jueves, 14 de noviembre de 2013

Ojalá todos/as tengamos orejas verdes algún día...



Un señor maduro con una oreja verde


Un día, en el expreso Soria-Monteverde,
vi subir a un hombre con una oreja verde.

Ya joven no era, sino maduro parecía,
salvo la oreja, que verde seguía.

Me cambié de sitio para estar a su lado
y observar el fenómeno bien mirado.

Le dije: Señor, usted tiene ya cierta edad;
dígame, esa oreja verde, ¿le es de alguna utilidad?

Me contestó amablemente: Yo ya soy persona vieja,
pues de joven solo tengo esta oreja.

Es una oreja de niño que me sirve para oír
cosas que los adultos nunca se paran a sentir:

oigo lo que los árboles dicen, lo que los pájaros cantan,
las piedras, los ríos y las nubes que pasan.

Así habló el señor de la oreja verde
aquel día, en el expreso Soria-Monteverde.


Gianni Rodari
Pedagogo y docente italiano


Iniciarnos en ese proceso de "recuperación" de la oreja verde perdida, no es tan difícil. Puede (y debería) comenzar en el hogar porque la realidad por la que estamos atravesando actualmente nos indica que los adultos somos los responsables directos de todo este caos.

En la práctica docente diaria ésa es una constatación irrefutable y centuplicada; una verificación dolorosa, desquiciante y plausible de una cuasi-generalización a esta altura: los padres no escuchan ni sienten a sus hijos; los maestros no escuchan ni sienten a sus alumnos; las autoridades no escuchan ni sienten a los niños ni a los jóvenes...

Pero también es posible dar un imperioso salto cualitativo y atrevernos a escuchar a "los otros", a "los nadies" como dice Galeano, a quienes olímpicamente hemos encerrado y acallado, sin habernos hecho cargo, en verdad, de la cuota que nos corresponde por haber ignorado o evadido el condicionamiento al que obviamente están sometidos. 

Para ese salto, ni paracaídas ni trampolines. Es un acto mucho menos riesgoso e intensamente significativo el que les propongo. 
Los invito a ingresar a berroalaire.blogspot.com
Escuchar es una actitud elemental para comunicarnos. Comunicarnos no significa coincidir; significa entender el qué, el cómo, el cuándo, el por qué y el para qué del otro; significa, en consecuencia, también, entenderme a mí mismo/a; significa entender el mundo.