Sábado, 10 de agosto de 2013
El investigador de Flacso estará en una jornada sobre diversidad
educativa el 23 de agosto que viene.
Carlos Skliar,
reconocido especialista en educación que ha abordado en profundidad la cuestión
de la alteridad, estará en Rosario el 23 de agosto que viene. Será para
disertar en la Primera jornada nacional de educación para la diversidad:
"Encrucijadas de la inclusión", organizada por el Centro Educativo
Terapéutico El Puente, con invitación del Colegio de Psicólogos de Rosario. Se
desarrollará en la Sede de Gobierno de la UNR, de Maipú 1065.
Skliar es doctor en
fonología, ha sido profesor adjunto y visitante en distintas universidades,
entre ellas de Brasil, Barcelona, Alemania, Chile, Bogotá y Caracas.
Actualmente es investigador independiente del Conicet y del área de educación
de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) Argentina. Afirma
que la idea de inclusión no es sólo escolar y que ésta "no es un paraíso
de iguales".
—¿Cuál
será su tema de disertación en "Encrucijadas de la inclusión"?
—Recuperar historias
de algunas personas cuyas voces no son muy escuchadas en estos temas. Madres,
padres, niños, jóvenes, adultos; aquellos que han pasado por experiencias de
inclusión y tienen mucho para contar. De escuchar testimonios de exclusión
hasta llegar a la subjetividad, al relato de personas que "están
dentro". Desde relatos de niños, cuyas madres me cuentan que ahora sí
están en las escuelas, hasta adultos que han sido incluidos en grupos de
trabajo. Gente de la calle, mendigos, gente que recogía basura. La idea de
inclusión no es sólo escolar. Son historias que ponen en tela de juicio o
matizan la idea de inclusión en la Argentina, el paraíso supuesto en el que
todos al fin somos iguales, igualitos.
—¿Cuál
puede ser la radiografía del "estar juntos" en las instituciones?
—Nunca pensé los
vínculos por sí mismos, y sí en pos de lo que significa "hacer cosas
juntos". El vínculo educativo incluye una búsqueda del hacer cosas juntos,
ello excede cómo nos llevamos, cómo estamos juntos, quiénes somos vos y yo. Enseñar es una tarea de recuperación, de
realizar permanentemente un giro hacia atrás. Es ocupar tres tiempos al mismo
tiempo: el pasado, el presente y el futuro. En el presente ubicamos lo más
importante. No creo en el presente como un aquí y ahora, como algo inequívoco
traducido, sino como en el que se pueda compartir lo producido por la
humanidad. El maestro es un artista del tiempo. De dar tiempo, de buscar y
provocar otros tiempos.
—¿La
formación docente actual contempla en lo curricular la conversación y
reconocimiento del otro?
—La actual formación
está haciendo maestros productivos, emisores, hablantes, investigadores. En
general, en los planes educativos observo una complicidad acrítica de estos
tiempos; en aceptar que los niños son digitales y que los jóvenes están en su
mundo sin interferencias. La formación tendría que ver con: cómo hago yo para tomar la palabra frente a
generaciones. Para eso hay que escuchar, estar atentos, ser pacientes, hay que
mirar con buenos ojos, hay que tener algo para decir. La educación consiste en
una conversación larga, sostenida, que pueda incorporar al interior de la
conversación todos los ciclos disponibles de las culturas. No debe ser como
la que proponen los noticieros, ni las de las industrias de la información.
—Acerca
de otras funciones de los medios masivos, ¿qué ejemplos rescata en cuanto a
difusión de imágenes educativas?
—Vaya todo mi
enamoramiento, respeto, sorpresa y cariño por todos los que hacen Paka Paka y
Canal Encuentro, donde no importa la búsqueda de la masividad por sí misma. Se
instalan allí otro tipo de imágenes reales sobre la infancia y la juventud, que
en la televisión se ven sistemáticamente abortadas. Para luchar contra los
estereotipos, la escuela debe profundizar las imágenes, las palabras,
multiplicar los signos, no renunciar a ellos.
—¿Cómo
observa a las políticas educativas actuales referidas a la inclusión?
—Los últimos años han
sido de notable expansión de presupuesto, de obras, de inserción de tecnología,
de acceso universal a la enseñanza. Su traducción o desdoblamiento en las
instituciones supone pensar en otra cosa: en la vida propia de las escuelas, de
sus comunidades. Podemos hablar de un país inclusivo, sí, como intención
política, jurídica, pero ¿es inclusiva
la vida en las escuelas? ¿Y qué quiere decir "inclusivo"? ¿Lo es para
las familias, los maestros, los alumnos, los directivos, el barrio? Hay que
volver a pensar los pequeños gestos, a generar pequeñas formas de convivencia,
de contacto, de mirar y de escuchar en el cotidiano de la gente.
De: LaCapital.com.ar
¿Cómo puedo dialogar, si me
siento participante
de un gueto de hombres puros,
dueños de la verdad y del
saber,
para quienes todos los que están fuera son
“esa gente” o son “nativos
inferiores”?
Paulo FREIRE
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