Cuerpos castigados :
malos tratos y tortura física en cárceles federales /
compilado por Francisco
Mugnolo. - 1a ed. 1a reimp. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Del
Puerto: Procuración Penitenciaria de la Nación, 2009.
224 p. ; 22x15 cm.
ISBN 978-987-1397-31-0
1. Derechos Humanos.
2. Sistema Penal Argentino.
I. Mugnolo,
Francisco, comp.
Directores de la
Investigación
Lic. Alcira Daroqui - Lic. Carlos Motto
(Se presentan aquí algunos fragmentos relevantes de un Informe que debería ser elaborado en todas las naciones de
cuño democrático, porque difundir es un paso clave hacia la abolición de la impunidad.
Nota de la Administración del Blog).
Prólogo
Iñaki Rivera Beiras*
* Director del Observatorio del
Sistema Penal y los Derechos Humanos de la Universidad de Barcelona.
1. Resulta indudable a estas
alturas que las políticas penales de intolerancia (total o selectiva, según
contextos distintos) se van imponiendo a escala planetaria. Muchas
denominaciones se emplean para señalarlas: tolerancia cero, incapacitación
punitiva, criminología de la intolerancia y otras. El despliegue de semejantes
políticas en la globalización no parece encontrar barreras e inunda realidades
muy distintas a aquellas en donde fueron concebidas.
En efecto, si la recuperación de
la intolerancia se suele localizar en el medio británico y norteamericano, es
cierto asimismo que su expansión hacia América Latina o hacia Europa constituye
un hecho incuestionable. El gobierno de la penalidad1 ya está claramente unido
al gobierno de otras facetas de la vida pública y el populismo punitivo2 se ha
revelado como instrumento eficaz en las
contiendas electorales y en el
mantenimiento y reproducción del poder. Gobernar a través del miedo, mantener a
las sociedades atemorizadas, ofrecerles (o venderles) “seguridad” y mantenerlas
así cohesionadas en torno a la autoridad, son datos de la actualidad, también
en la Argentina.
La descomunal inflación punitiva
de las sociedades occidentales se revela en toda su crudeza cuando se atiende al
último contenedor del sistema penal: la cárcel. Por ello a nadie debe extrañar
que en el interior de esos lugares, allá donde los ojos de la sociedad no penetran
y donde se verifica la mayor de las abyecciones, corrupciones y obscenidades,
la auténtica naturaleza corporal de la pena emerja sin los maquillajes con que
algunas operaciones reformistas habían intentado ocultarla. La nuda vida, la
vida sin atributos, zoe al desnudo, aparecen cuando es el cuerpo –y siempre fue
el cuerpo– el objeto fundamental de la marca punitiva. Y esto siempre fue así,
pese a que es cierto que pueda haber habido períodos
de ocultamiento de esta realidad.
Lo fue desde los tiempos del Antiguo Régimen cuando la naturaleza corporal de
la pena se mostraba públicamente en las plazas públicas, o en el espectáculo
del patíbulo y los suplicios, o en las hogueras de la Santa Inquisición.
Cuerpos marcados y cuerpos
mutilados. Pero también lo fue más adelante cuando Howard visitó el
archipiélago carcelario europeo y pudo constatar y dar testimonio en su propia
carne de los efectos del tifus carcelario de entonces. Y también el cuerpo
siguió siendo el objeto directo del castigo cuando comenzaron a revelarse las “enfermedades
de la sombra”, aquellas que son propias de la reclusión.
Ruggiero y Gallo lo investigaron
hace años5 y Gonin lo pudo describir profesionalmente como nadie6. Seguir las
huellas, las marcas y las cicatrices en la piel de los condenados a penas
privativas de libertad, es seguir el rastro de la inscripción de la pena en los
cuerpos de los condenados. En las últimas décadas, el vih describió un nuevo
capítulo del horror en el interior de los institutos penales. Muchas
enfermerías y hospitales penitenciarios se han ido convirtiendo en nuevos
depósitos de enfermos en una imagen que retrotrae a aquellos tiempos que
algunos creyeron superados.
Como se ve, la historia de la
cárcel también puede ser leída entonces como la historia de estas inscripciones
en la piel de sus habitantes. Nunca fue otra cosa que penalidad auténticamente
corporal.
Por eso, personalmente no puedo
aceptar la exposición que a veces se realiza describiendo escenarios penales en
los que reinó un supuesto welfarismo penal propio de un modelo asistencial
perteneciente a la forma del Estado social. Ello esconde una realidad mucho más
terrible que nunca se modificó sustancialmente, pese al intento de dibujar
supuestos modelos ideales y nunca realizados.
Mucho antes de ese supuesto
complejo penal asistencialista, a lo largo del siglo XIX se conocieron, en
Europa y en América, los regímenes penitenciarios más brutales aunque se
pretendieran enmarcar en modelos correccionalistas o tutelares.
Si ello se quiere vincular con la
particular historia y situación argentinas, entonces cuanto se está señalando
adquiere unos contornos específicos. La historia argentina contiene demasiados
capítulos de horror, de intolerancia y, para el caso que nos ocupa,
especialmente, de banalización de la violencia institucional y de la tortura. Y
es justamente esa naturalización e introyección en la vida cotidiana de un
fenómeno semejante lo que no puede ser aceptado.
2. La presente obra, por tanto,
posee un valor extraordinario, tanto por lo que pone al descubierto, cuanto por
la rigurosidad con que lo hace. Pero asimismo, también por el compromiso que
evidencia en lo que hace a la misión fundamental de la institución de la
Procuración Penitenciaria. El título de esta investigación no podía captar
mejor la naturaleza de cuanto analiza: cuerpos castigados.
Repasemos, aunque sea someramente
el Índice para dar una idea a los lectores de su contenido.
La obra comienza con una
fundamentación asentada en la necesidad de considerar el tema de la tortura en
el marco de la legislación internacional y argentina para, inmediatamente,
vincularla con las finalidades garantistas y de control de la institución de la
Procuración Penitenciaria. Rápidamente se pone de manifiesto la resistencia
opuesta por el Servicio Penitenciario Federal de la República Argentina a un tipo de
control al cual ha sido y es reacia la institución penitenciaria, caracterizada
por su opacidad y falta de transparencia.
Remarcables resultan los datos
que provienen de algunas de las “ceremonias o rituales” del encierro
carcelario. Particularmente, aquellas que se vinculan con los procedimientos
para el ingreso en la cárcel (la famosa “bienvenida”), las requisas, el
aislamiento carcelario y las agresiones a los presos. La rigurosidad del
análisis efectuado en la investigación es un dato a destacar sin duda alguna.
Las clasificaciones que se contienen
sobre cada una de las situaciones mencionadas, en su distribución y
agrupamiento por edad, sexo, situación procesal o unidad penitenciaria, son
bien precisas e irrefutables. Pero si algo hay que destacar, además de cuanto se
viene señalando, es que esta investigación ha permitido escuchar las voces de
los presos, las voces que provienen del silencio y de las sombras, de los que nunca
han podido ser oídos ni son incluidos en ninguna agenda política.
Pero hay mucho más de cuanto aquí
apenas se esboza: hay recorridos de instalaciones, muchas conversaciones
mantenidas con las víctimas, recomendaciones efectuadas, señalamientos
cuantitativos y evaluaciones cualitativas. Al final de la obra, además, el
lector encontrará un archivo fotográfico cuya sola mirada hace innecesario cualquier
comentario sobre la brutalidad examinada. En suma, un estudio serio,
contrastado y riguroso que ya no podrá nunca más ser obviado cuando se quiera
estudiar la situación carcelaria
argentina.
Por todo ello, esperamos que las autoridades
nacionales tomen en seria consideración lo que este estudio pone de manifiesto
y que no se siga, bien negando la existencia de la tortura en las cárceles
federales, bien aceptándola como algo inevitable. En ambos casos, el resultado
es que nadie entonces se responsabiliza por ello y no se actúa en el ejercicio
de las competencias establecidas. Especialmente, esperamos que las autoridades
penitenciarias, así como de la Defensoría de la Nación y las jurisdiccionales
no se empeñen en descalificar el contenido de esta investigación, sino que
esperamos que se dediquen a investigar lo que ella revela. Y ello no solo por
cumplir con las obligaciones internacionales contraídas en el marco de la
legislación contra la tortura, sino también por un sentido de responsabilidad y
compromiso con la defensa de los derechos
fundamentales de los reclusos. Será particularmente importante, por ello, permanecer
atentos desde las instancias internacionales para observar el comportamiento de
las autoridades argentinas. Por cuanto conocemos, las primeras reacciones del
Servicio Penitenciario Federal a la presentación pública del informe (hace
pocos meses), han ido en la dirección opuesta a la que cabía esperar,
cerrándose una vez más en una defensa corporativa, en una negación de la
evidencia y en una descalificación de los autores de la investigación. Ni ello
es nuevo ni original aunque sea intolerable. Lamentablemente, esas actitudes se
perciben también en otros contextos y puede ser interesante para los lectores
conocer cómo se han tratado situaciones similares en otros ámbitos.
El informe del OSPDH también fue duramente cuestionado y la
cerrada y corporativa reacción de las autoridades públicas puso de manifiesto,
también con estas actuaciones, el incumplimiento de los compromisos propios de
un Estado de derecho deteriorando la calidad de un sistema democrático.
¿Cuáles son entonces las situaciones que permiten la
impunidad de la tortura? Se pueden poner de manifiesto las siguientes: el
aislamiento carcelario que propicia las agresiones, la imposibilidad procesal
de identificar a los responsables, la cerrada defensa corporativa de sus
compañeros, las dificultades en la práctica de
las pruebas en los pocos procesos judiciales que se han
logrado incoar por estos delitos, las trabas a las investigaciones opuestas
desde la Administración, los indultos concedidos a los (pocos) torturadores
condenados y algunas otras.
Ante semejantes constataciones, todos nos comprometimos
entonces a difundir este tipo de investigaciones en el continente europeo
dentro de nuestras posibilidades. Por ello puedo afirmar que una tarea que el
OSPDH emprenderá con sumo gusto y responsabilidad, es la de difundir
ampliamente el presente estudio argentino de la Procuración Penitenciaria. Es
imprescindible que se conozca cuanto revela.
/...) al final, la
cuestión se resume como lo señaló para siempre Hannah Arendt a propósito de las
rutinas de la “solución final”: o creemos que toda la violencia institucional
es producto de unas rutinas burocráticas o asumimos que no podemos banalizar
“el mal” de esa manera y reaccionamos de una vez evitando quedarnos
paralizados.
La historia europea ya marcó los peores escenarios con
relación a ello, y el mundo permaneció inmóvil demasiado tiempo y cuando reaccionó,
fue muy tarde. La Argentina vivió hace tres décadas su propia tragedia y
demasiados silencios y paralizaciones permitieron la consumación de la
barbarie. Posteriormente se ganó un respeto en el mundo por la lucha contra la
impunidad en el campo de los derechos humanos. Pero no ha sucedido lo mismo en
el ámbito de los derechos fundamentales de los presos, allí hay
todavía un inmenso agujero negro, una verdadera zona de no-derecho.
Ya es tiempo que se aborde de una vez aunque sean
irreparables los daños causados. Otra generación, algún día, deberá hacerse
cargo de ello. Esta obra muestra ya un camino a seguir. Que se prepare el
lector entonces y empiece ahora a recorrerlo, seguramente cuando acabe su
lectura no será el mismo.
Barcelona, octubre de
2008
Si bien la labor de auditorías en establecimientos
penitenciarios del SPF se viene desarrollando por este organismo desde su
creación, a partir de la reestructuración efectuada tras la aprobación de la
ley 25.875, que atribuye plena autonomía
a la PPN, se ha constituido un Área de
Auditoría con personal específicamente capacitado para desarrollar dicha función. Si bien las
cuestiones relacionadas con los malos
tratos se vienen describiendo y señalando hace muchos años en los informes que
se encuentran a disposición en los diferentes informes anuales presentados por
este organismo, a modo de ejemplo se pueden citar los siguientes señalamientos:
– Trato y violencia. Es importante destacar, a modo de
ejemplo, la situación que se viene relevando en la Prisión Regional del Norte U7
del SPF. Del trabajo realizado en estos
años, puede decirse que dicha cárcel se ha caracterizado por ser la unidad del
SPF de donde surgen la mayor cantidad de
denuncias por agresiones físicas por parte del personal penitenciario hacia los internos. Entre ellas aparece la práctica
sistemática de métodos como el “pata-pata” y el “submarino seco”. El primero
consiste en golpear la planta de los pies con palos o mangueras. El segundo
consiste en colocar una bolsa en la cabeza del sujeto pasivo produciéndole
principio de asfixia.
El trato dispensado se ha caracterizado por ser autoritario
y violento, reflejo al de un regimiento militar: los internos tiene prohibido
mirar a los ojos a los agentes penitenciarios, los obligan a cortarse el pelo,
los hacen correr cuando circulan por la unidad, caminar con la cabeza gacha y
las manos atrás. Los
internos señalan que se les efectúan requisas cada vez que
ingresan o salen del pabellón, oportunidad en que muchas veces los agentes les
propinan golpes. Los presos relatan que los golpes son dados por los agentes a
cara descubierta y que ninguno de ellos usa la correspondiente placa
identificatoria. Es de destacar que dicho uso resulta obligatorio y fue
recomendado por este organismo en numerosas oportunidades.
– Especial referencia al Régimen de Resguardo a la
Integridad Física (en adelante, RIF). El RIF consiste en una medida dictada
judicialmente dirigida a preservar la integridad física del recluso ante una
posible agresión, que puede provenir tanto de otros reclusos como de personal
penitenciario. Esta medida, en la concreta
realidad penitenciaria, ha llevado a las autoridades de la
administración a generar un tipo de alojamiento específico para las personas
privadas de su libertad sobre las que pesa esta medida. El aislamiento en que
consiste la aplicación de esta medida, evidencia una falencia del sistema
penitenciario y del equilibrio que debe existir entre seguridad y
resocialización. El aislamiento ocasiona un agravamiento en las condiciones de
detención provocando una afectación a su dignidad, a su salud, a las posibilidades de
trabajar y de estudiar. Esta medida de resguardo aparece como un fenómeno
exclusivo de las cárceles cerradas o de máxima seguridad.
Requisa personal
Esta variable registra dos características distintas y, a su
vez, un conjunto de prácticas diferenciadas por parte del personal
penitenciario del cuerpo de requisa, pero que paralelamente se articulan y
responden a una “supuesta lógica” de inspección, revisión y control de las
personas (sus cuerpos), sus espacios y sus pertenencias, nos referimos a la
requisa personal y la requisa de pabellón.
La información en relación a la requisa personal fue
relevada en la encuesta personal, este instrumento fue diseñado con el
propósito de dar cuenta sobre la “historia personal” de cada detenido/a encuestado
en relación a la cuestión de la violencia institucional vinculada a los malos
tratos físicos-torturas, ejercidos por personal penitenciario durante su
detención. A pesar de ello, el contenido de
las respuestas de la encuesta personal en todos los campos
investigados, remitió sistemáticamente a referencias sobre el grupo o la población
de las personas detenidas en su conjunto, por ejemplo:
“A mí me dieron la
bienvenida, como a todos”; “A mí todavía no me golpearon, pero he visto a
muchos con golpes en la cara”; “ A mí me hacen desnudar pero a las más jóvenes,
además, les hacen hacer flexiones”; “Cuando entra la requisa, todos nos tenemos
que desnudar”.
Mas allá de estas referencias realizadas por la persona
encuestada a situaciones de violencia institucional que involucraban a varias
personas, esta investigación, tal como se desarrolló en el Encuadre
metodológico, cuenta con el diseño de otro instrumento de relevamiento de
información que registra como unidad de análisis los pabellones involucrando a la población total y que
analizaremos en el apartado siguiente sobre Requisa de pabellones.
La requisa personal se constituye en uno de los aspectos del
trato que hemos designado como maltrato físico vejatorio y degradante.
Registra la modalidad más gravosa, el desnudo total y
flexiones que da cuenta de la exposición del cuerpo totalmente desnudo con el
agravante de realizar flexiones a efectos de “agudizar” la inspección por parte
del personal del servicio penitenciario de la zona genital-anal de las personas
encarceladas. El resto de las dimensiones de esta requisa personal hacen
referencia a gradaciones de exposición del cuerpo, desnudo total y parcial (parte de
arriba o de abajo del cuerpo) y por el contacto directo con el cuerpo por parte
del personal penitenciario como es en el caso del denominado cacheo o palpado
del “cuerpo vestido”.
Tenemos entonces cuatro dimensiones que por la intensidad vejatoria
son:
1) Desnudo total y flexiones.
2) Desnudo total.
3) Desnudo parcial.
4) Cacheo.
Como puede apreciarse, la violencia vejatoria que intentamos
describir se vincula a los grados de exposición del “cuerpo desnudo” ante
otros, que exceden una práctica excepcional y configuran una rutinización de
prácticas degradantes de fuerte impacto material y simbólico. La gradación de
esta variable está construida sobre el criterio de cuantificar el nivel de
intensidad de la “inspección del cuerpo” por parte del personal penitenciario. El grado
de mayor inspección suma a la desnudez un plus de intrusión humillante en la
intimidad del propio cuerpo, nos referimos a las flexiones.
El extremo opuesto, el cacheo, hace referencia a una
inspección sobre el “cuerpo vestido”, que si bien implica contacto físico, es
menos invasivo.
Comparativamente la mayor diferencia con los varones se da
en el nivel más gravoso, esto implica que casi el 70% de las mujeres pasó en el
presente año por un procedimiento de requisa personal de desnudo total y
flexiones, es decir la inspección más degradante y humillante. En el caso de
los varones la modalidad de requisa que presenta mayor concentración es la
segunda en el nivel de intensidad vejatoria, el desnudo total, con un 88%.
Vuelven a tener una frecuencia más elevada las mujeres en el
desnudo parcial, 72,2% y en el cacheo con el 84,6%. Como una conclusión provisional
se puede decir que un gran porcentaje de los varones pasan por el desnudo total
y el cacheo, las mujeres tienen una mayor “oportunidad” de pasar por todas las
modalidades de requisa. De hecho, la encuesta revela que: el 61,4% de las
mujeres pasó por tres o cuatro de estas modalidades de requisa, mientras que, por el contrario, el 60,2% de los varones no fue
requisado o pasaron por entre una y dos modalidades de requisa.
Lecturas
cualitativas: las voces de las personas encarceladas
Como pudimos observar más arriba, entre las mujeres se encuentra
la mayor proporción de personas que son sometidas al desnudo total y flexiones,
sus relatos indican además un grado de intensidad aún más vejatorio que los
varones que padecen esa modalidad.
Los relatos
“Acá siempre te hacen
desnudar, si tenés que sacarte toda la ropa, a mí me da mucha vergüenza, pero
lo peor es que te hagan hacer flexiones y te miran allá abajo, las dos colas,
es horrible”.
“Desnudarte cada vez
que volvés a entrar al pabellón y cuando entra la requisa depende de cual te
toque ese día, te hacen desnudar y hacer varias flexiones para ver si se te cae
algo de la vagina, no lo hacen por eso, lo hacen para que te sientas mal, no
respetan si sos una mujer grande, hasta lo han hecho con embarazadas”.
“A mí me tienen de
punto, siempre tengo que desnudarme y hasta hice cinco flexiones para que me
vean la cola, A mí nunca me tocaron pero según me contaron que el año pasado
había una de requisa que metía los dedos”.
“En la requisa nos
desnudan a todas, cuando vuelve del trabajo o de visita, siempre requisan con
desnudo y flexiones”.
“En la requisa te
abren las nalgas y no les importan si estás indispuesta, hasta se manchan de
sangre. Si contestas o te resistís, te llevan a los tubos”.
De las 773 personas
que respondieron haber pasado por la requisa del desnudo total, la mayoría son
varones.
Los relatos
“Todo el tiempo te
tenés que poner en bolas, seguro cuando entra la requisa al pabellón, pero
también cuando volvés de un comparendo de tribunales o del hospital y de
visita, siempre te hacen desnudar por ahí tenés que agacharte pero flexiones, no”.
“Te hacen sacar la
ropa y a veces la sacuden al lado tuyo y te la vuelven a tirar al piso, la
pisotean y te ordenan vestirte, dura unos segundos, pero es muy feo eso casi
siempre lo hace la requisa de pabellón”.
“Cuando entra la
requisa te desnudás y si vienen malos, te pegan palazos en los testículos”.
“Desnudarte sí, a
veces te hacen agachar, flexiones es muy difícil ellos saben que todo tiene un
límite”.
En cuanto al desnudo
parcial y al cacheo, se las reconoce como dos tipos de requisas absolutamente
habituales, mientras que la primera responde a la lógica de la exposición
corporal para “su inspección”, la segunda es la única modalidad en la que el
cuerpo de la persona detenida es “tocado, palpado” por agentes penitenciarios.
“Siempre tenés que
sacarte la ropa, cuando volvés a tu pabellón o cuando entra la requisa, te
miran y te dicen barbaridades, a mí al principio me daba vergüenza, ahora estoy
anestesiada”.
“Lo peor es cuando te
cachean entre varios, no se entiende para qué lo hacen y, además, no tiene
lógica; a veces te lo hacen antes de una audiencia y salís de la audiencia y te
lo hacen de vuelta”.
“El cacheo te lo
hacen en todo el cuerpo, pero te tocan más las piernas, en todas partes de la
unidad siempre hay alguien que te palpa el cuerpo, es rutina y en las requisas
de pabellón te hacen sacar la ropa, aunque si es la que viene de mañana, solo
te cachean en la puerta de la celda”.
“El otro día me
revisaban la bolsa y se ve que la miré mal y entonces la celadora me hizo bajar
los pantalones y cuando me los subí, me dijo que me levantara el pulóver y que
le mostrara las tetas, para eso era mejor que me hiciera desnudar de una vez y
ya estaba”.
“Yo paso por una
guardia que ya la conozco y entonces antes que me digan nada, me levanto la
ropa y a veces me la hacen sacar, te tocan la ropa y a vos cuando estás
desnudo, pensaran encontrar algo debajo de la piel”.
“Lo peor es cuando
pasás por un control y hay varios penitenciarios y te hacen bajar los
pantalones y todos te miran, pero no miran para ver si tenés algo, te miran a
la cara, es para humillarte”.
“La primera vez que
me empezaron a palpar me quise negar y me tiraron al suelo y me pisaban y
entonces me decían: ‘¿Te gusta más así?’, ahora dejo que me toquen por todos
lados, total ellos hacen lo que quieren”.
La requisa personal es una práctica institucional que ejerce
el personal penitenciario en todo momento y circunstancia, durante la
circulación por la unidad, al ingreso, al reingreso de comparendos judiciales,
al reintegro al pabellón de las visita, de actividades de educación, trabajo y
en particular en el marco de los procedimientos de requisa de los pabellones,
en la que se combinan la exposición de los cuerpos desnudos de las personas
detenidas con prácticas de inspección vejatorias y prácticas de violencia física
sobre
sus cuerpos y sus pertenencias
Los relatos
“Me hacen abrir el
ano. Depende de quien te toque es más violenta la situación”.
“Muchas veces me
hacen hacer flexiones hasta que la celadora quiera”.
“Cuando salgo a
visita me requisan con mucha saña, se burlaron de mí, me hacen abrirme delante
de mis compañeras. Permanezco desnuda el tiempo que quiere el SPF”.
“En una misma
requisa, me hacían desnudarme varias veces, me vestía y luego me hacían
desnudarme nuevamente”.
“Una vez estuve
haciendo flexiones y esposada, durante dos horas. La última vez de este modo
fue hace cuatro meses”.
“La cantidad de
flexiones dependen del personal que está realizando la requisa”.
A menudo la práctica de requisa personal DTF va acompañada por
la burla del personal penitenciario, el maltrato psicológico y la agresión
verbal hacia la detenida requisada.
Los relatos
“Mientras me requisan
me agreden verbalmente y me da miedo”.
“En la requisa, me
tiran de los pelos, me insultan y verduguean”.
“Cuando me requisan
me dan patadas en el culo, cachetadas, tirones de pelo”.
“Durante la requisa
me gritan todo el tiempo y me verduguean”.
En oportunidades esta modalidad de requisa DTF es practicada
a las mujeres por personal penitenciario masculino.
Los relatos
“La primera vez, cuando
ingresé al penal la requisa me la efectuó un hombre”.
“Me revisó un médico
hombre la primera vez y esto me pareció horrible”.
“Lo que más me
molestó es que la requisa me la efectuó un hombre”.
A través de los relatos se ha determinado que el tiempo que
una persona detenida transcurre desnuda y realizando flexiones depende básicamente
de la arbitrariedad de las diferentes guardias de requisa, a pesar de ello,
logramos establecer un rango que pudieran calificar temporalmente este tipo de
prácticas.
“Como te lo hace todos los días el tiempo lo calculás de acuerdo a la requisa que te toca, algunos te hacen quedar veinte minutos desnudo y te hacen flexionar veinte veces”.
“El tiempo que te dejan desnudo no tiene que ver siempre con la cantidad de flexiones, a veces está desnudo parado un montón de tiempo y antes de vestirte, te dicen que hagás algunas flexiones”.
“A veces tengo que hacer treinta flexiones, eso depende del ánimo del oficial, lo mismo es para el tiempo que dejan en bolas. Es igual, depende del humor de ellos”.
Estas circunstancias en las que son requisados, no son excluyentes y dan cuenta que una vez más, la requisa de pabellón registra los mayores grados de violencia, aunque no deja de ser impactante en el otro
extremo, que quien regresa de una actividad vinculada al tratamiento de
resocialización, paso por este tipo de práctica humillante y vejatoria.
“Cada vez que voy y
vuelvo de educación tengo que desnudarme y hacer flexiones”.
“Siempre, cuando
regreso del trabajo”.
“Cuando regreso de la
visita, me obligan a hacer veinte flexiones”.
“Cuando me reintegro
de la visita, desnudo y diez flexiones”.
En cuanto al procedimiento de requisa en una primera
instancia nos interesó detectar la temporalidad en la que se producen y los
motivos que “habilitan” estos ejercicios. Temporalidad y motivos se articulan
entre sí y de esa articulación surgen dos tipos diferenciados de requisas: las
de “rutina” y las “imprevistas”.
Las requisas de rutina en el pabellón suelen realizarse con
regularidad y, como ya expresamos, los motivos responden generalmente a una
“supuesta” lógica de inspección, revisión y control de las personas (sus
cuerpos), sus espacios y sus pertenencias.
De lo expresado por las personas encuestadas, se da cuenta
que en 155 pabellones (el 68,6% del total de pabellones) se realizan requisas
de rutina, en estos pabellones se encuentran alojadas 5.684 personas, es decir
el 80,7% de los 7.040 presos alojados en las diez unidades estudiadas.
Ante la pregunta por la frecuencia con que ingresa el cuerpo
de requisa, se registró a partir de los relatos que en once pabellones con 357
personas alojadas la requisa se realiza más de una vez por semana, en 25
pabellones con 746 personas alojadas, una vez por semana y en 34 pabellones con
1.314 personas alojadas, una vez cada quince días. Mientras que una vez por mes
se realiza en 57 pabellones, con 2.201 personas alojadas. Y en 28 pabellones
con 1.010 personas alojadas, la requisa se realiza por intervalos de tiempo
superiores al mes.
Destacamos que 70 pabellones con 2.417 personas alojadas son
requisados rutinariamente con una frecuencia que va desde más de una vez por
semana, una vez por semana y una vez cada quince días.
Asimismo, y atento a que son rutinarias, el horario en el
que se realizan las requisas suele ser previsible; el de las mañanas es el de mayor
frecuencia en 106 pabellones con 4.106 personas alojadas, de todas formas
resulta llamativo que en 24 pabellones con 720 personas alojadas, se haya
expresado que las requisas de rutina no tienen un horario fijo, por lo que
pueden producirse en cualquier
momento del día o de la noche, lo que asimila esa operatoria
a las requisas de tipo imprevistas.
Atento a la pregunta acerca de la cantidad de agentes
penitenciarios que participan en las requisas de rutina, las personas detenidas
respondieron que el número de agentes oscila de cinco hasta quince
aproximadamente.
Las requisas imprevistas en el pabellón también responden a una
“supuesta” lógica de inspección, revisión y control de las personas (sus
cuerpos), sus espacios y sus pertenencias pero deben añadirse aquellos motivos
de “orden y seguridad” que les imprimen un carácter más indiscriminado y
violento.
Ahora bien, en este tipo de requisas nos interesaba
particularmente indagar sobre aquellos motivos que suelen relacionarse con la
irrupción del cuerpo de requisa en el pabellón. Las causas que “convocan” a
estos procedimientos de requisas imprevistas, detectados a partir de las
respuestas de las personas encuestadas, se concentran, básicamente, en siete
motivos, ello no implica que
sean excluyentes entre sí.
En 80 pabellones con 3.628 personas alojadas los motivos se vinculan
a “peleas entre internos”, en 33 pabellones con 2.118 personas alojadas los
motivos se vinculan a “conflictos con el personal penitenciario”, en diecinueve
pabellones con 963 personas alojadas, el motivo se vincula “al ingreso al
pabellón después de la visita”, en siete pabellones con 240 personas alojadas
el motivo es
“buscar droga”, en diez pabellones con 453 personas alojadas,
el motivo es “buscar objetos” y por último, lo que se presenta como particularmente
interesante es que en diecinueve pabellones con 574 personas alojadas, las
repuestas refirieron que las requisas imprevistas se realizan “sin motivos”, es
decir, no reconocen causas que motiven este procedimiento.
Las voces de las
personas encarceladas
En cuanto a la preguntas sobre quiénes o qué cuerpos
penitenciarios realizan la requisa de pabellón, si bien la mayoría de las
respuestas hacen referencia al cuerpo especial de requisa, éste ingresa a los
pabellones en varias oportunidades con el propio Jefe de Requisa, con los
celadores de turno, con médicos, con el jefe de módulo, con el jefe de turno,
con el encargado, etcétera. Es decir, los procedimientos de requisa realizados por este cuerpo
especial son registrados, atento a estar presentes durante tales, por
autoridades del penal y por personal profesional como así también por el personal
subalterno a cargo de la custodia del pabellón; de modo que buena parte de las irregularidades que describimos en este informe
se realizan bajo el consentimiento de personal jerárquico y/o profesional, en
particular médicos.
Los relatos
“Los que ingresan al
pabellón son los del cuerpo de requisa, y siempre lo hacen con un celador o con
el jefe de turno”.
“Ingresan los de
seguridad interna, de requisa, con el Director de Módulo”.
“Los que hacen las
requisas son el Director de Módulo, el jefe de módulo, oficial de turno, jefe
de requisa y todos los subalternos de requisa, son un montón”.
“Entran al pabellón,
‘los vestidos de negro’, los de requisa y el jefe del día”.
“El jefe de requisa y
20 o 30 agentes de requisa junto con un médico”.
“En la requisa de
pabellón, están los mismos agentes que revisan a la visita y a nosotros cuando
volvemos de comparendo, cuando entran al pabellón”.
“Los agentes de
requisa y el enfermero, a veces viene el médico también, parece que saben que
nos van a matar”.
“Entran todos los que
se visten de negro, esos son los de requisa, además un
enfermero, el jefe de
requisa y el jefe de turno”.
La ausencia de placas identificatorias en el uniforme del
personal en general y del personal de requisa en particular obstaculiza seriamente
la individualización cuando algún detenido o detenida decide realizar una denuncia
judicial con relación a los malos tratos físicos y/o torturas padecidas. A esta
falta de identificación se le suman las prácticas de amedrentamiento para
impedir la “mirada” de los presos, prácticas que describimos más adelante.
Atento a la pregunta acerca de la cantidad de agentes
penitenciarios que participan en las requisas imprevistas, las personas detenidas
respondieron que el número de agentes oscila de 20 a 40 y hasta 50, y que ello,
a su vez, depende de los motivos que habilitan el ingreso al pabellón del
cuerpo de requisa, aunque también expresaron que a veces no se corresponde con
“ninguna lógica clara”.
Los relatos
“A veces entran 50
tipos para buscar droga, muchas veces después que tuvimos visita, dan vuelta
todo, te rompen tus cosas, se llevan cosas tuyas y no secuestran nada”.
“Cuando hay pelea en
el pabellón tardan en aparecer ‘los de requisa’, a veces primero entran unos 10
y dejan que se sigan matando entre los presos y después llaman a 30 o 40 y
entran a dar con todo, palazos, cadenazos, escudazos, patadas hasta entran con
cuchillos y te cortan o te amenazan”.
“Si entraran cuando
empiezan los problemas es más fácil identificar quienes están peleando, pero
como tardan a propósito, cuando entran, a veces 20 o 40, matan a golpes a los que
estaban peleando y a cualquiera, no les importa”.
“A veces estamos
todos durmiendo y entran 20 o 30 del cuerpo de requisa a los gritos y los
golpes y algunos se animan a preguntarles “que pasó, que hicimos” y dicen “acá
hay muchas facas”, dan vuelta todo, nos desnudan, nos hacen correr al fondo,
nos golpean y no se llevan nada”.
En cuanto a la pregunta acerca con qué elementos ingresaba
el cuerpo de requisa al pabellón, las respuestas dieron cuenta que en 141
pabellones lo hacen habitualmente con palos,
escopetas, escudos y cascos; mientras que las respuestas correspondientes a 33 pabellones
añadieron otros elementos a los ya mencionados, como: pasamontañas, chalecos,
bombas de estruendo, gases lacrimógenos, aerosoles y también “cuchillos” y
otros tales como, guantes de látex, lentes de sol,
escaleras, pinzas, cadenas.
Por último, en 15
pabellones expresaron que lo hacen “desarmados” (durante las requisas de
rutina) en especial en Unidades de mujeres.
A la pregunta “¿Cómo ingresa el Cuerpo de requisa?” al
pabellón, las respuestas expresan que la modalidad comprende una secuencia que
regularmente se despliega de la siguiente forma: silbatos, gritos con órdenes,
amenazas, órdenes, gritos, amenazas, golpes contra las rejas u otros objetos y
golpes a las personas detenidas.
Asimismo, dan cuenta que cuando ingresan varios agentes, estas
prácticas se producen en forma simultánea y la ejercen diferentes grupos.
Los relatos
“Ingresan insultando
y gritando te dan varias órdenes, desnudarte, ir al fondo del pabellón, correr,
mientras te van pegando”.
“Entran a los
escopetazos, con cascos, pasamontañas, parecen militares, esto lo hacen solo
cuando hay mucho quilombo, pero por ahí te ligas un tiro sin estar metido,
porque ellos entran enceguecidos, tiros, palazos, te hacen desnudar, a algunos
les hacen hacer flexiones, a otros los apilan (pirámide) y con algunos se ensañan
feo”.
“Entran gritando
‘Requisa, requisa’, con silbatos, empujan a los que están cerca de la reja, si
se caen, pierden, los levantan a patadas, te hacen desnudar y te mandan al
fondo del pabellón. Gritan ‘Al fondo, al fondo, en bolas, tiren la ropa’, y
después te agarran la ropa y te afanan los cigarrillos”.
“Entran corriendo,
gritando ‘Todos al fondo del pabellón’, vienen con los palos y los escudos o
cuchillos y te gritan una y otra vez ‘Requisa, requisa’, tenés que entregar los
cigarrillos y después te llevan al baño para revisarte, a veces te hacen hacer
flexiones.
“A veces entran y te
gritan para que salgas al patio, te hacen desnudar y te dejan ahí, cagados de
frío, eso nos pasó hace diez días, mientras le pegan a otros en el pabellón y
se meten en tus celdas a revisarte tus cosas”.
“Entran a los
palazos, con pasamontañas, no les ves la cara, gritan y usan un silbato que te
lo soplan en el oído, le pegan a las rejas, a los presos, al que se les cruce,
te escupen, te buscan la reacción y después te llevan al baño para revisarte, te
empujan todo el tiempo, te verduguean y te lastiman”.
Así, como nos parecía clave dar cuenta de la modalidad(es)
de ingreso del Cuerpo de requisa a los pabellones, también consideramos fundamental
hacer referencia a aquellas “conductas exigidas” por parte de ese personal
penitenciario a las personas detenidas en el marco de este tipo de requisas.
Si bien en varias respuestas que hemos detallado
precedentemente encontramos referencias a las acciones que los obligan a realizar,
como: desnudarse, correr, ir al fondo del pabellón, etcétera, en el siguiente
ítem, nos interesa puntualizar con mayor información acerca de la regularidad
de algunas de esas acciones exigidas y, al mismo tiempo, dejar constancia de
otras modalidades que se despliegan en el procedimiento de la requisa, que a su
vez producen determinadas condiciones para el despliegue de ejercicios de
prácticas violentas y de “disponibilidad” sobre las pertenencias (objetos
personales, mercadería) de las personas requisadas.
Ante las preguntas: ¿Qué deben hacer cuando ingresa la
requisa al pabellón? ¿Cuáles son las acciones exigidas por el personal? Las respuestas
permitieron concentrar la mayor cantidad de frecuencias en seis de ellas que no
son excluyentes ya que suelen presentarse combinadas en los diferentes momentos
durante el desarrollo de la requisa y también responden a diferentes
modalidades según la guardia de requisa que ingrese.
Acciones exigidas más frecuentes:
1. Correr; 2. quedarse quietos; 3. mirar hacia abajo; 4.
mirar contra la pared; 5. ir al fondo del pabellón; 6. meterse en la celda.
Los relatos
“Cuando ingresan a
algunos nos hacen correr y a otros no, unos y otros tenemos que mirar para
abajo”.
“A veces, cada uno
tiene que pararse en la puerta de la celda con la cabeza agachada.
No podés mirar, si
levantás la vista viene el palazo”.
“Con los escudos te
aprietan la cara contra la pared y las manos atrás y así permanecés una hora y
como no podés mirar, escuchás y casi siempre son gritos con órdenes, golpes y
gritos de dolor y puteadas de los compañeros que son golpeados. A veces te toca
a vos”.
“Te hacen meter en la
celda y después te hacen salir y te revisa un médico”.
“Te hacen correr
hasta el fondo del pabellón y después volvés en fila india, manos atrás, mirada
hacia abajo, te llevan al baño uno por uno, te hacen desnudar completamente y
te requisan”.
“La requisa personal
siempre la hacen en el baño, antes te obligan a correr con los ojos cerrados y
te chocás con los otros, no tenés que caerte porque te insultan peor y te hacen
pagar a palazos o patadas”.
“Te hacen hacer cosas
horribles, ponerte en la puerta de la celda todo desnudo y ahí te dejan con la
cabeza baja, mientras golpean a otros y no sabés si te va a tocar a vos”.
“Nos hacen correr al
fondo de pabellón, nunca podés mirar a los agentes y aunque cumplas con todas
las órdenes, cobrás igual”.
Estas acciones exigidas a las personas detenidas están
direccionadas a establecer y afianzar la asimetría en términos de medición de
relación de fuerzas por parte del personal penitenciario a partir de la
violencia física y psíquica desplegada produciendo sufrimientos corporales y
psicológicos en los que el sometimiento y la humillación de las personas
detenidas son “efectos buscados” en el marco de estas prácticas penitenciarias.
Y, en este mismo sentido, deben tenerse en cuenta otros
ejercicios de violencia que deben ser leídos en términos vejatorios con fuerte
impacto material y simbólico, nos referimos a las violencias sobre las
pertenencias (objetos personales y mercaderías) de las personas detenidas
produciendo en ellas, además, intensos sentimientos de vulnerabilidad y de
impotencia. Previo a ilustrar, a través de los relatos, acerca del ejercicio de
dichas prácticas, es fundamental dar cuenta de aquellas otras que despliega el
personal de requisa con el claro objetivo de generar las condiciones para
evitar consecuencias en relación a ellas.
Los relatos
“A veces nos hacer ir
al patio y ahí te dejan mientras se meten en tu celda”.
“Te hacen correr al
patio y lo que pasa dentro del pabellón ni te enterás, mejor dicho te enterás
cuando volvés a tu celda”.
“A veces te hacen
quedar mientras te revisan la celda y no tienen problema de tirarte todo
delante tuyo, pero casi siempre te sacan fuera de la celda”.
“Muchas veces nos
encierran en el baño y el pabellón es tierra de ellos”.
“Cuando hay requisa
de pabellón nos tenemos que ir, estamos obligados, si resistís, te matan a
palos”.
“A veces, depende de
la requisa, nos hacen ir al baño con las tarjetas telefónicas, los libros,
cartas y después te requisan, eso pasa si alguien hizo lío porque le afanaron algo
en una requisa anterior, pero dura poco tiempo”.
“Nos hacen salir
fuera del pabellón, al gimnasio y un grupo de ellos nos requisa a nosotras y
otros se quedan en el pabellón con ‘nuestras cosas’”.
“Primero te hacen
desnudar en el baño y después te llevan corriendo al patio, no importa que
llueva o haga frío y al rato te vienen a buscar, mientras ellos estaban requisando
las celdas”.
“Cuando te van a
requisar la celda, si pedís un testigo te ponen a uno de ellos y si haces más
quilombo te ponen a una compañera que la hacen mirar para abajo, es joda”.
“A veces se ensañan y
te hacen que te quedes en la puerta de la celda para que veas como te rompen y
te mezclan todo lo que tenés”.
En el marco de estas condiciones construidas por el personal
de requisa, se despliegan distintos ejercicios de violencia sobre las pertenencias
que hemos caracterizado a partir de las respuestas de las personas detenidas
con las siguientes categorías: 1) mojan o ensucian la ropa; 2) mezclan y/o
tiran la mercadería al piso; 3) rompen objetos; 4) roban objetos y ropa; 5)
secuestran objetos.
Es interesante destacar que ninguna de estas categorías es excluyente
de las otras, es decir, suelen producirse todas y cada una de ellas en
diferentes procedimientos de requisa, por lo que se replican las respuestas por
pabellón en relación a cada una.
Se hace evidente que el cuerpo de requisa rompe objetos,
mezcla mercadería, hurta o roba y lo hace con mayor frecuencia que en relación
al secuestro de objetos que podría considerarse el “motivo” que ciertamente
legitimaría un accionar intensivo de inspección.
Los relatos
“El otro día en una
requisa, le robaron en su propia cara las zapatillas a un norteamericano, el
penitenciario hasta se las midió en el pie”.
“Te entran a la celda
y te destrozan todo, volvés y tenés tirada la yerba, el azúcar, junto con la
ropa, es un asco, te desperdician la poca mercadería que te trae tu familia y
además te ensucian todo”.
“A mí hace poco la
requisa me rompió la foto de mi hijo que se murió hace cinco meses, no entiendo
por qué lo hicieron, estoy destrozada de ver tanta maldad”.
“Te mandan al patio,
y ya sabés que perdiste, seguro que te roban las tarjetas
telefónicas y los
cigarrillos, a veces hasta te dejan el paquete vacío y se llevan los puchos”.
“La otra vez estaba
en el taller y cuando volví al pabellón tenía todas mis cosas tiradas por todos
lados, todo destrozado, un florerito roto, y todo abierto el televisor la parte
de atrás y me arrancaron el cable y yo no sé quien fue, pero me robaron una
radio chiquita que tenía, seguro que fueron ellos, los de requisa”.
“No sé por que te
rompen las cartas, las fotos hasta los libros, a mí me arruinaron dos, porque
los tiraron al piso, me tiraron el agua del termo arriba y después la yerba y
el arroz, parecía que habían bombardeado mi celda y todo eso mientras te tienen
desnudo en el patio cagándote de frío”.
“A mí me robaron una
zapatillas nuevas y cuando dije que iba a hacer la denuncia vino el jefe de
requisa y me amenazó con un traslado, me dijo que habían sido los otros presos
y que casualidad que fue justo en una requisa en la que nos mandaron a todos al
patio de visita”.
“Lo peor de todo es
que cuando volvés a entrar a la celda, todo golpeado, dolorido y además tenés
que acomodar el desastre que te dejaron, A mí una vez me llevaron los saquitos
de té”.
La requisa de pabellón podría asimilarse a la figura del
“allanamiento”, en tanto presupone la “búsqueda” de algún objeto o sustancia,
inclusive admitiendo que esa medida en su ejercicio comprende cierto despliegue
de violencia; ahora bien, los procedimientos de requisa “desvirtúan” esa figura
por la que podrían justificar su accionar, y lo hacen claramente por tres
motivos: por ejercer un grado de violencia intenso y devastador sobre las
personas y sus pertenencias, por que se destruye y se apropia de objetos y mercaderías
como práctica de despojo y por qué generalmente tales despliegues no se
corresponden con el secuestro de objetos y/o sustancias prohibidas, es decir,
todas y cada una de “estas prácticas” no se corresponden con estrategias de
inspección y ni siquiera
de orden, son claros actos de represión y pillaje, son actos
de soberanía.
Caracterización de la
requisa de pabellones
La requisa de los pabellones es realizada por un cuerpo
especial y como lo destacan los propios detenidos, registra los más altos niveles
de violencia por parte del personal penitenciario. Se constituye en un cuerpo
armado, pertrechado con borceguíes con punta de hierro, con palos, con cascos,
pasamontañas, con escudos, con escopetas, con cadenas, ingresan en grupo entre
diez y hasta 40 o 50 agentes particularmente en las requisas imprevistas,
la modalidad es ingresar gritando, practicando golpes contra
las rejas y las cosas y obligan a correr, desnudarse, mirar para abajo, manos
atrás, caminar contra la pared, salir de sus celdas, trasladarlos fuera del
pabellón, requisan las celdas, rompen, destrozan, mezclan y ensucian las
mercaderías y los objetos personales, hurtan o roban, menos frecuente,
secuestran objetos, producen severas golpizas individuales y/o colectivas, lo
hacen durante un tiempo prolongado en diferentes partes del cuerpo de las
personas detenidas, cuerpos casi siempre desnudos ya que los obligan a quitarse
la ropa y correr hacia el fondo del pabellón chocándose unos con otros, en una
clara ceremonia de reconfirmación de la “necesaria”
asimetría de las relaciones de fuerza, promoviendo en los mismos
intensos sentimientos de impotencia, indefensión y vulnerabilidad.
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