domingo, 7 de abril de 2013

Hierro forjado


Iba quedando en penumbras el amplio y austero salón pero todavía se resistían a fugar, entre las tenues sombras, los perdones del Padrenuestro de San Mateo, que nuestras voces elevaban desde el suelo florecido de las páginas del libro en la clase de Literatura. 
Tantas y tan precisas eran las intervenciones de mis alumnas, que se apasionaban los lápices urgiéndome a registrar, a apresar en toscas letras la luz de su razón. Pero mis dedos sintieron vergüenza : el frío no autorizaba semejante secuestro; no estaban bien curtidos, no podían ser dedos-garfios para prenderse al alambrecito de papel. Sentir me atrapa, me acorrala, y el tiempo, que conoce mi débil talón, arrastraba sin piedad su rastrillo.
En las cornisas de las altas banderolas zureaban las palomas; no habían huido; quizás estaban escuchando el borboteo del riguroso análisis que la vida había enseñado a estas mujeres, estas maripositas trabadas por sus alas en las vitrinas frías que la sociedad necesita exhibir.
De verdad, el aire hervía, como ahora mi cerebro, acompañado de voces, que son una y todas, intentando retorcer el hierro de los garfios con cierta gracia: nuestro episodio merece otra vitrina.


agosto de 2007
Establecimiento Penitenciario Cabildo





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