Iba quedando en penumbras el amplio y austero
salón pero todavía se resistían a fugar, entre las tenues sombras, los perdones
del Padrenuestro de San Mateo, que nuestras voces elevaban desde el suelo
florecido de las páginas del libro en la clase de Literatura.
Tantas
y tan precisas eran las intervenciones de mis alumnas, que se apasionaban los
lápices urgiéndome a registrar, a apresar en toscas letras la luz de su razón.
Pero mis dedos sintieron vergüenza : el frío no autorizaba semejante secuestro;
no estaban bien curtidos, no podían ser dedos-garfios para prenderse al alambrecito
de papel. Sentir me atrapa, me acorrala, y el tiempo, que conoce mi débil
talón, arrastraba sin piedad su rastrillo.
En las cornisas de las altas banderolas
zureaban las palomas; no habían huido; quizás estaban escuchando el borboteo
del riguroso análisis que la vida había enseñado a estas mujeres, estas
maripositas trabadas por sus alas en las vitrinas frías que la sociedad
necesita exhibir.
De verdad, el aire hervía, como ahora mi cerebro,
acompañado de voces, que son una y todas, intentando retorcer el hierro de los
garfios con cierta gracia: nuestro episodio merece otra vitrina.
agosto de 2007
Establecimiento Penitenciario Cabildo
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