miércoles, 1 de mayo de 2013

Atrapamuros

Somos un colectivo que trabaja en cárceles en la ciudad de La Plata, 
pertenecemos a la COMPA 
(Coordinadora de Movimientos Populares de Argentina).



"Los pobres desgraciados hijos de perra"- La mansión: William Faulkner


¡Cómo se cobran vidas estos pibes...!

Demasiada violencia. Cuando estoy en el trabajo, cuando salgo a hacer las compras, cuando camino por la vida los días de lluvia como hoy, cuando prendo mi radio a pilas, cuando converso con amigos, cuando visito a mi familia.... escucho siempre el mismo comentario. “Cuánta violencia, demasiada violencia” a lo que se suma el texto impostergable "hay que encerrarlos a todos y que se mueran en la cárcel".... o “que se mueran”... simplemente.
Y cárceles hay sí, cada vez más, también parecieran responder a la ley de la oferta y la demanda de esta sociedad consumista: ¡”Si hay que encerrarlos a todos hagamos más cárceles!” o será que primero hacemos más cárceles para que existan los encerrados, ¿cuál es la oferta y cuál es la demanda?...
Perdí la cuenta de las cárceles abiertas después de la década del 90, pero cuento con los dedos de la mano las fábricas y empresas nuevas, es más, necesito un solo dedo para contar la única fábrica abierta en mi pueblo desde que nací... allá no hay trabajo. Mi pueblito de calles de arena se caracteriza por una extraña población aleatoria: durante la semana solo existen niños, madres y viejos jubilados, los sábados llegan repletos los colectivos de las ciudades, con los hombres que vienen de trabajar de lejos, con los estudiantes que se animan a conocer una universidad o que parten a los 18 por algún trabajo o changa...porque el estudio no alcanza para todos... En mi pueblo hay una sola fábrica; él sigue resistiendo pese a que sus vías están vacías de tren, pese a que sus caminos están repletos de barro y se nos muere la gente cuando llueve mucho porque las ambulancias se empantanan y los hospitales no tienen médicos y no importa cómo se llame el pueblo, hay muchos pueblos de apenas una fábrica lejos de Bs. As.... Apenas ha llegado Internet a las casas de los que pueden, porque se paga como larga distancia... por lo mismo que casi nunca anda. Pero eso sí, siempre llegan las noticias de la violencia, de toda esa gente que anda cobrándose vidas por el mundo...
“! Qué lo parió! cómo se cobran vidas estos pibes...! Pareciera que alguien les debiera algo, no? ... pareciera que alguien les debiera algo”.
Parece sí, que alguien les debe algo. ¿Será eso lo que se andan cobrando? ¿Una vida? ¡Alguien les robó la Vida, Gente! ¿Qué les parece si se la devolvemos? ¿Qué les parece si le permitimos vivir a esta gente, y si los desencerramos un poco? Si les construimos fábricas, escuelas y juguetes, si en lugar de seguir abriendo cárceles para aglutinar a los predestinados al encierro les damos la posibilidad de trabajar? O al menos, hay que dársela cuando salgan de la cárcel... ¿Y si le devolvemos el derecho a "vivir"? ¿Si le devolvemos un poco de vida? Quizá... ya no tengan que hacer tanta fuerza, ni emplear tanta violencia para cobrársela.
Gente, amigos, familia, señora de la peluquería, verdulero, taxista,...: la violencia SIEMPRE se genera por algo.


LILIA RODAS
Contextos de Encierro- Argentina
25/5/09



“...tu lengua gris que corta la ropa, la madera, los huesos y la sangre...” - Pablo Neruda


Un estudio muy reciente elaborado con el apoyo del Ministerio de Desarrollo Social, el Ministerio de Vivienda, y la embajada de España, se basó en un universo de 1.121 hogares ubicados en las zonas más pobres de Montevideo y arrojó los siguientes resultados: 

Uruguay: Los hijos de la "pobreza crónica"

Niños y adolescentes que viven en "hogares clasificadores de residuos" están en "riesgo sanitario". El 50% consume la comida recolectada de la basura.

La sociedad (casi sin distinción de banderas políticas o clases sociales), los llama "hurgadores". Es el nombre del estigma. En la basura encuentran lo que el negocio del "reciclaje" demanda; procuran su comida diaria entre las sobras de alimentos que otros tiran. Recorren las calles, día y noche. A pie, en carros tirados por caballos, a veces en bicicleta. Viven en asentamientos y barrios donde manda la pobreza extrema. Si bien los "clasificadores registrados" suman 5.500, se sabe que superan los 15.000 en todo el país. Sus familias están integradas, mayoritariamente, por personas jóvenes. El 40% tiene menos de 18 años, y el 35 % menos de 14 años. Es el trabajo infantil y adolescente que "clasifica residuos". Son los hijos de una "pobreza crónica" que continúa agrediéndolos.

Los últimos datos son aplastantes. El 30% de los niños y adolescentes que viven en "hogares de clasificadores de residuos" en Montevideo, presentan "problemas de rezago educativo"; 45% de ellos habita en viviendas sin acceso a agua potable; 65% no tiene saneamiento; 61,3% tiene el "baño incompleto". Casi 7 de cada diez viven en hogares donde se "clasifica" en la casa, lo que agrava los "riesgos sanitarios".

Estas son algunas de las conclusiones del documento "Niños, niñas y adolescentes en hogares clasificadores de residuos de Montevideo" (1) que fue presentado el jueves 21 de marzo, y elaborado en el marco de la Iniciativa Pobreza y Medio Ambiente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). El documento es simultáneo al estudio sobre "la dimensión ambiental de la pobreza urbana" realizado por el programa de Naciones Unidas. (Ver Correspondencia de Prensa, 23-3-2013)

Uno de los aspectos que se investigó fue que comida consumen los niños y adolescentes de estas familias. En ese sentido, se observó que alrededor del 50% de los niños entre 0 y 4 años reside en hogares donde "consumen la comida recolectada". Es decir, la encontrada en un conteiner callejero, en un basural o no se sabe dónde. Además, 10% de los consultados declaró no cocinar lo alimentos recolectados. Esto, dice el informe, "constituye un importante riesgo sanitario".

El informe da cuenta que los niños y adolescentes de "hogares de clasificadores" se encuentran "expuestos" a importantes riesgos para la salud, porque residen en viviendas con problemas de humedad, ventilación, inundación, ubicados en terrenos con presencia de contaminantes y cercanos a lugares tóxicos. Alrededor de la mitad de los niños de entre 0 y 4 años reside en viviendas que carecen de agua potable y seis de cada diez en casas sin baño o con baño sin cisterna y sin saneamiento, "factores que afectan directamente la salud y aumentan la probabilidad de contraer enfermedades como diarrea".

Un porcentaje importante de niños y adolescentes de las zonas estudiadas "vive a menos de 500 metros de lugares tóxicos", siendo los de mayor prevalencia los basurales y lugares de quema de basura. Esto es "esperable" -señala el documento-, pues los "hogares clasificadores de residuos" tienden a asentarse en las cercanías de vertederos y basurales, "generando situaciones de alto riesgo sanitario". En el terreno donde se encuentra la vivienda se detecta la presencia de contaminantes y metales, lo cual "afecta directamente la salud de los integrantes del hogar", principalmente los que se encuentran en mayor contacto con el predio, niños y niñas entre 0 y 5 años. De igual manera, se observó que un porcentaje importante de niños y adolescentes se ubica en terrenos de quema de cables (tarea que se realiza para extraer el cobre que luego es vendido al peso), canteras de rellenos y presencia de otros contaminantes.
Por otra parte, la realidad indica que son muchos "los que clasifican basura dentro de sus propias casas, donde incluso viven con animales". Así, los niños se encuentran en contacto con la basura y se incorporan a la actividad del reciclaje a edades muy tempranas, inicialmente en contacto indirecto o como forma de colaborar con el hogar.

El documento advierte que la gran mayoría de niños y adolescentes pertenecientes a "hogares clasificadores" se encuentra afectada por el tipo de miseria de más difícil reversión: la "pobreza crónica", producto de generaciones que no han conocido otro modo de ganarse la vida. Más del 70% de los menores de 14 años de "hogares clasificadores" se encuentra en situación de "pobreza crónica" y en "una situación de alta vulnerabilidad". El documento del PNUD habla de personas que "no conocen otro modo de vida", que comienzan a trabajar junto con sus padres, como éstos lo hicieron en su momento junto con sus abuelos. Además, "factores habitacionales y ambientales inciden en la condición de pobreza y favorecen su transmisión inter-generacional".

En cuanto al trabajo infantil y adolescente, las dos investigaciones coinciden: el 25% de los menores de 14 años realiza tareas de recolección de basura y esa cifra sube al 33,3% en el caso de los mayores de esa edad.

Fuente: Semanario Alternativas















Oda A La Pobreza


Cuando nací,
pobreza,
me seguiste,
me mirabas
a través
de las tablas podridas
por el profundo invierno.
De pronto
eran tus ojos
los que miraban desde los agujeros.
Las goteras,
de noche, repetían
tu nombre y tu apellido
o a veces
el salto quebrado, el traje roto,
los zapatos abiertos,
me advertían.
Allí estabas
acechándome
tus dientes de carcoma,
tus ojos de pantano,
tu lengua gris
que corta
la ropa, la madera,
los huesos y la sangre,
allí estabas
buscándome,
siguiéndome,
desde mi nacimiento
por las calles.
Cuando alquilé una pieza
pequeña, en los suburbios,
sentada en una silla
me esperabas,
o al descorrer las sábanas
en un hotel oscuro,
adolescente,
no encontré la fragancia
de la rosa desnuda,
sino el silbido frío
de tu boca.
Pobreza,
me seguiste
por los cuarteles y los hospitales,
por la paz y la guerra.
Cuando enfermé tocaron
a la puerta:
no era el doctor, entraba
otra vez la pobreza.
Te vi sacar mis muebles
a la calle:
los hombres
los dejaban caer como pedradas.
Tú, con amor horrible,
de un montón de abandono
en medio de la calle y de la lluvia
ibas haciendo
un trono desdentado
y mirando a los pobres
recogías
mi último plato haciéndolo diadema.
Ahora,
pobreza,
yo te sigo.
Como fuiste implacable,
soy implacable.
Junto
a cada pobre
me encontrarás cantando,
bajo
cada sábana
de hospital imposible
encontrarás mi canto.
Te sigo,
pobreza,
te vigilo,
te acerco,
te disparo,
te aislo,
te cerceno las uñas,
te rompo
los dientes que te quedan.
Estoy
en todas partes:
en el océano con los pescadores,
en la mina
los hombres
al limpiarse la frente,
secarse el sudor negro,
encuentran
mis poemas.
Yo salgo cada día
con la obrera textil.
Tengo las manos blancas
de dar pan en las panaderías.
Donde vayas,
pobreza,
mi canto
está cantando,
mi vida
está viviendo,
mi sangre
está luchando.
Derrotaré
tus pálidas banderas
en donde se levanten.
Otros poetas
antaño te llamaron
santa,
veneraron tu capa,
se alimentaron de humo
y desaparecieron.
Yo te desafío,
con duros versos te golpeo el rostro,
te embarco y te destierro.
Yo con otros,
con otros, muchos otros,
te vamos expulsando
de la tierra a la luna
para que allí te quedes
fría y encarcelada
mirando con un ojo
el pan y los racimos
que cubrirá la tierra
de mañana.

Pablo Neruda










"El hombre es tierra que anda"- Atahualpa Yupanqui


La frase “el Uruguay profundo” admite una decodificación más amplia que la que instantáneamente reconocemos al escucharla.
Las cárceles son, sin duda,  una de esas lecturas asociadas: allí van a recalar vidas desatendidas a raíz de “ciertas distancias y consecuentes distanciamientos”.
Hoy, 1º de Mayo, resulta inevitable recordar en este espacio al Maestro Julio Castro, porque fue pionero en travesías pedagógicas por el Uruguay profundo y porque su huella dejó un mensaje clave para todos/as quienes abrazamos esta vocación.
En mi sensibilidad, el mensaje dice: “No importa dónde estemos: todos/as somos humanos; por ende, todos/as vulnerables y todos/as con derecho inalienable al fortalecimiento de esas debilidades” o, como sostenía César Vallejo: “O todos somos inocentes o todos somos delincuentes”. 

Tus zapatos siguen andando,
compañero que no tuve el privilegio de conocer,
pero que vas en mi frente
iluminando la fragilidad de mis pasos.