martes, 10 de septiembre de 2013

Cuerpos castigados : malos tratos y tortura física en cárceles federales - Alcira Daroqui - Carlos Motto (1)

Cuerpos castigados : malos tratos y tortura física en cárceles federales / 

compilado por Francisco Mugnolo. - 1a ed. 1a reimp. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Del Puerto: Procuración Penitenciaria de la Nación, 2009.
224 p. ; 22x15 cm.
ISBN 978-987-1397-31-0

1. Derechos Humanos. 2. Sistema Penal Argentino.
I. Mugnolo, Francisco, comp.

Directores de la Investigación
Lic. Alcira Daroqui - Lic. Carlos Motto



(Se presentan aquí algunos fragmentos relevantes de un Informe  que debería ser elaborado en todas las naciones de 
cuño democrático,  porque difundir es un paso clave hacia la abolición de la impunidad. 
Nota de la Administración del Blog).



Prólogo
Iñaki Rivera Beiras*

* Director del Observatorio del Sistema Penal y los Derechos Humanos de la Universidad de Barcelona.

1. Resulta indudable a estas alturas que las políticas penales de intolerancia (total o selectiva, según contextos distintos) se van imponiendo a escala planetaria. Muchas denominaciones se emplean para señalarlas: tolerancia cero, incapacitación punitiva, criminología de la intolerancia y otras. El despliegue de semejantes políticas en la globalización no parece encontrar barreras e inunda realidades muy distintas a aquellas en donde fueron concebidas.
En efecto, si la recuperación de la intolerancia se suele localizar en el medio británico y norteamericano, es cierto asimismo que su expansión hacia América Latina o hacia Europa constituye un hecho incuestionable. El gobierno de la penalidad1 ya está claramente unido al gobierno de otras facetas de la vida pública y el populismo punitivo2 se ha revelado como instrumento eficaz en las
contiendas electorales y en el mantenimiento y reproducción del poder. Gobernar a través del miedo, mantener a las sociedades atemorizadas, ofrecerles (o venderles) “seguridad” y mantenerlas así cohesionadas en torno a la autoridad, son datos de la actualidad, también en la Argentina.
La descomunal inflación punitiva de las sociedades occidentales se revela en toda su crudeza cuando se atiende al último contenedor del sistema penal: la cárcel. Por ello a nadie debe extrañar que en el interior de esos lugares, allá donde los ojos de la sociedad no penetran y donde se verifica la mayor de las abyecciones, corrupciones y obscenidades, la auténtica naturaleza corporal de la pena emerja sin los maquillajes con que algunas operaciones reformistas habían intentado ocultarla. La nuda vida, la vida sin atributos, zoe al desnudo, aparecen cuando es el cuerpo –y siempre fue el cuerpo– el objeto fundamental de la marca punitiva. Y esto siempre fue así, pese a que es cierto que pueda haber habido períodos
de ocultamiento de esta realidad. Lo fue desde los tiempos del Antiguo Régimen cuando la naturaleza corporal de la pena se mostraba públicamente en las plazas públicas, o en el espectáculo del patíbulo y los suplicios, o en las hogueras de la Santa Inquisición.
Cuerpos marcados y cuerpos mutilados. Pero también lo fue más adelante cuando Howard visitó el archipiélago carcelario europeo y pudo constatar y dar testimonio en su propia carne de los efectos del tifus carcelario de entonces. Y también el cuerpo siguió siendo el objeto directo del castigo cuando comenzaron a revelarse las “enfermedades de la sombra”, aquellas que son propias de la reclusión.
Ruggiero y Gallo lo investigaron hace años5 y Gonin lo pudo describir profesionalmente como nadie6. Seguir las huellas, las marcas y las cicatrices en la piel de los condenados a penas privativas de libertad, es seguir el rastro de la inscripción de la pena en los cuerpos de los condenados. En las últimas décadas, el vih describió un nuevo capítulo del horror en el interior de los institutos penales. Muchas enfermerías y hospitales penitenciarios se han ido convirtiendo en nuevos depósitos de enfermos en una imagen que retrotrae a aquellos tiempos que algunos creyeron superados.

Como se ve, la historia de la cárcel también puede ser leída entonces como la historia de estas inscripciones en la piel de sus habitantes. Nunca fue otra cosa que penalidad auténticamente corporal.
Por eso, personalmente no puedo aceptar la exposición que a veces se realiza describiendo escenarios penales en los que reinó un supuesto welfarismo penal propio de un modelo asistencial perteneciente a la forma del Estado social. Ello esconde una realidad mucho más terrible que nunca se modificó sustancialmente, pese al intento de dibujar supuestos modelos ideales y nunca realizados.
Mucho antes de ese supuesto complejo penal asistencialista, a lo largo del siglo XIX se conocieron, en Europa y en América, los regímenes penitenciarios más brutales aunque se pretendieran enmarcar en modelos correccionalistas o tutelares.
Si ello se quiere vincular con la particular historia y situación argentinas, entonces cuanto se está señalando adquiere unos contornos específicos. La historia argentina contiene demasiados capítulos de horror, de intolerancia y, para el caso que nos ocupa, especialmente, de banalización de la violencia institucional y de la tortura. Y es justamente esa naturalización e introyección en la vida cotidiana de un fenómeno semejante lo que no puede ser aceptado.

2. La presente obra, por tanto, posee un valor extraordinario, tanto por lo que pone al descubierto, cuanto por la rigurosidad con que lo hace. Pero asimismo, también por el compromiso que evidencia en lo que hace a la misión fundamental de la institución de la Procuración Penitenciaria. El título de esta investigación no podía captar mejor la naturaleza de cuanto analiza: cuerpos castigados.
Repasemos, aunque sea someramente el Índice para dar una idea a los lectores de su contenido.
La obra comienza con una fundamentación asentada en la necesidad de considerar el tema de la tortura en el marco de la legislación internacional y argentina para, inmediatamente, vincularla con las finalidades garantistas y de control de la institución de la Procuración Penitenciaria. Rápidamente se pone de manifiesto la resistencia opuesta por el Servicio Penitenciario Federal de la República Argentina a un tipo de control al cual ha sido y es reacia la institución penitenciaria, caracterizada por su opacidad y falta de transparencia.
Remarcables resultan los datos que provienen de algunas de las “ceremonias o rituales” del encierro carcelario. Particularmente, aquellas que se vinculan con los procedimientos para el ingreso en la cárcel (la famosa “bienvenida”), las requisas, el aislamiento carcelario y las agresiones a los presos. La rigurosidad del análisis efectuado en la investigación es un dato a destacar sin duda alguna.
Las clasificaciones que se contienen sobre cada una de las situaciones mencionadas, en su distribución y agrupamiento por edad, sexo, situación procesal o unidad penitenciaria, son bien precisas e irrefutables. Pero si algo hay que destacar, además de cuanto se viene señalando, es que esta investigación ha permitido escuchar las voces de los presos, las voces que provienen del silencio y de las sombras, de los que nunca han podido ser oídos ni son incluidos en ninguna agenda política.
Pero hay mucho más de cuanto aquí apenas se esboza: hay recorridos de instalaciones, muchas conversaciones mantenidas con las víctimas, recomendaciones efectuadas, señalamientos cuantitativos y evaluaciones cualitativas. Al final de la obra, además, el lector encontrará un archivo fotográfico cuya sola mirada hace innecesario cualquier comentario sobre la brutalidad examinada. En suma, un estudio serio, contrastado y riguroso que ya no podrá nunca más ser obviado cuando se quiera estudiar la situación carcelaria
argentina.
Por todo ello, esperamos que las autoridades nacionales tomen en seria consideración lo que este estudio pone de manifiesto y que no se siga, bien negando la existencia de la tortura en las cárceles federales, bien aceptándola como algo inevitable. En ambos casos, el resultado es que nadie entonces se responsabiliza por ello y no se actúa en el ejercicio de las competencias establecidas. Especialmente, esperamos que las autoridades penitenciarias, así como de la Defensoría de la Nación y las jurisdiccionales no se empeñen en descalificar el contenido de esta investigación, sino que esperamos que se dediquen a investigar lo que ella revela. Y ello no solo por cumplir con las obligaciones internacionales contraídas en el marco de la legislación contra la tortura, sino también por un sentido de responsabilidad y compromiso con la defensa de los derechos fundamentales de los reclusos. Será particularmente importante, por ello, permanecer atentos desde las instancias internacionales para observar el comportamiento de las autoridades argentinas. Por cuanto conocemos, las primeras reacciones del Servicio Penitenciario Federal a la presentación pública del informe (hace pocos meses), han ido en la dirección opuesta a la que cabía esperar, cerrándose una vez más en una defensa corporativa, en una negación de la evidencia y en una descalificación de los autores de la investigación. Ni ello es nuevo ni original aunque sea intolerable. Lamentablemente, esas actitudes se perciben también en otros contextos y puede ser interesante para los lectores conocer cómo se han tratado situaciones similares en otros ámbitos.

El informe del OSPDH también fue duramente cuestionado y la cerrada y corporativa reacción de las autoridades públicas puso de manifiesto, también con estas actuaciones, el incumplimiento de los compromisos propios de un Estado de derecho deteriorando la calidad de un sistema democrático.
¿Cuáles son entonces las situaciones que permiten la impunidad de la tortura? Se pueden poner de manifiesto las siguientes: el aislamiento carcelario que propicia las agresiones, la imposibilidad procesal de identificar a los responsables, la cerrada defensa corporativa de sus compañeros, las dificultades en la práctica de
las pruebas en los pocos procesos judiciales que se han logrado incoar por estos delitos, las trabas a las investigaciones opuestas desde la Administración, los indultos concedidos a los (pocos) torturadores condenados y algunas otras.
Ante semejantes constataciones, todos nos comprometimos entonces a difundir este tipo de investigaciones en el continente europeo dentro de nuestras posibilidades. Por ello puedo afirmar que una tarea que el OSPDH emprenderá con sumo gusto y responsabilidad, es la de difundir ampliamente el presente estudio argentino de la Procuración Penitenciaria. Es imprescindible que se conozca cuanto revela.

/...)  al final, la cuestión se resume como lo señaló para siempre Hannah Arendt a propósito de las rutinas de la “solución final”: o creemos que toda la violencia institucional es producto de unas rutinas burocráticas o asumimos que no podemos banalizar “el mal” de esa manera y reaccionamos de una vez evitando quedarnos paralizados.
La historia europea ya marcó los peores escenarios con relación a ello, y el mundo permaneció inmóvil demasiado tiempo y cuando reaccionó, fue muy tarde. La Argentina vivió hace tres décadas su propia tragedia y demasiados silencios y paralizaciones permitieron la consumación de la barbarie. Posteriormente se ganó un respeto en el mundo por la lucha contra la impunidad en el campo de los derechos humanos. Pero no ha sucedido lo mismo en el ámbito de los derechos fundamentales de los presos, allí hay todavía un inmenso agujero negro, una verdadera zona de no-derecho.
Ya es tiempo que se aborde de una vez aunque sean irreparables los daños causados. Otra generación, algún día, deberá hacerse cargo de ello. Esta obra muestra ya un camino a seguir. Que se prepare el lector entonces y empiece ahora a recorrerlo, seguramente cuando acabe su lectura no será el mismo.

Barcelona, octubre de 2008


Si bien la labor de auditorías en establecimientos penitenciarios del SPF se viene desarrollando por este organismo desde su creación, a partir de la reestructuración efectuada tras la aprobación de la ley  25.875, que atribuye plena autonomía a la PPN, se ha constituido un  Área de Auditoría con personal específicamente capacitado para  desarrollar dicha función. Si bien las cuestiones relacionadas con los  malos tratos se vienen describiendo y señalando hace muchos años en los informes que se encuentran a disposición en los diferentes informes anuales presentados por este organismo, a modo de ejemplo se pueden citar los siguientes señalamientos:

– Trato y violencia. Es importante destacar, a modo de ejemplo, la situación que se viene relevando en la Prisión Regional del Norte U7 del SPF. Del  trabajo realizado en estos años, puede decirse que dicha cárcel se ha caracterizado por ser la unidad del SPF de donde surgen la mayor cantidad  de denuncias por agresiones físicas por parte del personal penitenciario hacia  los internos. Entre ellas aparece la práctica sistemática de métodos como el “pata-pata” y el “submarino seco”. El primero consiste en golpear la planta de los pies con palos o mangueras. El segundo consiste en colocar una bolsa en la cabeza del sujeto pasivo produciéndole principio de asfixia.

El trato dispensado se ha caracterizado por ser autoritario y violento, reflejo al de un regimiento militar: los internos tiene prohibido mirar a los ojos a los agentes penitenciarios, los obligan a cortarse el pelo, los hacen correr cuando circulan por la unidad, caminar con la cabeza gacha y las manos atrás. Los
internos señalan que se les efectúan requisas cada vez que ingresan o salen del pabellón, oportunidad en que muchas veces los agentes les propinan golpes. Los presos relatan que los golpes son dados por los agentes a cara descubierta y que ninguno de ellos usa la correspondiente placa identificatoria. Es de destacar que dicho uso resulta obligatorio y fue recomendado por este organismo en numerosas oportunidades.

– Especial referencia al Régimen de Resguardo a la Integridad Física (en adelante, RIF). El RIF consiste en una medida dictada judicialmente dirigida a preservar la integridad física del recluso ante una posible agresión, que puede provenir tanto de otros reclusos como de personal penitenciario. Esta medida, en la concreta
realidad penitenciaria, ha llevado a las autoridades de la administración a generar un tipo de alojamiento específico para las personas privadas de su libertad sobre las que pesa esta medida. El aislamiento en que consiste la aplicación de esta medida, evidencia una falencia del sistema penitenciario y del equilibrio que debe existir entre seguridad y resocialización. El aislamiento ocasiona un agravamiento en las condiciones de detención provocando una afectación a su dignidad, a su salud, a las posibilidades de trabajar y de estudiar. Esta medida de resguardo aparece como un fenómeno exclusivo de las cárceles cerradas o de máxima seguridad.

Requisa personal


Esta variable registra dos características distintas y, a su vez, un conjunto de prácticas diferenciadas por parte del personal penitenciario del cuerpo de requisa, pero que paralelamente se articulan y responden a una “supuesta lógica” de inspección, revisión y control de las personas (sus cuerpos), sus espacios y sus pertenencias, nos referimos a la requisa personal y la requisa de pabellón.
La información en relación a la requisa personal fue relevada en la encuesta personal, este instrumento fue diseñado con el propósito de dar cuenta sobre la “historia personal” de cada detenido/a encuestado en relación a la cuestión de la violencia institucional vinculada a los malos tratos físicos-torturas, ejercidos por personal penitenciario durante su detención. A pesar de ello, el contenido de
las respuestas de la encuesta personal en todos los campos investigados, remitió sistemáticamente a referencias sobre el grupo o la población de las personas detenidas en su conjunto, por ejemplo:
“A mí me dieron la bienvenida, como a todos”; “A mí todavía no me golpearon, pero he visto a muchos con golpes en la cara”; “ A mí me hacen desnudar pero a las más jóvenes, además, les hacen hacer flexiones”; “Cuando entra la requisa, todos nos tenemos que desnudar”.

Mas allá de estas referencias realizadas por la persona encuestada a situaciones de violencia institucional que involucraban a varias personas, esta investigación, tal como se desarrolló en el Encuadre metodológico, cuenta con el diseño de otro instrumento de relevamiento de información que registra como unidad de análisis los pabellones involucrando a la población total y que analizaremos en el apartado siguiente sobre Requisa de pabellones.
La requisa personal se constituye en uno de los aspectos del trato que hemos designado como maltrato físico vejatorio y degradante.
Registra la modalidad más gravosa, el desnudo total y flexiones que da cuenta de la exposición del cuerpo totalmente desnudo con el agravante de realizar flexiones a efectos de “agudizar” la inspección por parte del personal del servicio penitenciario de la zona genital-anal de las personas encarceladas. El resto de las dimensiones de esta requisa personal hacen referencia a gradaciones de exposición del cuerpo, desnudo total y parcial (parte de arriba o de abajo del cuerpo) y por el contacto directo con el cuerpo por parte del personal penitenciario como es en el caso del denominado cacheo o palpado del “cuerpo vestido”.

Tenemos entonces cuatro dimensiones que por la intensidad vejatoria son:

1) Desnudo total y flexiones.
2) Desnudo total.
3) Desnudo parcial.
4) Cacheo.

Como puede apreciarse, la violencia vejatoria que intentamos describir se vincula a los grados de exposición del “cuerpo desnudo” ante otros, que exceden una práctica excepcional y configuran una rutinización de prácticas degradantes de fuerte impacto material y simbólico. La gradación de esta variable está construida sobre el criterio de cuantificar el nivel de intensidad de la “inspección del cuerpo” por parte del personal penitenciario. El grado de mayor inspección suma a la desnudez un plus de intrusión humillante en la intimidad del propio cuerpo, nos referimos a las flexiones.
El extremo opuesto, el cacheo, hace referencia a una inspección sobre el “cuerpo vestido”, que si bien implica contacto físico, es menos invasivo.


Comparativamente la mayor diferencia con los varones se da en el nivel más gravoso, esto implica que casi el 70% de las mujeres pasó en el presente año por un procedimiento de requisa personal de desnudo total y flexiones, es decir la inspección más degradante y humillante. En el caso de los varones la modalidad de requisa que presenta mayor concentración es la segunda en el nivel de intensidad vejatoria, el desnudo total, con un 88%.
Vuelven a tener una frecuencia más elevada las mujeres en el desnudo parcial, 72,2% y en el cacheo con el 84,6%. Como una conclusión provisional se puede decir que un gran porcentaje de los varones pasan por el desnudo total y el cacheo, las mujeres tienen una mayor “oportunidad” de pasar por todas las modalidades de requisa. De hecho, la encuesta revela que: el 61,4% de las mujeres pasó por tres o cuatro de estas modalidades de requisa, mientras que, por el contrario, el 60,2% de los varones no fue requisado o pasaron por entre una y dos modalidades de requisa.


Lecturas cualitativas: las voces de las personas encarceladas

Como pudimos observar más arriba, entre las mujeres se encuentra la mayor proporción de personas que son sometidas al desnudo total y flexiones, sus relatos indican además un grado de intensidad aún más vejatorio que los varones que padecen esa modalidad.

Los relatos

“Acá siempre te hacen desnudar, si tenés que sacarte toda la ropa, a mí me da mucha vergüenza, pero lo peor es que te hagan hacer flexiones y te miran allá abajo, las dos colas, es horrible”.
“Desnudarte cada vez que volvés a entrar al pabellón y cuando entra la requisa depende de cual te toque ese día, te hacen desnudar y hacer varias flexiones para ver si se te cae algo de la vagina, no lo hacen por eso, lo hacen para que te sientas mal, no respetan si sos una mujer grande, hasta lo han hecho con embarazadas”.
“A mí me tienen de punto, siempre tengo que desnudarme y hasta hice cinco flexiones para que me vean la cola, A mí nunca me tocaron pero según me contaron que el año pasado había una de requisa que metía los dedos”.
“En la requisa nos desnudan a todas, cuando vuelve del trabajo o de visita, siempre requisan con desnudo y flexiones”.
“En la requisa te abren las nalgas y no les importan si estás indispuesta, hasta se manchan de sangre. Si contestas o te resistís, te llevan a los tubos”.

De las 773 personas que respondieron haber pasado por la requisa del desnudo total, la mayoría son varones.

Los relatos

“Todo el tiempo te tenés que poner en bolas, seguro cuando entra la requisa al pabellón, pero también cuando volvés de un comparendo de tribunales o del hospital y de visita, siempre te hacen desnudar por ahí tenés que agacharte pero flexiones, no”.
“Te hacen sacar la ropa y a veces la sacuden al lado tuyo y te la vuelven a tirar al piso, la pisotean y te ordenan vestirte, dura unos segundos, pero es muy feo eso casi siempre lo hace la requisa de pabellón”.
“Cuando entra la requisa te desnudás y si vienen malos, te pegan palazos en los testículos”.
“Desnudarte sí, a veces te hacen agachar, flexiones es muy difícil ellos saben que todo tiene un límite”.

En cuanto al desnudo parcial y al cacheo, se las reconoce como dos tipos de requisas absolutamente habituales, mientras que la primera responde a la lógica de la exposición corporal para “su inspección”, la segunda es la única modalidad en la que el cuerpo de la persona detenida es “tocado, palpado” por agentes penitenciarios.

“Siempre tenés que sacarte la ropa, cuando volvés a tu pabellón o cuando entra la requisa, te miran y te dicen barbaridades, a mí al principio me daba vergüenza, ahora estoy anestesiada”.
“Lo peor es cuando te cachean entre varios, no se entiende para qué lo hacen y, además, no tiene lógica; a veces te lo hacen antes de una audiencia y salís de la audiencia y te lo hacen de vuelta”.
“El cacheo te lo hacen en todo el cuerpo, pero te tocan más las piernas, en todas partes de la unidad siempre hay alguien que te palpa el cuerpo, es rutina y en las requisas de pabellón te hacen sacar la ropa, aunque si es la que viene de mañana, solo te cachean en la puerta de la celda”.
“El otro día me revisaban la bolsa y se ve que la miré mal y entonces la celadora me hizo bajar los pantalones y cuando me los subí, me dijo que me levantara el pulóver y que le mostrara las tetas, para eso era mejor que me hiciera desnudar de una vez y ya estaba”.
“Yo paso por una guardia que ya la conozco y entonces antes que me digan nada, me levanto la ropa y a veces me la hacen sacar, te tocan la ropa y a vos cuando estás desnudo, pensaran encontrar algo debajo de la piel”.
“Lo peor es cuando pasás por un control y hay varios penitenciarios y te hacen bajar los pantalones y todos te miran, pero no miran para ver si tenés algo, te miran a la cara, es para humillarte”.
“La primera vez que me empezaron a palpar me quise negar y me tiraron al suelo y me pisaban y entonces me decían: ‘¿Te gusta más así?’, ahora dejo que me toquen por todos lados, total ellos hacen lo que quieren”.

La requisa personal es una práctica institucional que ejerce el personal penitenciario en todo momento y circunstancia, durante la circulación por la unidad, al ingreso, al reingreso de comparendos judiciales, al reintegro al pabellón de las visita, de actividades de educación, trabajo y en particular en el marco de los procedimientos de requisa de los pabellones, en la que se combinan la exposición de los cuerpos desnudos de las personas detenidas con prácticas de inspección vejatorias y prácticas de violencia física sobre
sus cuerpos y sus pertenencias


Los relatos

“Me hacen abrir el ano. Depende de quien te toque es más violenta la situación”.
“Muchas veces me hacen hacer flexiones hasta que la celadora quiera”.
“Cuando salgo a visita me requisan con mucha saña, se burlaron de mí, me hacen abrirme delante de mis compañeras. Permanezco desnuda el tiempo que quiere el SPF”.
“En una misma requisa, me hacían desnudarme varias veces, me vestía y luego me hacían desnudarme nuevamente”.
“Una vez estuve haciendo flexiones y esposada, durante dos horas. La última vez de este modo fue hace cuatro meses”.
“La cantidad de flexiones dependen del personal que está realizando la requisa”.

A menudo la práctica de requisa personal DTF va acompañada por la burla del personal penitenciario, el maltrato psicológico y la agresión verbal hacia la detenida requisada.

Los relatos

“Mientras me requisan me agreden verbalmente y me da miedo”.
“En la requisa, me tiran de los pelos, me insultan y verduguean”.
“Cuando me requisan me dan patadas en el culo, cachetadas, tirones de pelo”.
“Durante la requisa me gritan todo el tiempo y me verduguean”.

En oportunidades esta modalidad de requisa DTF es practicada a las mujeres por personal penitenciario masculino.

Los relatos

“La primera vez, cuando ingresé al penal la requisa me la efectuó un hombre”.
“Me revisó un médico hombre la primera vez y esto me pareció horrible”.
“Lo que más me molestó es que la requisa me la efectuó un hombre”.

A través de los relatos se ha determinado que el tiempo que una persona detenida transcurre desnuda y realizando flexiones depende básicamente de la arbitrariedad de las diferentes guardias de requisa, a pesar de ello, logramos establecer un rango que pudieran calificar temporalmente este tipo de prácticas.

“Como te lo hace todos los días el tiempo lo calculás de acuerdo a la requisa que te toca, algunos te hacen quedar veinte minutos desnudo y te hacen flexionar veinte veces”.
 “El tiempo que te dejan desnudo no tiene que ver siempre con la cantidad de flexiones, a veces está desnudo parado un montón de tiempo y antes de vestirte, te dicen que hagás algunas flexiones”.
“A veces tengo que hacer treinta flexiones, eso depende del ánimo del oficial, lo mismo es para el tiempo que dejan en bolas. Es igual, depende del humor de ellos”.


Estas circunstancias en las que son requisados, no son excluyentes y dan cuenta que una vez más, la requisa de pabellón registra los mayores grados de violencia, aunque no deja de ser impactante en el otro extremo, que quien regresa de una actividad vinculada al tratamiento de resocialización, paso por este tipo de práctica humillante y vejatoria.

“Cada vez que voy y vuelvo de educación tengo que desnudarme y hacer flexiones”.
“Siempre, cuando regreso del trabajo”.

“Cuando regreso de la visita, me obligan a hacer veinte flexiones”.
“Cuando me reintegro de la visita, desnudo y diez flexiones”.


En cuanto al procedimiento de requisa en una primera instancia nos interesó detectar la temporalidad en la que se producen y los motivos que “habilitan” estos ejercicios. Temporalidad y motivos se articulan entre sí y de esa articulación surgen dos tipos diferenciados de requisas: las de “rutina” y las “imprevistas”.
Las requisas de rutina en el pabellón suelen realizarse con regularidad y, como ya expresamos, los motivos responden generalmente a una “supuesta” lógica de inspección, revisión y control de las personas (sus cuerpos), sus espacios y sus pertenencias.
De lo expresado por las personas encuestadas, se da cuenta que en 155 pabellones (el 68,6% del total de pabellones) se realizan requisas de rutina, en estos pabellones se encuentran alojadas 5.684 personas, es decir el 80,7% de los 7.040 presos alojados en las diez unidades estudiadas.

Ante la pregunta por la frecuencia con que ingresa el cuerpo de requisa, se registró a partir de los relatos que en once pabellones con 357 personas alojadas la requisa se realiza más de una vez por semana, en 25 pabellones con 746 personas alojadas, una vez por semana y en 34 pabellones con 1.314 personas alojadas, una vez cada quince días. Mientras que una vez por mes se realiza en 57 pabellones, con 2.201 personas alojadas. Y en 28 pabellones con 1.010 personas alojadas, la requisa se realiza por intervalos de tiempo superiores al mes.
Destacamos que 70 pabellones con 2.417 personas alojadas son requisados rutinariamente con una frecuencia que va desde más de una vez por semana, una vez por semana y una vez cada quince días.
Asimismo, y atento a que son rutinarias, el horario en el que se realizan las requisas suele ser previsible; el de las mañanas es el de mayor frecuencia en 106 pabellones con 4.106 personas alojadas, de todas formas resulta llamativo que en 24 pabellones con 720 personas alojadas, se haya expresado que las requisas de rutina no tienen un horario fijo, por lo que pueden producirse en cualquier
momento del día o de la noche, lo que asimila esa operatoria a las requisas de tipo imprevistas.

Atento a la pregunta acerca de la cantidad de agentes penitenciarios que participan en las requisas de rutina, las personas detenidas respondieron que el número de agentes oscila de cinco hasta quince aproximadamente.
Las requisas imprevistas en el pabellón también responden a una “supuesta” lógica de inspección, revisión y control de las personas (sus cuerpos), sus espacios y sus pertenencias pero deben añadirse aquellos motivos de “orden y seguridad” que les imprimen un carácter más indiscriminado y violento.

Ahora bien, en este tipo de requisas nos interesaba particularmente indagar sobre aquellos motivos que suelen relacionarse con la irrupción del cuerpo de requisa en el pabellón. Las causas que “convocan” a estos procedimientos de requisas imprevistas, detectados a partir de las respuestas de las personas encuestadas, se concentran, básicamente, en siete motivos, ello no implica que
sean excluyentes entre sí.

En 80 pabellones con 3.628 personas alojadas los motivos se vinculan a “peleas entre internos”, en 33 pabellones con 2.118 personas alojadas los motivos se vinculan a “conflictos con el personal penitenciario”, en diecinueve pabellones con 963 personas alojadas, el motivo se vincula “al ingreso al pabellón después de la visita”, en siete pabellones con 240 personas alojadas el motivo es
“buscar droga”, en diez pabellones con 453 personas alojadas, el motivo es “buscar objetos” y por último, lo que se presenta como particularmente interesante es que en diecinueve pabellones con 574 personas alojadas, las repuestas refirieron que las requisas imprevistas se realizan “sin motivos”, es decir, no reconocen causas que motiven este procedimiento.

Las voces de las personas encarceladas

En cuanto a la preguntas sobre quiénes o qué cuerpos penitenciarios realizan la requisa de pabellón, si bien la mayoría de las respuestas hacen referencia al cuerpo especial de requisa, éste ingresa a los pabellones en varias oportunidades con el propio Jefe de Requisa, con los celadores de turno, con médicos, con el jefe de módulo, con el jefe de turno, con el encargado, etcétera. Es decir, los procedimientos de requisa realizados por este cuerpo especial son registrados, atento a estar presentes durante tales, por autoridades del penal y por personal profesional como así también por el personal subalterno a cargo de la custodia del pabellón; de modo que buena parte de las irregularidades que describimos en este informe se realizan bajo el consentimiento de personal jerárquico y/o profesional, en particular médicos.

Los relatos

“Los que ingresan al pabellón son los del cuerpo de requisa, y siempre lo hacen con un celador o con el jefe de turno”.
“Ingresan los de seguridad interna, de requisa, con el Director de Módulo”.
“Los que hacen las requisas son el Director de Módulo, el jefe de módulo, oficial de turno, jefe de requisa y todos los subalternos de requisa, son un montón”.
“Entran al pabellón, ‘los vestidos de negro’, los de requisa y el jefe del día”.
“El jefe de requisa y 20 o 30 agentes de requisa junto con un médico”.
“En la requisa de pabellón, están los mismos agentes que revisan a la visita y a nosotros cuando volvemos de comparendo, cuando entran al pabellón”.
“Los agentes de requisa y el enfermero, a veces viene el médico también, parece que saben que nos van a matar”.
“Entran todos los que se visten de negro, esos son los de requisa, además un
enfermero, el jefe de requisa y el jefe de turno”.

La ausencia de placas identificatorias en el uniforme del personal en general y del personal de requisa en particular obstaculiza seriamente la individualización cuando algún detenido o detenida decide realizar una denuncia judicial con relación a los malos tratos físicos y/o torturas padecidas. A esta falta de identificación se le suman las prácticas de amedrentamiento para impedir la “mirada” de los presos, prácticas que describimos más adelante.

Atento a la pregunta acerca de la cantidad de agentes penitenciarios que participan en las requisas imprevistas, las personas detenidas respondieron que el número de agentes oscila de 20 a 40 y hasta 50, y que ello, a su vez, depende de los motivos que habilitan el ingreso al pabellón del cuerpo de requisa, aunque también expresaron que a veces no se corresponde con “ninguna lógica clara”.

Los relatos

“A veces entran 50 tipos para buscar droga, muchas veces después que tuvimos visita, dan vuelta todo, te rompen tus cosas, se llevan cosas tuyas y no secuestran nada”.
“Cuando hay pelea en el pabellón tardan en aparecer ‘los de requisa’, a veces primero entran unos 10 y dejan que se sigan matando entre los presos y después llaman a 30 o 40 y entran a dar con todo, palazos, cadenazos, escudazos, patadas hasta entran con cuchillos y te cortan o te amenazan”.
“Si entraran cuando empiezan los problemas es más fácil identificar quienes están peleando, pero como tardan a propósito, cuando entran, a veces 20 o 40, matan a golpes a los que estaban peleando y a cualquiera, no les importa”.
“A veces estamos todos durmiendo y entran 20 o 30 del cuerpo de requisa a los gritos y los golpes y algunos se animan a preguntarles “que pasó, que hicimos” y dicen “acá hay muchas facas”, dan vuelta todo, nos desnudan, nos hacen correr al fondo, nos golpean y no se llevan nada”.

En cuanto a la pregunta acerca con qué elementos ingresaba el cuerpo de requisa al pabellón, las respuestas dieron cuenta que en 141 pabellones lo hacen habitualmente con palos, escopetas, escudos y cascos; mientras que las respuestas correspondientes a 33 pabellones añadieron otros elementos a los ya mencionados, como: pasamontañas, chalecos, bombas de estruendo, gases lacrimógenos, aerosoles y también “cuchillos” y otros tales como, guantes de látex, lentes de sol, escaleras, pinzas, cadenas.
Por último, en 15 pabellones expresaron que lo hacen “desarmados” (durante las requisas de rutina) en especial en Unidades de mujeres.

A la pregunta “¿Cómo ingresa el Cuerpo de requisa?” al pabellón, las respuestas expresan que la modalidad comprende una secuencia que regularmente se despliega de la siguiente forma: silbatos, gritos con órdenes, amenazas, órdenes, gritos, amenazas, golpes contra las rejas u otros objetos y golpes a las personas detenidas.
Asimismo, dan cuenta que cuando ingresan varios agentes, estas prácticas se producen en forma simultánea y la ejercen diferentes grupos.

Los relatos

“Ingresan insultando y gritando te dan varias órdenes, desnudarte, ir al fondo del pabellón, correr, mientras te van pegando”.
“Entran a los escopetazos, con cascos, pasamontañas, parecen militares, esto lo hacen solo cuando hay mucho quilombo, pero por ahí te ligas un tiro sin estar metido, porque ellos entran enceguecidos, tiros, palazos, te hacen desnudar, a algunos les hacen hacer flexiones, a otros los apilan (pirámide) y con algunos se ensañan feo”.
“Entran gritando ‘Requisa, requisa’, con silbatos, empujan a los que están cerca de la reja, si se caen, pierden, los levantan a patadas, te hacen desnudar y te mandan al fondo del pabellón. Gritan ‘Al fondo, al fondo, en bolas, tiren la ropa’, y después te agarran la ropa y te afanan los cigarrillos”.
“Entran corriendo, gritando ‘Todos al fondo del pabellón’, vienen con los palos y los escudos o cuchillos y te gritan una y otra vez ‘Requisa, requisa’, tenés que entregar los cigarrillos y después te llevan al baño para revisarte, a veces te hacen hacer flexiones.
“A veces entran y te gritan para que salgas al patio, te hacen desnudar y te dejan ahí, cagados de frío, eso nos pasó hace diez días, mientras le pegan a otros en el pabellón y se meten en tus celdas a revisarte tus cosas”.
“Entran a los palazos, con pasamontañas, no les ves la cara, gritan y usan un silbato que te lo soplan en el oído, le pegan a las rejas, a los presos, al que se les cruce, te escupen, te buscan la reacción y después te llevan al baño para revisarte, te empujan todo el tiempo, te verduguean y te lastiman”.

Así, como nos parecía clave dar cuenta de la modalidad(es) de ingreso del Cuerpo de requisa a los pabellones, también consideramos fundamental hacer referencia a aquellas “conductas exigidas” por parte de ese personal penitenciario a las personas detenidas en el marco de este tipo de requisas.
Si bien en varias respuestas que hemos detallado precedentemente encontramos referencias a las acciones que los obligan a realizar, como: desnudarse, correr, ir al fondo del pabellón, etcétera, en el siguiente ítem, nos interesa puntualizar con mayor información acerca de la regularidad de algunas de esas acciones exigidas y, al mismo tiempo, dejar constancia de otras modalidades que se despliegan en el procedimiento de la requisa, que a su vez producen determinadas condiciones para el despliegue de ejercicios de prácticas violentas y de “disponibilidad” sobre las pertenencias (objetos personales, mercadería) de las personas requisadas.

Ante las preguntas: ¿Qué deben hacer cuando ingresa la requisa al pabellón? ¿Cuáles son las acciones exigidas por el personal? Las respuestas permitieron concentrar la mayor cantidad de frecuencias en seis de ellas que no son excluyentes ya que suelen presentarse combinadas en los diferentes momentos durante el desarrollo de la requisa y también responden a diferentes modalidades según la guardia de requisa que ingrese.

Acciones exigidas más frecuentes:
1. Correr; 2. quedarse quietos; 3. mirar hacia abajo; 4. mirar contra la pared; 5. ir al fondo del pabellón; 6. meterse en la celda.

Los relatos

“Cuando ingresan a algunos nos hacen correr y a otros no, unos y otros tenemos que mirar para abajo”.
“A veces, cada uno tiene que pararse en la puerta de la celda con la cabeza agachada.
No podés mirar, si levantás la vista viene el palazo”.
“Con los escudos te aprietan la cara contra la pared y las manos atrás y así permanecés una hora y como no podés mirar, escuchás y casi siempre son gritos con órdenes, golpes y gritos de dolor y puteadas de los compañeros que son golpeados. A veces te toca a vos”.
“Te hacen meter en la celda y después te hacen salir y te revisa un médico”.
“Te hacen correr hasta el fondo del pabellón y después volvés en fila india, manos atrás, mirada hacia abajo, te llevan al baño uno por uno, te hacen desnudar completamente y te requisan”.
“La requisa personal siempre la hacen en el baño, antes te obligan a correr con los ojos cerrados y te chocás con los otros, no tenés que caerte porque te insultan peor y te hacen pagar a palazos o patadas”.
“Te hacen hacer cosas horribles, ponerte en la puerta de la celda todo desnudo y ahí te dejan con la cabeza baja, mientras golpean a otros y no sabés si te va a tocar a vos”.
“Nos hacen correr al fondo de pabellón, nunca podés mirar a los agentes y aunque cumplas con todas las órdenes, cobrás igual”.

Estas acciones exigidas a las personas detenidas están direccionadas a establecer y afianzar la asimetría en términos de medición de relación de fuerzas por parte del personal penitenciario a partir de la violencia física y psíquica desplegada produciendo sufrimientos corporales y psicológicos en los que el sometimiento y la humillación de las personas detenidas son “efectos buscados” en el marco de estas prácticas penitenciarias.
Y, en este mismo sentido, deben tenerse en cuenta otros ejercicios de violencia que deben ser leídos en términos vejatorios con fuerte impacto material y simbólico, nos referimos a las violencias sobre las pertenencias (objetos personales y mercaderías) de las personas detenidas produciendo en ellas, además, intensos sentimientos de vulnerabilidad y de impotencia. Previo a ilustrar, a través de los relatos, acerca del ejercicio de dichas prácticas, es fundamental dar cuenta de aquellas otras que despliega el personal de requisa con el claro objetivo de generar las condiciones para evitar consecuencias en relación a ellas.


Los relatos

“A veces nos hacer ir al patio y ahí te dejan mientras se meten en tu celda”.
“Te hacen correr al patio y lo que pasa dentro del pabellón ni te enterás, mejor dicho te enterás cuando volvés a tu celda”.
“A veces te hacen quedar mientras te revisan la celda y no tienen problema de tirarte todo delante tuyo, pero casi siempre te sacan fuera de la celda”.
“Muchas veces nos encierran en el baño y el pabellón es tierra de ellos”.
“Cuando hay requisa de pabellón nos tenemos que ir, estamos obligados, si resistís, te matan a palos”.
“A veces, depende de la requisa, nos hacen ir al baño con las tarjetas telefónicas, los libros, cartas y después te requisan, eso pasa si alguien hizo lío porque le afanaron algo en una requisa anterior, pero dura poco tiempo”.
“Nos hacen salir fuera del pabellón, al gimnasio y un grupo de ellos nos requisa a nosotras y otros se quedan en el pabellón con ‘nuestras cosas’”.
“Primero te hacen desnudar en el baño y después te llevan corriendo al patio, no importa que llueva o haga frío y al rato te vienen a buscar, mientras ellos estaban requisando las celdas”.
“Cuando te van a requisar la celda, si pedís un testigo te ponen a uno de ellos y si haces más quilombo te ponen a una compañera que la hacen mirar para abajo, es joda”.
“A veces se ensañan y te hacen que te quedes en la puerta de la celda para que veas como te rompen y te mezclan todo lo que tenés”.

En el marco de estas condiciones construidas por el personal de requisa, se despliegan distintos ejercicios de violencia sobre las pertenencias que hemos caracterizado a partir de las respuestas de las personas detenidas con las siguientes categorías: 1) mojan o ensucian la ropa; 2) mezclan y/o tiran la mercadería al piso; 3) rompen objetos; 4) roban objetos y ropa; 5) secuestran objetos.

Es interesante destacar que ninguna de estas categorías es excluyente de las otras, es decir, suelen producirse todas y cada una de ellas en diferentes procedimientos de requisa, por lo que se replican las respuestas por pabellón en relación a cada una.

Se hace evidente que el cuerpo de requisa rompe objetos, mezcla mercadería, hurta o roba y lo hace con mayor frecuencia que en relación al secuestro de objetos que podría considerarse el “motivo” que ciertamente legitimaría un accionar intensivo de inspección.

Los relatos

“El otro día en una requisa, le robaron en su propia cara las zapatillas a un norteamericano, el penitenciario hasta se las midió en el pie”.
“Te entran a la celda y te destrozan todo, volvés y tenés tirada la yerba, el azúcar, junto con la ropa, es un asco, te desperdician la poca mercadería que te trae tu familia y además te ensucian todo”.
“A mí hace poco la requisa me rompió la foto de mi hijo que se murió hace cinco meses, no entiendo por qué lo hicieron, estoy destrozada de ver tanta maldad”.
“Te mandan al patio, y ya sabés que perdiste, seguro que te roban las tarjetas
telefónicas y los cigarrillos, a veces hasta te dejan el paquete vacío y se llevan los puchos”.
“La otra vez estaba en el taller y cuando volví al pabellón tenía todas mis cosas tiradas por todos lados, todo destrozado, un florerito roto, y todo abierto el televisor la parte de atrás y me arrancaron el cable y yo no sé quien fue, pero me robaron una radio chiquita que tenía, seguro que fueron ellos, los de requisa”.
“No sé por que te rompen las cartas, las fotos hasta los libros, a mí me arruinaron dos, porque los tiraron al piso, me tiraron el agua del termo arriba y después la yerba y el arroz, parecía que habían bombardeado mi celda y todo eso mientras te tienen desnudo en el patio cagándote de frío”.
“A mí me robaron una zapatillas nuevas y cuando dije que iba a hacer la denuncia vino el jefe de requisa y me amenazó con un traslado, me dijo que habían sido los otros presos y que casualidad que fue justo en una requisa en la que nos mandaron a todos al patio de visita”.
“Lo peor de todo es que cuando volvés a entrar a la celda, todo golpeado, dolorido y además tenés que acomodar el desastre que te dejaron, A mí una vez me llevaron los saquitos de té”.

La requisa de pabellón podría asimilarse a la figura del “allanamiento”, en tanto presupone la “búsqueda” de algún objeto o sustancia, inclusive admitiendo que esa medida en su ejercicio comprende cierto despliegue de violencia; ahora bien, los procedimientos de requisa “desvirtúan” esa figura por la que podrían justificar su accionar, y lo hacen claramente por tres motivos: por ejercer un grado de violencia intenso y devastador sobre las personas y sus pertenencias, por que se destruye y se apropia de objetos y mercaderías como práctica de despojo y por qué generalmente tales despliegues no se corresponden con el secuestro de objetos y/o sustancias prohibidas, es decir, todas y cada una de “estas prácticas” no se corresponden con estrategias de inspección y ni siquiera
de orden, son claros actos de represión y pillaje, son actos de soberanía.


Caracterización de la requisa de pabellones

La requisa de los pabellones es realizada por un cuerpo especial y como lo destacan los propios detenidos, registra los más altos niveles de violencia por parte del personal penitenciario. Se constituye en un cuerpo armado, pertrechado con borceguíes con punta de hierro, con palos, con cascos, pasamontañas, con escudos, con escopetas, con cadenas, ingresan en grupo entre diez y hasta 40 o 50 agentes particularmente en las requisas imprevistas,
la modalidad es ingresar gritando, practicando golpes contra las rejas y las cosas y obligan a correr, desnudarse, mirar para abajo, manos atrás, caminar contra la pared, salir de sus celdas, trasladarlos fuera del pabellón, requisan las celdas, rompen, destrozan, mezclan y ensucian las mercaderías y los objetos personales, hurtan o roban, menos frecuente, secuestran objetos, producen severas golpizas individuales y/o colectivas, lo hacen durante un tiempo prolongado en diferentes partes del cuerpo de las personas detenidas, cuerpos casi siempre desnudos ya que los obligan a quitarse la ropa y correr hacia el fondo del pabellón chocándose unos con otros, en una clara ceremonia de reconfirmación de la “necesaria”
asimetría de las relaciones de fuerza, promoviendo en los mismos intensos sentimientos de impotencia, indefensión y vulnerabilidad.