sábado, 6 de julio de 2013

Castigo y Civilización- John Pratt

Castigo y civilización. Una lectura crítica sobre las prisiones y los regímenes carcelarios. John Pratt, Barcelona, Gedisa, 2006

Por Lucas Guardia

La liberté, la vie nouvelle, la résurrection d'entre les morts…
Fiodor Dostoievsky, Souvenirs de la maison des morts, 1861


a) Aquello oculto tras el velo

Las representaciones por las cuales se ejerce una modalidad específica de sujeción de los cuerpos, adquieren con la racionalidad determinado marco de legitimidad. En este escenario, el racionalismo burocrático determinará las formas imperantes en las cuales la civilización impone los marcos de normalidad.-

En dicho camino, John Pratt advierte las posibilidades de castigo y su relación con la civilización sin perder el rastro histórico por el cual el disciplinamiento penetra en las sociedades.-

Su punto de partida resulta de la declaración realizada por David Blunkett (Home Secretary británico) ante la posibilidad de que asesinos menores de edad sufran posibles ataques en virtud de su liberación: "no estamos en el Lejano Oeste ni a mediados del siglo XIX; estamos en Gran Bretaña y en el siglo XXI, y lo manejaremos de modo efectivo y de manera civilizada". La referencia sirve al autor para analizar los parámetros por los cuales se permite y se restringe una mayor violencia institucional.-

Las formas "civilizadas" funcionarán como una señal identificadora de distinción (sociedad organizada, occidental y desarrollada) en oposición a los gulags del bloque del Este, los países del Tercer Mundo y el Mundo Islámico.-

Sin duda, el autor se ubica en una esfera por el cual la civilización regirá los hilos del castigo conforme al racionalismo dominante. Así, se recalcará que la forma de desenvolverse de la violencia penal será a través de un castigo dispensado con frugalidad productiva que reforme y rehabilite a los "criminales".-

Es por ello que el faire le mal pour le plaisir de le faire será desplazado por la forma "civilizada" en que se impondrán las pautas culturales del castigo. No obstante, ello importará la instrumentación de la cárcel como dispositivo de poder que asumirá las tareas de realizar un disciplinamiento social sobre los cuerpos refractarios aceptando sin más las prohibiciones del ordenamiento de trasgresión de la modernidad.[1]

Con lucidez, Pratt describe cómo aquel proceso "civilizatorio" que aspira a evitar la crueldad, ha "apagado su luz" llevando a cabo monstruosos actos donde cohabitan pacíficamente los modales civilizados con el asesinato en masa.[2]

La imprecisa forma que civiliza también sacrifica y extermina, furtiva tras la razón ilustrada. Es entonces, que las racionalidades inmanentes a la proyección de civilización redefinen el espacio estratégico de imposición de aflicción como nueva forma del Holocausto.[3]

En este sentido, es sustancial el paso ulterior al que el criminólogo del Institute of Criminology de Victoria University of Wellington recurre en su análisis intentando reflejar cómo se establecieron originalmente las características de un sistema de castigo que llegó a asumir las cualidades que eran "civilizadas".-

La pretensión alcanza los puntos estudiados anteriormente de la civilización como estado actual del desarrollo en un proceso histórico sociocultural que representa el resultado global de cambio,[4] y en cuyas consecuencias se advierten la mayor autoridad y control por parte del Estado y la interiorización de los ciudadanos de las restricciones, controles e inhibiciones de su conducta al ordenarse sus valores conforme a una mayor sensibilidad.-

Dentro de dicho proceso, la composición de la fuerzas penales se vuelve contingente en un continuo movimiento hacia atrás y adelante que implicará la determinación de valores y expectativas en el marco de la civilización. Ello conllevará, según Pratt, la configuración de un sistema de castigos adecuado a lo esperado, encubriendo los castigos más desagradables.-

Asimismo, se aleja en su análisis del noruego Nils Christie al señalar en oposición a éste, que la liberación de valores y sentimientos humanos como contrapartida de las tendencias hacia el gulag conseguirá una mayor probabilidad de producción de éstos con el agravamiento que se acentuará el espiral del control penal liberando las propensiones humanas de crueldad y violencia.-

La manifestación de la racionalidad que subyugará a las sociedades civilizadas tendrá a la racionalización y burocratización del proceso penal como acontecimiento más significativo con referencia al castigo, en los siglos XIX y XX,[5] donde expondrá su rostro más atroz colocándonos el "velo" que oculte la actuación punitiva más brutal.-

b) Fiesta punitiva y civilización.-

La ejecución pública de Michael Barret, última realizada en Inglaterra en 1868, marca un hecho significativo en el que Pratt avizora, en su segundo capítulo de la obra, el período en el cual la sociedad británica de fines del siglo XIX aspira a "sanear el sufrimiento".-

La "desaparición del espectáculo punitivo" implicará el crecimiento administrativo de la actuación estatal, y la asunción de nuevos caracteres culturales que diagramarán de forma diferencial la imposición del castigo, donde éste "tenderá a convertirse en la parte más oculta del proceso penal".[6]

La asimilación de las formas en la contingencia de los procesos de civilización, implicará una nueva estrategia en la que el carnaval del castigo se reducirá a un minúsculo "pedazo de papel".-

No escapa a esta formulación, la superación de un estado primitivo en el cual se aspiraba a establecer una mayor estado de civilización, entendiendo por ello en dicho contexto la eliminación de la morbosidad frente al dolor y la humanización asumida (y escondida) por la actuación estatal.-

En este sendero, establece el autor en su capítulo tercero, las principales funciones que tendrá la cárcel al ocultar las escenas y las prácticas que se habían vuelto ofensivas y censurables, puesto que se ubicarán en la ajenidad de la mirada pública.-

La cárcel ahora, se ubicará como espacio "civilizado" de castigo sujeto a una extrañeidad de lo público, legítimo y normal. Así, se convertirá en una institución total, donde enormes barreras se oponen a la interacción con el exterior construyendo en ese sentido altos muros, grandes puertas blindadas, alambrados electrificados, garitas de control de entrada, ventanas con barrotes, etc.[7]

Resulta paradigmático, en esta dirección, la prisión de Pentoville[8] inaugurada en 1842 en Londres, la cual demostraba el paso a la civilización transformando al carnaval ruidoso y de mal gusto del castigo público, por el encarcelamiento cuya finalidad no era rehabilitar y resocializar sino retener hasta el traslado para la ejecución.-

La austeridad funcional de cualquier régimen carcelario asumió con Pentoville sus primeros atisbos de actuación, convirtiéndose ésta en el modelo a seguir. Pero si bien los continuos intentos de ocultar o camuflar la prisión fueron prolíficos, tras el crecimiento urbano de las ciudades inglesas de fines de siglo XIX y principios del siglo XX, una nueva estrategia fue necesaria a fin de esgrimir un modelo en el cual la cárcel fuera eliminada del paisaje urbano de la sociedad civilizada.-

De esta manera, las continuas disputas estructurales de la civilización, habían permitido que el castigo pasara de ser una fiesta del pueblo, a ocultar la prisión tras la nueva arquitectura y a ser por último, eliminada de la vista de los ciudadanos.-

El desplazamiento a yermos rurales o guetos en el interior de la ciudad, demostraba una perspectiva en el que la mirada del público tuviera signos de desaprobación. Sin embargo, el paso siguiente que urdió la administración estatal, fue un programa de construcción de cárceles de aspecto neutral con el objeto de que se vuelva invisible el dolor impuesto.-

La representación simbólica se ocultaba tras la venda colocada ante los ojos de los ciudadanos a través de cárceles de arquitectura agradable. Aquel ideal de prisión como lugar agreste y aislado del perímetro de la ciudad[9] se desplazará hacia diseños que harían completamente anónimos a los miembros del público la presencia de las cárceles que se encontraban en el mundo civilizado.-

Prototipo de dichas construcciones será la prisión de Long Martin que representará a mediados del siglo XX, la prisión oculta tras la simbiosis con el diseño urbano.-

c) La construcción del disciplinamiento.-

La modificación denigrante de las costumbres tenía que asumir en la cárcel una gama de condiciones que producirán un disciplinamiento introyectado en las conductas de las personas. La comida carcelaria y la vestimenta por un lado, y la higiene personal por el otro, operarán de esta forma con rigidez en la tensión de dichas condiciones en la austeridad de disposición de recursos.-

En este sentido, señala Pratt que durante la primera mitad del siglo XIX se buscaba por parte de las autoridades una alta calidad de la dieta dado que era inadmisible que esta sea utilizadas como "instrumento de castigo" en virtud de las reformas humanitarias introducidas fundamentalmente por la críticas formuladas por reformadores de la Ilustración como John Howard.-

Peso a ello, dichos esfuerzos quedarían subordinados al imperativo de la práctica social inglesa y de las condiciones de vida menos favorables que debían tener los encarcelados en relación a los ciudadanos libres más pobres, conforme lo prescribía el principio de menor poder de elección.-

Subyace bajo dicha política, el principio de economía impuesto por Jeremy Bentham en su Panóptico por el cual bajo la regla de severidad el condenado debe vivenciar peores condiciones que en libertad como medio para desactivar el aliciente a delinquir.[10]
Pero a mediados del siglo XX se atenúan las condiciones que hacía operar el principio de less elegibility como consecuencia del Welfare State [11] en el que la prisión adquiere nuevamente un aumento de recursos.-

Así, Pratt afirma que la diferencia de hecho entre los presos de la década del 60 y el resto de la población en la sociedad británica, era que estaban en prisión; no las condiciones de la vida carcelaria.-

Volverá a invertirse la situación como paradigma reaccionario del capitalismo tardío (Spätkapitalismus) en la negación de beneficios dentro del sistema represivo al sostenerse que solo pueden existir "cárceles sin comodidades" como producto de la segregación punitiva actual.-

En el quinto capítulo de la obra en análisis, la mirada se dirige hacia el lenguaje penal en el cual se despojará de la fuerza emotiva peyorativa conforme a una humanización más acentuada. Tuvo su punto máximo en la realización de una sintaxis comprensiva desplazando términos como "convicto" y "preso" por el de "educando", intentando descomprimir el vínculo estigmatizante.-

Esto sería modificado por un lenguaje de mayor intolerancia del público que vuelve a retomar el control discursivo, convirtiendo a las víctimas en las únicas exponentes del reclamo mediático que sujetará a los actores políticos y judiciales.-

La humillación permanente que se traduce en las biografías de los encarcelados (capítulo VI) destruye los lineamientos que se establecieron como "civilizados" que no obstante, se habían impuesto en el "afuera".-

Solos y entre muros estarán sujetos al dolor que disciplinará inexorablemente sus almas.-

d) El racionalismo burocrático: más allá del gulag.-

En la parte final del trabajo (capítulos VII-IX) reflexiona el autor sobre la contraposición que había surgido en la visión formal u oficial, y de aquellos que sufrían la actuación punitiva.-

La imposición de la perspectiva formal era consecuencia inevitable de dos rasgos que predominarán en el discurso dominante de los siglos XIX y XX: la burocratización por un lado, y la indiferencia del público, por el otro.-
La estructura administrativa recortará la percepción por la cual se deslinda el conflicto como propiedad de los particulares.[12] Ante ello, pareciera no haber una bifurcación de los rasgos dominantes en el modelo discursivo sino la preeminencia del racionalismo impuesto por las burocracias del aparato estatal, de modo que asumió las formas legítimas por las que se pierde la autonomía, con lo cual el público no resulta indiferente sino que él mismo es apartado de sus intereses.-

Precisamente, cree el autor que el segundo rasgo descripto es triunfo del proceso burocrático y la imposición de su "verdad", cuya ramificación coercitiva modificará por completa la conducta del cuerpo social.-

De hecho, hasta comienzos del siglo XIX, el público ocupaba un lugar central en el procedimiento del castigo, que será desplazado a partir de la indiferencia moral hacia las prisiones y lo que sucedía en ellas.-

Es en esta parte, que se vuelve sustancial el estudio de la obra al determinar los efectos del proceso civilizador sobre el discurso penal en Inglaterra, donde se había establecido un marco caracterizado por una completa ausencia de castigo corporal, un aparato punitivo en gran medida invisible, un esfuerzo por aminorar las sanciones penales y un lenguaje penal esterilizado, desprovisto de expresiones emotivas.-

Asimismo, estos procesos de civilización parecen mostrar una modificación en cuanto a sus grados de realización donde la referencia es la sociedad contemporánea occidental y desarrollada. El colapso de la civilización, determinará el paso de una prisión civilizada a una incivilizada, un aumento del encarcelamiento y de las condiciones de deterioro a través de la negación de recursos y por último, una administración penal fragmentada.-

La política neoliberal que morigera la asistencia social y aplica una programa penal más represivo y menos garantista[13] requerirá una eficiencia mayor que tenderá a la privatización de las fuerzas represivas.-

Aparece en dicho cuadro, lo remarcado por Pratt en referencia a una serie de reversiones y discontinuidades en el cual reaparecen la prisión, se degradarán sus condiciones y existirá una mayor severidad del lenguajes penal.-

No obstante, esta nueva configuración del poder penal no significará, según explica el autor, una reversión plena del proceso civilizador. Se producirá una maquinaria modernizante y eficiente del castigo en conjunción con la materialidad punitiva de la gente.-

El surgimiento en las últimas dos décadas de las nuevas criminologías de la vida cotidiana como parte de la interacción social y como riesgo habitual que debe ser calculado, del delito como oportunidad y la prevención situacional, y que se ha vuelto un recurso crucial para las autoridades políticas,[14] engendrará una emergencia penitenciaria y un aumento de los niveles de encarcelamiento.-

Ante ello, remarca el autor, los gulags se vuelven una posibilidad en las sociedades occidentales donde se predispone a ser manejado por el populismo punitivo de la opinión pública debido a una mayor sensación de riesgo, tolerando mayores niveles de represión penal y privación que en la mayoría de las otras sociedades civilizadas.-

De esta forma, queda explícita la tesis de John Pratt. Sumado a ello los altos niveles de creación de enemigos como producto de la dicotomía inclusión / exclusión que acentúa la marginalidad, un proceso pírrico, que involucra tanto a la sociedad amplia como a los actores que atrapa endemonizando al "otro".[15]

Entonces, había una mirada que presenta a los criminales como un "otro" diferente a "nosotros" a quien se debe excluir a través de medidas de diversas grados,[16] con el temor de alcanzar aquello que Bauman denomina heterofobia,[17] por el cual la presión y la ansiedad haría sentir que se ha "perdido el control" que deja librada a la interpretación basada en la interferencia de un grupo extraño que debe apartarse.-

El texto de John Pratt entonces, vislumbra cómo las grados de civilización sujetaron al poder del castigo, en un estudio más amplio que el realizado por Elías[18] y Garland.[19]

También resulta trascendente cómo el racionalismo burocrático se oculta tras la regulación del dolor y cómo la subjetivación de la violencia objetiva resulta fuente de legitimación social[20] y la actuación punitiva acepta las formas violentas como producto de la utilización de los aparatos represivos como instrumentos de remercantilización.[21]

Aumenta así la trampa selectiva que reconfigura el sentido y la representación de la cuestion criminal.[22] La salida queda como interrogante perdurable en la tensión de las discontinuidades de la criminalización.-

Solo nos queda la imagen del que sufre y que tan bien retrató Charles Dickens en Las campanas:

"(...) Mirad caballeros cómo vuestra leyes están hechas para ponernos trampas y perseguirnos cuando llegamos a este punto. Yo trato de vivir en otro lugar y soy un vagabundo. ¡A la cárcel!. Regreso aquí. Voy a buscar nueces en vuestro bosques y quiebro una rama o dos. ¡A la cárcel!. Uno de vuestros guardas me ve a plena luz del día, cerca de mi propia huerta, con un arma. ¡A la cárcel con él!. Cuando estoy libre tengo una trifulca natural con un hombre. ¡A la cárcel con él!. Corto un palo. ¡A la cárcel con él!. Me como una manzana o un nabo podrido. ¡A la cárcel con él!. Queda ésta a una milla de distancia, y al regresar pido un poco de limosna en el camino. ¡A la cárcel con él!. Al final, el alguacil, el guardia me encuentra en cualquier parte, haciendo nada. A la cárcel con él, por vago y porque es un conocido ex presidiario, y la cárcel es el único hogar que posee (...)"[23]


[1] FOUCAULT, Michel, La vida de los infames, Buenos Aires, Altamira, 1996, p.13.
[2] BAUMAN, Zygmunt, Modernidad y holocausto, Madrid, Sequitur, 1997.
[3] CHRISTIE, Nils, La industria del control del delito.¿La nueva forma de Holocausto?, Buenos Aires, Del Puerto, 1993, p.166.
[4] ELíAS, Norbert, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1993.
[5] SPIERENBURG, Pieter, The spectacle of suffering. Executions and the evolution of de repression: from a preindustrial metropolis to the European experience, Cambridge/New York/Melbourne, Cambridge, University Pres, 1984, p.80, citado por GARLAND, David, Castigo y sociedad moderna. Un estudio de teoría social,  México, Siglo XXI, 1999, p.212.
[6] FOUCAULT, Michel, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Madrid, Siglo XXI, 1998, pp.16 y 17.
[7] GOFFMAN, Erving, Internados. Ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales, Buenos Aires, Amorrortu, 1984, p.18
[8] Para un análisis de la prisión moderna, ver MATTHEWS, Roger, Pagando tiempo. Una introducción a la sociología del encarcelamiento, Barcelona, Bellaterra, cap.I.
[9] MESSUTI, Ana, El tiempo como pena, Córdoba, Marcos Lerner, 1989,  p.33.
[10] MARÍ, Enrique, La problemática del castigo. El discurso de Jeremy Bentham y Michel Foucault, Buenos Aires, Hachette, 1983, p.146.
[11] GARLAND, David, La cultura del control, Barcelona, Gedisa, 2005, p.103.
[12] CHRISTIE, Nils, Los conflictos como pertenencia, en A.A.V.V., De los delitos y de las víctimas, Buenos Aires, Ad-hoc, 1992.
[13] WACQUANT, Loïc, Las cárceles de la miseria, Buenos Aires, Manantial, 2000.
[14] GARLAND, David, La cultura del control, cit., pp.53 y 217.
[15] YOUNG, Jack, La sociedad excluyente. Exclusión social, delito y diferencia en la modernidad tardía, Barcelona, Marcial Pons, 2003, pp.155 y ss.
[16] GARLAND, David, The limits of the sovereign State. Strategies of crime control in contemporary societies, en "British Journal of Criminology" Vol.36, Nº 4, 1996, pp.445-471, citado por SOZZO, Máximo, Usos de la violencia y construcción de la actividad policial en la Argentina, p.236.
[17] BAUMAN, Zygmunt, Modernidad y holocausto, cit., p.64.
[18] ELíAS, Norbert, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, cit..
[19] GARLAND, David,  Castigo y sociedad moderna. Un estudio de teoría social,  cit., capítulo 10.
[20] GRÜNER, Eduardo, Política, violencia y dominación subjetiva, Tesis III, p.25, en Atilio BORÓN e Isidoro CHERESKY (comps.),  Desarrollos de la teoría política contemporánea, Buenos Aires, Homo Sapiens Ediciones, p. 25.
[21] BAUMAN, Zygmunt, Legisladores e interpretes. Sobre la modernidad, la posmodernidad y los intelectuales, Universidad de Quilmes, 2005, pp.265 y 266.
[22] BISCAY, Pedro y VACANI, Pablo, Racionalidades punitivas y emergencia penitenciaria. Reformulaciones a la judicialización de la pena a partir de la lógica de los campos , en "Lecciones y Ensayos" Nº 81, Buenos Aires, Lexis Nexis, 2005, p.170.
[23] DICKENS, Charles, Las campanas, Buenos Aires, Nuevo Siglo, 1996, p.90


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John Pratt
"Menos cárcel, menos criminalidad"

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