miércoles, 3 de julio de 2013

Los Establecimientos Penitenciarios en Finlandia

Finlandia: menos cárcel menos criminalidad Por: Mercedes Llamas - junio 9 de 2013 - 0:01 Llamas en sinembargo, LOS ESPECIALISTAS

Finlandia se ha caracterizado por ser uno de los únicos países que a partir de los años setentas ha disminuido su tasa de población penitenciaria, pues ha llevado a cabo políticas centradas en utilizar la prisión como ultima ratio; lo anterior no ha significado un aumento en los índices de criminalidad. Esto comprueba que la hipótesis de que la prisión no influye directamente en la tasa de reincidencia ni previene la criminalidad. 
Finlandia, así como los otros países escandinavos (Suecia y Noruega), son sociedades sumamente educadas, con gran igualdad entre sus ciudadanos, presentando como valor primordial el bien común. Los escandinavos, en su mayoría buscan el bien colectivo sobre el individual, lo que los hace muy diferentes a ciudadanos de otros países de Europa o de América en donde el individualismo es el eje de sus acciones. 
Su localización, sus características geográficas, así como sus condiciones socio culturales, propiciaron que en estos países no hubiera condiciones para que se formaran grandes feudos ni para el enriquecimiento exacerbado de unos y el empobrecimiento de otros. 
En general, la sociedad se ha caracterizado por una homogeneidad, de igual forma, la inmigración era hasta hace pocos años escasa casi nula, lo que disminuye las posibilidades de desigualdad. Cuentan con una cultura basada en la inclusión, la solidaridad y la unión.

La pena de prisión es considerada tanto por la autoridad así como por los ciudadanos como una mera pérdida de libertad, donde el objetivo principal de la misma es la reinserción de los individuos, por lo que en todo momento, y como dice el criminólogo John Pratt, “las condiciones dentro de la prisión se asemejan lo más posible a la vida en libertad”. Los países escandinavos cuentan con una multiplicidad de cárceles pequeñas (menos de 100 presos por establecimiento) lo que facilita que la mayoría de internos viva cerca de sus familiares y así se fomenta el contacto familiar. En general, las condiciones penitenciarias velan en todo momento por los derechos humanos de los presos y son coherentes con la dignidad humana.

Finlandia fue el primer país escandinavo en contar con prisiones abiertas en 1930. Dicho régimen se caracteriza por asemejar la vida en prisión con la vida en sociedad, los internos trabajan fuera de la prisión, algunos mantienen sus empleos que tenían previos a su condena y con sus salarios pagan impuestos, renta, comida, dan dinero a sus familias y víctimas y ahorran para cuando terminen su sentencia. En cuanto a su política penal, los países escandinavos, al ser sociedades igualitarias, no tienen la necesidad dramática de tener castigos públicos y ejemplares como medida para reafirmar el poder que ostenta la clase dominante.
El crimen es concebido como una especie de enfermedad que como tal requiere de un diagnóstico y un tratamiento específico. En concordancia, los delincuentes son tratados con dignidad humana y las penas buscan en todo momento la resocialización del mismo, por lo que el confinamiento extremo está en desuso. Lo anterior denota una política basada en la inclusión lejos del etiquetamiento, la segregación y el rechazo. Sin embargo, no se puede negar la influencia general tanto de la Unión Europea así como de potencias específicas como Estados Unidos e Inglaterra ejercida a diario sobre los países escandinavos. Según algunos investigadores de los tres países escandinavos, Suecia y Noruega son los que más han cambiado sus políticas sobre todo en lo que a las drogas se refiere, aumentando la severidad de sus penas así como la percepción del enemigo común. Finlandia por el contrario, gracias a su cohesión social así como a una menor tasa de inmigración ha logrado mantener políticas incluyentes.

@criminologiamex Leer más sobre este autor: Doctoranda en Gobierno y Administración Pública por el Instituto Universitario Ortega y Gasset de la Universidad Complutense de Madrid, Maestra en Criminología y Política Criminal por el INACIPE y Licenciada en Educación Especial en Infracción e Inadaptación Social por la Escuela Normal de Especialización. Publicaciones anteriores de Mercedes Llamas

Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/opinion/09-06-2013/14953. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMBARGO.MX




 John Pratt es profesor de criminología de la Universidad de Wellington en Nueva Zelanda. Ha sido Fellow del Straus Institute for the Advanced Study of Law and Justice de la Universidad de Nueva York (2010-2011) y Royal Society of New Zealand James Cook Research Fellow (2009-2012).
Pratt es uno de los sociólogos del castigo más destacado del mundo de habla inglesa. Ha publicado profusamente en las más importantes revistas académicas de lengua inglesa. Es editor del Australian and New Zealand Journal of Criminology.
Entre sus libros se destacan: Governing the dangerous (1997); Dangerous Offenders: Punishment and Social Order (compilado con M. Brown, 2000); Castigo y Civilización. Una lectura crítica sobre las prisiones y los regímenes carcelarios (2002 en inglés y 2006 en español); The New Punitivensess (compilado con M. Brown, S. Hallsworth, D. Brown y W. Morrison, 2005); Penal Populism (2007). En enero de 2013 aparecerá su nuevo libro: Contrasts in Punishment: An Explanation of Anglophone Excess and Nordic Exceptionalism, resultado de una investigación comparativa de las políticas penales entre Escandinavia y el mundo de lengua inglesa en las que ha venido trabajando en los últimos años.




O sea: el bien común




SEGURIDAD
En Finlandia, las prisiones no tienen barrotes ni guardiacárceles armados


Tiene más de 5 millones de habitantes y apenas 2.700 presos, lo que lo convierte en el país con menos reclusos de toda Europa. Hace 30 años, su sistema penal era durísimo. La llave del cambio fue la confiabilidad del Estado.

Por Warren Hoge

Según las estadísticas, Antti Syvajarvi es un perdedor. Está preso en Finlandia, el país con menor cantidad de reclusos de toda la Unión Europea. Sin embargo, se considera afortunado: “Si tengo que estar preso, prefiero estarlo en Finlandia, porque confío en su sistema penal”. Syvajarvi no es el único: en todas las encuestas realizadas para medir las instituciones nacionales más admiradas y mejor consideradas por los finlandeses, la policía “malcriadora de criminales” siempre es la primera de la lista. En relación a la cantidad de habitantes, la fuerza policial local es la más pequeña de toda Europa. Sin embargo, aún así, tiene una reputación intachable y, según las estadísticas, logra resolver el 90 por ciento de los delitos graves que se cometen en el territorio a su cargo.

“Sé que, a muchos, el sistema les parece raro. Pero, si visitan nuestro país y recorren nuestras prisiones, llegarán a la conclusión de que el esquema permisivo nos ha dado muy buenos resultados. No estoy condenando a otros países, que tienen historias y políticas distintas a las nuestras y prefieren tener sistemas más duros. Pero está claro que, aquí, este modelo funciona”, dice Markky Salminen, un ex detective del departamento de homicidios, ahora director del servicio penitenciario. Su acotación no es menor: en Finlandia, prácticamente no hay división de clases. Y ese dato, combinado con la benevolente idea que los escandinavos tienen de sus estados nacionales y su profunda confianza en las instituciones cívicas, los convierte en una especie de laboratorio para la justicia.

Esto implica que las disparidades económicas y sociales que suelen disparar las estadísticas criminales en todo el mundo, casi no existen en la sociedad finlandesa. Si uno echa un vistazo a sus instituciones penales, es difícil darse cuenta de que se trata de una cárcel en la que vive gente custodiada. “Esta, por ejemplo, es una prisión cerrada. Pero no hay ninguna puerta ni portón que impida la entrada o la salida de nadie”, explica Esko Aaltonen, uno de los guardias de la prisión de Hameenlinna. De hecho, los muros y los cercos del penal fueron eliminados y reemplazados por redes de cámaras y alarmas. Y, en lugar de barrotes de hierro y celdas oscuras, se ven pasillos alfombrados con habitaciones para los reclusos que se parecen mucho a los dormitorios de las universidades.

Los guardias no sólo no están armados sino que, además, usan ropa de civil o, en su defecto, uniformes sencillos, sin ningún tipo de placa. “Hay 10 armas en toda la prisión y todas están en mi caja de seguridad. Sólo las saco para trasladar a los presos”, dice Aaltonen. En estas prisiones “abiertas”, los reclusos y los guardias se llaman por sus nombres y a los reclusos no se los considera “presos” sino, en todo caso, “clientes” o “alumnos”. No casualmente tienen permisos de salida generosos, sobre todo, cuando están próximos a salir en libertad. Para los que ya cumplieron la mitad de la condena, el penal dispone de una serie de casas en las que la privacidad está asegurada, y en la que los detenidos pueden pasar hasta cuatro días por semana con sus parejas e hijos.

“Creemos que la pérdida de la libertad es, por definición, un castigo importante. Por lo tanto, intentamos de que, una vez que están adentro, lo pasen lo mejor posible”, dice Merja Toivonen, uno de los supervisores de Hameenlinna. Hace 30 años, Finlandia tenía un modelo carcelario muchísimo más rígido, heredado de Rusia, además de una de las poblaciones penales proporcionalmente más altas de toda Europa. Pero, con el argumento de que había que reflejar las teorías liberales de organización social de la región, la sociedad provocó un debate que reformuló las políticas al respecto. Así, en los últimos 20 años, mientras más de 40 mil finlandeses se salvaron de ir a la cárcel, el Estado se ahorró 20 millones de dólares en costos y la tasa de delincuencia se redujo a niveles bajísimos.

Hoy, la cosa marcha sobre ruedas. Y estar preso tampoco es un placer, ya que las autoridades carcelarias no interpretan los reglamentos: los cumplen. El penal puede castigar a los reclusos con hasta 20 días de aislamiento por violar cualquiera de las reglas, entre ellas, la prohibición de consumir drogas. Sin embargo, no es necesario apelar a la mano dura: el castigo promedio es entre 3 y 5 días. Como el resto de los países de la Unión Europea, Finlandia no tiene pena de muerte y el tema ni se discute. ¿Para qué? Según el Ministerio de Justicia local, en todo el país, que tiene más de 5 millones de habitantes, los prisioneros suman poco más de 2.700. Eso implica que hay 52 presos cada 100 mil habitantes mientras que, por ejemplo, en los Estados Unidos, hay 702 presos; en Rusia, 664; y en Portugal, el que peor se porta de toda la UE. 131.

The New York Times

Traducción de Claudia Martínez
En: Clarín.com

Description   English: The former prison building of Katajanokka, Finland
The building is being renovated into a hotel. 
The Finnish Museum Bureau has listed the building as part of Helsinki's official heritage.
Suomi: Helsingin Katajanokan vankila
Date   10 September 2006
SourceTransferred from en.wikipedia; 
transferred to Commons by User:A333 using CommonsHelper.
Author         Original uploader was JIP at en.wikipedia
Permission (Reusing this file)      CC-BY-2.5; GFDL-WITH-DISCLAIMERS; CC-BY-SA-3.0-MIGRATED.



Description  
Suomi: Itse otettu kuva. Kuvaajan nimi: Jyrki Heinonen
Date   2006-05-01 (original upload date)
Source         Transferred from fi.wikipedia
Author         Original uploader was Finnexplorer at fi.wikipedia
Permission (Reusing this file)      PD/OMA.







No hay comentarios.:

Publicar un comentario