratos físicos
los caracterizamos a partir de los grados de intensidad, en lo que se
contemplaron los siguientes atributos: elementos que utilizan los agentes
penitenciarios para ejercer los malos tratos, los tipos de agresión que
producen, la localización de la agresión producida, la frecuencia con la que se
producen los malos tratos y la cantidad de agentes penitenciarios que
participan en los actos de violencia.
La gravedad o gravosidad de esos malos tratos físicos incluye
los grados de intensidad con cada uno de sus atributos mencionados como así
también, el daño físico como consecuencia de los malos tratos, o sea, las
lesiones producidas por personal penitenciario sobre el cuerpo de las personas detenidas.
Acerca
de la violencia de las marcas y del dolor, los relatos:
“Tengo
marcas de puntazos, moretones y lastimaduras en la cabeza, lo de siempre, moretones,
marcas, cortes, lo menos que te hacen cuando te golpean”.
“Marcas
de palazos en las cervicales, todavía me duele mucho cuando muevo el cuello”.
“De los
golpes me dejaron hematomas en todo el cuerpo, en particular en la zona de la
cintura, eso son los palazos”.
“Después
de los golpes en las orejas, me quedaron fuertes dolores en un oído, todavía
no me vio el médico”.
“Hinchazones
en los tobillos, es por el ‘pata-pata’, no podes caminar, a alguno los
quiebran”.
“Tengo
cortes en la cara, en la frente y en el mentón y moretones en el cuerpo”.
“Me
dejaron cicatrices de los pinchazos que me dieron con facas y la cara
desfigurada de la hinchazón y los hematomas”.
“Contusiones
en todo el cuerpo, moretones, y raspaduras en la espalda, es cuando te
arrastran de los pelos por el pabellón”.
“Me
dieron un itakaso y me abrieron la frente, me tuvieron que suturar, me quedó la
cicatriz”.
“De los
golpes siempre te dejan raspaduras y moretones”.
“A
veces te golpean para matarte, otras solo quieren dejarte marcado, cuando te lastiman
es para eso”.
“Dos
hematomas enormes a la altura de los riñones”.
“Cuando
dan palazos, quedas todo marcado el dolor es insoportable, te dura días y
días”.
“Los
ojos y la boca me quedaron hinchadas por un mes, no exagero nada, no sé si de
los golpes o que yo mordí fuerte cuando me golpeaban, me corté la lengua,
me
salía tanta sangre que hice un charco en el piso”.
“Me
abrieron la frente y hematomas en todo el cuerpo, casi no podía caminar de los
dolores, no me rompieron nada, bueno, eso creo”.
“Ahora
mismo, me duele todo, tengo moretones en todo el cuerpo, no puedo respirar, la
requisa del otro día nos mató a golpes”.
“Muchas
veces cuando te dejan marcas te ponen abajo del agua helada”.
“Todos
tenemos moretones, alguna cicatriz, de pinchazos y seguro que algún corte
en la cara, las patadas te abren la cabeza o el mentón”.
“Tengo
cortes en las piernas, moretones en la cara, espalda y en los brazos”.
“Me
sacaron el hombro de lugar, fue terrible el dolor, moretones y escoriaciones por
todo el cuerpo”.
“Fui
golpeado y lastimado en el Módulo 4 hace como un año. Hace poco me dejaron una
bruta cicatriz en la cabeza, me dieron cinco puntos por un palazo en la cabeza.
Esa vez hubo nueve heridos, nos cagaron a palos”.
“Me
rompieron la boca y tuve hematomas en la cabeza, eran como bolsas de sangre que
me dolían un montón y moretones por todo el cuerpo”.
“Tengo
hematomas y muchos dolores, hay gente que la pasa mucho peor”.
Por
último, abordamos la tercera tipificación, que denominamos:
lesiones
severas, previo a su desarrollo es importante aclarar que el sistema de
categorías construido para dar cuenta de los tipos de lesiones que padecen los
detenidos, no es de carácter excluyente.
Esta
afirmación refiere, como ya expresamos en relación a las lesiones leves e
intermedias, a que las lesiones graves siempre implican o van acompañadas de
lesiones intermedias o leves. Por ejemplo, quienes padecen una fisura de
costilla o una perforación de oído también presentan moretones o excoriaciones
en otras zonas del cuerpo.
En este
sentido, se parte del postulado de que para generar una lesión severa en un
cuerpo, ese cuerpo tiene que haber sido sometido o bien, a varias golpizas
aplicadas regularmente, o bien a una golpiza intensa –en tanto magnitud, grado
de fuerza, que incluya la utilización de objetos contundentes como palos,
itakas, caños, cadenas, fierros, etc.– y prolongada en el tiempo.
En esta
categoría se agrupan las fisuras, quebraduras, desgarros, cortes profundos por
puñaladas, lesiones profundas externas o internas (orgánico-funcional que
implican pérdida de algún órgano o función orgánica imprescindible para el
normal desarrollo de la persona en su vida cotidiana). Ejemplos: perforación de
oído, hemoptisis –vómito de sangre–, conmoción cerebral, desprendimiento de
retina, pérdida de dientes u ojos, fracturas y fisuras de miembros superiores o
inferiores (brazos o piernas).
Acerca de la violencia de las marcas, de los daños
físicos y del dolor, los relatos:
“Perdí
el ojo derecho de un palazo”.
“Cuando
me golpearon tuve dos hematomas grandes a la altura de los riñones y una
costilla fisurada. Lo que me asustó fue que oriné sangre por tres días”.
“Me
quebraron un dedo de la mano por pisotón con los borceguíes, me sacaron placa
pero no me enyesaron”.
“Me
rompieron la boca, perdí dos dientes”.
“En una
de las golpizas me fracturaron el codo y me cortaron la planta del pie.
De los
golpes en el estómago vomité sangre dos días, nadie me atendió”.
“Me
hicieron ‘plasf-plasf’51 en las orejas, estuve sin audición casi un mes”.
“Yo
quedé casi sordo por una lesión en el oído, nunca me explicaron bien que fue, dicen
que es algo del tímpano”.
“Me
dejaron un hematoma en un testículo que después se me enquistó, parece que hay
que operar”.
“A mí
me quebraron una mano, me bajaron un diente y me cortaron la cabeza de un
culatazo”.
“Me
quebraron el brazo, me tuvieron que enyesar después de una semana de dolores
insoportables”.
“Tengo
quebrado el tabique, cortes en la cabeza y me quebraron dos costillas, estuve
casi dos meses que con cada respiración veía las estrellas del dolor”.
“Yo no
escucho nada del oído izquierdo, a golpes me dejaron sordo”.
“Cuando
me ‘criquearon”, me rompieron la muñeca izquierda y los dedos meñique y
anular”.
“Tuve
fractura de tibia y peroné”.
“Me
rompieron una costilla y tuve un esguince de tobillo”.
“Me
rompieron los dientes, dos rotos y otros dos me los arrancaron. Tengo un
coagulo en el ojo derecho que no me dejar ver bien, eso fue todo en la misma
golpiza”.
“Me
sacaron un diente y me cortaron la pera –el mentón–, fue de una patada cuando
estaba tirado en el piso”.
“A mí
me rompieron costillas, dedo, nariz y la boca”.
“Me
quebraron la clavícula, hay muchos que la tienen quebrada, eso es por los palazos
en la espalda”.
“Me
dieron una piña y me reventaron el ojo”.
“Me
rompieron el lagrimal de la brutal trompada que me dieron, veo siempre nublado
de este ojo”.
“A mí en Devoto me dieron una puñalada en el
pulmón, los vimos entrar con las facas,
por suerte sobreviví”.
“Me
dieron tantos golpes en la cabeza que me dejaron con convulsiones, todavía estoy
tomando una medicación, algo así como tranquilizantes”.
“Ahora
estoy usando una faja por los dolores en las costillas, me arrancaron un premolar
de un culatazo de itaka”.
“Tuve
desprendimiento de retina del ojo derecho, te buscan la cara cuando tiran trompadas
o palazos”.
“A mí
me dieron con todo con un palo”.
“De una
golpiza me dieron cuatro puntos de sutura en la frente, me fracturaron el codo
y antebrazo, estuve enyesado casi noventa días y me arrancaron un diente de un
culatazo”.
“Al
ingresar me dejaron sordo de un oído, al levantarme estaba la almohada llena de
sangre, tres meses estuve sordo”.
“Me
dieron puntazos en los brazos y patadas en la espalda con los botines, fue tan
fuerte que durante tres semanas no pude mover el brazo izquierdo”.
“Me
golpearon tanto en la zona de los riñones, que no podía orinar ni mover las piernas,
cuando pude, hice un charco de sangre”.
“He
vomitado sangre por los golpes, quedé sordo de un oído, me supura desde hace
cinco meses”.
“Te
quiebran los dedos, pero se te sueldan solo, por eso siempre te duelen las manos,
después no servís para nada”.
El 47%
de las personas golpeadas y lesionadas, sufrieron daños o lesiones severas,
ello implica tener en cuenta lo expresado por 151 personas de las 312 que
contestaron por el tipo de lesión padecida.
Sobre la temporalidad de las lesiones
Ante la
magnitud y gravedad de las lesiones padecidas por las personas detenidas como consecuencia de los golpes y
otros malos tratos físicos producidos por personal penitenciario, consideramos que
debíamos realizar otros cruces de variables que nos permitieran dar cuenta de
la temporalidad en la que se produjeron.
Para
ello, vinculamos la información sobre lesiones con las dos circunstancias que
detectamos como aquellas en las que se producen las prácticas más violentas,
regulares y sistemáticas, es decir, el momento de ingresar a la unidad
carcelaria y las requisas a pabellones.
Por
último, es importante resaltar que el 40,6% de las personas lesionadas que
recibieron asistencia médica manifestó que la atención se circunscribió a una
observación superficial (inspección ocular) de las lesiones padecidas, sin
revisación clínica, prescripción de medicamentos, ni estudios radiológicos,
entre otros. Un total de siete personas encuestadas que fueron lesionadas no
solicitaron atención médica.
Entre
quienes no fueron atendidos por sus lesiones y aquellos que la atención médica
se redujo a una “simple inspección ocular”, es posible afirmar que la mayor
parte de las personas golpeadas y lesionadas por personal penitenciario no
recibe ningún tipo de asistencia médica.
A su
vez, aquellas personas encuestadas que han expresado que fueron asistidas
médicamente, dan cuenta que dicha asistencia es sumamente deficitaria y, en
general, soportan malestares físicos y dolores agudos por varios días hasta ser
atendidos por personal médico.
Ello
además se complementa con dos situaciones emergentes en forma espontánea a
partir de los relatos de las personas encuestadas y por lo que no se había
indagado específicamente, quizá si ello hubiera sido requerido en el
cuestionario a la totalidad de los encuestados estaríamos en presencia de un
número mayor de este tipo de relatos.
La
primera de las situaciones, expresada por ocho personas encuestadas, hace
referencia a que el médico le pegó durante el procedimiento de requisa, tanto
al ingreso a la unidad o como en el pabellón, o el médico estaba presente
cuando le pegaba el cuerpo de requisa.
Los relatos
“Quería
hacer la denuncia por los golpes y cuando vi al médico me di cuenta que había
sido el que me había pegado”.
“El
médico es uno de los que nos golpea. Él está delante mientras nos pegan y él también
pega”.
“Al
ingresar a la unidad me pegaron entre siete u ocho penitenciarios, incluso el médico”.
“El
médico que tiene que cuidarnos, nos golpea”.
La
segunda de esas situaciones, expresada por dieciséis personas encuestadas hace
referencia a que el médico encubrió la circunstancia de violencia y lesión
producida por el personal penitenciario.
Los relatos
“Normalmente
nos hacen hacer pirámides de gente, el médico está ahí y no hace nada”.
“Eran
como veinte cuando me sancionaron: me pegaron tanto que me desmayaron, cuando
llegué a los buzones estaba desvanecido. El médico hizo un acta de que estaba
en perfectas condiciones y estuve tres días orinando, vomitando y defecando
sangre”.
“Cuando
te rompen un brazo o te parten la boca y te sacan dientes, los médicos en las
historias clínicas ponen que te caíste en la escalera, en el baño y te obliga a
firmar eso, te lo dice como amenaza”.
“El
médico ignora todas la situaciones que debe ver, es un penitenciario más”.
En el
marco de la cuestión de malos tratos físicos y torturas y ante lo expresado
precedentemente, se considera pertinente profundizar a través de futuras
investigaciones acerca de las prácticas médicas en el ámbito penitenciario.
De las agresiones físicas violentas y las lesiones: las
denuncias
Nos
encontramos ante una situación similar a la que fuera analizada en relación a
la cuestión de las sanciones
y la apelación. Es decir, una vez más, las personas
detenidas que acuden a los mecanismos formales para establecer una estrategia
defensiva y, en este caso, además denunciativa de prácticas penitenciarias que
podrían encuadrar en acciones tipificadas por el código penal como “delitos”, encuentra en
la mayoría de las instituciones judiciales una ausencia absoluta de respuestas,
con dos claras consecuencias: hacia el detenido denunciante la certera
probabilidad de represalias violentas por parte del personal penitenciario y
hacia éstos, una clara señal que fortalece y profundiza “la impunidad” en
cuanto al despliegue de la violencia institucional.
Tipos de malos tratos humillantes y degradantes
Para
ello caracterizamos dos tipos de malos tratos humillantes y degradantes: el primer
tipo parte de una reconstrucción que realizamos a partir de los relatos de las
personas detenidas que hicieron referencia a diferentes agresiones, físicas y
verbales con fuerte impacto psíquico-emocional.
Identificamos
entonces a los malos tratos físicos y psíquicos humillantes y degradantes como
los cachetazos en la cara, las palmadas en la nuca, las escupidas en la cara,
los empujones, los tirones de pelos, las patadas en la cola al pasar,
conjuntamente con insultos agraviantes y descalificatorios, amenazas
intimidatorias, órdenes de sometimiento y sujeción, cabeza agachada, la mirada
al piso, caminar contra las paredes, manos atrás, correr desnudos por el
pabellón.
Los relatos
“Estaba
desnudo, esposado y además me tiraron del pelo varias veces, me puteaban, me
decían: “Putito’, y cuando los miré a la cara, uno de ellos me escupió, y como
me quedé callado, me dijo: ‘Putito, cagón’”.
“Tenés
que aprender de golpe a poner las manos atrás y cabeza gacha, decir: ‘Sí, señor’,
y soportar que después que lo decís viene el golpe con la mano abierta en la
nuca, es como si te tocaran el culo y ellos a veces te lo dicen.
“Nos empujan y te ponen el pie para que te
caigas y después se ríen a carcajadas y si te levantas y los miras, te amenazan
con los palos, y te dicen ‘¿Querés probarlos?’, A mí las amenazas con los palos
me paralizan; yo sé como pegan con eso”.
“Me
empujan con el escudo, y mientras te van puteando y amenazando, también te dan
cachetazos y te insultan. Te dicen, que sos una mierda, un animalito (eso me lo
dijeron el otro día), que tu mujer se está acostando con otro, y siempre te la
rematan amenazándote con trasladarte o mandarte a buzones”.
“Insultos
y tiradas de pelo te lo hacen mientras pasas entre varios penitenciarios, a veces
creo que se viene el ‘puente chino’ pero no, te hacen pasar entre varios, te
insultan, te empujan, te ponen el pie, te caés, te levantás, te dan un
cachetazo en la nuca y te siguen insultando, es más el daño psicológico que
físico, te sentís una basura”.
“La
agresión verbal es de todos los días, se dirigen así, no saben hablar de otra manera,
las órdenes son humillantes, te gritan que te agaches, que te desnudes, que
bajes la cabeza, que no las mires, te gritan y te gritan, te ofenden a veces
con palabras y otras con un cachetazo al pasar, por nada, eso es para que te
sientas una mierda. Y muchas veces lo logran, es difícil estar presa”.
“A
veces te tiran de los pelos, te escupen. Amí me tiraron de las orejas y me
hicieron arrodillarme y decir: ‘Sí, señor’, veinte veces y después me dejaron
ir y cuando pasé por el último, me tocó el culo con un palo”.
“Desde
que a Devoto lo hicieron complejo ahora, hace poquito, cuando volvemos de
Tribunales tenemos que agachar la cabeza, no mirarlos, mirar al piso con las manos
en la espalda, caminar contra la pared, no dirigirles la palabra y te gritan para
darte miedo y además si no lo haces bien, no estábamos acostumbrados, entonces
te verduguean, te dan patadas en el culo o te escupen”.
“Yo me
asusté mucho cuando los vi entrar con las facas en la mano y nos amenazaban que
nos iban a cortar el cuello, y como remate nos empujaron contra la pared con
los escudos y nos apretaron y nos pedían que silbáramos”.
“Hasta
amenazas de muerte o que te van a mandar a matar, son unas bestias, te hacen
sentir todo el tiempo en peligro, estás a la defensiva, te buscan la reacción, te
putean todo el tiempo a tu vieja, a tu mujer, te rompen las fotos familiares,
te humillan mal, te dan palmaditas en la cara o en el culo, yo prefiero un
golpe antes que ese verdugueo”.
“A mí
me hicieron mirar como estaban golpeando a un pibe y me pegaban en la nuca y
pataditas en el culo y me amenazaban con que el que seguía era yo, así me
tuvieron como media hora, mirando la golpiza a ese pibe y diciéndome que seguía
yo. Cuando llegué a mi pabellón, vomité del miedo y la impotencia”.
El
segundo tipo parte de una reconstrucción que realizamos a partir de los relatos
de las personas detenidas que hicieron referencia a diferentes agresiones
verbales, también, con un severo impacto psíquico-emocional.
Los
malos tratos psíquicos humillantes y degradantes son aquellos producidos por un
discurso fuerte e intenso de carácter amenazante, agraviante y
descalificatorio.
Los relatos
“Duelen
también los golpes psicológicos”.
“Hay
maltrato verbal, no hay lógica para prohibir ni para permitir. Te amenazan en forma
permanente, es todos los días, te amenazan con sacarte el teléfono, la visita, mucha
falta de respeto”.
“En la
Unidad 31 te amenazan todo el tiempo con traslados, a la unidad 3 o a la 27 y a
las extranjeras las amenazan con quitarle el teléfono, eso las angustia mucho,
dependen de eso para contactarse con sus familias”.
“A
nosotras, las extranjeras, nos tratan peor, nos insultan, nos dicen ‘Africanas’
y yo soy boliviana, nos dicen ‘Monos de mierda’, ‘Andá a robar a tu país’”.
“Cuando
te requisan mal, te dicen que se lo van a hacer a tu familia así no viene más a
visitarte, eso te desespera”.
“A las
visitas las requisan como a nosotras, las desnudan, les hacen hacer flexiones y
hasta las amenazan, y si tu familia no te cuenta para no preocuparte, viene la
de requisa y te lo dice, así te amarga la vida”.
“En la
Unidad 31 el maltrato es psicológico. Hay una jefa de seguridad interna que por
la noche entra en la celda y te alumbra la cara con la linterna mientras estás durmiendo,
a veces no dormís esperando que entre y te haga eso”.
“Hay
celadores que te tratan muy mal y te insultan buscando la reacción. Te faltan el
respeto. Te tratan como a una porquería y uno se tiene que callar la boca porque
así es el sistema”.
“Acá
hay mucho maltrato psicológico, intimidatorio, amenazante, mucha, pero mucha
agresión verbal, te putean a tus hijos, a vos te machacan con que los abandonaste,
que sos una mala madre”.
“La
agresión verbal es constante, no saben hablarte de otra manera, a veces hay palabras
que hieren mucho”.
“La
violencia verbal es terrible y el trato es humillante, te soplan la cara, te
dicen malas palabras todo el tiempo, gritan mucho”.
“Ella y
sus compañeras de pabellón, no quieren salir por la unidad porque padecen la
humillación de los penitenciarios. Tenemos angustia, no te pueden tratar como a
una delincuente”.
“Te
verduguean, se ríen de tu cuerpo, te dicen ‘Sucia de mierda, esto no es la villa’,
eso por nada, porque sí, a veces te da ganas de llorar”.
“No
tienen consideración, yo soy una mujer mayor e igual me tratan como a un animal”.
“Nunca
fui golpeada pero me dañan psicológicamente, te gritan todo el tiempo, para
que me desespere, me cortan la luz y el agua, hay mucho abuso de autoridad”.
“Siempre
te amenazan con sacarte el teléfono y las visitas”.
“Lo
peor es la violencia verbal, porque lo hacen todo el tiempo, no paran, trabajan
para humillarte, te hacen sentir una mierda”.
Si a
estas modalidades de malos tratos humillantes y degradantes hacia las personas
detenidas los articulamos con aquellos tratos de tipo vejatorios ejercidos por
personal penitenciario vinculados a las diferentes modalidades de requisa
personal (el desnudo total y flexiones, desnudos totales y parciales, los cacheos),
las requisas con destrozos y hurtos de las pertenencias (mercadería y objetos
personales), nos encontramos frente a la modalidad más gravosa de aquellos
malos tratos que sin producir un daño físico significativo, producen daños
psíquicos y emocionales severos.
Las
voces de las personas encarceladas relevadas, sistematizadas y analizadas en
esta investigación dan cuenta acerca de la situación que atraviesan las
personas detenidas en cárceles federales en cuanto al padecimiento de
violencias físicas y psíquicas inflingidas por personal penitenciario.
¿Es
posible entonces, avalar, legitimar, minimizar los procedimientos violentos y
vejatorios de las requisas personales y de pabellón, las arbitrariedades y
discrecionalidades en la aplicación del sistema sancionatorio y las medidas de
aislamiento, el despliegue indiscriminado y gravosos de las agresiones físicas
y los tratos humillantes, degradantes y vejatorios?
Es posible solamente, si se las desconocen como
aquellas prácticas penitenciarias que encuadran claramente dentro del artículo 2
de la Convención Americana Contra la Tortura, atento a que contempla las
violencias psíquicas y físicas caracterizándolas como tortura.
“Se entenderá por tortura todo acto realizado
intencionalmente por el cual se inflijan a una persona penas o sufrimientos
físicos o mentales, con fines de investigación criminal, como medio
intimidatorio, como castigo personal, como medida preventiva, como pena o con
cualquier otro fin. Se entenderá también como tortura la aplicación sobre una
persona de métodos tendientes a anular la
personalidad de la víctima o a disminuir su
capacidad física o mental, aunque no causen dolor físico o angustia psíquica”.
“ En todas las cárceles federales y
provinciales, en todas, hay una cárcel real que se OCULTA y al ocultarla se
otorga impunidad para el despliegue de prácticas institucionales violentas y
humillantes, en todas se violan los derechos humanos más elementales, en TODAS.
Entrar a la cárcel
exige un acto de responsabilidad política con la actividad que se propone pero
también, en cuanto a la necesaria implicación con la realidad carcelaria que
padecen miles de personas y que se reconoce en la permanente vulneración de los
derechos más elementales".
Alicia Daroqui
Como docente de Contextos de Encierro, me pregunto:
- ¿Se ha realizado alguna vez en nuestro país un tipo de investigación tan cabal como la que acabamos de extractar?
- ¿Ha sido difundida?
- ¿En qué ámbitos?
- ¿O habrá pretensiones de creer que somos alguna isla en América?