Finlandia: menos cárcel menos
criminalidad Por: Mercedes Llamas - junio 9 de 2013 - 0:01 Llamas en
sinembargo, LOS ESPECIALISTAS
Finlandia
se ha caracterizado por ser uno de los únicos países que a partir de los años
setentas ha disminuido su tasa de población penitenciaria, pues ha llevado a
cabo políticas centradas en utilizar la prisión como ultima ratio; lo anterior
no ha significado un aumento en los índices de criminalidad. Esto comprueba que
la hipótesis de que la prisión no influye directamente en la tasa de
reincidencia ni previene la criminalidad.
Finlandia, así como los otros países
escandinavos (Suecia y Noruega), son sociedades sumamente educadas, con gran
igualdad entre sus ciudadanos, presentando como valor primordial el bien común.
Los escandinavos, en su mayoría buscan el bien colectivo sobre el individual,
lo que los hace muy diferentes a ciudadanos de otros países de Europa o de
América en donde el individualismo es el eje de sus acciones.
Su localización,
sus características geográficas, así como sus condiciones socio culturales,
propiciaron que en estos países no hubiera condiciones para que se formaran
grandes feudos ni para el enriquecimiento exacerbado de unos y el
empobrecimiento de otros.
En general, la sociedad se ha caracterizado por una
homogeneidad, de igual forma, la inmigración era hasta hace pocos años escasa
casi nula, lo que disminuye las posibilidades de desigualdad. Cuentan con una
cultura basada en la inclusión, la solidaridad y la unión.
La
pena de prisión es considerada tanto por la autoridad así como por los
ciudadanos como una mera pérdida de libertad, donde el objetivo principal de la
misma es la reinserción de los individuos, por lo que en todo momento, y como
dice el criminólogo John Pratt, “las condiciones dentro de la prisión se
asemejan lo más posible a la vida en libertad”. Los países escandinavos cuentan
con una multiplicidad de cárceles pequeñas (menos de 100 presos por
establecimiento) lo que facilita que la mayoría de internos viva cerca de sus
familiares y así se fomenta el contacto familiar. En general, las condiciones
penitenciarias velan en todo momento por los derechos humanos de los presos y
son coherentes con la dignidad humana.
Finlandia
fue el primer país escandinavo en contar con prisiones abiertas en 1930. Dicho
régimen se caracteriza por asemejar la vida en prisión con la vida en sociedad,
los internos trabajan fuera de la prisión, algunos mantienen sus empleos que
tenían previos a su condena y con sus salarios pagan impuestos, renta, comida,
dan dinero a sus familias y víctimas y ahorran para cuando terminen su
sentencia. En cuanto a su política penal, los países escandinavos, al ser
sociedades igualitarias, no tienen la necesidad dramática de tener castigos
públicos y ejemplares como medida para reafirmar el poder que ostenta la clase
dominante.
El
crimen es concebido como una especie de enfermedad que como tal requiere de un
diagnóstico y un tratamiento específico. En concordancia, los delincuentes son
tratados con dignidad humana y las penas buscan en todo momento la
resocialización del mismo, por lo que el confinamiento extremo está en desuso.
Lo anterior denota una política basada en la inclusión lejos del
etiquetamiento, la segregación y el rechazo. Sin embargo, no se puede negar la
influencia general tanto de la Unión Europea así como de potencias específicas
como Estados Unidos e Inglaterra ejercida a diario sobre los países
escandinavos. Según algunos investigadores de los tres países escandinavos,
Suecia y Noruega son los que más han cambiado sus políticas sobre todo en lo
que a las drogas se refiere, aumentando la severidad de sus penas así como la
percepción del enemigo común. Finlandia por el contrario, gracias a su cohesión
social así como a una menor tasa de inmigración ha logrado mantener políticas
incluyentes.
@criminologiamex Leer más
sobre este autor: Doctoranda en Gobierno y Administración Pública por el
Instituto Universitario Ortega y Gasset de la Universidad Complutense de
Madrid, Maestra en Criminología y Política Criminal por el INACIPE y Licenciada
en Educación Especial en Infracción e Inadaptación Social por la Escuela Normal
de Especialización. Publicaciones anteriores de Mercedes Llamas
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John Pratt es profesor de criminología de la
Universidad de Wellington en Nueva Zelanda. Ha sido Fellow del
Straus Institute for the Advanced Study of Law and Justice de la Universidad de
Nueva York (2010-2011) y Royal Society of New Zealand James Cook Research
Fellow (2009-2012).
Pratt
es uno de los sociólogos del castigo más destacado del mundo de habla inglesa.
Ha publicado profusamente en las más importantes revistas académicas de lengua
inglesa. Es editor del Australian and New Zealand Journal of Criminology.
Entre sus libros se
destacan: Governing the dangerous (1997); Dangerous Offenders: Punishment and
Social Order (compilado con M. Brown, 2000); Castigo y Civilización. Una lectura crítica sobre las prisiones y
los regímenes carcelarios (2002 en inglés y 2006 en español); The New
Punitivensess (compilado con M. Brown, S. Hallsworth, D. Brown y W. Morrison,
2005); Penal Populism (2007). En enero de 2013 aparecerá su nuevo libro:
Contrasts in Punishment: An Explanation of Anglophone Excess and Nordic
Exceptionalism, resultado de una investigación comparativa de las políticas
penales entre Escandinavia y el mundo de lengua inglesa en las que ha venido
trabajando en los últimos años.
O sea: el bien común |
SEGURIDAD
En Finlandia, las prisiones no
tienen barrotes ni guardiacárceles armados
Tiene más de 5 millones de
habitantes y apenas 2.700 presos, lo que lo convierte en el país con menos
reclusos de toda Europa. Hace 30 años, su sistema penal era durísimo. La llave
del cambio fue la confiabilidad del Estado.
Por Warren Hoge
Según
las estadísticas, Antti Syvajarvi es un perdedor. Está preso en Finlandia, el
país con menor cantidad de reclusos de toda la Unión Europea. Sin embargo, se
considera afortunado: “Si tengo que estar preso, prefiero estarlo en Finlandia,
porque confío en su sistema penal”. Syvajarvi no es el único: en todas las
encuestas realizadas para medir las instituciones nacionales más admiradas y
mejor consideradas por los finlandeses, la policía “malcriadora de criminales”
siempre es la primera de la lista. En relación a la cantidad de habitantes, la
fuerza policial local es la más pequeña de toda Europa. Sin embargo, aún así,
tiene una reputación intachable y, según las estadísticas, logra resolver el 90
por ciento de los delitos graves que se cometen en el territorio a su cargo.
“Sé
que, a muchos, el sistema les parece raro. Pero, si visitan nuestro país y
recorren nuestras prisiones, llegarán a la conclusión de que el esquema
permisivo nos ha dado muy buenos resultados. No estoy condenando a otros
países, que tienen historias y políticas distintas a las nuestras y prefieren
tener sistemas más duros. Pero está claro que, aquí, este modelo funciona”,
dice Markky Salminen, un ex detective del departamento de homicidios, ahora
director del servicio penitenciario. Su acotación no es menor: en Finlandia,
prácticamente no hay división de clases. Y ese dato, combinado con la
benevolente idea que los escandinavos tienen de sus estados nacionales y su
profunda confianza en las instituciones cívicas, los convierte en una especie de
laboratorio para la justicia.
Esto
implica que las disparidades económicas y sociales que suelen disparar las
estadísticas criminales en todo el mundo, casi no existen en la sociedad
finlandesa. Si uno echa un vistazo a sus instituciones penales, es difícil
darse cuenta de que se trata de una cárcel en la que vive gente custodiada.
“Esta, por ejemplo, es una prisión cerrada. Pero no hay ninguna puerta ni
portón que impida la entrada o la salida de nadie”, explica Esko Aaltonen, uno
de los guardias de la prisión de Hameenlinna. De hecho, los muros y los cercos
del penal fueron eliminados y reemplazados por redes de cámaras y alarmas. Y,
en lugar de barrotes de hierro y celdas oscuras, se ven pasillos alfombrados
con habitaciones para los reclusos que se parecen mucho a los dormitorios de
las universidades.
Los
guardias no sólo no están armados sino que, además, usan ropa de civil o, en su
defecto, uniformes sencillos, sin ningún tipo de placa. “Hay 10 armas en toda
la prisión y todas están en mi caja de seguridad. Sólo las saco para trasladar
a los presos”, dice Aaltonen. En estas prisiones “abiertas”, los reclusos y los
guardias se llaman por sus nombres y a los reclusos no se los considera
“presos” sino, en todo caso, “clientes” o “alumnos”. No casualmente tienen
permisos de salida generosos, sobre todo, cuando están próximos a salir en
libertad. Para los que ya cumplieron la mitad de la condena, el penal dispone
de una serie de casas en las que la privacidad está asegurada, y en la que los
detenidos pueden pasar hasta cuatro días por semana con sus parejas e hijos.
“Creemos
que la pérdida de la libertad es, por definición, un castigo importante. Por lo
tanto, intentamos de que, una vez que están adentro, lo pasen lo mejor
posible”, dice Merja Toivonen, uno de los supervisores de Hameenlinna. Hace 30
años, Finlandia tenía un modelo carcelario muchísimo más rígido, heredado de
Rusia, además de una de las poblaciones penales proporcionalmente más altas de
toda Europa. Pero, con el argumento de que había que reflejar las teorías
liberales de organización social de la región, la sociedad provocó un debate
que reformuló las políticas al respecto. Así, en los últimos 20 años, mientras
más de 40 mil finlandeses se salvaron de ir a la cárcel, el Estado se ahorró 20
millones de dólares en costos y la tasa de delincuencia se redujo a niveles
bajísimos.
Hoy,
la cosa marcha sobre ruedas. Y estar preso tampoco es un placer, ya que las
autoridades carcelarias no interpretan los reglamentos: los cumplen. El penal
puede castigar a los reclusos con hasta 20 días de aislamiento por violar
cualquiera de las reglas, entre ellas, la prohibición de consumir drogas. Sin
embargo, no es necesario apelar a la mano dura: el castigo promedio es entre 3
y 5 días. Como el resto de los países de la Unión Europea, Finlandia no tiene
pena de muerte y el tema ni se discute. ¿Para qué? Según el Ministerio de
Justicia local, en todo el país, que tiene más de 5 millones de habitantes, los
prisioneros suman poco más de 2.700. Eso implica que hay 52 presos cada 100 mil
habitantes mientras que, por ejemplo, en los Estados Unidos, hay 702 presos; en
Rusia, 664; y en Portugal, el que peor se porta de toda la UE. 131.
� The New York Times
Traducción de Claudia Martínez
En: Clarín.com
Description English:
The former prison building of Katajanokka , Finland .
The
building is being renovated into a hotel.
The Finnish Museum Bureau has listed
the building as part of Helsinki 's
official heritage.
Suomi: Helsingin Katajanokan vankila
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Date 2006-05-01
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