La Libertad de
Expresión es un
derecho consagrado en el Artículo 19 de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos y multiplicado por diversas Convenciones y Compromisos de
naciones que se autodefinen como democráticas.
Pero parecería que, en los hechos, estos
reconocimientos estuvieran padeciendo la erosión propia del paso del tiempo,
paralela al crecimiento incontrolable de la natural hipocresía humana.
Síntomas inconfundibles de ello esa brisa
maloliente que empezó a recorrer el mundo cuando Julián Assange difundió, a través de Wikileaks, delitos cometidos
por Estados Unidos en las guerras de Afganistán y de Irak; brisa que se
transformó en hedionda turbonada con el archiconocido caso de Edward Snowden, quien este domingo
pasado, en su “Manifiesto” publicado en el semanario alemán Der Spiegel, debió
argumentar la obviedad de que “No comete un delito quien dice la verdad”.
Pero aún así en el mundo se continúa
perpetrando el olvido de que la libertad de expresión es un derecho. Y la fetidez llegó incluso a
este pequeño país, éste al que los europeos valoran como encantador, grato,
bellísimo, etc., etc., etc.
En la tarde de
hoy, y a raíz de acontecimientos locales que todos conocemos, vinculados a la
protesta pública del 15 de febrero por la arbitraria decisión de adjudicar a la
Jueza Mariana Mota otro destino, inimaginable por cierto, fueron detenidos por
fuerzas policiales algunas de las personas que habían participado, entre ellas
la Profa. de Química Patricia Borda. (Para una información más pormenorizada, recomendamos
la lectura de El Muerto ||| videoblog
de información alternativa). Los siete uruguayos fueron procesados, finalmente, por "asonada".
Estos tres exponentes de la progresiva criminalización por ejercer la libertad de expresión
pueden reducirse a una sola primaria conclusión: el escarmiento público, por su carácter ejemplarizante, es una arcaica medida del Poder para ahondar
el miedo -ese panóptico sutilmente introyectado-; es el telón detrás del cual
la malignidad continúa operando insaciablemente.
A lo hecho, pecho, Señores Miembros de la
Suprema Corte de Justicia; hay que llamar a las cosas por su nombre. Todo este
escenario montado en la tarde es un intento de ESCARMIENTO PÚBLICO. Un intento,
nada más. Un intento que clarificará aún más la imagen real que muchos/as hemos
integrado a nuestras conciencias porque... lo que ustedes creen compacto telón
es, apenas, un fisurado velo, Señores.
Muy sugerente lo ocurrido en la tarde de hoy si lo asociamos al mundo de los jóvenes. ¿Qué valores extraerán ellos a partir de las acciones de los adultos que sancionan un acto de libertad de expresión? |
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