Educación en la cárcel…
La cárcel debe
servir para la profilaxis del delito, dice la Constitución de la República.
Pero además sus fines son la reeducación, para lograr la rehabilitación y así
su posterior reinserción de las personas que son procesadas y deben cumplir una
pena. Sin embargo, la realidad es otra. Muy otra. Los que hoy están presos,
cometieron delitos por distintas circunstancias de la vida que los ha puesto en
los lugares que muchos de ellos con el paso del tiempo eligieron estar. Sin
embargo, hay otros que entienden que todo fue un accidente y que por eso, el
devenir de situaciones los llevó al delito. Pero los tiempos han cambiado y no
por casualidad, en la Cárcel de Salto hoy todos los reclusos tienen una
oportunidad de poder acercarse a esos preceptos teóricos de que las cárceles
debían tender a reeducar a las personas. Es que el recinto carcelario local es
modelo en el país en este aspecto, ya que en el lugar se han educado decenas de
reclusos y policías que participan en conjunto de los cursos que se dictan de primaria
y secundaria, impartido por docentes pagos por la administración pública y que
cumplen allí una función curricular más, como si se tratara de un liceo o de
una escuela para adultos cualquiera.
Aunque todos
coinciden que se trata de un lugar “especial”, donde hay respeto,
responsabilidad y un relacionamiento humano diferente, en el que al estar allí
todos se sienten aceptados y con la idea de querer superarse para salir
adelante en la vida como premisa. Comparten el aula policías y reclusos, hombres
y mujeres, profesores y estudiantes, porque ese es el trato, sin medias tintas,
cuando se ingresa al aula todo funciona con normalidad. Donde educador y
educando coinciden que la posibilidad de aprender todo el tiempo y de la
capacidad de uno mismo de crecer en la vida, están siempre latentes. Se trata
de la otra realidad de la cárcel, la que poco se muestra pero que sí existe, y
que en el presente informe de EL PUEBLO pretende dar cuenta de lo que ocurre a
diario detrás de las rejas, frente a un pupitre, con lápiz, goma e incluso
pendrive.
¡A clase!
Los reclusos
llegaron temprano, las clases de Física, Dibujo y de Inglés empezarían un rato
más tarde en el aula que está ubicada en los fondos de la Cárcel Departamental.
Eran unos trece en
total, entre hombres y mujeres. Ellas llegaron tomando mate y ellos ya estaban
conversando entre sí, con el cuaderno debajo del brazo. “No es obligación
venir, pero es un derecho que tienen a educarse”, comentó uno de los
funcionarios que trabaja desde hace cinco años en ese lugar el agente Fernando
Buslón que nos acompañó en la visita al lugar, junto a los agentes Alejandra
Martínez y Paula Píriz.
Si bien el
establecimiento penitenciario local alberga a unos 180 reclusos en promedio (y
está construido para 80) los que concurren a clase son (según la lista oficial)
33 reclusos en total, a los que se les suman algunos agentes. Esto entre los
que van a las clases de escuela y al liceo: 20 en Primaria y 13 en Secundaria.
“Es que las cosas no son del todo fáciles. Hay algunos que se desmotivan. Otros
que son alentados a abandonar por algunos de sus compañeros de pabellón, los
que ejercen una mala influencia, pese a que nosotros cuando vemos estos casos
así les advertimos que no lo hagan”, nos indicó Buslón.
AULAS: TODO PRONTO PARA APRENDER
El lugar que ocupan
las aulas, hace un tiempo atrás iba a ser destinado a la construcción de otros
pabellones, pero nunca se usó y se adecuó para las aulas. Tanto empresas
locales, como Colegios Privados, instituciones educativas públicas y otras organizaciones
sociales han colaborado con bancos, mesas, sillas, pizarrones, libros,
reproductor de DVD. Hay dos aulas, una destinada a Secundaria y otra a
Primaria. Son salas grandes, que permiten que se agrupen pupitres en distintos
sentidos de la orientación, generándose espacios para el dictado de más de una
clase a la vez. Hay una biblioteca con cerca de 2500 ejemplares (inventariados)
y un baño. En clase no se puede fumar, pero pudimos apreciar el clásico termo y
mate uruguayo. En las aulas del recinto “no hay clases sin guardia policial de
custodia, que también cumplen con la parte administrativa”. El motivo de la
presencia de la guardia es por la seguridad “de los civiles que concurren a dar
clases, y que no solo son los docentes, porque hay personas que ofrecen cursos
de reiki, corte y confección, peluquería, entre otros”. Cuando alguno de los
internos está medio “revoltoso ocurre que sus mismos compañeros lo sacan para
afuera y le hacen bajar la pelota al piso, y lo calman”. Los policías de guardia
no utilizan armas, es más, se la quitan de su canana. En la ocasión en la que EL PUEBLO estuvo
en las aulas pudo apreciar como en su lugar una agente tenía un pendrive.
Reafirmación de la vocación
docente
Los reclusos
aprecian mucho a los docentes que vienen a darle una mano. El programa de
estudio es diferente en la manera que se lo da, aunque el contenido es el
mismo. El docente de cada materia arma fichas (unas 9 con sus guías) en las que
se concentra todo el programa, que una vez culminado se dan pruebas con un
examen final de la materia. El docente tiene que tener la habilidad de dar todo
el programa en esas fichas, y otorgar las herramientas para que puedan
continuar en el liceo o en la Facultad afuera. El programa está hecho para que
en un tiempo reducido termine ciclo básico y bachillerato. A los docentes les
paga Secundaria. Cuado hacen llamados de horas, hay horas “de cárcel”. Las
clases van de marzo a diciembre de cada año, aunque algunos docentes siguen
algunos días más para ayudar a los alumnos en la preparación de exámenes.
EL PERFIL DE LOS RECLUSOS HA CAMBIADO
El perfil del
recluso ha cambiado últimamente: antes era gente que estaba por hurto, por
rapiña, y ahora hay mucha gente que está por droga, que son “boqueros”, y este
perfil complica en el momento de querer llegarle para que estudie, y aunque
“agotamos todos los medios” es difícil la comunicación, nos dice un agente. En
el caso de las mujeres recién se están integrando, ahora hay unas 4. Los
alumnos que estudian y trabajan están en un pabellón aparte, en donde pueden
compartir otros códigos y valores. Se levantan temprano y ya están afuera
laburando (cortando el pasto, o haciendo block, o en el taller mecánico, o en
la escuela).
LA PROFE DE INGLÉS
Susana Lucho es de
la ciudad de Artigas, tiene 26 años recién cumplidos y es hija de un policía.
Empezó muy joven en el ámbito educativo y nos dice que “es esto lo quiere para
su vida, y no me arrepiento”. Dictar clases en la cárcel “se parece más a lo
que quiero de mi profesión de docente, porque en Secundaria son 40 criaturas
que no están ni ahí con el mundo, y acá hay mucho interés en la materia, y das
muchísimo más de vos. Si puedo no me voy más”. Es una manera de ayudar a
personas a querer cambiar y transformarse, “porque solo vienen los que quieren”.
Y esto “está muy bueno”, además no solo es la clase de Inglés, ya que converso
mucho con los chiquilines. Actualmente hay varios alumnos que “son mayores que
yo, pero que a veces se comportan como niños en clase”. Nunca ha tenido
problemas por razones de su edad y sexo, “y eso que le doy confianza a los
chiquilines, porque nos reímos, conversamos, pero siempre se mantiene el
respeto. Además cuando tengo que levantar la voz y estar seria lo hago, porque
ellos aceptan la disciplina, como se da en una aula de clase común y
corriente”. Disfruta mucho participando de esta tarea, “que si bien puede tener
contras, yo rescato mucho más lo favorable”.
EL PROFE DE DIBUJO
Julio Martínez, es
el profesor de dibujo desde hace 26 años. Le gusta este tipo de contextos para
trabajar, porque “reafirman mi vocación docente”. Al principio se sintió un
poco mal anímicamente, por las cosas que le contaban respecto a la forma de
vida que llevaban los reclusos. Se da mucho el diálogo más allá de la materia
en sí, “porque más allá de los conocimientos y del estudio creo que hay
necesidad de socializarse, y salir de la rutina de lío, de voy a esconder esto
porque me lo sacan, y de esa especie de violencia que no es directa, pero si es
psicológica”. Considera que el espacio que se da a través de las clases es muy
importante para los reclusos. Lo más importante es la “socialización y el
diálogo es fundamental”.
Recuperar la voz
La profesora Sandra
Gardella es coordinadora de Educación en Contextos de Encierro de Educación
Secundaria. La docente percibe que “es muy importante el dictado de clases en
ese contexto porque, de alguna manera, se recupera como esa voz del excluido
social”. No hay que olvidar que “esa persona (el preso) al llegar ahí en
general viene de estratos sociales, que ya han sufrido muchas exclusiones, y a
muchos de ellos los han echado del liceo, o han tenido que dejar de concurrir
por problemas familiares o económicos, entonces en realidad ellos valoran mucho
que nosotros nos preocupemos por ellos. Construyen una autoestima, la van
mejorando”. En ese sentido “se logra mejorar un poco la situación del recluido,
que no es un preso estudiante sino un estudiante preso”.
ADAPTARSE AL ENCIERRO
“La modalidad de
trabajo es otra, porque estamos trabajando con adultos, estamos trabajando en
un contexto donde la inasistencia, por ejemplo, no cumple el rol que
cumple en el liceo común sino que es más flexible, pero eso no disminuye los
contenidos. Se trata siempre de mantener un vínculo con el trabajo, para que el
preso sienta que lo que está aprendiendo va a tener una utilidad en su vida
presente, primero ahí adentro y después en su vida futura. Los liberados salen
con la misma acreditación que cualquier chiquilín en el liceo, los papeles son
los mismos que en cualquier liceo. Lo que pasa es que es difícil la
continuidad, y no están bien establecidas las redes para hacerle un
seguimiento, un acompañamiento cuando sale en libertad, desde el trabajo y
desde la educación. Esa persona, libre, lo primero que necesita es solventar su
vida, y estar libre es difícil”.
No hay formación
específica para los docentes, son autodidactas. El trabajar en contexto de
encierro para el docente, lo expone ante situaciones totalmente nuevas,
inesperadas, pero cuando nos animamos a trabajar en cárceles, nos sorprendemos
porque realmente vemos esa parte de lo humano que, sin desconocer que está ahí
porque justamente cometió una falta, tiene lo otro, o sea que todo ser
humano tiene lo positivo”. Indicó Gardella que “tenemos la utopía de poder
lograr una formación docente a nivel de post grado, dentro de enseñanza
secundaria en un futuro que podamos concretar esta formación, porque además
necesitamos también saber muchas cosas a nivel legal, porque no es lo mismo el
rol docente en un contexto de encierro que de repente en un liceo común”. En
este momento no estamos dando clases dentro de las celdas. Secundaria está
presente en 13 establecimientos carcelarios, de los cuales 6 son de Montevideo
y 7 del interior. El establecer ese límite de dar clases en un espacio diverso
nos permite distinguir y expresar “voy a clase, y salgo. Ese afuera y adentro
de la institución escolar, es importante, porque nosotros estamos adentro de la
cárcel, entonces tener un espacio que ahí sea educativo eso es un logro”.
DE PRESO
ESTUDIANTE A ESTUDIANTE PRESO
En ocasión de las
“1eras. Jornadas Regionales de Educación en contexto de encierro” (realizadas
en Salto, en el pasado mes de julio de 2010) los docentes que participaron
destacaron que “en la realidad tanto de Salto como de Paysandú los internos
concurren a clases a aprender , comenzando como presos estudiantes, pero
transformándose luego en estudiantes presos”. Se indicó que “existen casos
puntuales de internos que salen de la cárcel y continúan su enseñanza
normal fuera de ella, reinsertándose en el sistema educativo casi sin
problemas”. Fue común la afirmación de que “la labor docente es muy útil y es
necesaria para crear hábitos y modales de relacionamiento no comunes en este
tipo de recintos, observándose que el aula es un espacio de libertad”. Si bien
existen dificultades y se observa la necesidad de equipos interdisciplinarios,
se entiende como muy positiva la intervención educativa en estos contextos”.
“Cuando salga voy a seguir estudiando”
Pudimos rescatar
algunas de las anécdotas de los alumnos. Una vez “un interno, que estaba en un
pabellón por problemas de conducta, lo encontramos tapado con una frazada
leyendo debajo de ellas, porque era la única manera de que se olvidaran de él y
conseguir tiempo para leer, porque tenía un deber de Matemática que terminar.
También se puede comprobar que hay gente que le han dado la libertad, pero que
ha regresado a estudiar, para poder salvar las materias y poder inscribirse
afuera. Una historia “conmovedora” es la que nos contó un profesor, respecto de
un recluso cuando su hija pequeña, en una visita, le trajo un dibujo a su padre
en donde lo ubicaba detrás de las rejas, y eso “le partió el alma y nos
comentaba que le daba fuerzas para salir y trabajar de otra manera”. Finalmente
el propio agente Buslón Fernando, que estudia profesorado en el CERP, nos
relató que “ha llegado a tener como alumno en 3º año de Ciclo Básico a un ex
recluso que terminó primaria en la cárcel”. Según supimos de los alumnos que
han pasado por la escuela o el liceo en el recinto carcelario, ninguno ha
vuelto a reincidir y a volver a la cárcel.
LA LEGISLACIÓN APLICABLE
En agosto del año
2006 empezó a funcionar en un régimen de redención de pena, a través de la
reglamentación de la ley humanización de cárceles (nº 17897). A partir de ahí
empezó todo esto de las actividades, de los cursos, de los talleres, de los
proyectos y plazas laborales. El artículo 13 de la ley 17897 expresa que “el
Juez concederá la redención de pena por estudio a los condenados a pena
privativa de libertad. A los procesados y condenados se les abonará un día de
reclusión por dos días de estudio. Se computará como un día de estudio la
dedicación a dicha actividad durante seis horas semanales, así sea en días
diferentes. Para esos efectos, no se podrán computar más de seis horas diarias
de estudio”. El decreto 225/06 y el 102/09 reglamentan esta situación
estableciendo “el registro de los interesados, los criterios d
e selección, el
cómputo de las horas, el control, la incidencia de las faltas disciplinarias,
entre otros aspectos”.
De Diario El Pueblo de Salto