Producto de nuestras primeras experiencias es
¡TUMBERA NUNCA...
LA PALABRA!
publicación que podría estar encuadrada en el
formato de “Narrativas
Pedagógicas”, pues apunta
a recoger algunas de las prácticas y reflexiones
desarrolladas en Idioma Español y en Literatura,
como también actividades de escritura de nuestros/as
alumnos/as y de otros/as internos/as con quienes nos
fuimos vinculando.
Editorial
Hacedores de Libros
Ilustración de tapa y de páginas interiores:
“Almas encajadas”
de la artista plástica y docente argentina
Lic. Adriana
Pascucci
Idea, selección de textos,
corrección, tipeado y compaginación
Profa. Analcira Milán
ISBN 978-9974-96-565-2
Se termina de imprimir en
noviembre de 2008
-
¡Ay, profe! ¡Qué bueno que le hayan
dejado abrir la ventana! ¿Sabe cuánto hace que no veía la calle?
-
¿Cuánto hace, Leticia?
-
Y...
más de un año. ¡A ver, a ver! Pa´, se ve todo... Cuánto sol. ¡Y qué
tranquilidad!
-
Sí, es la hora de la siesta. Los vecinos
deben de estar durmiendo...
-
¿Sabe qué veo yo desde allá arriba? Un
pedazo de cielo tamaño banderola y, de vez en cuando, un penachito de algún
árbol. Hoy me va a gustar más que nunca la clase. De hoy, no me olvido más,
profe... ¡Muchas gracias!
Tampoco yo, querida
Leticia.
¿Cuánt@s
compatriotas habrán oído hablar alguna vez de “los inuit”? ¿Cuánt@s conocerán alguna
de sus costumbres? ¿Quiénes habrán tenido el privilegio de escuchar uno de sus
“cantos o juegos de garganta”?
Sin
duda se trata de un dato insignificante, condenado a morir asfixiado en la
tromba de noticias del mercado informativo en el que también nosotr@s somos
revolcad@s. Pero quizá, en algún momento no previsto, el dato penado escape a
esa irremediabilidad hábilmente impuesta, y much@s tengan la insólita ocasión
de vivir una experiencia semejante a la que voy a compartir.
Resbalando
por la angustia de este mundo, como tant@s uruguay@s, tiempo atrás llegué al
solitario y vetusto octavo piso de un edificio clave en esta atrayente aldeana
que es Montevideo. Iba a enseñar un clásico -Lazarillo de Tormes- tan anónimo
para mis alumnos como para mí los inuit; tampoco había leído por entonces El
Maestro Ignorante, de Jacques Rancière. En suma: el campo había sido
perfectamente preparado por la astuta “casualidad” para que, fascinado por la
previa lectura y adelantándose a las varias clases que el análisis nos
demandaría, uno de los estudiantes tradujera su comprensión de la obra en una
inocente pregunta: “Ana, ¿sabés lo que es un juego de
garganta?” Siendo menos soberbia que el ciego de la
novela, hasta tomé apuntes, que ahora transcribo:
El “canto o juego de garganta” es una técnica
musical antiquísima practicada hasta hoy por los inuit (etimológicamente “el pueblo”, no
son otros que los esquimales, denominación que rechazan por considerarla
despectiva, ya que su significado es el de “devoradores de carne cruda”;
originarios del noreste de Asia, habitan actualmente a lo largo del casquete
polar ártico).
Consiste en que dos personas se
ubiquen frente a frente e intenten emular sonidos de la naturaleza y hasta de
herramientas propias de su entorno. Así mantienen viva la tradición de influir
positivamente en los espíritus divinos, mediación que realizaban las mujeres de esa etnia mientras aguardaban a
que sus hombres retornaran de las
incursiones de cacería, lo cual constituye una sabia forma de participación
integral en los actos de supervivencia comunitaria. Estas imitaciones del ulular del viento, del
murmullo del agua o del roce del serrucho trozando los troncos, son muy tristes
aún hoy. Esa tristeza estaba motivada en
la conciencia del carácter irrepetible de esos acontecimientos sutiles pero
modeladores del vivir cotidiano, razón por la cual los inuit consideran que
hasta lo más banal es digno de la atención grupal y tan relevante como para
merecer la solemnidad de una ceremonia.
.
“Prestar
la garganta para” o, lo que es análogo, “ser un puente entre” es función
pedagógica por excelencia. El gesto del puente es el ritual sencillo, riguroso
y apasionante de la docencia. Debajo del puente está el precipicio desde donde
puntiagudos guijarros nos miran siempre (1); pero en tanto
propiciemos la circulación de conocimiento emocional y racional entre nuestr@s
congéneres, en tanto tengamos conciencia de que l@s otr@s son portadores de
saberes diferentes y tan valiosos como los propios, la esperanza será siempre
más vigorosa que el miedo porque nunca se sentará, como Estragón, a
desabrocharse el porfiado zapato (2) sino que se moverá hasta con los muñones.
Nuestra
consigna es fracturar el pensamiento único (4), borrar el estereotipo, no en aplicación de un
conveniente recurso persuasivo sino por obra y gracia de una experiencia verificada
muy lejos de los escritorios burócratas y bien adentro de ese Uruguay profundo
que late en las catacumbas construidas para esconder la ausencia centenaria de
políticas de trabajo, de protección, en fin, de la dignificación que el padre
Artigas soñaba para todos y muy especialmente para sus orientales.
Es
claro para nosotr@s que, blandir esta bandera en un momento crítico para el sentimiento
de seguridad de la ciudadanía, implica riesgos. Pero de eso se trata la
docencia, y por qué no, también la vida: vivir es el mayor riesgo que
constantemente afrontamos. Recordemos, a propósito, aquel bellísimo poema de
nuestro Mario Benedetti: “No te salves ahora / ni nunca / no te llenes
de calma / no reserves del mundo / sólo
un lugar tranquilo / no dejes caer los párpados / pesados como juicios...” (5)
Porque
toda crisis apareja un salto cualitativo en la maduración, nos atrevimos a
marchar bajo un lema peligroso para el mantenimiento del statu quo y nos
animamos ahora a enunciar la radical premisa de que, seguir aferrados al cliché del malhechor nacido irredento es mucho
más que dejar caer los párpados; es un acto de comodidad y de altanería: nos
permite seguir transcurriendo anestesiados, creyendo que ya hemos hecho lo
suficiente y que por ende, alcanzamos la perfección: fatal error: la condición
humana exuda incompletud; también, fragilidad y, por lo tanto, una constitutiva
tendencia, en la naturaleza de la especie, a la transgresión (aunque ninguna
autoridad nos haya sorprendido aún “in fraganti delito” o porque, como afirmaba
Oscar Wilde: “Lo único que no puedo resistir son las
tentaciones”.
Ya César Vallejo había
planteado, a partir de su propia situación, el mismo saldo: “Todos
somos delincuentes siempre o nadie es delincuente nunca”.
Quizás,
entonces, podamos partir juntos de una premisa que a tod@s nos abarque y con la
que nuestro mejor analista –Eduardo Galeano- hincando rigurosamente el incisivo en la problemática realidad, nos
ha definido como “presos de la necesidad”
(6), una situación a la que nadie está exento de ser arrojado a cada
segundo de este presente pero en cuya red el pobre está perversamente cautivo
desde la implantación del patriarcado.
Todo
excluido desciende hacia ella casi por
fuerza de gravedad: en su raída mochila carga las piedras que familia y escuela
y patrones y gobiernos le han arrojado
durante su breve tránsito de pata sucia, atrevida, curtida; a veces, no tiene
apellido propio pero, de ser Rodríguez (7),
ya no pertenece a la ralea de los Espínola (8): no tiene ni siquiera
un zaino; y allá abajo, el avaro capitalista chasquea los dedos para que,
encandilado, alias Rodríguez baje, en busca del caballito que nunca tuvo y que
supone es su libertad: la sociedad de
consumo dictamina que, para ser, hay que tener. (Al respecto, formula Michael
Foucault: “El ejercicio del poder no es simplemente el
relacionamiento entre jugadores individuales o colectivos, es un modo en que
ciertas acciones modifican otras” (9).
Por
eso, nuestro personaje nunca figurará en los noticieros como víctima, palabra
reservada exclusivamente para quienes
sufrimos daño en nuestra propiedad privada; la ignorancia ha resultado,
secularmente, una eficacísima estrategia del Poder y por ello no debe haber
rastro en el discurso público acerca de la violencia que el Sistema ejerce
sobre el que nada tiene y que del tablero debe ser desplazado con premura, ya
que ninguna ganancia prometedora aportará al abominable juego; después de todo,
es el “homo-sacer” del derecho romano que Giorgio Agamben (10) redefinió como el paria que puede ser reducido
impunemente a la nada por sutiles estrategias biopolíticas.
Contra
ese Poder combatimos, palabra en mano, todos los días en las aulas del país;
detrás de ella, las torturantes preguntas acerca de si tendrá suficiente filo
ese “puñal que por el puño echa flor” (11)
-tanto filo como para cortar los
versátiles tentáculos del monstruo-, y si
esa flor podrá trazar un atajo que desvíe de la cárcel, del manicomio,
de la prostitución, de la pasta-base y de las decenas de disfrazadas variantes
de la siniestra “jaula que salió en busca de pájaros”. (12)
Décadas atrás, esta lidia era compartida entre padres y docentes; la actual fragmentación social determina que
el rol mesiánico sea atribuido sólo a maestros y profesores cuando, en verdad, tan
sólo somos esperanzad@s tejedor@s.
La práctica pedagógica de estos años en las aulas atípicas pero
especiales de los centros de reclusión (y por qué no, también en los liceos
comunes) autoriza a emitir la durísima conclusión de que en un 90% de las
historias de nuestr@s alumn@s, y cualquiera sea el status socioeconómico, no
hubo en el ámbito familiar ni “oreja verde“(9) ni mapa de límites.
Al decir de Marc De Maeyer, Experto de UNESCO en Cárceles: “La
prisión es el símbolo del fracaso de una serie de actores principales en el
proceso de la estructuración del individuo, en principio y enfáticamente, la
familia”.
Esta comprobación es uno de los motivos acuciantes para la producción
de esta artesanal urdimbre, a fin de que nos convoque, a tod@s, a una reflexión
perentoria, por cuanto tod@s tenemos una cuota de responsabilidad en esta
situación, ya sea por acción o por omisión, incluso y muy especialmente las del
pensamiento. Una antiquísima máxima africana dice: “Se requiere todo un pueblo para
educar a un niño”; en 1938, Ortega y Gasset planteaba: “No
se puede ignorar que si la guerra es una cosa que se hace, también la paz es
una cosa que hay que hacer, que hay que fabricar...” Hay un estado de cuenta a conocer y a asumir
para poder empezar a frenar, en algún punto o en todos los puntos viables, el
caos al que tal vez ya nos hemos acostumbrado y cuya consensuada fluidez
debemos también a la Dictadura cívico-militar, primer gran ensayo de
discriminación “al que no piensa y no tiene lo mismo que yo”; de ahí, apenas un
deslizamiento para llegar al descrédito, al ninguneo, al “mátenlos a todos”
espetado por decenas de oyentes de prestigiosas emisoras día a día.
Evidentemente, el quiste de la violencia no drena pus sólo en las cárceles.
Vivimos en una sociedad tan bárbara como para producir abandono,
rechazo, maltrato, patologías psiquiátricas desde edad escolar, robos, violación,
suicidio, homicidio,... en fin, ese repertorio siniestro que huele a pura
muerte, la muerte del ser. Sólo en la medida en que estemos dispuest@s a
construir espacios donde recapacitar, podremos concebir la esperanza de
destejer la violencia que produzco y sufro, que produces y sufres, que
producimos y sufrimos. Entonces sí podrá concretarse la extraña aparición de lo
que Roberto Juarroz planteaba
así: “Entre la zona de las
preguntas / y la zona de las respuestas / hay un territorio donde acecha / un extraño
brote “ (13).
Con ese extraño brote
pugnando por apropiarse de tierra firme me sorprendió pocos días atrás Madaley,
una de mis alumnas: “Profe, encontré la clave de la que
hablábamos la otra tarde: mi pasaje por este lugar estaba cantado, porque yo
estaba muy desconectada; ahora sé que vine aquí para aprender a reconectarme
conmigo misma”.
¡Qué reconfortante vibrar al son de esta musiquita! Qué energía ideal
para animarnos a lo que Matthew Lipman nos incita en su obra Conceptos para la
Libertad cuando enuncia:
No cuido
a la gente de mi comunidad
si tengo
una tesis nueva,
y
considerando que para alguno puede sonar “fuerte”,
no la
digo.
Cuido a
mi comunidad si tengo el coraje de decirla.
Una paloma sobre el puente
Desde
que nos incorporamos al Proyecto del Consejo de Enseñanza Secundaria “Educación
en Establecimientos de Alta Contención” en 2006 (coordinado por la Profa. Marisa Bada
y supervisado por l@s Inspectores Hilda Surraco, Elizabeth Mazzuchi y Miguel
Álvarez) es frecuente escuchar el halago
de “¡Ah! Ustedes están cumpliendo una misión sagrada”. Agradecid@s por el
elogio, lo que sentimos parece identificarse más con un proverbio de indígenas
australianos que dice: “Si has venido aquí para hacer algo por
nosotros, pierdes tu tiempo; si vienes porque tu transformación está
involucrada con la nuestra, manos a la obra”.
Ese
proceso de transformación tuvo un hito
singular para mí en el año 1986, cuando leí una compilación de textos
producidos por intern@s de diversas cárceles bonaerenses, en el marco de una
experiencia interdisciplinaria realizada dos años antes, dirigida por la poeta
argentina Diana Bellessi, cuya labor creativa ha sido siempre tibio canal de
resonancia para voces silenciadas por la hipocresía. El título de aquella obra
no mentía: aquella “Paloma de Contrabando”, dejaba su semilla secreta sobre el puente de una
vocación que todavía temía ensartarse en los puntiagudos guijarros.
Por
ese trasiego imperecedero de luz, función cardinal de un libro, el permanente
reconocimiento a la admirada poeta de quienes intentamos ser multiplicadores de
íntimas transformaciones; sin duda,
muchas deben de estar vinculadas a una de las frases de alcance universal que alguien
–piedra pequeña, anónima pero tributaria de Goliat- soltó desde aquellas páginas: “Me
tengo a mí mism@ y no me perderé”.
Sos nuestra flor de cartón
Llena de hondos silencios,
memoria cruel del amor,
sos mi flor de cartón,
rosa entregada con cada canción.
Alfredo Zitarrosa
De: Canto de nadie
Lev
Vygotsky, uno de los más renombrados sicolingüistas del XX, en Pensamiento y
Palabra sostiene: “La
palabra no fue el comienzo; la acción estaba primero...” y más adelante añade: “Una
palabra es un microcosmos de conciencia humana”.
Quizá
no existan márgenes más adecuados que tales consideraciones para enmarcar la
historia de esta publicación, de esta flor que, nacida en la incertidumbre,
exhala aroma a dolor y, por lo tanto, garantiza su legítima pertenencia a la
familia humana.
Bien.
Pero, cuál fue la acción que provocó esta íntima palabra cuya transmisión hemos considerado
tan apreciable. ¿Es posible determinar una sola acción desencadenante de..., en
este proteico fenómeno de la vida humana?
Si
así lo fuera, en este caso tal vez
podríamos llamarla “angustia”, esa que a veces se convierte en la filosa
hoja que a la muerte conduce, como le ocurrió a Joseph, el protagonista de El
Proceso (14), cuando no pudo
soportar el desfile de los múltiples rostros con que se manifestaba el Poder
que lo había detenido. Nuestr@s autor@s también conocen esa iconografía; el
Sistema les ha mostrado esa revista desde antes de ser paridos, incluso:
pobreza, inequidad cultural, discriminación, abuso, droga, delito, encierro,
hacinamiento físico, burocracia judicial, muerte civil, en suma: VIOLENCIA, es decir, transgresión de
los derechos naturales de cualquier ser humano. Sin embargo (y mientras algunos
eruditos discuten si la resiliencia es genética o aprehendida, en tanto otros
debaten sobre la total, parcial o mínima
recuperabilidad) estas personas
transmutaron su angustia en escritura -mudo grito de auxilio a un interlocutor
que, si no existe en derredor, se inventa-, una escritura que se constituye así
en la fisura, en la grieta que la mano de la Vida abre en la fosa donde reina
la Muerte.
Por
cierto, no es una novedad histórica: basta recordar a Miguel de Cervantes cuyo
Quijote germinó en una celda de Argamasilla de Alba o a ese verdadero “vivero”
de artistas uruguayos que ni las más feroces torturas pudieron mutilar, y estoy
pensando, por ejemplo, en Carlos Liscano cuando dice: “Yo no sería escritor, no tendría esta cara ni esta voz si no
hubiera estado preso”.
El reconocido lingüista Tzvetan Todorov,
analiza en “Frente al límite” las experiencias extremas vividas en los campos nazis
de concentración, donde much@s prisioner@s fueron capaces de dedicar un retazo
de tiempo a la música o a la literatura; instantes durante los que esas personas
se sintieron libres y felices. “Lo
importante –anota Todorov- no
es que se transmita tal o cual mensaje sino la existencia misma de la belleza
que se encarna en esas obras y la experiencia de libertad de espíritu que se
experimenta al ponerse en comunicación con los creadores y, a través de ellos,
con lo universal. (...) El
poema alberga un sentimiento límite (...), el sujeto que está al borde de la
agonía, escribe. Es decir, crea. De modo que no sólo hay que ver un sentido en
las palabras del poema sino también en el mismo acto de su creación (...)” Más adelante, sostiene que, en cualquier contexto crítico como
ése, es posible consignar estos actos
pequeños como expresiones de la única
heroicidad posible en el mundo de hoy y por eso las llama “las virtudes cotidianas”: la dignidad,
el cuidado, la actividad del espíritu.
(A propósito cabe recordar el libro
“Sueño con la paz”, que recogió dibujos, pinturas y textos –o sea, actividad
del espíritu- producida por los niños yugoslavos en plena guerra.)
En conclusión, la actividad
espiritual no es excluyente para ciertos “tipos” humanos sino un procedimiento
espontáneo de la especie, una constante en la diversidad. Y si no, recordemos
aquella famosa frase de Joan Miró: “El arte está en decadencia desde la cueva
de Altamira”.
Por
otro lado, concomitante al placer efímero pero insustituible de entrar en
contacto con la belleza (único contrapeso al placer que ejerce el Poder), se
opera un proceso más profundo, y que nuestro docto Eugenio Coseriu plasmaba así
en El hombre y su lenguaje: “ El lenguaje es
el primer presentarse de la conciencia humana como tal (…) Como actividad libre
es, asimismo, el primer fenómeno de la libertad del hombre(…) Y como
aprehensión del mundo, es supuesto y condición de la interpretación del mundo,
o sea, del pensamiento en todas sus formas, y, con ello, de la búsqueda de la
verdad, que es prerrogativa esencial del hombre en el universo (…)”
Pero
quizás, para la mayoría de nosotr@s, el cotidiano uso de la lengua ocurre sin
alharaca alguna, sin la menor advertencia de la dimensión ontológica que
realmente aporta al escenario de nuestra vida. ¿Se podrá imaginar
adecuadamente, entonces, la significación que cobra la elección de la palabra
en claustros regidos por la fuerza, el golpe, la aniquilación?
Podríamos
avanzar un poco más en el marco teórico y tener presente el planteo de Walter
Ong en Oralidad y Escritura: “Muchas de las características que damos
por sentadas en el pensamiento y la
expresión dentro de la literatura, la filosofía y la ciencia, y aun en
el discurso oral, no son estrictamente inherentes a la existencia humana como
tal sino que se originaron debido a los recursos que la tecnología de la
escritura pone a disposición de la conciencia humana… La escritura ha transformado
la conciencia humana (…) La escritura posibilita una introspección cada vez más
articulada, lo cual abre la psique como nunca antes, no sólo frente al mundo
objetivo externo sino también ante el yo interior, al cual se contrapone el
mundo objetivo (…)”
¿Qué
valoración estaríamos en condiciones de proyectar sobre los textos producidos
por nuestr@s estudiantes en los Establecimientos de Detención, después de esta
proposición?
Podríamos
comenzar por minimizar la idea del mero entretenimiento; cuando un hombre o una
mujer de esos Centros se enfrenta a la hoja en blanco mientras su mano se
apresta a graficar las vibraciones internas, ocurre lo que cualquiera de
nosotr@s puede experimentar si pretende traducir los alaridos de su espíritu,
ocurre eso que podríamos llamar “el milagro del espejo” (porque la literatura
ES el más fiel de los espejos): libertad, reconocimiento, autoconocimiento,
conocimiento del otro y del mundo, recomprensión, conciencia, el trozo de
verdad que mi limitada condición me permite avistar... y belleza, por
añadidura. Suficientes ingredientes para que una flor –aunque sea una flor de
cartón- exhale el perfume inconfundible de la primavera, del renacer de la
Vida.
Percibiendo los alaridos de las mariposas
Por
su aparente fragilidad, por las espirales de luces y sombras que su vuelo
dibuja, la mariposa puede ser asimilada a la actividad espiritual. De hecho,
así acabamos de plantearlo. También así lo han concebido diferentes pueblos
antiguos, según informaciones que figuran en diversos diccionarios mitológicos.
Curioso resulta asimismo establecer una especie de cruce conceptual que se
verifica para el psicoanálisis, cuando formula que la mariposa es símbolo del
renacer. (15) Como anillo al
dedo, porque la particular actividad espiritual corporeizada en estos textos
reviste para nosotros la importancia de un renacimiento, justamente allí donde
se había promulgado la muerte del ser.
Por
estos tiempos en que la TV. ha instalado una especie de “estado de escándalo
continuado” (los canales privados ofician de “repetidores” –de la mañana a la
noche y de lunes a domingos- de los insucesos más vanos de las figurillas del
medio rioplatense) y en que, desde las emisoras radiales, intentan exorcizarnos
a puro grito, resulta muy complicado pretender la detección de las vibraciones
espirituales de nuestr@s semejantes, o lo que es análogo: pretender la
percepción de los alaridos de las mariposas.
No
obstante, ese es el eje de la función docente. Para poder cumplir con el
postulado de Rancière de que “Maestro es quien mantiene en su rumbo al que
busca”, l@s docentes dependemos de una condición específica como es la
capacidad de auscultar, en las más variadas circunstancias, hasta el más leve
accionar de las mariposas; mantenerles el rumbo puede ser cuestión de un milímetro.
Pero
cuando se es docente de Lengua y/o de Literatura, un@ siente que su máquina de
percepción, su caja para la resonancia de hasta el más sutil estremecimiento
espiritual, le fue forjada en un finísimo cristal de Bohemia. ¡Cómo no planificar, entonces, y con extrema
meticulosidad, las estrategias necesarias para que mantengan su derrotero l@s
que buscan! Están éticamente condicionadas a devolver primorosos sonidos
nuestros artefactos.
Hechos
tan normales en otros ámbitos, como la inscripción voluntaria y la asiduidad,
revisten en estos Establecimientos un síntoma a evaluar muy positivamente y se
constituyen en muestra cabal de aquellos estrictos milímetros a mensurar con
suma prolijidad. (No es cierto, por ejemplo, que l@s intern@s se interesen
exclusivamente porque les será redimida parte de la pena, ya que desconocen las
cifras estadísticas del 62% liberado por redención de estudio y trabajo ; es
verdad que su concurrencia no sólo está sujeta, en muchos Centros, al diseño de
seguridad de cada Unidad sino también al humor diario de algun@s funcionari@s que
aún no se han apropiado significativamente de las bondades de la educación, sin
duda porque tampoco existen políticas estatales definidas sobre este punto
crítico ; de igual modo es real que muchos gobiernos han dejado rastro
pernicioso de su desidia en varias generaciones que ni siquiera han culminado Primaria
y que, en cualquier prisión, generan un clima poco propicio para que sus
compañer@s desarrollen su opción adecuadamente. No obstante, la maravilla
existe y se manifiesta no sólo en las altas calificaciones con que rinden sus
exámenes nuestr@s estudiantes sino en el hecho palpable de que han forjado,
quizás por primera vez, un proyecto de vida sana; qué decir, por último, de
quienes están ya indagando posibilidades para realizar una carrera terciaria o
la están cursando actualmente.)
En
la exacta intersección de ese abreviado cruce de fuerzas fueron generados estos textos, pétalo a pétalo;
la mayoría antes, inclusive, de saberse parte de una flor de cartón.
Descubrir
su gestación fue una gozosa sorpresa; asimismo una enseñanza: aprendimos que,
en la pasión del silencio, también ocurren acontecimientos extraordinarios; estímulo irreemplazable, por otra parte, en esta lucha asumida con Amor porque, como
meditaba Frei Betto en torno al personaje bíblico de Isaías: “Sólo
el amor es capaz de superar el derecho y evitar hacer de las diferencias
divergencias, pues nos enseña a convivir con quien no es como nosotros, ni piensa
como pensamos nosotros y, sin embargo, posee la misma dignidad humana”. (16)
La
compilación de los mismos ha sido posible gracias a esa comunión de ideales y prácticas,
coordenadas esenciales atravesando las respectivas Inspecciones –a quienes
agradecemos la fina sintonía con nuestr@s educand@s- y el núcleo de docentes de
Lengua y Literatura del Proyecto, conformado por:
ü
Beatriz
Gelós - Profa.
de Idioma Español en Cabildo
ü
Susana
Buchichio - Profa.
de Idioma Español en ComCar
ü
Judith
Yanieri - Profa. de Literatura en
CNR, ComCar y La Tablada
ü
Ana Pisciottano - Profa. de Literatura en Cárcel de Mujeres de Canelones
ü
Esta
hebra-voz - Profa. de Literatura y de Idioma Español en Cabildo y
C. Central.
¡Tumbera nunca... la Palabra!
...aunque
cierres los ojos, sigue en pie...
Washington Benavides
Para un breve
comentario acerca del título de esta obra, ninguna aseveración científica más
adecuada que la de Charles Peirce al decir: «Una regla más perfecta para evitar
las ilusiones del lenguaje es ésta: ¿cumplen las cosas la misma función en la
praxis? Entonces cabe designarlas con las mismas palabras. ¿No lo hacen? En tal
caso se impone su distinción» (17) (El vocablo
“tumbero/a” circula en el léxico rioplatense desde poco tiempo atrás, a pesar
de lo cual ya nadie ignora su significado. Pero – y acompañando la línea de
pensamiento de Peirce- ¿menta esta palabra una cosa tan distinta a cárcel –
prisión- presidio- mazmorra- calabozo- jaula- cana- canuza- chirona- juiciosa-
leonera- gayola? ¿No cumple la misma función?
Una
panorámica a la diversa documentación pública y privada, contenida en
informativos, artículos periodísticos, bibliografías,... revela que las
condiciones en los establecimientos de detención latinoamericanos son
deplorables: veintiséis países presentan un nivel superior al 120% de
superpoblación, con lo cual no es necesario añadir dato alguno para imaginar la
secuencia de atrocidades que aquel apareja. Sin embargo, resulta oportuno
considerar, por otro lado, uno de las decenas de aportes estadísticos en esta
materia (éste ya arcaico –del año 2000- pero utilísimo, porque ninguna mejora
se ha producido desde entonces) consignado por Luis Saavedra en “Are jails
necessary?” (18) acerca de que el grueso de l@s prisioner@s está
compuesta por pobres, desemplead@s o víctimas directas de la exclusión social.
La vinculación
entre esta situación y la aparición de la palabra “tumber@” es nítida,
(PROBLEMAS DE INTERLINEADO)
aunque no medie aún una investigación rigurosa. Si toda
epifanía lingüística surge de la necesidad de los hablantes por transmitir
experiencias no expresadas en el léxico preexistente, en este caso resulta
inevitable. Tumber@ es un derivado de
“tumba”, ese lecho donde se produce la descomposición, la corrupción final de
un cuerpo ya muerto. ¿Acaso no son las prisiones los campos donde el
capitalismo concreta las últimas operaciones de exterminio sobre todos los
marginados?
Pero, mientras una franja de usuarios de
la lengua explicitaron su conciencia de tal situación en ese vocablo, en el
seno mismo de esa comunidad lingüística se produce una resistencia, una
rebeldía, (¿un emergente de producción de nueva subjetividad?) que debía
encontrar también su espacio en esta obra de renacimiento colectivo; por eso,
el adverbio “nunca”. No será nunca “presa de perros ni pasto de aves” (19)
la palabra fugada de la serie siniestra, la palabra capaz de modelar ontológica
ficción, la palabra-mundo que funcione como instructivo para la construcción de
otro mundo en la vida de cada un@ de estas personas, y en la de tod@s... Como
expresa(ba) John Lennon: “Imagina (...)
nadie por quien matar o morir (...) ninguna necesidad por codicia o hambre
(...) Imagina...”
Morfología de esta flor de cartón
ü
Las primeras expresiones que componen
esta muestra corresponden a actividades surgidas en el marco curricular de las
asignaturas ya mencionadas.
Podríamos
reconocer esta etapa como exploratoria: una vez intuidas en el campo clásico de
la clase ciertas aptitudes interesantes,
se resolvió proponer la producción escrita de temas vinculados al desarrollo
curricular. Una vez leídos, fue unánime la decisión de conservar el material
creado.
Por
ello se ha entendido pertinente acompañarlas de opiniones vertidas por alumn@s
al finalizar los ciclos.
ü
En segundo término están ubicados los
textos presentados al Concurso Literario “¡Aguante la palabra!”, cuya
convocatoria se realizó a nivel intercarcelario entre los meses de setiembre y
noviembre del 2006, desde el Establecimiento Penitenciario Femenino Cabildo. A
pesar de la colaboración de tod@s l@s colegas para la debida difusión del
mismo, resulta oportuna la necesaria autocrítica por cuanto nunca fue posible
comunicar los resultados ni premiar debidamente a los ganadores. No hubo tiempo
ni recursos ni coordinación adecuada para equilibrar con el entusiasmo. De los
intern@s, ni un reproche; en nosotros,
el dolor: el Sistema también nos marcó con el horrendo tatuaje de la lentitud. Por
eso es intenso el deseo de que esta publicación pueda enmendar en alguna medida
ese involuntario incumplimiento.
La
tercera sección está integrada por textos escritos por intern@s en su mayoría no
integrad@s (en virtud de diversas razones) a los cursos curriculares. Revisten
éstos una singular trascendencia por cuanto no funcionó aquí motivación externa
alguna sino que obedecieron a una natural necesidad humana que en los uruguayos
se ha manifestado acentuadamente en todas las épocas. La conexión con muchos de est@s autor@s fue
producto de la socialización que la labor
docente implica en cualquier ámbito y que en estos espacios se intensifica
en cuanto a que much@s de estas personas son abandonad@s o reciben visitas proporcionales a la
disponibilidad económica de sus familias.
Entonces la palabra recobra su valor primigenio: es como el sol. El
Concurso también funcionó como una buena herramienta de acercamiento entre
prójimos.
ü Por último, entendimos imprescindible
proponer un Apéndice con fragmentos textuales de escritor@s consagrad@s (de
quienes se aporta una breve información). Una parte de ell@s puso su intelecto al
servicio de la reflexión de este tema; el resto, con o sin causa, también puso
el cuerpo.
Gracias
al Señor por los navíos que enarbolan banderas en el horizonte de la utopía y
desalojan de sus bodegas la memoria de los excluidos, y por los cazadores de
esperanza que nunca pierden de vista su objetivo, y por los peregrinos que se
niegan a interrumpir sus pasos a cambio de una estabilidad tan inepta como
pájaros disecados.
Doy
gracias por el encantamiento de la palabra, por su fuerza creativa, volcánica,
instauradora de odios y de amores, y por su eco inaudible en los subterráneos
de la conciencia, ahí donde el verbo se hace carne transubstanciándose en
espíritu y revelando las profundidades de la verdad.
Frei Betto
De: Acción de Gracias
Textos producidos
en el marco curricular
El estudio no se mide por el número de páginas leídas en una noche ni por la cantidad de libros leídos en un semestre.
Estudiar no es un acto de consumir ideas,
sino de crearlas y
recrearlas.
Paulo Freire
Actividades de Producción de Texto propuestas en Idioma Español
Socialización significa construir a través del discurso
una realidad social que es ella misma discursiva,
no en el sentido de ‘estar hecha de’, sino en el sentido en que es el
discurso lo que convierte nuestra experiencia en conocimiento.
Michael Halliday
en: Cárcel Central
La ventana está abierta y por allí sale mi alma a buscar...
La ventana está abierta y por allí sale
mi alma. ¿En busca de qué? ¿De libertad? ¡Si nunca estuvo cautiva! ¿En busca de
luz? Pero si ella es brillante y limpia. Tal vez mi alma sale por la ventana
simplemente porque puede flotar en el aire, producto de su pureza y libertad.
Jorge
La ventana está abierta y por allí sale
mi alma a buscar paz. La paz está en todos los rinconcitos de este maravilloso
universo y está dentro de cada uno de nosotros; depende de que queramos o no
hacerla aparecer.
La ventana está abierta y por allí sale
mi alma a buscar alegría. Ella es fácil de obtener pero también muy fácil de
perder.
La ventana está abierta y por allí sale
lo más profundo de mi ser a buscar un pedacito de este maravilloso universo en
que nos toca vivir.
Luis
La ventana está siempre abierta y por
allí sale mi alma a buscar el fuerte perfume de la primavera que por ella
ingresa y me hace saltar de la cama para
disfrutar el aroma de la noche, ese perfume que sólo las flores del jardín de
la abuela expelen para cautivar a más de un alma. Ni siquiera la entorno: es la
única forma de inhalar y sentir, profundamente, con alma y vida, el aire
primaveral que sólo por esta ventana ingresa a mi casa.
Pero cuando llega el invierno tengo que
mantenerla cerrada: el frío del sur ingresa como intruso. Estos son los momentos
que me ponen triste: ya no puedo contemplar ni sentir el mismo placer
espiritual que me brinda la primavera.
Carlos
La ventana está abierta y por allí sale
mi alma, sigilosa, melodiosa. Mi alma sale por la ventana y se enlaza con el
viento, recorriendo cada espacio y cada cuerpo, recogiendo aromas y texturas
perdidas con el tiempo.
Mi alma sale por allí, por la ventana,
que no es ventana: es mi pecho. Y vuelve a alimentar mi cuerpo con cada
minúscula esencia de vida, las que yo perdí con el tiempo.
Robert
Me queda la palabra
Digo palabras para
mí y para otros, para los que como yo, al estar aquí, sienten que han perdido
todo o casi todo. Las digo para no perder contacto con la realidad, aunque ésta
me duela. Tal vez recién comprenda el significado de muchas de ellas, más allá
de lo comunes o repetidas que hayan sido en la vida que dejé.
Todo cobra un
significado diferente cuando las cosas se ven desde aquí adentro; las palabras
y su alcance no son la excepción. Comprender cuánto ayudan o pueden dañar es
casi una tarea cotidiana.
La palabra me
enseña, me cuenta y me confiesa sobre la experiencia de vida de los otros, los
que hoy caminan sin opción a mi lado.
La palabra es grito,
es auxilio, es ayuda; se da y se recibe a cambio de nada y a cambio de todo.
En medio de una vida
en blanco y negro, la palabra es más que un color: es un rayo de luz en la
oscuridad continua; es el aliento que nos viene de afuera, la que se nos trae
entre lágrimas y sonrisas, las que “dicen” como si fuera la primera vez.
Distingo, porque
puedo, las palabras que digo para los otros y las que sólo digo para mí: las
que me sostienen día a día, esas que a veces me golpean y las que me alivian
también; las que me dicen quién soy y que, a pesar de todo, seguiré siendo, por
mí, por los que esperan y por las palabras que todavía no he dicho.
Jorge
P.
en:
Establecimiento Penitenciario Femenino “Cabildo”
La otra y yo
-
¿Estás
ahí?
-
Sí,
acá estoy.
-
¿En
qué mundo estás navegando?
-
Acá,
tratando de analizar todas tus charlas.
-
¿Creés
que estoy equivocada?
-
Creo
que no siempre decís lo que pensás.
-
Eso,
lo sé…
-
Tenés
que animarte a más, sin miedos.
-
La
verdad, tenés mucha razón, pero falta algo…
-
Bueno,
para eso tenés a tu familia y a los que te quieren.
-
Pero
yo creo que justamente, a veces no digo todo para no lastimarlos.
-
Yo
creo que todos te van a escuchar. ¡Animate!
-
Dejá
que lo piense y luego hablamos.
-
Yo
estoy acá, ya sabés.
-
Bueno,
hasta nuestro otro análisis…La verdad es que me hizo bien hablar contigo.
-
Por
siempre contigo. Salí a caminar que te va a hacer bien.
-
Te
hago caso. Chau.
Carina
Soy una persona muy tranquila, de buen
carácter. Pienso mucho en mis hijas: cómo estarán con este frío, ¿estarán
abrigaditas?, ¿estará en orden mi casa? Hace tanto que estoy aquí, encerrada
aquí adentro. Y aquí, a veces, soy otra, otra persona, no sé por qué, no soy
así.
Mónica
Cuando hablo conmigo misma es porque tengo algo que
resolver, tengo cosas que arreglar en mi mente. También hablo con mi padre como
si estuviera vivo. En fin, hablo mucho con mi otra yo.
En
estos momentos, más que hablar conmigo misma, estoy pensando mucho en mi gente,
que está en otro país donde hay guerra. Hace seis años que no los veo, a
ninguno, ni siquiera a mi hijo mayor, de 12 años. ¿Por qué fui tan necia?
Estaría con ellos ahora. Entonces mi otra yo me dice: ¡No bajes los brazos!
Si no la tuviera, ¿quién sería?
Tania
De vez en cuando converso conmigo misma. Sólo me
pregunto por qué. ¿Por qué es tan difícil la vida? ¿Por qué tanto estando sola?
Muchas veces hacemos cosas que no deberíamos: por eso estoy donde estoy.
Totalmente arrepentida. Porque me estoy perdiendo toda la infancia de mi hijo
de 4 añitos. (Mi mamá también se perdió toda mi infancia y adolescencia por su
propia voluntad; yo no, yo por mis errores, por mi adicción a las malditas
drogas.) Ahora tengo mucho tiempo para estar acá y lo único que pienso es en la
boleta que mi hijo me va a pasar cuando tenga más edad; ya me demuestra en cada
visita mi ausencia. Y eso es un dolor que siento en cada instante de cada día.
Cuando salga de acá voy a cambiar de ámbito, de gente, para tener a mi hijo
conmigo en otro lugar. Quiero empezar de cero. Quiero cumplir las metas que me
proponga. La vida siempre me ha dado fuerzas. Todo esto converso con mi
conciencia día a día.
Jenny
La ventana está abierta y por allí sale mi alma a buscar...
La ventana está abierta y mi alma sale a
buscar un camino que nos lleve al lugar desde donde poder ver las cosas de
nuestro interior, reconocer el error y pensar positivamente... pensar “de acá
se sale” y así poder enfrentar todas las adversidades. Salir por esa ventana
con el alma llena de amor y sin rencor. Pensar que nuestra alma va en camino y
llena de esperanza. Pensar en mostrar que todos tenemos un tropiezo en la
vida a aquellas personas que no se
acordaron de que nosotras estamos encerradas. Pensar en que, con la capacidad
de superación que nos dan el amor y la fe, lograremos salir por esa ventana, y
lograremos abrir muchas ventanas para los demás.
Sara
La ventana está abierta y mi alma sale a
buscar la risa de mi hija, la risa que perdió hace siete meses. Mi alma sale a
buscar, entonces, la libertad...
Anónimo
La ventana está abierta y mi alma
sale a buscar el aire de la ciudad, de nuestras plazas, el calor de loas
personas y de los niños, la libertad que hoy no tenemos y tanto ansiamos. Hoy
dejé que mi alma saliera y volviera a mí con la alegría que me está faltando.
Pero... ¿qué estoy diciendo? Mi alma se escapó, no quiere entrar, se niega a
ser encerrada y me pregunta por qué tiene que estar acá.
- Porque el cuerpo que ocupas se
equivocó y una pena tiene que pagar- le contesto.
- Pero yo no. Yo no hice nada
para que me encierren ahí. Mirá cómo está ese cuerpo en el que tengo que
habitar: está triste, tiene aspecto feo, está mal. Yo me siento mejor. Mirá
cómo juego; he guardado alegría. Yo sostengo ese cuerpo porque soy muy sana y
muy bonita; él, no.
-
Vení, alma mía, vení que te necesito. Escuchá.
-
¿Para qué podés necesitarme?
-
Vení, quisiera tomar un poco de aire y ver el sol.
-
Bueno, si vas a tomar aire y sol, voy. Pero si vas a tomar pastillas, no
voy; no y no voy a tomar nada, no quiero enfermar, no sé si después podría
curarme. Ya estoy, ¿te sentís mejor?
-
¡Uy! Qué bien que se siente.
-
¿Viste cómo podemos hacer mucho entre las dos?
-
Sí, gracias, ya me siento mejor. Así haremos: ayudemos a los profesores
y a esos chicos que no quieren saber nada con ellos ni con la vida.
-
Es que sus espíritus se han ido, los han abandonado; no los ayudaron a
luchar para no rendirse.
-
Todos, como yo, tendrían que tener un alma como tú, que no me dejás
caer, que me mantenés fuerte. Yo te agradezco mucho, alma mía, por estar
conmigo y darme las fuerzas que necesito para recibir a mis hijos y a mi madre.
Cielo de los ángeles
La ventana está abierta y mi alma
sale en tu búsqueda, ansiosa y desesperada por reencontrarte, mirando a todos
lados, un tanto desorientada y temerosa. Pero en su interior una luz se
enciende para guiarla y le dice que te hallará. A medida que va cruzando
obstáculos se inquieta, pero no pierde la meta, la meta que eres tú. Paso a
paso la búsqueda se vuelve más intensa; se acelera su latir y la angustia la
invade; se siente cansada y cree que las fuerzas la abandonarán. Pero el
sentimiento que la alimenta, la ayuda a levantarse. El amor hacia ti es su
sostén. De pronto, un hermoso sonido apenas perceptible, le dice que ahí estás.
A medida que se acerca, puede reconocer la dulce melodía de un arpa. Todo
comienza a tener sentido. Comienza a visualizar un espeso césped y oye el
trinar de pájaros. El aire está cargado de perfume a jazmines. Y allí estás tú,
hermana mía. Tu alma y la mía. Una sola.
Roxana
La ventana está abierta y mi alma sale a buscar felicidad total: ser
libre, en principio, para estar con los seres que quiero; cuidarme, sobre todo
interiormente, porque en esta etapa de oscuridad me he dado cuenta de que
siempre y hasta ahora, he pensado antes en los demás que en mí (no me gusta el
egoísmo, pero tengo que serlo). Mi hijo, mi madre y mis hermanos son las personas
que quiero, y también a quienes están conmigo y me apoyan, como es en este caso
(un acercamiento físico o verbal es de vital importancia.)
La vida me ha dado frialdad. Me hubiera gustado que eso no sucediera; no
hubiera pasado por muchos momentos. Ocurre que uno no elige. ¿Quién podría
haber optado por esto? ¿Será una prueba? ¿Para mejor o peor? ¿Existirá la
posibilidad de un cambio? En la personalidad, sí, porque una se da cuenta que
se encegueció y que fueron segundos cruzar el límite; hiciste daño por no
pensar pero de eso tomás conciencia después, cuando ponés los pies sobre la
tierra. Eso tiene que ver con cómo te formaste, con la carencia de límites.
Lorena
La ventana está abierta y mi alma
sale a buscar algo que me eleve el ánimo. Entre unos papeles que han volado con
el viento, encuentra una hoja escrita con caracteres un poco borrosos. Pero
ella puede mucho y entonces lee:
“Había una vez un niño que se
sentaba a los pies de su madre. Todos los días la veía bordar un tapiz. Desde
su posición aquello le parecía un enredo de hilos y nudos. Entonces preguntaba
a su madre qué estaba haciendo y ella respondía que, cuando lo terminara, se lo
mostraría y que demoraba tanto porque quería que quedara perfecto, que no faltara
nada.
Así siguieron pasando los días y
la impaciencia del hijo aumentaba: quería ver el bordado y quería que su madre
le prestara atención. Desilusionado, se iba a jugar. Hasta que llegó el día tan
ansiado.
Cuando el niño lo vio, quedó
maravillado: aquellos hilos sí tenían sentido. Entonces la mamá le dijo:
-
De la misma manera, Dios nos tiene preparada una hermosa sorpresa. Nos
la entregará cuando estemos preparados para cuidarla y valorarla, porque lo que
Él nos da es para siempre; lo que es del mundo, del mundo es; nadie podrá
quitarnos lo que Dios ha puesto en nuestra esencia.”
María
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