sábado, 4 de mayo de 2013

Otro rostro de la violencia


Paseo Nocturno



Llegué a la casa cargando la carpeta llena de papeles, relatorios, estudios, investigaciones, propuestas, contratos. Mi mujer, jugando solitario en la cama, un vaso de whisky en el velador, dijo, sin sacar lo ojos de las cartas, estás con un aire de cansado. Los sonidos de la casa: mi hija en el dormitorio de ella practicando impostación de la voz, la música cuadrafónica del dormitorio de mi hijo. ¿No vas a soltar ese maletín?, preguntó mi mujer. Sacate esa ropa, bebe un whisky, necesitas relajarte.

Fui a la biblioteca, el lugar de la casa donde me gustaba estar aislado y como siempre no hice nada. Abrí el volumen de pesquisas sobre la mesa, no veía las letras ni los números, yo apenas esperaba. Tú no paras de trabajar, apuesto que tus socios no trabajan ni la mitad y ganan la misma cosa- entró mi mujer en la sala con un vaso en la mano: ¿Ya puedo mandar a servir la comida?

La empleada servía a la francesa, mis hijos habían crecido, mi mujer y yo estábamos gordos. Es aquel vino que te gusta. Ella hace un chasquido con placer. Mi hijo me pidió dinero cuando estábamos en el cafecito, mi hija me pidió dinero en la hora del licor. Mi mujer no pidió nada, nosotros teníamos una cuenta bancaria conjunta.
¿Vamos a dar una vuelta en el auto?, invité. Yo sabía que ella no iba, era la hora de la teleserie. No sé qué gracia tiene pasear de auto todas las noches, también ese auto costó una fortuna, tiene que ser usado, yo soy la que se apega menos a los bienes materiales, respondió mi mujer.

Los autos de los niños bloqueaban la puerta del garaje, impidiendo que yo sacase mi auto. Saqué el auto de los dos, los dejé en la calle, saqué el mío y lo dejé en la calle, puse los dos carros nuevamente en el garaje, cerré la puerta, todas esas maniobras me dejaron levemente irritado, pero al ver los parachoques salientes de mi auto, el refuerzo especial doble de acero cromado, sentí que el corazón batía rápido de euforia. Metí la llave en la ignición, era un motor poderoso que generaba su fuerza en silencio, escondido en el capó aerodinámico. Salí, como siempre sin saber para dónde ir, tenía que ser una calle desierta, en esta ciudad que tiene más gente que moscas. En la Avenida Brasil, allí no podía ser, mucho movimiento. Llegué a una calle mal iluminada, llena de árboles oscuros, el lugar ideal. ¿Hombre o mujer?, realmente no había gran diferencia, pero no aparecía nadie en condiciones, comencé a quedar un poco tenso, eso siempre sucedía, hasta me gustaba, el alivio era mayor. Entonces vi a la mujer, podía ser ella, aunque una mujer fuese menos emocionante, por ser más fácil. Ella caminaba apresuradamente, llevando un bulto de papel ordinario, cosas de la panadería o de la verdulería, estaba de falda y blusa, andaba rápido, había árboles en la acera, de veinte en veinte metros, un interesante problema que exigía una dosis de pericia. Apagué las luces del auto y aceleré. Ella sólo se dio cuenta que yo iba encima de ella cuando escuchó el sonido del caucho de los neumáticos pegando en la cuneta. Di en la mujer arriba de las rodillas, bien al medio de las dos piernas, un poco más sobre la izquierda, un golpe perfecto, escuché el ruido del impacto partiendo los dos huesazos, desvié rápido a la izquierda, un golpe perfecto, pasé como un cohete cerca de un árbol y me deslicé con los neumáticos cantando, de vuelta al asfalto. Motor bueno, el mío, iba de cero a cien kilómetros en once segundos. Incluso pude ver el cuerpo todo descoyuntado de la mujer que había ido a parar, rojizo, encima de un muro, de esos bajitos de casa de suburbio.

Examiné el auto en el garaje. Pasé orgullosamente la mano suavemente por el guardabarros, los parachoques sin marca. Pocas personas, en el mundo entero, igualaban mi habilidad en el uso de esas máquinas.
La familia estaba viendo la televisión. ¿Ya dio su paseíto, ahora estás más tranquilo?, preguntó mi mujer, acostada en el sofá, mirando fijamente el video. Voy a dormir, buenos noches para todos, respondí, mañana voy a tener un día horrible en la compañía.


Rubem Fonseca
















Rubem Fonseca, escritor brasileño mundialmente conocido, 
ha volcado en sus obras sus experiencias de vida pues 
su primera profesión fue la de policía. 
Como tal, ejerció hasta ocupar el cargo de Comisario; luego se
desempeñó como Juez.
A su natural inclinación hacia la Psicología, es necesario agregar 
su innato talento de creador; ello le permitió expresar la corrupción
del mundo humano, tanto de quienes poseyendo el poder 
económico, padecen el vacío existencial (ya anticipado por Poe, 
Baudelaire y Kafka) como de quienes están condenados por la pobreza.
A pesar de su fama, defiende su privacidad y no está interesado 
en entrevistas. Es viudo y tiene tres hijos.



Continuamos leyendo el Dossier “Informe sobre Cárceles” de Revista Contratiempo, publicación argentina dirigida por Zenda Liendivit

“Sistema Penal y Sociedad - La administración del delito” (o EL CORRAL DE LOS CHIVOS EXPIATORIOS - Selección de fragmentos)


“Dados los mecanismos represivos de control social que utiliza el sistema neoliberal para imponer su política, una posible lectura es la del espacio carcelario como una continuidad de las zonas excluidas de la ciudad.
Sin duda el espacio de la cárcel es una continuidad de las zonas excluidas de la ciudad, pero de ningún modo es obsoleto. Sabido es que los clientes del sistema penal que pueblan nuestras cárceles son casi en su totalidad pertenecientes a los sectores pobres, los excluidos de la sociedad. El sistema opera selectivamente sobre ellos, y luego de un tiempo, resultan ser siempre los mismos. Son aquellos más fáciles de agarrar, los de los delitos torpes, etc. Por ello existe una doble vía continua entre estos barrios y la cárcel: la cárcel es una continuación de la villa, existe una continuidad de la villa a la cárcel.
Actualmente asistimos a la reproducción de "la villa en la cárcel", es decir, una situación de vida carcelaria en condiciones tan precarias como en las de un ghetto urbano –villa o favela-, que es la actual situación del sistema carcelario no solo argentino sino latinoamericano. Creo que hoy es posible afirmar en la cárcel argentina el respeto al principio de "less elegibility", aquél principio teórico del siglo pasado que decía que las condiciones de vida de la cárcel siempre deben ser peores que las del último estrato social. Esos pensadores estaban preocupados de que haya personas que quieran cometer delitos para estar detenidas y tener techo y comida. Hoy sin duda las condiciones de detención son mucho peores que las condiciones de vida en cualquier ghetto urbano.
Esta situación de privación continua en la cárcel genera violencia pues si ponemos 200 personas en un pabellón y no les proveemos alimentos, medicamentos, ropa de abrigo, elementos de aseo, lo primero que va a ocurrir es un motín. Si precarizamos la vida en el penal, los internos terminan matando, por ejemplo, por un kilo de yerba”.

“Esa es la función latente del sistema penal, a la que entiendo alude Michel Foucault en el famoso último capítulo de "Vigilar y castigar". El verdadero poder de la prisión es la posibilidad del Estado de administrar y controlar un caudal de ilicitudes, controlando ese grupo minoritario y de esa forma controlar el comportamiento y la sumisión del resto de la población, que en general es ajena a la criminalización. Es la función simbólica del castigo actual, y aún con sus panópticos deteriorados, de paredes derruidas, de guardiacárceles mal pagos, etc, está tan vigente como nunca. En este sentido, la cárcel es el corral de los chivos expiatorios.
Me he visto muy interesado en los estudios de los años 70, cuando surgieron esas visiones de la cárcel como lugar de disciplinamiento de las masas a la vida capitalista. Se decía correctamente que el origen de la cárcel eran las "work houses" o "casas de trabajo" inglesas donde desde fines del siglo XVIII mendigos y vagabundos eran obligados a trabajar en la elaboración de diversos productos. Era la relación entre "la cárcel y la fábrica" (3). Pero creo que actualmente los términos han cambiado. Creo que ahora debe verse esa relación estructural en la óptica de "la cárcel sin la fábrica", o cárceles de exclusión o "cárceles de la miseria", como las llama Loïc Wacquant”.


“Se está ampliando la situación carcelaria a los barrios pobres. Mientras el recurso cárcel no va a decrecer, las políticas estatales de control en los barrios pobres puede aumentar. Es ese el otro margen de la continuidad entre "cárcel" y "villa". Asistimos a eso actualmente, por ejemplo el barrio Fuerte Apache esta sitiado por personal de la Gendarmería Nacional, o pensemos en las favelas de Brasil.
Estas son muestras de un retorno a la ideología de finales del siglo XIX que relacionaba clases populares a clases peligrosas. La política criminal actual focaliza en determinados territorios urbanos, que desde el discurso estigmatiza, configurando los conceptos de "barrios peligrosos" y que está asociado a un estereotipo de "delincuente juvenil". El control social es fundamentalmente eso, es la producción de significado”.

“... La política criminal actual, a la par de focalizar los problemas en las villas, expande la cárcel y relegitima su función en ese mecanismo selectivo y de definición.
La readaptación es una ideología encubridora de lo que la cárcel es, fue y será siempre: puro secuestro de personas. A lo largo del tiempo, lograr la legitimidad necesaria del Estado en su tarea de encerrar personas, nunca fue fácil de realizar. Analicemos distintas fotografías de la cárcel:
-Pensemos en la "cárcel-fábrica", en la cárcel disciplinaria de fines del siglo XIX de Estados Unidos o europea, todos los presos haciendo trabajos forzados, un un intento bien logrado de darle una utilidad a esa masa humana privada de libertad de forma acorde con los principios religiosos y económicos de la época.
-Imaginemos ahora la cárcel modelo argentina, la Penitenciaria Nacional de la calle Las Heras en Capital Federal en los años 1920 – 1930. Todos los presos en sus celdas con sus traje a rayas, y por los pasillos de los pabellones, científicos europeos elogiando su funcionamiento. Trabajo, estudio, disciplina e higiene. Aunque fue una sola porque -como dice Caimari- el resto de las cárceles funcionaba con la precaridad habitual ("Apenas un delincuente", Siglo XXI, Bs. As. 2004).intento bien logrado de darle una utilidad a esa masa humana privada de libertad de forma acorde con los principios religiosos y económicos de la época.
-Miremos ahora los centros terapéuticos típicos de europa occidental de los años 60 y 70, dominados por psicólogos y psiquiatras, con complejas teorías y tratamientos, una foto similar a la "La Naranja Mecánica" de A. Burguess. De vuelta la ciencia dando la legitimación al castigo.
Está claro que estos fines asignados a la cárcel son falsos. La cárcel no educa, no recupera, no resocializa, no reinserta. Pero resulta difícil erradicar semejante herramienta simbólica de control social. Por ello, lo único que cabe en este contexto es sincerar su discurso.
Tiene toda la razón Zaffaroni cuando dice que se debe buscar a fortalecer igualmente una ideología de la cárcel fundada en los D.D.H.H., una cárcel donde se imponga un trato humano, lo menos deteriorante posible y que ofrezca la posibilidad de reducir los niveles de vulnerabilidad (encuadre en estereotipo y asunción de sus roles) de sus clientes”.

SEBASTIÁN FOGLIA 

SEBASTIÁN FOGLIA es abogado, miembro del Instituto para el Desarrollo de Estudios Sociales (INIDES), Director de la revista electrónica "Derecho Penal Online" (www.derechopenalonline.com), Profesor Adjunto de "Derecho Penal I" en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de La Plata, Ayudante de "Derecho Penal I" del Departamento de Derecho de la Universidad Nacional del Sur, Auxiliar de la cátedra del Prof. Eugenio Raúl Zaffaroni de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires en la materia "Elementos de Derecho Penal y Procesal Penal."


A pesar del tiempo transcurrido desde su edición y de que se focalice en la realidad argentina, es horrendo descubrir que los profesionales hasta ahora leídos sostienen básicamente el mismo macroconcepto, que ese concepto perdura al 2013, que la situación objetivada (los eufemísticamente llamados “núcleos duros de la pobreza” o sea, la placenta de las cárceles) no ha sido transformada aún sino profundizada (por más paradigmas que las cúpulas del mundo pretendan aplicar), y que se trata de una especie de ilesa fotografía de Latinoamérica toda.  













LA VIDA DE MAGDALENA


Dicen que Magdalena nunca sonríe
dicen que Magdalena siempre está triste
que se sienta solita en el recreo
y que no participa nunca en los juegos
que tiene moretones por todo el cuerpo

La vida de Magdalena es una condena
qué pena, qué pena, la vida de Magdalena

Dicen que hace tres días no va a la escuela
no la han visto los niños ni la maestra
yo la vi esta mañana frente a la iglesia
pidiendo a los que pasaban una moneda
sus padres escondidos estaban cerca

La vida de Magdalena es una condena
qué pena, qué pena, la vida de Magdalena

Yo sé que hay Magdalenas por todos lados
niños que como ella están condenados
porque cuando los vemos y nos callamos
somos nosotros quienes los condenamos
vamos que se hace tarde y hay que abrigarlos

La vida de Magdalena es una condena
qué pena, qué pena, la vida de Magdalena


Extraída de AlbumCancionYLetra.com 

La hormiga es un insecto cuya aparición en el planeta data
de unos 130 millones de años,
según información que puede recabarse,
por ejemplo, en Wikipedia.
Dicen los biólogos que este éxito tal vez radique
en su capacidad para resolver problemas complejos.
Sigamos trabajando. ¡Quién sabe! Quizás sea
un privilegio éste, el de insistir, resistir, persistir...
en fin, éste, el de ser hormiga...