La requisa de pabellón podría asimilarse a la figura del
“allanamiento”, en tanto presupone la “búsqueda” de algún objeto o sustancia,
inclusive admitiendo que esa medida en su ejercicio comprende cierto despliegue
de violencia; ahora bien, los procedimientos de requisa “desvirtúan” esa figura
por la que podrían justificar su accionar, y lo hacen claramente por tres
motivos: por ejercer un grado de violencia intenso y devastador sobre las
personas y sus pertenencias, por que se destruye y se apropia de objetos y
mercaderías como práctica de despojo y por qué generalmente tales despliegues
no se corresponden con el secuestro de objetos y/o sustancias prohibidas, es
decir, todas y cada una de “estas prácticas” no se corresponden con estrategias
de inspección y ni siquiera de orden, son claros actos de represión y pillaje, son actos
de soberanía.
Caracterización de la
requisa de pabellones
La requisa de los pabellones es realizada por un cuerpo
especial y como lo destacan los propios detenidos, registra los más altos niveles
de violencia por parte del personal penitenciario. Se constituye en un cuerpo
armado, pertrechado con borceguíes con punta de hierro, con palos, con cascos,
pasamontañas, con escudos, con escopetas, con cadenas, ingresan en grupo entre
diez y hasta 40 o 50 agentes particularmente en las requisas imprevistas, la modalidad es ingresar gritando, practicando golpes contra
las rejas y las cosas y obligan a correr, desnudarse, mirar para abajo, manos
atrás, caminar contra la pared, salir de sus celdas, trasladarlos fuera del
pabellón, requisan las celdas, rompen, destrozan, mezclan y ensucian las
mercaderías y los objetos personales, hurtan o roban, menos frecuente,
secuestran objetos, producen severas golpizas individuales y/o colectivas, lo
hacen durante un tiempo prolongado en diferentes partes del cuerpo de las
personas detenidas, cuerpos casi siempre desnudos ya que los obligan a quitarse
la ropa y correr hacia el fondo del pabellón chocándose unos con otros, en una
clara ceremonia de reconfirmación de la “necesaria” asimetría de las relaciones de fuerza, promoviendo en los mismos
intensos sentimientos de impotencia, indefensión y vulnerabilidad.
Sanciones y
aislamiento
A través del trabajo institucional realizado durante casi
quince años por parte de la Procuración Penitenciaria se detectó que el principal
modo de sanción aplicado por el personal penitenciario a las personas
encarceladas es el del aislamiento individual en espacios diferenciados,
pabellones y/o celdas, que implica condiciones altamente gravosas de detención
tales como: racionamiento de la comida, ausencia de utensilios, encierro
permanente, imposibilidad de acceso a otras instalaciones, falta de higiene
personal, falta de camas y mantas, espacios sin luz y deteriorados, efectuar la
necesidades fisiológicas básicas (defecar y orinar) en botellas, bolsas de
plástico o recipientes que se encuentran y mantienen por largo tiempo en el
interior de las celdas.
Un objetivo complementario fue detectar si esta modalidad también
se aplicaba en forma encubierta, es decir, no explícitamente como sanción en el
marco de un procedimiento disciplinario formal.
El desarrollo de este apartado parte de la lectura realizada
sobre las respuestas de las personas encuestadas y el propósito ha sido
realizar una lectura que cualifique la práctica y los alcances de la medida de
aislamiento aplicada por personal penitenciario a las personas detenidas en el
Sistema Penitenciario Federal.
Nuestro interés es dar cuenta que la “utilización” del
aislamiento excede las prácticas sancionatorias formales, aunque dentro de
ellas también se presente en forma recurrente, sistemática y casi excluyente en
relación a otro tipo de sanciones disciplinarias y en este sentido el
aislamiento entendido no solamente como el alojamiento de las personas en
espacios diferenciados con relación al resto de la población, sino también como una práctica que se
replica en otras medidas que “suspenden” la relación y el contacto con sus
pares detenidos (impedimento de salir al recreo, de asistir a los talleres de
trabajo, de asistir a educación, etc.) y con “el mundo exterior” –contacto con
familiares, abogados, defensores– (prohibición de visita, prohibición de uso
del teléfono, envío de correspondencia, etc.).
En primer término, consideramos fundamental comenzar el
análisis sobre las respuestas de las 346 personas detenidas que pasaron por una
situación de aislamiento en un espacio físico diferenciado del resto de la
población. Estos espacios diferenciados son denominados celdas de aislamiento o
castigo, y en la jerga carcelaria: “buzones” o “tubos”.
a. Aislar sin reglamento
De esas 346 personas, 290 fueron aisladas
a partir de una medida sancionatoria disciplinaria formal, mientras que las 56 restantes sufrieron el aislamiento por otros motivos.
Detectar esta diferencia fue un objetivo
complementario al momento del diseño de la encuesta y, por ello, no solamente
se realizó la pregunta sobre el aislamiento como sanción disciplinaria sino que
se amplió la interrogación sobre si “alguna vez había estado aislado/a”, aunque
nunca hubiera sido sancionado. De esta forma se individualizaron estas 56
respuestas que bien pueden caracterizar “el uso del aislamiento” de
las personas detenidas por parte del personal penitenciario como: una práctica
sancionatoria informal, es decir, integrando un sistema disciplinario paralelo
y por lo tanto irregular o en relación a una “lógica” de
circulacióndistribución espacial (sistema de estancos) como estrategia de regulación
y control de la población detenida en cada unidad penitenciaria.
Los relatos acerca de
cómo aislar sin reglamento
“Estuve
aislado al ingresar al Complejo Penitenciario Federal II”.
“Al
ingresar a la Unidad 6 estuve tres días en buzones y después me llevaron a pabellón”.
“Antes de alojarme en el pabellón
estuve cinco días en los buzones”.
“Estuve aislado
varios días cuando pedí cambio de alojamiento”.
“Estuve en un buzón
siete días porque no había lugar en el pabellón”.
“Estuve en buzones,
pero nunca me explicaron por qué”.
“Estuve aislado
varios días, pero no supe por qué”.
“Estuve aislado
muchos días antes de un traslado”.
“Del Centro médico me
llevaron a la Unidad 27 y me llevaron a la celda de aislamiento.
Después me
devolvieron a la Unidad 3”.
b. Aislar con
reglamento
Es observable que la sanción de aislamiento es aplicada
prácticamente en forma excluyente por parte del personal penitenciario en
relación a otros tipos de sanciones y quizá por ello mismo, para las personas
detenidas, sanción y aislamiento son equivalentes: sancionado es aislado.
A fin de profundizar sobre los alcances de la aplicación de
una medida de aislamiento en el propio marco del régimen disciplinario formal,
consideramos fundamental direccionar las preguntas a las personas detenidas
acerca de tres aspectos claves: el tiempo que permaneció aislado, los motivos
que dieron origen a semejante tipo de sanción disciplinaria y, por último, las
condiciones de vida durante la situación de aislamiento.
Los relatos acerca de
cómo aislar con reglamento
Acerca del
tiempo/días/meses:
“¿Cuánto tiempo
estuvo aislado/a?”.
“Me sancionaron y
estuve dieciocho días ‘engomado’”.
“Una vez estuve ocho
días y otra vez quince días, la última sanción fue la de los quince días, no se
terminaba más”.
“Estuve en un retén
de la Planta 5, la sanción fue de cinco días, pero estuve doce días”.
“Dos veces me
sancionaron en buzones, una grave con diez días y otra media de cinco días”.
“Me sancionaron tres
veces con aislamiento, la peor fue la de 35 días, la anterior había sido de
once días, pero me dejaron trece”.
“La sanción la cumplí
en una cueva, estuve 40 días”.
“Estuve 90 días, tres
meses justos, ni más ni menos, en el parte figuraba 30 días”.
c. Acerca de los
motivos/fundamentos de la sanción de aislamiento: “¿Por qué fue sancionado/a?”
Los relatos
“Me sancionaron
porque tuve problemas con otros internos en el Pabellón 8 y me dejaron
‘engomado en buzones’ más de un mes”.
“Me tiraron en
buzones porque me quedé dormido. Sí, fui sancionado, aislado”.
“Levanté una queja y
me dieron aislamiento”.
“Presenté un hábeas
corpus y fui directo a los buzones, sancionado”.
“Por una pelea entre
presas terminamos sancionadas en las celdas de castigo”.
“Porque me negué a
entrar en el Módulo 3 y ahí me dieron varios días de aislamiento”.
“Porque me puse a
hacer una huelga de hambre y me sancionaron en buzones”.
“Porque en la bolsa
de visita tenía una tableta de antibióticos, ahí nomás me
engomaron mal”.
A través de los relatos de las personas encuestadas se hace observable
que los motivos por los cuales un detenido/a es sancionado con una medida de
aislamiento, integran un abanico de “faltas disciplinarias” que oscilan desde
quedarse dormido hasta una pelea entre presas o problemas con otros internos.
Resulta aún más impactante que las consecuencias de ejercer un derecho como el
de defensa, como levantar una queja o presentar un hábeas corpus, sea
la de padecer una medida sancionatoria y que ésta, además,
sea la más grave, el aislamiento.
Una primera lectura permite registrar que no existe una
correspondencia ni lógica ni proporcional acerca de la cantidad de días de
alojamiento en celda de aislamiento como así tampoco en relación a los motivos
que pueden originar la aplicación de este tipo sanción, lo que se constituye,
por lo tanto, en otro rasgo de arbitrariedad y discrecionalidad de las
prácticas penitenciarias.
El tiempo de aislamiento y los motivos que originan esta
medida sancionatoria registran una dimensión diferente cuando analizamos un
tercer aspecto referido a las condiciones de vida por las que transitan los detenidos/as
en las celdas de castigo (buzones/tubos).
Acerca de cómo se
vive en las celdas de aislamiento
En este subítem nos interesa dar cuenta que las personas que
transitan una situación de aislamiento, producto de una sanción disciplinaria,
padecen a su vez diversos “suplementos punitivos” en cuanto a modalidades de
trato por parte del personal penitenciario, tanto en términos de agresiones
físicas como en cuanto a las condiciones materiales de vida a las que son
sometidos/as en ese espacio de encierro dentro del encierro: la celda de
castigo.
La sanción, entonces, no se reduce al acto de separar,
aislar, “de encerrar en soledad”, sino que incluye un conjunto de padecimientos
que hacen que esta medida disciplinaria deba ser considerada una sanción múltiple.
El primero de ellos hace referencia a las condiciones
habitacionales de los espacios de aislamiento. Construimos esta categoría a
partir de las respuestas que hacen referencia a las preguntas acerca del tamaño
de la celda y/o retén, de la ventilación de ese espacio, de la luminosidad
tanto natural como artificial; además incluimos las respuestas en cuanto a la
provisión por parte del personal penitenciario de camas/colchones y de ropa de
cama, al menos mantas. Es decir, la combinación de las diferentes respuestas de
cada una de estas subcategorías podía dar cuenta de diversas situaciones de
aislamiento a partir de determinadas condiciones habitacionales.
En nuestro análisis destacamos que el tamaño de los espacios
de aislamiento es en la mayoría de las respuestas de 2x3 m, algunos expresan
una dimensión menor, de 2x2 m y otros dimensiones mayores, como de 3x4 m y más.
Lo interesante para destacar es que la denominación de estos
espacios por parte de la jerga carcelaria los definen como espacios pequeños,
sin luz ni ventilación y de ello va su nombre: “los buzones” o “los tubos”.
Para dimensionar el impacto de las condiciones
habitacionales de los espacios de aislamiento: “buzones” o “tubos” en los que
una persona puede estar alojada debemos retomar la información obtenida acerca
de las pregunta realizada en la encuesta en relación al tiempo/medido en días
durante el cual una persona puede transitar una sanción de aislamiento.
La categoría “condiciones sanitarias” la construimos a
partir de las respuestas de las personas encuestadas a cuatro preguntas del
cuestionario. La primera hacía referencia a si en la celda de aislamiento tenía
inodoro o letrina; la segunda, para quienes no tenían inodoro y/o letrina: si
le permitían ir al baño; la tercera, si tenía agua para higienizarse y la
cuarta, si le había llevado ropa para cambiarse.
Los relatos
“En
la celda de aislamiento, el inodoro estaba tapado, yo hacia igual ahí y tiraba agua
a veces porque sino salía todo y se me iba al lugar donde dormía, a veces no
podía dormir del olor”.
“En
una celda de sanción tenía un agujero en el piso para hacer las necesidades y
sin canilla, durante días enteros no me dejaron salir ni un minuto”.
“En
la celda no tenía inodoro y hacía en una bolsa que a veces se la dejaban en la
celda dos o tres días, me descomponía del olor”.
“Cada
dos o tres días te sacaban porque ellos mismos se morían del olor y tenías que
llevar tu bolsa con mierda para tirarla en el baño, después no te daban nada
para limpiar la celda”.
“Te
sacan al baño cuando ellos quieren, puede ser una sola vez al día, el resto hacés
en botellas, bolsas plásticas o papeles”.
“El Módulo 6, Pabellón A, tiene
celdas distintas a las del resto del complejo, porque son acolchonadas, están
vacías, sin nada, solo tienen una letrina de acero y cuando tenés sed, de ahí
mismo tomas agua. Además te meten desnudo y no te pueden llevar ropa”.
“Cuando estuve aislado,
castigado, solo me pude bañar cuando salía al recreo
que era cada tres días”.
“Estuve aislado un montón de
tiempo y me lavé dos veces nada más, hasta tuve problemas de piel por estar tan
sucio”.
“A mí me trajeron los pantalones
y una remera para cambiarme, era pleno invierno, ni abrigo, ni medias ni
calzoncillos, estuve sucio todo el tiempo”.
“Tenía una canilla que no funcionaba
así que a la noche arreglaba con un celador para que me trajera un poco de agua
para lavarme un poquito. En quince días no salí nunca”.
A partir
de esta información relevada, se puede afirmar que la medida disciplinaria de
aislamiento con las condiciones sanitarias descriptas por casi el 50% de las
personas encuestadas acerca de cada uno de los aspectos que las caracteriza,
implica además, un suplemento de degradación y humillación que impacta o puede impactar
en la salud física y psíquica de las personas detenidas.
Nos
interesaba indagar acerca de uno de los aspectos fundamentales que se vinculan
a los “suplementos punitivos”, referido a la cuestión de la alimentación, que
si bien es padecido por la población encarcelada en general, consideramos que
en una situación de aislamiento se torna aún más grave, atento a la falta de
contacto de la persona con el resto de los detenidos/as y con sus familiares,
lo
que
implica que esa persona aislada está “sujeta” exclusivamente a lo que el
personal penitenciario decida en cuanto a si come o no, y la cantidad y calidad
de esa comida.
Los relatos
“En
la celda de aislamiento, me daban el almuerzo y la cena juntos al mediodía, me
guardaba un poco para la noche pero juntaba olor y moscas y como no tenía luz
artificial a veces a la mañana me daba cuenta que había dejado el plato al lado
de la botella que tenía pis”.
“Mientras
estuve aislado no recibí nada de comida del servicio yo le pedía algo a otros
presos que pasaban frente a la celda, una vez el celador me dio sus sobras”.
“Cuando
estás sancionado, o sea aislado, tenés más hambre y a veces te dan
comida para que no jodas”.
En relación al
temade la alimentación, realizamos una pregunta complementaria que hizo
referencia a si el personal penitenciario les proveyó algún tipo de utensilio a
fin de garantizar mínimas condiciones para el propio acto de comer y beber.
“Cuando estás aislado tenés que molestar
mucho al encargado para que te
den utensilios y si no tenés que comer
con la mano”.
La situación más
extrema en cuanto a condiciones de vida por la que puede atravesar una persona
detenida, sancionada formalmente con una medida disciplinaria de aislamiento,
de acuerdo a las respuestas de las personas encuestadas, es la siguiente: una
persona sancionada puede estar aislada entre 8 y 30 días, en una celda de 2x2
m, sin ventana por lo tanto, sin ventilación ni luz natural, sin luz
artificial, sin cama ni colchón ni mantas, sin comida o escasa y en malas
condiciones, sin utensilios, utilizando las manos para comer, sin baño o
letrina, debiendo realizar sus necesidades fisiológicas en botellas, bolsas o
papeles, sin agua para higienizarse y sin ropa para cambiarse.
El aislamiento y los malos tratos físicos
“Cuando más me golpearon fue cuando
estuve aislado, siempre cuando más te
golpean es cuando estás sancionado,
porque nadie te ve y estás diez o quince
días en un buzón sin tener contacto con
nadie”.
“Te hacen poner
desnudo y te hacen cerrar los ojos y te dan vuelta y ahí te pegan con un palo,
se divierten con vos. Cada guardia nuevo te golpea”.
“Me obligaron a
estar desnudo, me dieron golpes de puño, me hicieron poner el pecho contra la
pared y si no era rápido me pegaban con palos”.
“Y, en
‘leonera’, te dan piñas, patadas. Te hacen el churrascazo, incluso el médico”.
“Entraron a la
celda y me golpearon con palos y con un balde de agua helada,
todo fue por
reclamar comida”.
“Durante el
aislamiento siempre tuve que estar desnudo para el recuento y además te doblan
los brazos”.
“En el Módulo
6, Pabellón A, me tuvieron en una celda acolchonada, como para locos, me
tuvieron seis días, dos días me tuvieron desnudo, a oscuras, sin vidrios.
“Nunca me
habían pegado, pero cuando estuve en buzones me pegó una celadora”.
“A mí me
esposaron fuerte, me tiraron del pelo, me insultaron y después vinieron los
palazos, las trompadas y me remataron con el ‘pata-pata’. (denominación de la jerga carcelaria a esta
modalidad de maltrato que produce un intenso sufrimiento físico, consiste en
patadas con los borceguíes con punta de acero o palazos o gomazos en la zona de
los tobillos y plantas de los pies de las personas detenidas por parte del
personal penitenciario).
“Te dan
patadas, tiradas de pelo, trompadas, arrastradas, golpes en las costillas y
espalda, y también te envuelven en frazadas esposado para atrás”.
“Y entra la
requisa a la celda, estás solo y ahí nomás te dan cachetazos en las
orejas, golpes
en los riñones, en las costillas”.
“Te dan golpes
de puño, cachetadas, por ejemplo, te tiran la nariz para atrás,
hacen llegar la
mano por la espalda hasta la garganta”.
“Te dejan
adentro de la celda y paliza, ‘pata-pata’, cachetazos, piñas, patadas, te pegan
tan fuerte que no te podés levantar de la cama”.
“Cuando pedís
algo y no te lo quieren dar, entra la requisa y te golpea sin parar para
sacarte las ganas de pedir”.
“Varias veces
me hacían desvestir, me pegaban obligándome a realizar flexiones”.
Los relatos
acerca de la cantidad de agentes y la frecuencia de los malos tratos
físicos:
“Dos veces por
día la requisa entra y te golpea con palos, piñas, culata de escopeta, te
destrozan, a veces son cuatro, otras son seis y vos estás solo”.
“Siempre pegan;
pero una vez, a las tres de la mañana me sacaron de la celda
de sancionado y
el jefe de requisa con varios, eran como ocho agentes, me dieron una paliza
tremenda”.
“Aquí en esta
unidad –la Unidad 9 de Neuquén– te dan con la bomba de agua, (es un caño de
cinco pulgadas que esta conectado a la bomba y el agua sale helada) durante
los diez días que estuve aislado, me sacaban y me daban con la bomba”.
“Entraron tres
agentes de noche y me dieron golpes de puño sin parar, solo porque pedía ir al
baño”.
“Cada hora, o
sea, cada una hora, venían te pegaban patadas y tiraban baldes
con agua fría”.
“Durante el recuento, todas las mañana,
trompadas con los puños, cachetadas y te doblan el brazo”.
“Requisa
diaria, a puro palo y patadas”.
“Ingresaron
cinco agentes y me pegaron gomazos en la espalda y en la panza,
uno de ellos
cuando estaba en el suelo me pisó la cabeza”.
“Tenia dos
veces al día requisa de celda, y en ese momento, me pegaban piñas, cachetazos,
palazos”.
“Todas las
mañanas la requisa es muy fuerte, a palazos limpios”.
Los relatos
acerca de las lesiones:
“Te pegan en
las piernas y te pegan con un palo en el medio del pie, es el ‘patapata’, te
quedan hinchados y no podes caminar”.
“Te rompen los
huesos a palazos, a mí me rompieron el brazo, pero lo peor es el ‘pata-pata’”.
“Te dan
trompadas y patadas, la patadas me fisuraron dos costillas”.
“Lo peor es
cuando te lastiman, a mí me abrieron la cabeza de una patada con el borcego”.
Es de destacar que si bien a partir de los relatos
se hace evidente que la mayoría de los ejercicios violentos por parte del
personal penitenciario se realiza al interior de la celda de aislamiento, a solas
con los detenidos/as, existe una situación en la que se producen agresiones
físicas que podríamos considerar como una “alerta” hacia las personas que son
sancionadas con la medida de aislamiento. Este “adelanto”, esta “advertencia”
se produce durante el tránsito hacia la celda de aislamiento, “golpizas de
camino” hacia el lugar de cumplimiento de la sanción formal.
Los relatos
“Te pegan con
cachetazos, empujones, patadas, así te llevan al aislamiento”.
“Durante el
aislamiento no me golpearon, cuando me llevaron a aislamiento, sí, con puños,
patadas y palos”.
“Cuando me
llevaban a la celda de aislamiento me empujaban con todo contra la pared”.
“Cuando me
estaban llevando al retén me daban con palos”.
“Me golpearon
varios al salir del módulo y al llegar al Módulo 6”.
“Cuando te
llevan a la celda te siguen pegando, la requisa te pega, te hace de
todo: patadas,
piñas, palos”.
“Te pegan cuando te llevan aislado y cuando te
sacan”.
Por lo tanto, la situación de aislamiento, se
sumará, como veremos más adelante en el apartado de Agresiones físicas y
golpes, a las situaciones: “de ingreso a la cárcel, la bienvenida” y a la “de requisa
de pabellones” en cuanto a las circunstancias en las que se despliega el mayor
grado de violencia institucional sobre las personas detenidas y en las que
además, éstas se encuentran en una clara relación de asimetría e indefensión y, por lo
tanto, de vulnerabilidad atento a las características que contemplan cada una
de ellas.
Por último, es interesante destacar que a partir de
registrar que casi el 50% de las personas que pasaron por aislamiento en el
marco de una sanción padecieron condiciones materiales de vida altamente gravosas
durante su alojamiento en una celda de aislamiento, más del 43%, más de cuatro
de cada diez, fueron severamente golpeadas y lesionadas durante esa misma
situación.
“La bienvenida
es terrible, la llaman el cóctel de bienvenida. Te ponen en bolas, te pegan y
se burlan de uno. Es Guantánamo”.
Los malos tratos físicos producidos por personal
penitenciario a los detenidos al momento del ingreso a una unidad penitenciaria
se los denomina en la jerga carcelaria “la bienvenida”.
Los relatos de las personas detenidas encuestadas
son elocuentes, en una primera instancia nos interesa dar cuenta de algunas expresiones
que permiten inferir una lectura que pretende complejizar la relación, personal
penitenciario, violencia física y personas detenidas.
Los relatos
“Sólo fui
golpeado cuando ingresé a la Unidad 6, también me maltrataron con
muchos
insultos”.
“Sólo fui
golpeado al ingresar a las unidades 6 y 9”.
“Sólo me dieron
la bienvenida. Hace tres semanas que estoy en la unidad”.
“Me dieron la
bienvenida como a todos los ingresos. Los policías cuando ingresas, mientras te
pegan, te advierten: ‘Estos no es nada comparado con lo que te va a pasar si
haces quilombo adentro’”.
“Sólo me dieron
unos cachetazos cuando llegué porque ésta es una de máxima y no podés ver
nada”.
“Me dieron la
bienvenida como a todos los que ingresaron conmigo, como tengo TBC
(tuberculosis) y se los dije, no me pegaron tanto como al resto de mis
compañeros”.
“En la Unidad 7
sólo cobré en la bienvenida”.
“En esta unidad
sólo fui golpeado el primer día que entré, parece que si te porta mal tenés que
pagar las consecuencias”.
“Me dieron la
bienvenida como a todo el mundo”.
“Sólo me dieron
una bienvenida brutal en Devoto. Acá es así, todos saben que
hay que pasar
por la bienvenida”.
La selección de estos diez relatos, representativos
de la casi totalidad de las respuestas por parte de las 48142 personas
encuestadas que afirmaron haber padecido agresiones físicas durante su ingreso a
una unidad del SPF, tiene por objetivo detenernos en ellos ya que hacen visible
a “la bienvenida” (golpes y malos tratos al ingreso de la unidad) como una
práctica penitenciaria violenta regular generalizada y sistemática, produciendo
una “naturalización” por parte de las personas detenidas que no se vincula a su
“aceptación”, ni a “su merecimiento”, a que “corresponda o sea pertinente”, no
se naturaliza desde una perspectiva valorativa. Se naturaliza por “su
inevitabilidad”, por “la certeza que sucedió, sucede y sucederá” y “por que
todos pasan por ella” y es por eso, que esta práctica reconoce una trayectoria
histórica y un claro significado
institucional.
La bienvenida, la recepción institucional, que
padecen las personas al momento de ingresar a una unidad carcelaria, sean
mujeres o varones adultos, mujeres o varones jóvenes, reincidentes o primarios,
se define a través de múltiples y variadas “violencias” ejercidas por personal
penitenciario.
Los relatos
“La bienvenida
en Devoto fue terrible, me cagaron a palos, trompadas, estaban borrachos y me
pegaron tanto que por un mes no me pude reír”.
“Cuando ingresé
me pegó toda la requisa. Estuve cuatro días sin poder caminar, me desmayaron,
no podía caminar por el ‘pata-pata’”.
“Me golpearon
porque soy nuevo, y los del SPF quieren que los conozcan. Hace dos meses
ingresé a la unidad. Me golpearon mucho, con palos y trompadas”.
“El bautismo
(bienvenida) para mí fue terrible, bueno para todos los que ingresamos en esa
unidad, se pusieron ocho penitenciarios de cada lado y nos dieron trompadas y
palazos mientras íbamos pasando. Un señor en un escritorio nos hacía preguntas
mientras nos golpeaban. Cada respuesta teníamos que decir: ‘Sí, señor’, si no,
nos golpeaban más fuerte”.
“Me golpearon
al ingresar junto con otros detenidos, pero a mí me golpearon más, palazos, me
doblaron los brazos y trompadas, y eso me pasó dos veces en la misma noche”.
“En la bienvenida
te matan, son muchos los que te golpean, te escupen, te hacen doler y si
ingresas un viernes que el personal está en pedo, te matan mucho peor”.
“El ingreso es
muy violento, gritos, órdenes, amenazas y muchos golpes”.
“A todo el que
está preso lo golpean, lo peor en la bienvenida en la Unidad 2. Los viernes a
la noche es peor porque siempre están borrachos”.
“La bienvenida
siempre se hace, te hacen hacer flexiones, abrir las piernas estando contra la
pared y te pegan”.
“En la Unidad 9
cuando llegué, como bienvenida, me dieron un jabón blanco y me dijeron que
saltara sobre él hasta que se deshiciera, mientras me pegaban entre veinte
penitenciarios”.
“Cuando ingresé
a la unidad me golpearon entre siete u ocho penitenciarios, incluido el
médico”.
“Estuve
detenido en provincia y el trato del SPF es mucho peor, apenas entras ya te
pegan y siempre lo hacen entre varios agentes”.
“En la Unidad 2
(Devoto) una noche quedé inconsciente de los golpes, pero lo
peor fue en la
Unidad 9, me dieron la bomba de agua y me metieron un palo en la cola, por esto
hice una denuncia”.
Prácticas violentas del personal penitenciario:
regulares en tanto se producen
periódicamente en el tiempo y sistemática en tanto
reconoce, esa misma regularidad pero además requiere de organización, recursos
y decisiones institucionales, es decir, de un sistema que las
habilite para su despliegue y también para su encubrimiento.
A través del relato de las personas encuestadas, una
vez más, se confirma que el ingreso a la cárcel es vivenciada como una
instancia de intensa vulnerabilidad e indefensión, para aquellas que ingresan
por primera vez (primarios/as) representa el primer contacto con prácticas
violentas ejercidas por personal penitenciario que se presenta, ante la
ausencia de “motivos que los justifiquen”, como una señal de advertencia y de imposición de
fuerza. En este sentido se constituye en un rito de presentación de la cárcel
como institución de castigo, sufrimiento y dolor, en una dimensión que la
reconoce como pena esencialmente corporal.
En el caso de aquellas personas que ya han
transitado una situación de encierro (reiterantes), el conocimiento de lo que
“sucede” en el ingreso a la cárcel y el tiempo transcurrido en ella, los hace portadores
de la “certeza” de un padecimiento inevitable que ante ellos se presenta como
un rito de reafirmación de la violencia institucional penitenciaria.