domingo, 15 de septiembre de 2013

Cuerpos castigados (3)

Requisa de los pabellones


La otra circunstancia/situación en la que los golpes ejercidos por el personal penitenciario registran una frecuencia e intensidad relevantes es durante el procedimiento de requisa de los pabellones.
Ahora bien, cuando analizamos las respuestas en el ítem “Observaciones generales” del cuestionario personal nos encontramos con una presencia recurrente de menciones por parte de las personas encuestadas en cuanto a las agresiones físicas y golpes producidos por personal penitenciario durante los procedimientos de requisa a pabellones. Destacamos que en el cuestionario personal interrogamos esta circunstancia en forma genérica, es decir, si fue golpeado durante la requisa, sin distinción entre la requisa personal y la requisa
de pabellón y sin embargo, esta última, registró una relevancia similar y excluyente –como la referida a “Ingreso a la unidad”– con relación a las otras circunstancias planteadas (durante los traslados, los recuentos, los motines, los reintegros, etc.).

Los relatos

“Los peores golpes son en las requisas sorpresivas a la madrugada ya que los agentes están generalmente borrachos”.
“En las últimas requisas de pabellón tiraron con balas de goma, nos hacen desnudar y tenés que hacer una fila y ponerte de espalda y nos pegan a todos. Algunos presos piden por favor que paren, y entonces les pegan más y más. Nos hacen hacer una montaña humana, la ‘pirámide’ (es una modalidad de maltrato altamente gravoso ya que el personal penitenciario obliga a los detenidos, con sus cuerpos casi siempre desnudos, a apilarse uno encima de otro (la montaña humana) mientras les va pegando con palos, los de abajo padecen situaciones desesperantes de asfixia por lo que también pegan a sus compañeros para sacárselos de encima, si estos salen de la pirámide son golpeados fuertemente por los penitenciarios) y cuando el de bajo se asfixia pegan para arriba a lo presos que lo aprietan”.
“Cuando nos amontonan, desnudos, uno arriba del otro y nos golpean, me hace acordar a las montañas humanas de Irak. Es igual”.
 “La requisa cuando entra, golpea y rompe todo, siempre son muchos y no paran de dar patadas y palazos, antes te hacen desnudar”.
“En las requisas les hacen hacer una fila, les pegan a todos y durante mucho tiempo, en especial cuando es de madrugada”.
“Los viernes la requisa es mucho más violenta porque los penitenciarios están tomados”.
“Las requisas de pabellón son bestiales, cada vez peores, golpean mucho, con palos, escudazos, con patadas”.
“En una requisa imprevista, hace dos meses, entraron disparando”.
“La única vez que me pegaron fue en una requisa hace quince días, nos mataron, ahora estamos todos con mucho miedo”.
“Lo peor es pasar entre dos filas de penitenciarios, mientras pasas te van pegando con palos y patadas, nosotros, los presos, le llamamos el ‘puente chino’ (El “puente chino” es una modalidad de maltrato sumamente violento, consiste en dos filas de personal penitenciario enfrentadas dejando un espacio entre medio por el cual pasan, generalmente desnudos, los detenidos corriendo, ida y vuelta varias veces, durante ese pasaje el personal penitenciario
los golpea con palos, gomas, cadenas, patadas y escudos.)
 “A nosotros nos golpean mucho durante la requisa del pabellón y al ingreso a la unidad, nos golpean mientras estamos desnudos”.
“Hubo una riña en el pabellón, entró la requisa y nos mataron a todos hasta a los que estábamos durmiendo, el médico también pegaba”.
“La requisa es durísima, nos mata a golpes”.
“Golpean fuerte, varios agentes y mucho tiempo, eso pasa con el cuerpo de requisa, no tiene límites y si están borrachos te pueden matar a palazos”.
“Anoche el cuerpo de requisa estuvo golpeando durante 40 minutos a los internos”.
“Siempre que entra la requisa, lo hace a los tiros y golpeando con palos”.

Nos parece importante recuperar lo expresado en el apartado Requisa de pabellones en el que “caracterizamos y describimos el procedimiento” a fin de comprender el por qué si bien no se indagaba en el Encuesta personal acerca de éste, emergió como una de las circunstancias de mayor despliegue de violencia por la que atraviesan las personas encarceladas.

La requisa de los pabellones es realizada por un cuerpo especial y como lo destacan los propios detenidos, registra los más altos niveles de violencia por parte del personal penitenciario. Se constituye en un cuerpo armado, pertrechado con borceguíes con punta de hierro, con palos, con cascos, pasamontañas, con escudos, con escopetas, con cadenas, ingresan en grupo entre 10 y hasta 40 o 50 agentes particularmente en las requisas imprevistas,
la modalidad es ingresar: gritando, amenazando, tocando silbatos, a veces los hacen disparando tiros, practicando golpes contra las rejas y las cosas y obligan a correr, desnudarse, mirar para abajo, manos atrás, caminar contra la pared, salir de sus celdas, trasladarlos fuera del pabellón, requisan las celdas, rompen, destrozan, mezclan y ensucian las mercaderías y los objetos personales, hurtan
o roban, en forma menos frecuente: secuestran objetos, actúa produciendo severas golpizas individuales y/o colectivas, lo hacen durante un tiempo prolongado en diferentes partes del cuerpo de las personas detenidas, cuerpos casi siempre desnudos ya que los obligan a quitarse la ropa y correr hacia el fondo del pabellón chocándose unos con otros, en una clara ceremonia de reconfirmación de la “necesaria” asimetría de las relaciones de fuerza, promoviendo en ellos, intensos sentimientos de impotencia, indefensión y vulnerabilidad.


Los relatos de la impotencia

“Da mucha impotencia porque pegan sin razón
“Da mucha impotencia porque pegan sin razón”.
“Siento mucha impotencia porque algunos oficiales soberbios te buscan la reacción y uno no puede hacer nada, estoy haciendo conducta”.
“Te pegan y te insultan, no te consideran persona y eso me llena de bronca”.
“Podes reaccionar pero te va a ir peor, tenés que aguantar, lo peor es que te sentís sin salida, solo soportar los golpes”.

Asimismo, como ya lo expresamos cuando desarrollamos el subapartado acerca de las circunstancias en las que se producen las agresiones físicas y golpes, éstas están vinculadas a la modalidad de cómo se ejercen esos malos tratos físicos, no sólo por su regularidad y sistematicidad, sino además y fundamentalmente, por su universalidad e intensidad. Esa universalidad no se refiere específicamente a que necesariamente todas las personas detenidas sean víctimas de malos tratos físicos, sino porque la arbitrariedad, la discrecionalidad y los azaroso en el ejercicio de la violencia institucional habilita la clara posibilidad de serlo alguna vez y además porque, de una u otra forma, el impacto de la violencia hacia los otros, tiene una resonancia que penetra y produce efectos de temor y de angustia en el conjunto de la población penal.

Los relatos

“A mí en esta unidad no me golpearon todavía, ni me tocaron, a la mayoría los regolpean, seguro que no voy a zafar”.
“A mí no, pero hay otras personas que les rompieron los huesos”.
“El sábado pasado escuché que el servicio golpeaba fuertemente a un preso en la celda de aislamiento”.
“A ella no, pero vio varias veces que a las chicas que son menores les pegan, las maltratan mucho”.
“Por el momento no me golpearon, pero al resto de mis compañeros los golpean permanentemente, es horrible escuchar los gritos”.

El modo en el que se ejerce la violencia institucional en términos de malos tratos físicos requiere de una descripción y análisis de las prácticas violentas, cómo se ejercen las mismas, cómo golpean los agentes penitenciarios, y para ello, una vez lo mencionamos, se hace indispensable identificar los elementos que utilizan, los tipos de agresión que producen, la localización de la agresión producida y la cantidad de agentes penitenciarios que participan en los actos de violencia.
Si bien estas categorías se encontraban construidas en forma de pregunta, el análisis de las respuestas contenidas en ellas fue lo que nos permitió reconstruir diferentes prácticas violentas que por su sistematicidad e intensidad, a su vez conforman una categoría más amplia, a la que denominamos modalidad/
modalidades de violencia institucional.

Por ello, consideramos que una de esas categorías de análisis debe contemplar los grados de intensidad de los golpes producidos.
De acuerdo a las respuestas establecimos tres niveles, destacando que aun el primero que supone un menor grado de intensidad en la agresión física ejercida por personal penitenciario registra igualmente un quantum de violencia significativa, ya que, por ejemplo, una trompada, un cachetazo o un empujón también en sus consecuencias puede producir serias lesiones.
Entendemos como primer grado de intensidad aquel que contempla el golpe o maltrato por parte de un solo agente penitenciario, que es único en tanto no se ejerce en forma reiterada ni combinada con otras formas de maltrato y que el agente penitenciario golpea con las manos o con las piernas (cachetazo, trompada, patada, empujón, etcétera).

Los relatos

“Me pegan alguna cachetada al paso, eso ya es normal, es por nada”.
“A veces te dan un sopapo con la mano abierta, eso es muy humillante”.
“A veces te hacen cerrar los ojos, poner las manos atrás y te empujan fuerte, caes como una bolsa de papas”.
“No sé por qué te dan una trompada en la nuca cuando pasás, creo que quieren que reacciones para darte con todo”.
“Siempre te empujan y, además, te amenazan con cualquier cosa”.
“Si caminás un poco despacio, de repente sentís que volás y es que te encajaron un empujón y no les importa si te caés o te rompés la cara contra la pared”.
“En la requisa, lo mejor que te puede pasar que solo te empujen”.
“Los cachetazos en la cabeza son de todos los días, a veces es solo porque se te ocurrió mirar al celador a la cara”.
“Un penitenciario me dio una patada en el culo porque me agaché a atarme las zapatillas, no sabes como me dolió, me la dio con todo”.
“En la requisas a pabellón, empiezan con empujones algún cachetazo y después siguen matándote”.
“Si entran varios penitenciarios al pabellón y uno te pega un cachetazo, hay que aguantar, si lo mirás a la cara, se te vienen todos encima y perdiste”.
“El otro día me dieron una sola trompada en el estómago, no me pude enderezar del dolor como por diez minutos”.
“Cuando menos te lo esperas te dan una patada en el culo”.

A través de los relatos se hace evidente que este tipo de agresiones integran una modalidad de maltrato cotidiano por parte del personal penitenciario, que puede presentarse en forma aislada aunque sistemática y también puede significar el inicio de un tipo de agresión que incluirá prácticas violentas más gravosas.

El segundo grado de intensidad lo caracterizamos de acuerdo a que las agresiones físicas se presentan combinadas, pueden ser reiteradas y ejercidas por más de un agente, pero continúan siendo las manos y las piernas de los penitenciarios los “instrumentos” utilizados para ejercer esas violencias.

Los relatos

“Te dan golpes y patadas y mucha agresión verbal”.
“Les gusta darte cachetazos y trompadas en el estómago, estas dos son las que no te dejan marcas”.
“Me golpearon varias veces con trompadas en la nuca y patadas en el culo”.
“A veces se ensañan con golpes de puño por todo el cuerpo y de remate te tiran patadas”.
“Te pegan cachetadas, te hacen correr, te insultan y antes de irse te dan una o dos trompadas”.
“A veces empiezan con cachetadas y pasa algo, alguno de nosotros los mira a la cara o los insultan y se enceguecen y le dan trompadas a todos y si te caes al piso, fuiste, te cagan a patadas”.
“Te pegan según el estado de ánimo de ellos, pero siempre te pegan, a veces una cachetada, otras una trompada y otras te dan cachetadas y cuando crees que ya terminaron, te trompean en el estómago”.

El tercer grado de intensidad lo caracterizamos de acuerdo a que las agresiones físicas se presentan combinadas, son siempre reiteradas y ejercidas por varios agentes penitenciarios y se agregan, a las piernas y las manos, otros “instrumentos” con los cuales ejercen diversas prácticas violentas.

Los relatos

“Varias veces nos golpearon con golpes de puño, con los escudos, sopapos en las orejas, patadas y rodillazos”.
“Te dan golpes, trompadas y te hacen poner de cuclillas y pegan con palos”.
“Cuando entran a dar palazos yo me agarro la cabeza, tengo miedo que me la partan, y como me agacho, varias veces me dieron patadas y trompadas. Una vez me dieron con el escudo, me hicieron sangrar porque me pegaron con el borde justo arriba del ojo”.
“Para mí lo peor son las patadas y los palazos porque vienen con una fuerza que no sabes si salís vivo”.
“Te empujan contra la pared, te pegan en la nuca y desde atrás te empiezan a dar palazos, si te das vuelta para pedirle que paren, te encajan una trompada que quedás medio desmayado. A mí me lo hicieron dos veces y el otro día se lo hicieron al pibe que ranchea conmigo”.
“Lo peor son las patadas que te dan cuando estás desnudo y en el piso, los borregos tienen punta de hierro y si te querés defender, ahí vienen los palazos, yo a veces tiro patadas pero ellos se vienen armados con todo, siempre perdés”.
“Te golpean con todo, palos, escudos, a trompadas y a mí me pincharon con facas, sí, los de requisa, ellos entraron con facas”.
Cuando entran a los tiros se arma un desparramo bárbaro, sobre todo porque sabemos que después vienen los palazos y el reviente del escudo contra la pared”.
“Cada dos por tres me cagan a palazos, a veces empiezan con las cachetadas y después siguen los palos, escudazos y otras cosas que mejor ni lo cuento”.
“Te empujan con los escudos y mientras te pegan con palos y si te empujan fuerte el escudazo te duele un montón, siempre te la rematan con varias trompadas, así te quedes quieto, les digas ‘Sí, señor’ o lo que ellos quieran”.
“En mi pabellón cada tanto los penitenciarios entran en banda, pegan palazos, a dos o tres les pegan trompadas y si te caes al piso empiezan los pisotones, te pisan todo, caminan arriba tuyo”.
“Lo pero es cuando se sacan y entran a palazos, patadas y hasta te pinchan con cuchillos, dos veces les tiraron agua caliente, bien caliente”.
“Hace poco se armó una pelea en el pabellón y los requisa entraron a los tiros, con facas tirando puntazos para todos lados y patadas, fue un desastre”.

Esos otros “instrumentos-elementos” que se suman a las manos y piernas (armadas con borceguíes con punta de hierro), hacen referencia con contundencia que tanto el uso de palos, escudos y armas como escopetas y cuchillos por parte del personal penitenciario en el ejercicio de violencia contra las personas detenidas, o si tenemos en cuenta prácticas como la “pirámide”, el “puente chino”, el “pata-pata”, el “criqueo”, la “bomba de agua”, que no pueden vincularse de ningún modo a ejercicios de violencia institucional “necesarios” para restablecer el orden y garantizar seguridad y más aún si complementamos ésta información con aquella que refiere a la localización corporal de las agresiones físicas producidas y la cantidad de agentes que suelen participar de ellas.

La localización de los golpes

Los relatos

“A mí me dieron muchas trompadas en las costillas, del dolor estuve dos semanas sin poder respirar hondo, dormía casi sentado”.
Los culatazos con las itakas te los dan en la cabeza y en la columna”.
“Te dan golpes fuertes con las manos abiertas en las orejas, varias veces”.
“Te hacen ‘milanesa’ en la cabeza entre varios penitenciarios”.
“Las patadas en los tobillos son refuertes, el ‘pata-pata’, peor es cuando te lo hacen con palos, te quiebran, no podés caminar por varios días, yo vi a un pibe que estuvo como dos semanas sin poder pararse”.
“Los golpes en las rodillas con los palos te hacen gritar del dolor”.
“Te dan golpes de puño en la espalda y en la cintura, a la altura de los riñones”.
“El ‘pata-pata’ te lo hacen en los tobillos y en la planta de lo pies, lo peor es cuando te pegan con palos y patadas, en las plantas de los pies te pegan con los palos y en los tobillos con los borceguíes”.
“Es terrible que te peguen los cachetazos en los oídos, lo hacen con una fuerza terrible”.
“Los itakasos en la cabeza te pueden reventar un ojo, por la fuerza del golpe”.
“Las patadas te las dan cuando estás en el piso y te las pegan en la cabeza, en la columna y en el culo y un poco más arriba justo en la cintura”.
 “A mí me ‘criquearon’ (se denomina en la jerga carcelaria a la violencia ejercida por personal penitenciario al llevar el brazo del detenido por atrás de la espalda hasta la nuca, con fuerza y varias veces. El “criqueo” hacer referencia al ruido que hace el brazo cuando es retorcido.) los brazos en Devoto, estuve con el brazo roto sin atención por quince días, después se me soldó, pero mal, siempre me duele”.
“Los golpes en la boca del estómago son brutales, a veces son trompadas y otras rodillazos, a mí me dieron rodillazos en el estómago y cuando me iba cayendo me dieron dos rodillazos en la cabeza”.
“A mí me pegaron varias veces, dos fueron en la cara, ahí buscan romperte la boca o la nariz, casi siempre lo hacen, la cara sangra mucho”.
“A mí me golpearon la cabeza contra la pared, varias veces hasta que me desmayé y tenés que desmayarte, porque si te haces el desmayado, se dan cuenta y te golpean hasta desmayarte en serio”.
“En mi pabellón, entraron con facas y les pincharon las plantas de los pies a los dos pibes que estaban peleando”.
“Piñas en las costillas, eso lo hacen siempre y te dan con todo”.
“El descontrol es cuando entran a golpear con palos, trompadas, escudazos y te hacen piquete de ojos, yo cuidé de un pibe que no podía ver de un ojo después
del piquete que le hicieron, desde adentro le sangraba”.
“Te dan patadas, piñas, te hace poner desnudo y te tiran al piso y te pisotean todo y después te obligan a apilarte uno arriba de otro, eso es la ‘pirámide’”.
“Cuando te pegan en la cara es para dejarte marcado y hacerte sangrar, algunos penitenciarios cuando te sale sangre de la boca o de la nariz o de la ceja, paran y otros parece que eso les da más adrenalina y no paran de golpearte, hasta que escupís algún diente o la sangre te cubre la cara y cuando escupís los manchas a ellos”.
“A mí me golpearon fuertemente en el oído con trompadas”.
“Yo le tengo miedo al criqueo me lo hicieron dos veces, pero lo que mas dolió la segunda vez, es que además me pegaron mucho con los palos en los dos codos”.
“Te dan mangolazos en los oídos”.
“Cuando te dan es con todo, golpes en las plantas de los pies y te hacen abrir las piernas y te pegan desde atrás en los testículos con los palos”.
“A mí casi me matan, me metieron la cabeza contra la reja y la cerraban apretándome la cabeza, eso fue lo mas doloroso después del ‘pata-pata’”.
“Hay policías que les gusta especialmente pegarte en los genitales, no sé que es peor si cuando lo hacen con palos o a patadas”.

Por último, y como cierre de estos relatos, hacemos especial referencia a una de las prácticas más violentas que se conocen ejercidas por personal penitenciario, el uso de la bomba de agua (La bomba de agua se aplica específicamente en la U9 de Neuquén y consiste en utilizar la manguera de la boca hidrante contra incendios aplicando el chorro de agua fría y a gran presión contra el cuerpo de los internos, provocando su caída y posterior golpe contra la pared o el piso. Esta práctica es aplicada como método para borrar las marcas de los golpes. La bomba de agua se encuentra en la planta baja de la unidad, al lado de la caldera. En cuanto a la actuación de la Procuración al respecto, el día viernes 31 de agosto de 2007, el Dr. Ariel Cejas Meliare se entrevistó con el juez federal de Neuquén, Dr. Labatte, a quien le informó sobre las denuncias de los internos vinculadas a la utilización de la manguera de la bomba de agua como método de tortura. En tal sentido, solicitó la colocación de un precinto numerado a fin de acotar las posibilidades de su uso para los fines conculcadores de derechos humanos precitados, al poder establecer un control sobre las veces que la instalación es utilizada).

Se registraron estos relatos:

“Acá te dan con todo, piñas, patadas y lo peor es la bomba de agua”.
“Te hacen poner desnudo, te dan palazos, patadas y te la rematan con la bomba de agua”.
“Te apagan el cigarrillo en las manos, te arrastran de los pelos y dan con todo con la bomba de agua. Te aterra escuchar los gritos de los que ya se la dieron antes que a vos”.
“Ahora, nomás, en junio me dieron con todo con la bomba”.

Desde el primer grado de intensidad hasta el tercer grado en el cual incluimos como agravante el uso de la bomba de agua, se registra la reiteración con ensañamiento de distintos ejercicios de violencia: palazos, trompadas, cachetazos, patadas, facazos, etcétera, con el claro propósito de producir intensamente, dolor y sufrimiento y ello se verifica aún mas, cuando se considera la localización corporal de las golpizas: cabeza-cara-oídos-ojos, costillasespalda, cintura, abdomen, rodillas, tobillos, brazos, genitales.

En este sentido, y teniendo en cuenta las características y gravedad de los relatos, de las 544 personas que han dado testimonio de los malos tratos físicos padecidos y de los que hemos presentado solo alguno de ellos, no es posible siquiera considerar que las intervenciones con uso de la fuerza por parte del personal penitenciario respondan específicamente a situaciones de alteración del orden o a cuestiones de seguridad, ya que nada hace suponer que golpes reiterados en los tobillos, piquetes de ojos, bombas de agua, rodillazos en las costillas, palazos en la cabeza, mangolazos o trompadas en los oídos, pisoteos cuerpos desnudos en el piso, pinchazos con cuchillos en los pies, sean acciones que procuren evitar actos de violencia producidos entre los presos/as en un pabellón, y si bien, esas situaciones pueden ser las que inicialmente convoquen la presencia del personal penitenciario, las prácticas descriptas incluyen cierto maltrato “personalizado” en el que la relación de fuerzas está claramente desbalanceada “a favor” del personal penitenciario.

El análisis de los distintos grados de intensidad, debe ser ampliado y profundizado con la incorporación de otras dos características, que en tanto leídas articuladamente o en forma individualizada, aumentan exponencialmente los niveles de gravedad de los malos tratos ejercidos por la institución penitenciaria. Nos referimos a la cantidad de veces, es decir, la frecuencia con la que las personas encuestadas han padecido dichas prácticas y la cantidad de agentes penitenciarios que participan habitualmente de este tipo de prácticas violentas

“A veces son un montón y te matan, otras veces te pega uno solo, pero siempre hay varios que están mirando, parece que les gusta”.

Con relación a la cantidad de agentes que ejercen las prácticas violentas, es fundamental destacar que ésta oscila desde 3 hasta 40 agentes o más. Ello se debe a las diferentes circunstancias en la que se producen esas prácticas, es decir, tanto al momento del ingreso, como en los traslados o en situaciones de circulación por la unidad, agresiones físicas son ejercidas por una cantidad de tres hasta diez agentes, y nunca menor a 3. La excepcionalidad en cuanto a que sea un solo agente el que ejerce violencia física, es mencionada con relación a las siguientes prácticas: cachetazo en la nuca al pasar, tirón de pelos, empujón, trompada en la boca del estómago, palazo al boleo. De todas formas, expresan que si bien, el golpe o maltrato lo ejerce uno solo, es habitual que estén presentes al menos tres o cuatro agentes penitenciarios más. No es habitual que los golpes y malos tratos físicos hacia la persona detenida sean ejercidos por un solo agente penitenciario, ni siquiera cuando el preso o presa se encuentra en una celda de aislamiento.

Una situación extrema a destacar hace referencia, una vez más, al momento de la requisa de pabellones, la cantidad de personal penitenciario que participa de las acciones violentas/golpizas, oscila de 20 a 50 agentes (ver en este informe apartado Requisas. Además se analizará en profundidad en el apartado correspondiente a cada unidad penitenciaria).

En cuanto a la cantidad de veces que han padecido malos tratos físicos, las 544 personas han expresado de diferentes formas su frecuencia.
En términos cuantitativos, son consideradas habituales aquellas que indican cuatro, seis y ocho veces.
Las circunstancias se repiten en sus relatos sin haber realizado la pregunta específicamente acerca de tales:

“Muchas, tantas que no recuerdo”.
“Mas de 4 veces seguro, la bienvenida y cuando requisan en el pabellón”.
“Por lo menos cinco o seis veces desde que estoy en esta unidad, la primera vez cuando llegás y te la dan en requisa, a veces mucho y a veces solo un palazo”.
“Entre siete u ocho veces. A mí me dieron en la bienvenida, en la requisa y dos veces cuando estuve en aislamiento”.
“Cuatro veces seguro, pero ya me olvido de cuántas”.


Aquellas personas que expresan haber sido maltratadas severamente una sola vez, registran en la codificación, un total de diez respuestas, esta totalidad hace referencia a que las golpizas se producen al momento de ingreso a la unidad (‘la bienvenida’). Asimismo, las nueve respuestas que hacen referencia a haber padecido dos veces malos tratos severos, también hacen referencia a ingresos a unidades:

“Al ingresar a Devoto y después al ingresar al Complejo II”.
“Cuando ingresé a Devoto y cuando me trasladaron a Rawson, el ingreso ahí fue terrible”.
“Al ingreso en la U 2 de Devoto y después al Complejo II, peor fue en Devoto”.

En el otro extremo, registramos más de 35 respuestas que hacen referencia a que han sido víctimas de malos tratos físicos, de 9 a 30 veces o más, siendo la mayor concentración de las respuestas, entre el intervalo de diez a quince veces. Esta magnitud exponencial,  se complementa con aquellas respuestas que si bien no cuantificaron en clave numérica la frecuencia de los malos tratos padecidos, expresan la regularidad cotidiana de éstas:

“No puedo precisar pero son muchas”.
“Siempre” (esta expresión se reitera 39 veces).
“Casi siempre” (esta expresión se reitera 30 veces).
“Es rutina diaria”.
“Muchas veces” (esta expresión se reitera 42 veces).
“Muchas veces, siempre”.
“Muchas al ingresar a la unidad”.
“Más de una vez por semana”.
“Muchísimas”.
“Permanentemente, cuando están de mal humor”.
“Siempre que entra la requisa”.
“En todas las requisas”.
“Muchas, es habitual, es normal”.
“Muchas, en el ingreso y en las requisas”.

La modalidad o modos de aplicación de golpes y malos tratos físicos los caracterizamos a partir de los grados de intensidad, en lo que se contemplaron los siguientes atributos: elementos que utilizan los agentes penitenciarios para ejercer los malos tratos, los tipos de agresión que producen, la localización de la agresión producida, la frecuencia con la que se producen los malos tratos y la cantidad de agentes penitenciarios que participan en los actos de violencia.
La gravedad o gravosidad de esos malos tratos físicos incluye los grados de intensidad con cada uno de sus atributos mencionados como así también, el daño físico como consecuencia de los malos tratos, o sea, las lesiones producidas por personal penitenciario sobre el cuerpo de las personas detenidas.

Acerca de la violencia de las marcas y del dolor, los relatos:
“Tengo marcas de puntazos, moretones y lastimaduras en la cabeza, lo de siempre, moretones, marcas, cortes, lo menos que te hacen cuando te golpean”.
“Marcas de palazos en las cervicales, todavía me duele mucho cuando muevo el cuello”.
“De los golpes me dejaron hematomas en todo el cuerpo, en particular en la zona de la cintura, eso son los palazos”.
“Después de los golpes en las orejas, me quedaron fuertes dolores en un oído, todavía no me vio el médico”.
“Hinchazones en los tobillos, es por el ‘pata-pata’, no podes caminar, a alguno los quiebran”.
“Tengo cortes en la cara, en la frente y en el mentón y moretones en el cuerpo”.
“Me dejaron cicatrices de los pinchazos que me dieron con facas y la cara desfigurada de la hinchazón y los hematomas”.
“Contusiones en todo el cuerpo, moretones, y raspaduras en la espalda, es cuando te arrastran de los pelos por el pabellón”.
“Me dieron un itakaso y me abrieron la frente, me tuvieron que suturar, me quedó la cicatriz”.
“De los golpes siempre te dejan raspaduras y moretones”.
“A veces te golpean para matarte, otras solo quieren dejarte marcado, cuando te lastiman es para eso”.
“Dos hematomas enormes a la altura de los riñones”.
“Cuando dan palazos, quedas todo marcado el dolor es insoportable, te dura días y días”.
“Los ojos y la boca me quedaron hinchadas por un mes, no exagero nada, no sé si de los golpes o que yo mordí fuerte cuando me golpeaban, me corté la lengua,
me salía tanta sangre que hice un charco en el piso”.
“Me abrieron la frente y hematomas en todo el cuerpo, casi no podía caminar de los dolores, no me rompieron nada, bueno, eso creo”.
“Ahora mismo, me duele todo, tengo moretones en todo el cuerpo, no puedo respirar, la requisa del otro día nos mató a golpes”.
“Muchas veces cuando te dejan marcas te ponen abajo del agua helada”.
“Todos tenemos moretones, alguna cicatriz, de pinchazos y seguro que algún corte en la cara, las patadas te abren la cabeza o el mentón”.
“Tengo cortes en las piernas, moretones en la cara, espalda y en los brazos”.
“Me sacaron el hombro de lugar, fue terrible el dolor, moretones y escoriaciones por todo el cuerpo”.
“Fui golpeado y lastimado en el Módulo 4 hace como un año. Hace poco me dejaron una bruta cicatriz en la cabeza, me dieron cinco puntos por un palazo en la cabeza. Esa vez hubo nueve heridos, nos cagaron a palos”.
“Me rompieron la boca y tuve hematomas en la cabeza, eran como bolsas de sangre que me dolían un montón y moretones por todo el cuerpo”.
“Tengo hematomas y muchos dolores, hay gente que la pasa mucho peor”.

Por último, abordamos la tercera tipificación, que denominamos:
lesiones severas, previo a su desarrollo es importante aclarar que el sistema de categorías construido para dar cuenta de los tipos de lesiones que padecen los detenidos, no es de carácter excluyente.
Esta afirmación refiere, como ya expresamos en relación a las lesiones leves e intermedias, a que las lesiones graves siempre implican o van acompañadas de lesiones intermedias o leves. Por ejemplo, quienes padecen una fisura de costilla o una perforación de oído también presentan moretones o excoriaciones en otras zonas del cuerpo.
En este sentido, se parte del postulado de que para generar una lesión severa en un cuerpo, ese cuerpo tiene que haber sido sometido o bien, a varias golpizas aplicadas regularmente, o bien a una golpiza intensa –en tanto magnitud, grado de fuerza, que incluya la utilización de objetos contundentes como palos, itakas, caños, cadenas, fierros, etc.– y prolongada en el tiempo.
En esta categoría se agrupan las fisuras, quebraduras, desgarros, cortes profundos por puñaladas, lesiones profundas externas o internas (orgánico-funcional que implican pérdida de algún órgano o función orgánica imprescindible para el normal desarrollo de la persona en su vida cotidiana). Ejemplos: perforación de oído, hemoptisis –vómito de sangre–, conmoción cerebral, desprendimiento de retina, pérdida de dientes u ojos, fracturas y fisuras de miembros superiores o inferiores (brazos o piernas).

Acerca de la violencia de las marcas, de los daños físicos y del dolor, los relatos:

“Perdí el ojo derecho de un palazo”.
“Cuando me golpearon tuve dos hematomas grandes a la altura de los riñones y una costilla fisurada. Lo que me asustó fue que oriné sangre por tres días”.
“Me quebraron un dedo de la mano por pisotón con los borceguíes, me sacaron placa pero no me enyesaron”.
“Me rompieron la boca, perdí dos dientes”.
“En una de las golpizas me fracturaron el codo y me cortaron la planta del pie.
De los golpes en el estómago vomité sangre dos días, nadie me atendió”.
“Me hicieron ‘plasf-plasf’51 en las orejas, estuve sin audición casi un mes”.
“Yo quedé casi sordo por una lesión en el oído, nunca me explicaron bien que fue, dicen que es algo del tímpano”.
“Me dejaron un hematoma en un testículo que después se me enquistó, parece que hay que operar”.
“A mí me quebraron una mano, me bajaron un diente y me cortaron la cabeza de un culatazo”.
“Me quebraron el brazo, me tuvieron que enyesar después de una semana de dolores insoportables”.
“Tengo quebrado el tabique, cortes en la cabeza y me quebraron dos costillas, estuve casi dos meses que con cada respiración veía las estrellas del dolor”.
“Yo no escucho nada del oído izquierdo, a golpes me dejaron sordo”.
“Cuando me ‘criquearon”, me rompieron la muñeca izquierda y los dedos meñique y anular”.
“Tuve fractura de tibia y peroné”.
“Me rompieron una costilla y tuve un esguince de tobillo”.
“Me rompieron los dientes, dos rotos y otros dos me los arrancaron. Tengo un coagulo en el ojo derecho que no me dejar ver bien, eso fue todo en la misma golpiza”.
“Me sacaron un diente y me cortaron la pera –el mentón–, fue de una patada cuando estaba tirado en el piso”.
“A mí me rompieron costillas, dedo, nariz y la boca”.
“Me quebraron la clavícula, hay muchos que la tienen quebrada, eso es por los palazos en la espalda”.
“Me dieron una piña y me reventaron el ojo”.
“Me rompieron el lagrimal de la brutal trompada que me dieron, veo siempre nublado de este ojo”.
 “A mí en Devoto me dieron una puñalada en el pulmón, los vimos entrar con las facas, por suerte sobreviví”.
“Me dieron tantos golpes en la cabeza que me dejaron con convulsiones, todavía estoy tomando una medicación, algo así como tranquilizantes”.
“Ahora estoy usando una faja por los dolores en las costillas, me arrancaron un premolar de un culatazo de itaka”.
“Tuve desprendimiento de retina del ojo derecho, te buscan la cara cuando tiran trompadas o palazos”.
“A mí me dieron con todo con un palo”.
“De una golpiza me dieron cuatro puntos de sutura en la frente, me fracturaron el codo y antebrazo, estuve enyesado casi noventa días y me arrancaron un diente de un culatazo”.
“Al ingresar me dejaron sordo de un oído, al levantarme estaba la almohada llena de sangre, tres meses estuve sordo”.
“Me dieron puntazos en los brazos y patadas en la espalda con los botines, fue tan fuerte que durante tres semanas no pude mover el brazo izquierdo”.
“Me golpearon tanto en la zona de los riñones, que no podía orinar ni mover las piernas, cuando pude, hice un charco de sangre”.
“He vomitado sangre por los golpes, quedé sordo de un oído, me supura desde hace cinco meses”.
“Te quiebran los dedos, pero se te sueldan solo, por eso siempre te duelen las manos, después no servís para nada”.

El 47% de las personas golpeadas y lesionadas, sufrieron daños o lesiones severas, ello implica tener en cuenta lo expresado por 151 personas de las 312 que contestaron por el tipo de lesión padecida.

Sobre la temporalidad de las lesiones

Ante la magnitud y gravedad de las lesiones padecidas por las personas detenidas como consecuencia de los golpes y otros malos tratos físicos producidos por personal penitenciario, consideramos que debíamos realizar otros cruces de variables que nos permitieran dar cuenta de la temporalidad en la que se produjeron.
Para ello, vinculamos la información sobre lesiones con las dos circunstancias que detectamos como aquellas en las que se producen las prácticas más violentas, regulares y sistemáticas, es decir, el momento de ingresar a la unidad carcelaria y las requisas a pabellones.

Por último, es importante resaltar que el 40,6% de las personas lesionadas que recibieron asistencia médica manifestó que la atención se circunscribió a una observación superficial (inspección ocular) de las lesiones padecidas, sin revisación clínica, prescripción de medicamentos, ni estudios radiológicos, entre otros. Un total de siete personas encuestadas que fueron lesionadas no solicitaron atención médica.
Entre quienes no fueron atendidos por sus lesiones y aquellos que la atención médica se redujo a una “simple inspección ocular”, es posible afirmar que la mayor parte de las personas golpeadas y lesionadas por personal penitenciario no recibe ningún tipo de asistencia médica.
A su vez, aquellas personas encuestadas que han expresado que fueron asistidas médicamente, dan cuenta que dicha asistencia es sumamente deficitaria y, en general, soportan malestares físicos y dolores agudos por varios días hasta ser atendidos por personal médico.
Ello además se complementa con dos situaciones emergentes en forma espontánea a partir de los relatos de las personas encuestadas y por lo que no se había indagado específicamente, quizá si ello hubiera sido requerido en el cuestionario a la totalidad de los encuestados estaríamos en presencia de un número mayor de este tipo de relatos.

La primera de las situaciones, expresada por ocho personas encuestadas, hace referencia a que el médico le pegó durante el procedimiento de requisa, tanto al ingreso a la unidad o como en el pabellón, o el médico estaba presente cuando le pegaba el cuerpo de requisa.

Los relatos

“Quería hacer la denuncia por los golpes y cuando vi al médico me di cuenta que había sido el que me había pegado”.
“El médico es uno de los que nos golpea. Él está delante mientras nos pegan y él también pega”.
“Al ingresar a la unidad me pegaron entre siete u ocho penitenciarios, incluso el médico”.
“El médico que tiene que cuidarnos, nos golpea”.

La segunda de esas situaciones, expresada por dieciséis personas encuestadas hace referencia a que el médico encubrió la circunstancia de violencia y lesión producida por el personal penitenciario.

Los relatos

“Normalmente nos hacen hacer pirámides de gente, el médico está ahí y no hace nada”.
“Eran como veinte cuando me sancionaron: me pegaron tanto que me desmayaron, cuando llegué a los buzones estaba desvanecido. El médico hizo un acta de que estaba en perfectas condiciones y estuve tres días orinando, vomitando y defecando sangre”.
“Cuando te rompen un brazo o te parten la boca y te sacan dientes, los médicos en las historias clínicas ponen que te caíste en la escalera, en el baño y te obliga a firmar eso, te lo dice como amenaza”.
“El médico ignora todas la situaciones que debe ver, es un penitenciario más”.

En el marco de la cuestión de malos tratos físicos y torturas y ante lo expresado precedentemente, se considera pertinente profundizar a través de futuras investigaciones acerca de las prácticas médicas en el ámbito penitenciario.

De las agresiones físicas violentas y las lesiones: las denuncias

Nos encontramos ante una situación similar a la que fuera analizada en relación a la cuestión de las sanciones y la apelación. Es decir, una vez más, las personas detenidas que acuden a los mecanismos formales para establecer una estrategia defensiva y, en este caso, además denunciativa de prácticas penitenciarias que podrían encuadrar en acciones tipificadas por el código penal como “delitos”, encuentra en la mayoría de las instituciones judiciales una ausencia absoluta de respuestas, con dos claras consecuencias: hacia el detenido denunciante la certera probabilidad de represalias violentas por parte del personal penitenciario y hacia éstos, una clara señal que fortalece y profundiza “la impunidad” en cuanto al despliegue de la violencia institucional.

Tipos de malos tratos humillantes y degradantes

Para ello caracterizamos dos tipos de malos tratos humillantes y degradantes: el primer tipo parte de una reconstrucción que realizamos a partir de los relatos de las personas detenidas que hicieron referencia a diferentes agresiones, físicas y verbales con fuerte impacto psíquico-emocional.
Identificamos entonces a los malos tratos físicos y psíquicos humillantes y degradantes como los cachetazos en la cara, las palmadas en la nuca, las escupidas en la cara, los empujones, los tirones de pelos, las patadas en la cola al pasar, conjuntamente con insultos agraviantes y descalificatorios, amenazas intimidatorias, órdenes de sometimiento y sujeción, cabeza agachada, la mirada al piso, caminar contra las paredes, manos atrás, correr desnudos por el pabellón.

Los relatos

“Estaba desnudo, esposado y además me tiraron del pelo varias veces, me puteaban, me decían: “Putito’, y cuando los miré a la cara, uno de ellos me escupió, y como me quedé callado, me dijo: ‘Putito, cagón’”.
“Tenés que aprender de golpe a poner las manos atrás y cabeza gacha, decir: ‘Sí, señor’, y soportar que después que lo decís viene el golpe con la mano abierta en la nuca, es como si te tocaran el culo y ellos a veces te lo dicen.
 “Nos empujan y te ponen el pie para que te caigas y después se ríen a carcajadas y si te levantas y los miras, te amenazan con los palos, y te dicen ‘¿Querés probarlos?’, A mí las amenazas con los palos me paralizan; yo sé como pegan con eso”.
“Me empujan con el escudo, y mientras te van puteando y amenazando, también te dan cachetazos y te insultan. Te dicen, que sos una mierda, un animalito (eso me lo dijeron el otro día), que tu mujer se está acostando con otro, y siempre te la rematan amenazándote con trasladarte o mandarte a buzones”.
“Insultos y tiradas de pelo te lo hacen mientras pasas entre varios penitenciarios, a veces creo que se viene el ‘puente chino’ pero no, te hacen pasar entre varios, te insultan, te empujan, te ponen el pie, te caés, te levantás, te dan un cachetazo en la nuca y te siguen insultando, es más el daño psicológico que físico, te sentís una basura”.
“La agresión verbal es de todos los días, se dirigen así, no saben hablar de otra manera, las órdenes son humillantes, te gritan que te agaches, que te desnudes, que bajes la cabeza, que no las mires, te gritan y te gritan, te ofenden a veces con palabras y otras con un cachetazo al pasar, por nada, eso es para que te sientas una mierda. Y muchas veces lo logran, es difícil estar presa”.
“A veces te tiran de los pelos, te escupen. Amí me tiraron de las orejas y me hicieron arrodillarme y decir: ‘Sí, señor’, veinte veces y después me dejaron ir y cuando pasé por el último, me tocó el culo con un palo”.
“Desde que a Devoto lo hicieron complejo ahora, hace poquito, cuando volvemos de Tribunales tenemos que agachar la cabeza, no mirarlos, mirar al piso con las manos en la espalda, caminar contra la pared, no dirigirles la palabra y te gritan para darte miedo y además si no lo haces bien, no estábamos acostumbrados, entonces te verduguean, te dan patadas en el culo o te escupen”.
“Yo me asusté mucho cuando los vi entrar con las facas en la mano y nos amenazaban que nos iban a cortar el cuello, y como remate nos empujaron contra la pared con los escudos y nos apretaron y nos pedían que silbáramos”.
“Hasta amenazas de muerte o que te van a mandar a matar, son unas bestias, te hacen sentir todo el tiempo en peligro, estás a la defensiva, te buscan la reacción, te putean todo el tiempo a tu vieja, a tu mujer, te rompen las fotos familiares, te humillan mal, te dan palmaditas en la cara o en el culo, yo prefiero un golpe antes que ese verdugueo”.
“A mí me hicieron mirar como estaban golpeando a un pibe y me pegaban en la nuca y pataditas en el culo y me amenazaban con que el que seguía era yo, así me tuvieron como media hora, mirando la golpiza a ese pibe y diciéndome que seguía yo. Cuando llegué a mi pabellón, vomité del miedo y la impotencia”.

El segundo tipo parte de una reconstrucción que realizamos a partir de los relatos de las personas detenidas que hicieron referencia a diferentes agresiones verbales, también, con un severo impacto psíquico-emocional.
Los malos tratos psíquicos humillantes y degradantes son aquellos producidos por un discurso fuerte e intenso de carácter amenazante, agraviante y descalificatorio.

Los relatos

“Duelen también los golpes psicológicos”.
“Hay maltrato verbal, no hay lógica para prohibir ni para permitir. Te amenazan en forma permanente, es todos los días, te amenazan con sacarte el teléfono, la visita, mucha falta de respeto”.
“En la Unidad 31 te amenazan todo el tiempo con traslados, a la unidad 3 o a la 27 y a las extranjeras las amenazan con quitarle el teléfono, eso las angustia mucho, dependen de eso para contactarse con sus familias”.
“A nosotras, las extranjeras, nos tratan peor, nos insultan, nos dicen ‘Africanas’ y yo soy boliviana, nos dicen ‘Monos de mierda’, ‘Andá a robar a tu país’”.
“Cuando te requisan mal, te dicen que se lo van a hacer a tu familia así no viene más a visitarte, eso te desespera”.
“A las visitas las requisan como a nosotras, las desnudan, les hacen hacer flexiones y hasta las amenazan, y si tu familia no te cuenta para no preocuparte, viene la de requisa y te lo dice, así te amarga la vida”.
“En la Unidad 31 el maltrato es psicológico. Hay una jefa de seguridad interna que por la noche entra en la celda y te alumbra la cara con la linterna mientras estás durmiendo, a veces no dormís esperando que entre y te haga eso”.
“Hay celadores que te tratan muy mal y te insultan buscando la reacción. Te faltan el respeto. Te tratan como a una porquería y uno se tiene que callar la boca porque así es el sistema”.
“Acá hay mucho maltrato psicológico, intimidatorio, amenazante, mucha, pero mucha agresión verbal, te putean a tus hijos, a vos te machacan con que los abandonaste, que sos una mala madre”.
“La agresión verbal es constante, no saben hablarte de otra manera, a veces hay palabras que hieren mucho”.
“La violencia verbal es terrible y el trato es humillante, te soplan la cara, te dicen malas palabras todo el tiempo, gritan mucho”.
“Ella y sus compañeras de pabellón, no quieren salir por la unidad porque padecen la humillación de los penitenciarios. Tenemos angustia, no te pueden tratar como a una delincuente”.
“Te verduguean, se ríen de tu cuerpo, te dicen ‘Sucia de mierda, esto no es la villa’, eso por nada, porque sí, a veces te da ganas de llorar”.
“No tienen consideración, yo soy una mujer mayor e igual me tratan como a un animal”.
“Nunca fui golpeada pero me dañan psicológicamente, te gritan todo el tiempo, para que me desespere, me cortan la luz y el agua, hay mucho abuso de autoridad”.
“Siempre te amenazan con sacarte el teléfono y las visitas”.
“Lo peor es la violencia verbal, porque lo hacen todo el tiempo, no paran, trabajan para humillarte, te hacen sentir una mierda”.

Si a estas modalidades de malos tratos humillantes y degradantes hacia las personas detenidas los articulamos con aquellos tratos de tipo vejatorios ejercidos por personal penitenciario vinculados a las diferentes modalidades de requisa personal (el desnudo total y flexiones, desnudos totales y parciales, los cacheos), las requisas con destrozos y hurtos de las pertenencias (mercadería y objetos personales), nos encontramos frente a la modalidad más gravosa de aquellos malos tratos que sin producir un daño físico significativo, producen daños psíquicos y emocionales severos.

Las voces de las personas encarceladas relevadas, sistematizadas y analizadas en esta investigación dan cuenta acerca de la situación que atraviesan las personas detenidas en cárceles federales en cuanto al padecimiento de violencias físicas y psíquicas inflingidas por personal penitenciario.
¿Es posible entonces, avalar, legitimar, minimizar los procedimientos violentos y vejatorios de las requisas personales y de pabellón, las arbitrariedades y discrecionalidades en la aplicación del sistema sancionatorio y las medidas de aislamiento, el despliegue indiscriminado y gravosos de las agresiones físicas y los tratos humillantes, degradantes y vejatorios?

Es posible solamente, si se las desconocen como aquellas prácticas penitenciarias que encuadran claramente dentro del artículo 2 de la Convención Americana Contra la Tortura, atento a que contempla las violencias psíquicas y físicas caracterizándolas como tortura.

“Se entenderá por tortura todo acto realizado intencionalmente por el cual se inflijan a una persona penas o sufrimientos físicos o mentales, con fines de investigación criminal, como medio intimidatorio, como castigo personal, como medida preventiva, como pena o con cualquier otro fin. Se entenderá también como tortura la aplicación sobre una persona de métodos tendientes a anular la
personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen dolor físico o angustia psíquica”.




“  En todas las cárceles federales y provinciales, en todas, hay una cárcel real que se OCULTA y al ocultarla se otorga impunidad para el despliegue de prácticas institucionales violentas y humillantes, en todas se violan los derechos humanos más elementales, en TODAS.

Entrar a la cárcel exige un acto de responsabilidad política con la actividad que se propone pero también, en cuanto a la necesaria implicación con la realidad carcelaria que padecen miles de personas y que se reconoce en la permanente vulneración de los derechos más elementales".

Alicia Daroqui





Como docente de Contextos de Encierro, me pregunto:
  • ¿Se ha realizado alguna vez en nuestro país un tipo de investigación tan cabal como la que acabamos de extractar?
  • ¿Ha sido difundida?
  • ¿En qué ámbitos?
  • ¿O habrá pretensiones de creer que somos alguna isla en América?