“Dados los
mecanismos represivos de control social que utiliza el sistema neoliberal para
imponer su política, una posible lectura es la del espacio carcelario como una
continuidad de las zonas excluidas de la ciudad.
Sin duda el espacio
de la cárcel es una continuidad de las zonas excluidas de la ciudad, pero de
ningún modo es obsoleto. Sabido es que los clientes del sistema penal que
pueblan nuestras cárceles son casi en su totalidad pertenecientes a los
sectores pobres, los excluidos de la sociedad. El sistema opera selectivamente
sobre ellos, y luego de un tiempo, resultan ser siempre los mismos. Son
aquellos más fáciles de agarrar, los de los delitos torpes, etc. Por ello
existe una doble vía continua entre estos barrios y la cárcel: la cárcel es una
continuación de la villa, existe una continuidad de la villa a la cárcel.
Actualmente
asistimos a la reproducción de "la villa en la cárcel", es decir, una
situación de vida carcelaria en condiciones tan precarias como en las de un
ghetto urbano –villa o favela-, que es la actual situación del sistema
carcelario no solo argentino sino latinoamericano. Creo que hoy es posible
afirmar en la cárcel argentina el respeto al principio de "less
elegibility", aquél principio teórico del siglo pasado que decía que las
condiciones de vida de la cárcel siempre deben ser peores que las del último
estrato social. Esos pensadores estaban preocupados de que haya personas que
quieran cometer delitos para estar detenidas y tener techo y comida. Hoy sin
duda las condiciones de detención son mucho peores que las condiciones de vida
en cualquier ghetto urbano.
Esta situación de
privación continua en la cárcel genera violencia pues si ponemos 200 personas
en un pabellón y no les proveemos alimentos, medicamentos, ropa de abrigo,
elementos de aseo, lo primero que va a ocurrir es un motín. Si precarizamos la
vida en el penal, los internos terminan matando, por ejemplo, por un kilo de
yerba”.
“Esa es la función
latente del sistema penal, a la que entiendo alude Michel Foucault en el famoso
último capítulo de "Vigilar y castigar". El verdadero poder de la
prisión es la posibilidad del Estado de administrar y controlar un caudal de
ilicitudes, controlando ese grupo minoritario y de esa forma controlar el
comportamiento y la sumisión del resto de la población, que en general es ajena
a la criminalización. Es la función simbólica del castigo actual, y aún con sus
panópticos deteriorados, de paredes derruidas, de guardiacárceles mal pagos,
etc, está tan vigente como nunca. En este sentido, la cárcel es el corral de los chivos expiatorios.
Me he visto muy
interesado en los estudios de los años 70, cuando surgieron esas visiones de la
cárcel como lugar de disciplinamiento de las masas a la vida capitalista. Se
decía correctamente que el origen de la cárcel eran las "work houses"
o "casas de trabajo" inglesas donde desde fines del siglo XVIII
mendigos y vagabundos eran obligados a trabajar en la elaboración de diversos
productos. Era la relación entre "la cárcel y la fábrica" (3). Pero
creo que actualmente los términos han cambiado. Creo que ahora debe verse esa
relación estructural en la óptica de "la cárcel sin la fábrica", o
cárceles de exclusión o "cárceles de la miseria", como las llama Loïc
Wacquant”.
“Se está ampliando
la situación carcelaria a los barrios pobres. Mientras el recurso cárcel no va
a decrecer, las políticas estatales de control en los barrios pobres puede
aumentar. Es ese el otro margen de la continuidad entre "cárcel" y
"villa". Asistimos a eso actualmente, por ejemplo el barrio Fuerte
Apache esta sitiado por personal de la Gendarmería Nacional, o pensemos en las
favelas de Brasil.
Estas son muestras
de un retorno a la ideología de finales del siglo XIX que relacionaba clases
populares a clases peligrosas. La política criminal actual focaliza en
determinados territorios urbanos, que desde el discurso estigmatiza,
configurando los conceptos de "barrios peligrosos" y que está
asociado a un estereotipo de "delincuente juvenil". El control social
es fundamentalmente eso, es la producción de significado”.
“... La política
criminal actual, a la par de focalizar los problemas en las villas, expande la
cárcel y relegitima su función en ese mecanismo selectivo y de definición.
La readaptación es
una ideología encubridora de lo que la cárcel es, fue y será siempre: puro
secuestro de personas. A lo largo del tiempo, lograr la legitimidad necesaria
del Estado en su tarea de encerrar personas, nunca fue fácil de realizar.
Analicemos distintas fotografías de la cárcel:
-Pensemos en la
"cárcel-fábrica", en la cárcel disciplinaria de fines del siglo XIX
de Estados Unidos o europea, todos los presos haciendo trabajos forzados, un un
intento bien logrado de darle una utilidad a esa masa humana privada de
libertad de forma acorde con los principios religiosos y económicos de la
época.
-Imaginemos ahora
la cárcel modelo argentina, la Penitenciaria Nacional de la calle Las Heras en
Capital Federal en los años 1920 – 1930. Todos los presos en sus celdas con sus
traje a rayas, y por los pasillos de los pabellones, científicos europeos
elogiando su funcionamiento. Trabajo, estudio, disciplina e higiene. Aunque fue
una sola porque -como dice Caimari- el resto de las cárceles funcionaba con la
precaridad habitual ("Apenas un delincuente", Siglo XXI, Bs. As.
2004).intento bien logrado de darle una utilidad a esa masa humana privada de
libertad de forma acorde con los principios religiosos y económicos de la
época.
-Miremos ahora los
centros terapéuticos típicos de europa occidental de los años 60 y 70,
dominados por psicólogos y psiquiatras, con complejas teorías y tratamientos,
una foto similar a la "La Naranja Mecánica" de A. Burguess. De vuelta
la ciencia dando la legitimación al castigo.
Está claro que
estos fines asignados a la cárcel son falsos. La cárcel no educa, no recupera,
no resocializa, no reinserta. Pero resulta difícil erradicar semejante
herramienta simbólica de control social. Por ello, lo único que cabe en este
contexto es sincerar su discurso.
Tiene toda la razón
Zaffaroni cuando dice que se debe buscar a fortalecer igualmente una ideología
de la cárcel fundada en los D.D.H.H., una cárcel donde se imponga un trato
humano, lo menos deteriorante posible y que ofrezca la posibilidad de reducir
los niveles de vulnerabilidad (encuadre en estereotipo y asunción de sus roles)
de sus clientes”.
SEBASTIÁN FOGLIA
SEBASTIÁN FOGLIA es abogado, miembro del
Instituto para el Desarrollo de Estudios Sociales (INIDES), Director de la
revista electrónica "Derecho Penal Online"
(www.derechopenalonline.com), Profesor Adjunto de "Derecho Penal I"
en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de La Plata, Ayudante de
"Derecho Penal I" del Departamento de Derecho de la Universidad
Nacional del Sur, Auxiliar de la cátedra del Prof. Eugenio Raúl Zaffaroni de la
Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires en la materia
"Elementos de Derecho Penal y Procesal Penal."
A pesar del tiempo
transcurrido desde su edición y de que se focalice en la realidad argentina, es
horrendo descubrir que los profesionales hasta ahora leídos sostienen básicamente
el mismo macroconcepto, que ese concepto perdura al 2013, que la situación
objetivada (los eufemísticamente llamados “núcleos duros de la pobreza” o sea, la
placenta de las cárceles) no ha sido transformada aún sino
profundizada (por más paradigmas que las cúpulas del mundo pretendan aplicar), y
que se trata de una especie de ilesa fotografía de Latinoamérica toda.
LA VIDA DE MAGDALENA
Dicen que Magdalena nunca sonríe
dicen que Magdalena siempre está triste
que se sienta solita en el recreo
y que no participa nunca en los juegos
que tiene moretones por todo el cuerpo
La vida de Magdalena es una condena
qué pena, qué pena, la vida de Magdalena
Dicen que hace tres días no va a la escuela
no la han visto los niños ni la maestra
yo la vi esta mañana frente a la iglesia
pidiendo a los que pasaban una moneda
sus padres escondidos estaban cerca
La vida de Magdalena es una condena
qué pena, qué pena, la vida de Magdalena
Yo sé que hay Magdalenas por todos lados
niños que como ella están condenados
porque cuando los vemos y nos callamos
somos nosotros quienes los condenamos
vamos que se hace tarde y hay que abrigarlos
La vida de Magdalena es una condena
qué pena, qué pena, la vida de Magdalena
Extraída de AlbumCancionYLetra.com
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