Un derecho, no un privilegio
El programa “Educación en contextos de encierro” se enmarca
dentro
de los llamados “Programas Educativos Especiales” de Educación Secundaria.
Sandra Gardella, integrante del equipo de coordinación nacional,
explica
que la propuesta involucra a más de 200 docentes en todo el país, a 20
establecimientos carcelarios y alcanza a toda la región litoral, todo el sur
(exceptuando
a Rocha) y todo el centro del país, donde se están
sumando Fray Bentos,
Florida y Durazno.
En 2007 no se llegaba a 300 alumnos; actualmente existen más
de mil.
La propuesta educativa tiene como eje medular que la persona
privada de su libertad se reencuentre con el conocimiento y el gusto por
el saber.
Lo que se busca del rol docente es que sea facilitador y guía para
el
reencuentro del alumno con el conocimiento.
Para sostener la participación de los reclusos en los cursos
hay que
vencer muchas resistencias.
Los vaivenes del sistema carcelario
hacen muy delicada la constancia
y como respuesta a esta realidad los docentes han
tomado la opción
de llevar la duración de cada año escolar de ciclo básico a
un semestre.
El contenido del programa dentro de la cárcel es igual al de
cualquier liceo
público.
Para implementarlo, se indaga acerca de la trayectoria
personal de los
alumnos, ya que la presencia en términos etarios es variada.
Las aulas son conformadas en multigrados; estudiantes de ciclo básico
por un
lado, y bachillerato por otro.
La forma de aprobación es rindiendo examen ante un tribunal
de mesa
constituido por docentes ajenos a la propuesta, de manera de legitimar
la instancia ante el resto de la sociedad.
“Los alumnos reclaman
que la exigencia sea la misma que para
cualquier alumno de secundaria; no
aceptan tratos diferenciales”,
afirma Sandra.
El modo a través del cual se pone en juego la relación entre
enseñanza
y aprendizaje habla de la concepción pedagógica.
Según Sandra, “darle al otro un lugar activo en la
construcción del
acto educativo es clave”.
La perspectiva desde la cual se aborda el aprendizaje
intenta
atender las preocupaciones emergentes de los estudiantes y conjugarlas
en
el proceso de formación que marca la currícula.
De esta manera se analizan las distintas
apropiaciones generadas y
se respetan los procesos individuales de desarrollo dentro del aprendizaje.
Si en un mismo grupo el docente
valora que un alumno se apropió
de las destrezas básicas puestas en juego,
se le da el pasaje al siguiente
módulo de formación.
El contexto socio-económico vulnerable del cual provienen
muchas de las
personas privadas de libertad limitó sus posibilidades de acceder a
la
educación secundaria. El hecho de que esa posibilidad hoy sea una
realidad tiene para los reclusos un valor más allá de la redención de pena.*
Sandra
cuenta que saber que la certificación otorgada dentro del
recinto carcelario
tiene el mismo valor que afuera, genera para los
alumnos un sentido de
integración, de reinserción social.
Para las Naciones Unidas, “la educación en las prisiones es
un derecho que se encuentra enmarcado en la perspectiva de la
educación para
todos y a lo largo de toda la vida.
Esto supone que no debe ser considerada una
educación especial
sino la continuidad de la educación formal y no formal de una
persona
confinada de forma transitoria en un lugar específico.
Consecuente con lo anterior, la pérdida transitoria del
derecho a la
libertad ambulatoria no debería entonces, permitir la pérdida de los
demás
derechos, entre los que se encuentra el de la educación.”**
enDiálogo Extensión Universitaria
enDiálogo / número 11 / año 4 / Julio 2012
Revista de Extensión Universitaria
Ángel Sequeira,
Siboney Moreira,
Inés Garaza,
Federico Pritsch,
Nicolás Robledo
Diseño Fabricio Leyton
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