sábado, 6 de julio de 2013

Castigo y Civilización- John Pratt

Castigo y civilización. Una lectura crítica sobre las prisiones y los regímenes carcelarios. John Pratt, Barcelona, Gedisa, 2006

Por Lucas Guardia

La liberté, la vie nouvelle, la résurrection d'entre les morts…
Fiodor Dostoievsky, Souvenirs de la maison des morts, 1861


a) Aquello oculto tras el velo

Las representaciones por las cuales se ejerce una modalidad específica de sujeción de los cuerpos, adquieren con la racionalidad determinado marco de legitimidad. En este escenario, el racionalismo burocrático determinará las formas imperantes en las cuales la civilización impone los marcos de normalidad.-

En dicho camino, John Pratt advierte las posibilidades de castigo y su relación con la civilización sin perder el rastro histórico por el cual el disciplinamiento penetra en las sociedades.-

Su punto de partida resulta de la declaración realizada por David Blunkett (Home Secretary británico) ante la posibilidad de que asesinos menores de edad sufran posibles ataques en virtud de su liberación: "no estamos en el Lejano Oeste ni a mediados del siglo XIX; estamos en Gran Bretaña y en el siglo XXI, y lo manejaremos de modo efectivo y de manera civilizada". La referencia sirve al autor para analizar los parámetros por los cuales se permite y se restringe una mayor violencia institucional.-

Las formas "civilizadas" funcionarán como una señal identificadora de distinción (sociedad organizada, occidental y desarrollada) en oposición a los gulags del bloque del Este, los países del Tercer Mundo y el Mundo Islámico.-

Sin duda, el autor se ubica en una esfera por el cual la civilización regirá los hilos del castigo conforme al racionalismo dominante. Así, se recalcará que la forma de desenvolverse de la violencia penal será a través de un castigo dispensado con frugalidad productiva que reforme y rehabilite a los "criminales".-

Es por ello que el faire le mal pour le plaisir de le faire será desplazado por la forma "civilizada" en que se impondrán las pautas culturales del castigo. No obstante, ello importará la instrumentación de la cárcel como dispositivo de poder que asumirá las tareas de realizar un disciplinamiento social sobre los cuerpos refractarios aceptando sin más las prohibiciones del ordenamiento de trasgresión de la modernidad.[1]

Con lucidez, Pratt describe cómo aquel proceso "civilizatorio" que aspira a evitar la crueldad, ha "apagado su luz" llevando a cabo monstruosos actos donde cohabitan pacíficamente los modales civilizados con el asesinato en masa.[2]

La imprecisa forma que civiliza también sacrifica y extermina, furtiva tras la razón ilustrada. Es entonces, que las racionalidades inmanentes a la proyección de civilización redefinen el espacio estratégico de imposición de aflicción como nueva forma del Holocausto.[3]

En este sentido, es sustancial el paso ulterior al que el criminólogo del Institute of Criminology de Victoria University of Wellington recurre en su análisis intentando reflejar cómo se establecieron originalmente las características de un sistema de castigo que llegó a asumir las cualidades que eran "civilizadas".-

La pretensión alcanza los puntos estudiados anteriormente de la civilización como estado actual del desarrollo en un proceso histórico sociocultural que representa el resultado global de cambio,[4] y en cuyas consecuencias se advierten la mayor autoridad y control por parte del Estado y la interiorización de los ciudadanos de las restricciones, controles e inhibiciones de su conducta al ordenarse sus valores conforme a una mayor sensibilidad.-

Dentro de dicho proceso, la composición de la fuerzas penales se vuelve contingente en un continuo movimiento hacia atrás y adelante que implicará la determinación de valores y expectativas en el marco de la civilización. Ello conllevará, según Pratt, la configuración de un sistema de castigos adecuado a lo esperado, encubriendo los castigos más desagradables.-

Asimismo, se aleja en su análisis del noruego Nils Christie al señalar en oposición a éste, que la liberación de valores y sentimientos humanos como contrapartida de las tendencias hacia el gulag conseguirá una mayor probabilidad de producción de éstos con el agravamiento que se acentuará el espiral del control penal liberando las propensiones humanas de crueldad y violencia.-

La manifestación de la racionalidad que subyugará a las sociedades civilizadas tendrá a la racionalización y burocratización del proceso penal como acontecimiento más significativo con referencia al castigo, en los siglos XIX y XX,[5] donde expondrá su rostro más atroz colocándonos el "velo" que oculte la actuación punitiva más brutal.-

b) Fiesta punitiva y civilización.-

La ejecución pública de Michael Barret, última realizada en Inglaterra en 1868, marca un hecho significativo en el que Pratt avizora, en su segundo capítulo de la obra, el período en el cual la sociedad británica de fines del siglo XIX aspira a "sanear el sufrimiento".-

La "desaparición del espectáculo punitivo" implicará el crecimiento administrativo de la actuación estatal, y la asunción de nuevos caracteres culturales que diagramarán de forma diferencial la imposición del castigo, donde éste "tenderá a convertirse en la parte más oculta del proceso penal".[6]

La asimilación de las formas en la contingencia de los procesos de civilización, implicará una nueva estrategia en la que el carnaval del castigo se reducirá a un minúsculo "pedazo de papel".-

No escapa a esta formulación, la superación de un estado primitivo en el cual se aspiraba a establecer una mayor estado de civilización, entendiendo por ello en dicho contexto la eliminación de la morbosidad frente al dolor y la humanización asumida (y escondida) por la actuación estatal.-

En este sendero, establece el autor en su capítulo tercero, las principales funciones que tendrá la cárcel al ocultar las escenas y las prácticas que se habían vuelto ofensivas y censurables, puesto que se ubicarán en la ajenidad de la mirada pública.-

La cárcel ahora, se ubicará como espacio "civilizado" de castigo sujeto a una extrañeidad de lo público, legítimo y normal. Así, se convertirá en una institución total, donde enormes barreras se oponen a la interacción con el exterior construyendo en ese sentido altos muros, grandes puertas blindadas, alambrados electrificados, garitas de control de entrada, ventanas con barrotes, etc.[7]

Resulta paradigmático, en esta dirección, la prisión de Pentoville[8] inaugurada en 1842 en Londres, la cual demostraba el paso a la civilización transformando al carnaval ruidoso y de mal gusto del castigo público, por el encarcelamiento cuya finalidad no era rehabilitar y resocializar sino retener hasta el traslado para la ejecución.-

La austeridad funcional de cualquier régimen carcelario asumió con Pentoville sus primeros atisbos de actuación, convirtiéndose ésta en el modelo a seguir. Pero si bien los continuos intentos de ocultar o camuflar la prisión fueron prolíficos, tras el crecimiento urbano de las ciudades inglesas de fines de siglo XIX y principios del siglo XX, una nueva estrategia fue necesaria a fin de esgrimir un modelo en el cual la cárcel fuera eliminada del paisaje urbano de la sociedad civilizada.-

De esta manera, las continuas disputas estructurales de la civilización, habían permitido que el castigo pasara de ser una fiesta del pueblo, a ocultar la prisión tras la nueva arquitectura y a ser por último, eliminada de la vista de los ciudadanos.-

El desplazamiento a yermos rurales o guetos en el interior de la ciudad, demostraba una perspectiva en el que la mirada del público tuviera signos de desaprobación. Sin embargo, el paso siguiente que urdió la administración estatal, fue un programa de construcción de cárceles de aspecto neutral con el objeto de que se vuelva invisible el dolor impuesto.-

La representación simbólica se ocultaba tras la venda colocada ante los ojos de los ciudadanos a través de cárceles de arquitectura agradable. Aquel ideal de prisión como lugar agreste y aislado del perímetro de la ciudad[9] se desplazará hacia diseños que harían completamente anónimos a los miembros del público la presencia de las cárceles que se encontraban en el mundo civilizado.-

Prototipo de dichas construcciones será la prisión de Long Martin que representará a mediados del siglo XX, la prisión oculta tras la simbiosis con el diseño urbano.-

c) La construcción del disciplinamiento.-

La modificación denigrante de las costumbres tenía que asumir en la cárcel una gama de condiciones que producirán un disciplinamiento introyectado en las conductas de las personas. La comida carcelaria y la vestimenta por un lado, y la higiene personal por el otro, operarán de esta forma con rigidez en la tensión de dichas condiciones en la austeridad de disposición de recursos.-

En este sentido, señala Pratt que durante la primera mitad del siglo XIX se buscaba por parte de las autoridades una alta calidad de la dieta dado que era inadmisible que esta sea utilizadas como "instrumento de castigo" en virtud de las reformas humanitarias introducidas fundamentalmente por la críticas formuladas por reformadores de la Ilustración como John Howard.-

Peso a ello, dichos esfuerzos quedarían subordinados al imperativo de la práctica social inglesa y de las condiciones de vida menos favorables que debían tener los encarcelados en relación a los ciudadanos libres más pobres, conforme lo prescribía el principio de menor poder de elección.-

Subyace bajo dicha política, el principio de economía impuesto por Jeremy Bentham en su Panóptico por el cual bajo la regla de severidad el condenado debe vivenciar peores condiciones que en libertad como medio para desactivar el aliciente a delinquir.[10]
Pero a mediados del siglo XX se atenúan las condiciones que hacía operar el principio de less elegibility como consecuencia del Welfare State [11] en el que la prisión adquiere nuevamente un aumento de recursos.-

Así, Pratt afirma que la diferencia de hecho entre los presos de la década del 60 y el resto de la población en la sociedad británica, era que estaban en prisión; no las condiciones de la vida carcelaria.-

Volverá a invertirse la situación como paradigma reaccionario del capitalismo tardío (Spätkapitalismus) en la negación de beneficios dentro del sistema represivo al sostenerse que solo pueden existir "cárceles sin comodidades" como producto de la segregación punitiva actual.-

En el quinto capítulo de la obra en análisis, la mirada se dirige hacia el lenguaje penal en el cual se despojará de la fuerza emotiva peyorativa conforme a una humanización más acentuada. Tuvo su punto máximo en la realización de una sintaxis comprensiva desplazando términos como "convicto" y "preso" por el de "educando", intentando descomprimir el vínculo estigmatizante.-

Esto sería modificado por un lenguaje de mayor intolerancia del público que vuelve a retomar el control discursivo, convirtiendo a las víctimas en las únicas exponentes del reclamo mediático que sujetará a los actores políticos y judiciales.-

La humillación permanente que se traduce en las biografías de los encarcelados (capítulo VI) destruye los lineamientos que se establecieron como "civilizados" que no obstante, se habían impuesto en el "afuera".-

Solos y entre muros estarán sujetos al dolor que disciplinará inexorablemente sus almas.-

d) El racionalismo burocrático: más allá del gulag.-

En la parte final del trabajo (capítulos VII-IX) reflexiona el autor sobre la contraposición que había surgido en la visión formal u oficial, y de aquellos que sufrían la actuación punitiva.-

La imposición de la perspectiva formal era consecuencia inevitable de dos rasgos que predominarán en el discurso dominante de los siglos XIX y XX: la burocratización por un lado, y la indiferencia del público, por el otro.-
La estructura administrativa recortará la percepción por la cual se deslinda el conflicto como propiedad de los particulares.[12] Ante ello, pareciera no haber una bifurcación de los rasgos dominantes en el modelo discursivo sino la preeminencia del racionalismo impuesto por las burocracias del aparato estatal, de modo que asumió las formas legítimas por las que se pierde la autonomía, con lo cual el público no resulta indiferente sino que él mismo es apartado de sus intereses.-

Precisamente, cree el autor que el segundo rasgo descripto es triunfo del proceso burocrático y la imposición de su "verdad", cuya ramificación coercitiva modificará por completa la conducta del cuerpo social.-

De hecho, hasta comienzos del siglo XIX, el público ocupaba un lugar central en el procedimiento del castigo, que será desplazado a partir de la indiferencia moral hacia las prisiones y lo que sucedía en ellas.-

Es en esta parte, que se vuelve sustancial el estudio de la obra al determinar los efectos del proceso civilizador sobre el discurso penal en Inglaterra, donde se había establecido un marco caracterizado por una completa ausencia de castigo corporal, un aparato punitivo en gran medida invisible, un esfuerzo por aminorar las sanciones penales y un lenguaje penal esterilizado, desprovisto de expresiones emotivas.-

Asimismo, estos procesos de civilización parecen mostrar una modificación en cuanto a sus grados de realización donde la referencia es la sociedad contemporánea occidental y desarrollada. El colapso de la civilización, determinará el paso de una prisión civilizada a una incivilizada, un aumento del encarcelamiento y de las condiciones de deterioro a través de la negación de recursos y por último, una administración penal fragmentada.-

La política neoliberal que morigera la asistencia social y aplica una programa penal más represivo y menos garantista[13] requerirá una eficiencia mayor que tenderá a la privatización de las fuerzas represivas.-

Aparece en dicho cuadro, lo remarcado por Pratt en referencia a una serie de reversiones y discontinuidades en el cual reaparecen la prisión, se degradarán sus condiciones y existirá una mayor severidad del lenguajes penal.-

No obstante, esta nueva configuración del poder penal no significará, según explica el autor, una reversión plena del proceso civilizador. Se producirá una maquinaria modernizante y eficiente del castigo en conjunción con la materialidad punitiva de la gente.-

El surgimiento en las últimas dos décadas de las nuevas criminologías de la vida cotidiana como parte de la interacción social y como riesgo habitual que debe ser calculado, del delito como oportunidad y la prevención situacional, y que se ha vuelto un recurso crucial para las autoridades políticas,[14] engendrará una emergencia penitenciaria y un aumento de los niveles de encarcelamiento.-

Ante ello, remarca el autor, los gulags se vuelven una posibilidad en las sociedades occidentales donde se predispone a ser manejado por el populismo punitivo de la opinión pública debido a una mayor sensación de riesgo, tolerando mayores niveles de represión penal y privación que en la mayoría de las otras sociedades civilizadas.-

De esta forma, queda explícita la tesis de John Pratt. Sumado a ello los altos niveles de creación de enemigos como producto de la dicotomía inclusión / exclusión que acentúa la marginalidad, un proceso pírrico, que involucra tanto a la sociedad amplia como a los actores que atrapa endemonizando al "otro".[15]

Entonces, había una mirada que presenta a los criminales como un "otro" diferente a "nosotros" a quien se debe excluir a través de medidas de diversas grados,[16] con el temor de alcanzar aquello que Bauman denomina heterofobia,[17] por el cual la presión y la ansiedad haría sentir que se ha "perdido el control" que deja librada a la interpretación basada en la interferencia de un grupo extraño que debe apartarse.-

El texto de John Pratt entonces, vislumbra cómo las grados de civilización sujetaron al poder del castigo, en un estudio más amplio que el realizado por Elías[18] y Garland.[19]

También resulta trascendente cómo el racionalismo burocrático se oculta tras la regulación del dolor y cómo la subjetivación de la violencia objetiva resulta fuente de legitimación social[20] y la actuación punitiva acepta las formas violentas como producto de la utilización de los aparatos represivos como instrumentos de remercantilización.[21]

Aumenta así la trampa selectiva que reconfigura el sentido y la representación de la cuestion criminal.[22] La salida queda como interrogante perdurable en la tensión de las discontinuidades de la criminalización.-

Solo nos queda la imagen del que sufre y que tan bien retrató Charles Dickens en Las campanas:

"(...) Mirad caballeros cómo vuestra leyes están hechas para ponernos trampas y perseguirnos cuando llegamos a este punto. Yo trato de vivir en otro lugar y soy un vagabundo. ¡A la cárcel!. Regreso aquí. Voy a buscar nueces en vuestro bosques y quiebro una rama o dos. ¡A la cárcel!. Uno de vuestros guardas me ve a plena luz del día, cerca de mi propia huerta, con un arma. ¡A la cárcel con él!. Cuando estoy libre tengo una trifulca natural con un hombre. ¡A la cárcel con él!. Corto un palo. ¡A la cárcel con él!. Me como una manzana o un nabo podrido. ¡A la cárcel con él!. Queda ésta a una milla de distancia, y al regresar pido un poco de limosna en el camino. ¡A la cárcel con él!. Al final, el alguacil, el guardia me encuentra en cualquier parte, haciendo nada. A la cárcel con él, por vago y porque es un conocido ex presidiario, y la cárcel es el único hogar que posee (...)"[23]


[1] FOUCAULT, Michel, La vida de los infames, Buenos Aires, Altamira, 1996, p.13.
[2] BAUMAN, Zygmunt, Modernidad y holocausto, Madrid, Sequitur, 1997.
[3] CHRISTIE, Nils, La industria del control del delito.¿La nueva forma de Holocausto?, Buenos Aires, Del Puerto, 1993, p.166.
[4] ELíAS, Norbert, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1993.
[5] SPIERENBURG, Pieter, The spectacle of suffering. Executions and the evolution of de repression: from a preindustrial metropolis to the European experience, Cambridge/New York/Melbourne, Cambridge, University Pres, 1984, p.80, citado por GARLAND, David, Castigo y sociedad moderna. Un estudio de teoría social,  México, Siglo XXI, 1999, p.212.
[6] FOUCAULT, Michel, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Madrid, Siglo XXI, 1998, pp.16 y 17.
[7] GOFFMAN, Erving, Internados. Ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales, Buenos Aires, Amorrortu, 1984, p.18
[8] Para un análisis de la prisión moderna, ver MATTHEWS, Roger, Pagando tiempo. Una introducción a la sociología del encarcelamiento, Barcelona, Bellaterra, cap.I.
[9] MESSUTI, Ana, El tiempo como pena, Córdoba, Marcos Lerner, 1989,  p.33.
[10] MARÍ, Enrique, La problemática del castigo. El discurso de Jeremy Bentham y Michel Foucault, Buenos Aires, Hachette, 1983, p.146.
[11] GARLAND, David, La cultura del control, Barcelona, Gedisa, 2005, p.103.
[12] CHRISTIE, Nils, Los conflictos como pertenencia, en A.A.V.V., De los delitos y de las víctimas, Buenos Aires, Ad-hoc, 1992.
[13] WACQUANT, Loïc, Las cárceles de la miseria, Buenos Aires, Manantial, 2000.
[14] GARLAND, David, La cultura del control, cit., pp.53 y 217.
[15] YOUNG, Jack, La sociedad excluyente. Exclusión social, delito y diferencia en la modernidad tardía, Barcelona, Marcial Pons, 2003, pp.155 y ss.
[16] GARLAND, David, The limits of the sovereign State. Strategies of crime control in contemporary societies, en "British Journal of Criminology" Vol.36, Nº 4, 1996, pp.445-471, citado por SOZZO, Máximo, Usos de la violencia y construcción de la actividad policial en la Argentina, p.236.
[17] BAUMAN, Zygmunt, Modernidad y holocausto, cit., p.64.
[18] ELíAS, Norbert, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, cit..
[19] GARLAND, David,  Castigo y sociedad moderna. Un estudio de teoría social,  cit., capítulo 10.
[20] GRÜNER, Eduardo, Política, violencia y dominación subjetiva, Tesis III, p.25, en Atilio BORÓN e Isidoro CHERESKY (comps.),  Desarrollos de la teoría política contemporánea, Buenos Aires, Homo Sapiens Ediciones, p. 25.
[21] BAUMAN, Zygmunt, Legisladores e interpretes. Sobre la modernidad, la posmodernidad y los intelectuales, Universidad de Quilmes, 2005, pp.265 y 266.
[22] BISCAY, Pedro y VACANI, Pablo, Racionalidades punitivas y emergencia penitenciaria. Reformulaciones a la judicialización de la pena a partir de la lógica de los campos , en "Lecciones y Ensayos" Nº 81, Buenos Aires, Lexis Nexis, 2005, p.170.
[23] DICKENS, Charles, Las campanas, Buenos Aires, Nuevo Siglo, 1996, p.90


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John Pratt
"Menos cárcel, menos criminalidad"

viernes, 5 de julio de 2013

¿Quién es pobre en Finlandia?

Una excursión de “clase” en Finlandia

La pobreza que viene

Texto Riie Heikkilä Universidad de Tampere, Finlandia


© Kai Widell



Finlandia es el país de la OCDE que ha experimentado el cambio más drástico en la distribución de la renta en la última década. Hay riqueza y también una creciente e incómoda pobreza sobre la que nadie habla.

En los países nórdicos, la expresión “excursión de clase” (class trip) se refiere no solo a una excursión que los colegios organizan todas las primaveras a un lugar de interés para los escolares (mi clase visitó, entre otros, un parque de atracciones, la famosa fábrica de limonadas de la empresa Hartwall y un parque natural situado en una isla en el centro de un lago), sino también un juego de palabras que hace referencia a la movilidad social. Esta “excursión de clase” que uno hace a lo largo de la vida es el camino personal de una clase socioeconómica a otra –con un poco de fortuna, desde abajo hacia arriba.

       Tradicionalmente, Finlandia solía ser un país con elevada ‑movilidad social. Desde la década de los cincuenta en adelante, los hijos de los granjeros pobres habían valientemente tomado el tren a la capital y se habían convertido en médicos, abogados y funcionarios. La movilidad social finlandesa nunca había significado convertirse en alguien hecho a sí mismo como en el sueño americano, sino más bien la existencia de un ethos de fuerte solidaridad que prometía que absolutamente todo era posible para cualquiera. Todavía tenemos entre nosotros algunas evidencias concretas de ello: la educación universitaria es gratuita, y nuestra presidenta actual, Tarja Halonen, procede de una familia de clase obrera residente en uno de los distritos industriales tradicionalmente más pobres de Helsinki.

       Desafortunadamente, la situación está cambiando rápidamente. Es bien conocido el hecho de que Finlandia es, económicamente, uno de los países más igualitarios del mundo, y disfruta de una economía estable y un PNB per cápita elevado. Incluso más importante que esos datos, Finlandia tiene una imagen ante los demás de riqueza: es el país de la gran compañía de teléfonos móviles Nokia y un ejemplo de perfecto estado del bienestar socialdemócrata à la Esping-Andersen1. Sin embargo, nadie parece recordar que el estado del bienestar finlandés ya no es lo que llegó a ser a finales de la década de los ochenta.

       Los primeros años noventa estuvieron marcados precisamente por el comienzo de una crisis económica tremenda en Finlandia, una de las mayores jamás experimentadas en el país. El PNB cayó un 13% y la tradicionalmente baja tasa de desempleo pasó de un 3,5% a un increíble 18,9% (para comparar, en la crisis de los últimos años el desempleo se ha situado por debajo del 10%).

    En lo concerniente a la vida cotidiana de los ciudadanos, la crisis supuso un cambio importante en las políticas de bienestar. Significó numerosos recortes en los beneficios sociales, muchos de los cuales tuvieron un carácter más ideológico que económico. El discurso sobre el que se legitimaban era el de que los finlandeses estaban demasiado mimados, con consultas médicas gratuitas, seguros de desempleo generosos y largos permisos de maternidad: la crisis exigía poner orden y acabar con la falta de iniciativa que los beneficios sociales estaban, supuestamente, fomentando.

 Arenques bálticos para afrontar la crisis

En la opinión pública, la crisis significó una pausa respecto a los buenos tiempos, dejando de lado lujos innecesarios. Recuerdo todavía que en 1990 el primer ministro conservador Harri Holkeri, en el cargo entonces, apareció en televisión en horario de máxima audiencia friendo arenques bálticos en mantequilla (la comida más barata en aquel entonces), para enseñar a los finlandeses cómo afrontar la crisis. Durante los noventa, así, muchos finlandeses se encontraron de pronto en una situación de pobreza. Esto no fue solo el resultado de las elevadas tasas de desempleo; también la abolición de ciertos beneficios sociales convirtió la situación de determinados grupos sociales en más difícil.

       El fenómeno de la pobreza ha aumentado en general y ha golpeado duramente a grupos que solían gozar de mejor protección por parte del estado del bienestar.
         Sin embargo, ¿cómo definimos quién es pobre en Finlandia?
Según la definición de la UE, las personas que cuentan con una renta inferior al 60% de la media nacional pueden considerarse pobres. Existen aproximadamente 600.000 personas en esta situación, lo que hace que un 12% de los finlandeses sean, al menos según las estadísticas, pobres: de ellos, casi 150.000 ganan unos 500 euros al mes. La mayoría de este 12% de pobres son desempleados o pensionistas, aunque entre ellos también encontramos trabajadores a tiempo parcial, estudiantes, emprendedores o personas que dependen completamente de los servicios sociales sin otras fuentes de ingreso (unas 35.000).

       Incluso con estas altas tasas de pobreza, ningún ciudadano finlandés está excluido de las políticas de bienestar, al menos en la práctica. Comparado con muchos países fuera del denominado “mundo del bienestar nórdico”, Finlandia tiene un sistema de bienestar que funciona relativamente bien. La Seguridad Social o KELA (Kansaneläkelaitos) es una agencia gubernamental financiada vía impuestos que se ocupa de campos como el de los seguros de desempleo, las bajas por maternidad o enfermedad, el acceso a la sanidad pública o las ayudas a los estudiantes.

       Por ejemplo, la mayoría de los estudiantes finlandeses son capaces de emanciparse y vivir independientemente sin necesidad de ayudas familiares gracias a que tienen importantes beneficios sociales: por ejemplo, durante 55 meses, tienen derecho a una ayuda de 500 euros mensuales. Otro ejemplo ilustrativo es el seguro de desempleo: el mínimo, que uno recibe prácticamente siempre que busque trabajo (hasta que lo encuentre), es de 551 euros al mes. Además, si uno ha cotizado durante un tiempo, recibe el 90% de su salario durante 500 días laborales (casi dos años). En otras palabras, si uno ha trabajado (y cuanto mayor salario haya tenido, mejor), puede destinar dos años muy bien remunerados a buscar un nuevo empleo; por otra parte, si uno carece de experiencia laboral o ha obtenido sus ingresos por vías libres de impuestos (caso de beneficios estudiantiles, becas de investigación o trabajos como freelance), está condenado a llegar a fin de mes con los mencionados 551 euros.

       Finalmente, existe un último recurso, el toimeentulotuki, literalmente traducible como renta de bienestar, de 417,45 euros y que se recibe para cubrir, según KELA, “los gastos de alimentación, vestido, higiene personal, peluquería, suscripción a un periódico, la factura del teléfono y para poder tener al menos un hobby”. ¡Qué vida tan bien diseñada y hermosa para el ciudadano del estado del bienestar!

       Aquellos que todavía piensan que Finlandia es un paraíso social deben tener en cuenta que la dinámica de la sociedad del bienestar ha cambiado notablemente desde la década de los ochenta. En aquella época, por ejemplo, la visita al doctor era todavía gratuita (como lo es todavía en muchos países de la UE); ahora, sin embargo, se tiene que pagar, y no es barata. Los famosos beneficios estudiantiles (la joya de la corona del estado del bienestar finlandés) son exactamente los mismos desde 1992, por lo que con la inflación de estos años, es prácticamente imposible pagar alquiler y comer por 500 euros, lo que obliga a muchos estudiantes a trabajar a tiempo parcial. Y en cuanto al seguro de desempleo, se recibe un 23% menos que en Suecia y un 30% menos que en Dinamarca. Por otra parte, solicitar ayudas a KELA es una experiencia difícil para el ciudadano, pues se trata de una institución extremadamente burocratizada y muy estricta, que puede solicitar documentos de lo más variopinto. Si se quiere solicitar el toimeentulotuki, la experiencia es particularmente humillante, pues se debe demostrar con infinidad de documentos que no se posee nada, y por otra parte KELA puede retirar la ayuda por cualquier motivo.

       Existe, por supuesto, un gran número de datos sobre la pobreza y trabajos de investigación sobre ella, pero ¿cómo perciben los finlandeses la pobreza? Al escribir este pequeño artículo, decidí preguntar a algunas personas sobre su experiencia en relación a su condición de pobres, pero pocas querían reconocer su situación pese a que ninguna de ellas ganaba más de 600 euros al mes. Hace relativamente poco, en relación a un libro titulado Experiencias cotidianas de pobreza (1997)2  en el que se recogían historias personales en relación a la pobreza, los investigadores expresaron su sorpresa por la gran cantidad de testimonios: casi mil personas quisieron compartir su experiencia personal. Las historias mostraban una cara muy poco conocida de Finlandia: personas intentando sobrevivir con 551 euros al mes, lo que significaba cortarse el pelo ellas mismas delante de un espejo, hacer cola en una oficina de caridad para recibir pan, o buscar comida caducada en los contenedores de basura de los supermercados. Se hacía una referencia continua a la idea de supervivencia: “vendo cosas en los mercadillos, hago punto, doy paseos, mis amigos me dan manzanas y bayas, voy a la biblioteca”, cuenta una mujer cuyo negocio se arruinó en la crisis de los noventa. Otras historias, como la de un joven estudiante de 25 años, muestran una visión más desesperada: “En esta cultura, lo peor de la pobreza es la culpabilidad, una sensación que te aplasta y te desespera demasiado como para hacer algo. Una persona pobre en Finlandia se ve obligada a depender por completo de alguna administración o de otras personas. La vida es insoportable si tu subsistencia cotidiana depende de otros”.



Mentalidad protestante

Este libro demuestra que es posible escribir sobre la pobreza en Finlandia, aunque luego de ella se hable poco. Y es que se trata de un país con una mentalidad fuertemente protestante, en el que se supone que a uno le deben ir las cosas bien y no debe ni quejarse ni presumir de su fortuna. Ser pobre de solemnidad o hablar abiertamente de la pobreza es un estigma social en una sociedad en la que todos deberían formar parte de unas felices y amplísimas clases medias. Paradójicamente, esto vale también para las clases altas: uno debe ser modesto y ocultar con mucho tacto la riqueza personal. El sociólogo francés Jean-Pascal Daloz ha explicado la modestia de las élites nórdicas basándose en la denominada Ley de Jante, formulada por el novelista danés-noruego Aksel Sandemose3. Este último enfatizaba que, en los países nórdicos, la gente era extremadamente modesta, y no se permitía a nadie creerse especial o mejor que el resto, lo que daba lugar a una cultura fuertemente igualitaria, al menos en la vida pública, lo que impedía expresar grandes diferencias en los estilos de vida: así, pobreza y riqueza debían ocultarse.

       Quizá este sea el motivo por el que se ha formado una cierta imagen de Finlandia: de acuerdo a los clichés que prevalecen tanto entre los observadores externos como entre los propios finlandeses, se trata de un país en el que más o menos todo el mundo es de clase media y disfruta de unos estándares de vida más que aceptables. Y es posible mantener incluso la hipótesis de que, entre las décadas de los sesenta y los ochenta, casi todo el país era clase media. Sin embargo, después de los noventa, ya no lo es tampoco: por ejemplo, en el período 1995-2007, los ingresos del decil más pobre de la población aumentaron un 16%, frente al 70% del más rico. Finlandia es un país con una economía dinámica, pero con crecientes desigualdades: de hecho, de los países de la OCDE, es el que ha experimentado un cambio más drástico en la distribución de la renta a lo largo de la última década. Hay riqueza, pero también una creciente e incómoda pobreza sobre la que nadie habla.

       Siento la tentación de preguntarme si una “excursión de clase” es todavía posible en Finlandia: si es posible, como en los sesenta, pasar de ser campesino a clase media urbana, o convertirse en primera ministra siendo tus padres propietarios de una granja de pollos (caso de la primera ministra actual, Mari Kiviniemi, nacida en 1968). La movilidad social en general se está frenando en Finlandia a un ritmo acelerado: por ejemplo, de acuerdo a una encuesta, prácticamente todos los estudiantes actuales en el sistema de educación superior proceden de familias en las que al menos uno de los progenitores tiene un título universitario. El economista francés Éric Maurin4 ha manifestado recientemente que en Francia, el ascensor social está roto: en Finlandia todavía no ha dejado de funcionar, aunque desde luego con más problemas que hace treinta años, y es muy posible que te lleve al piso de abajo.

       Incluso la dinámica de las típicas “excursiones de clase” de los colegios parece haber cambiado. En los dorados años ochenta, en mi clase solíamos recoger botellas vacías, vender imperdibles de plástico con forma de flores puerta a puerta, y limpiar el parque tras las clases para recolectar fondos comunes que servían para pagar esos viajes que eran, realmente, lo mejor del año escolar. Era un trabajo pesado y a menudo aburrido, pero la contribución de todos servía para pagar los gastos y la escuela ofrecía, a todos los escolares, zumo en tetra brik y un pastel de Carelia como almuerzo para el viaje. Hoy en día, las familias de los escolares simplemente pagan todo de su bolsillo, lo que permite a los niños hacer la excursión. Esto es realmente una metáfora de la Finlandia actual: se está convirtiendo en una sociedad en la que tu “excursión de clase”, sea cual sea, la paga tu familia o una institución privada. Hoy, incluso tienes que traerte tu propio almuerzo.


Notas

1   Gøsta Esping-Andersen, The Three Worlds of Welfare Capitalism (1990). Cambridge: Polity Press.

2   El título original del libro es Arkipäivän kokemuksia köyhyydestä, editado por Anna-Maria Isola, Meri Larivaara y Juha Mikkonen (2007). Helsinki: Avain.

3   El texto de Jean-Pascal Daloz al que me refiero es The Sociology Of Elite Distinction. From Theoretical To Comparative Perspectives (2009). Londres: Palgrave Macmillan. La Ley de Jante (Janteloven) la describe Sandemose en su novela En flygtning krydser sit spor (2010; edición original publicada en 1933). Copenhague: Schønberg.

4   Éric Maurin (2009): Le peur du dèclassement: Une sociologie des récessions. París: Éditions du Seuil / La République des Idées.

De: w2.bcn.cat/bcnmetropolis/arxiu/es





miércoles, 3 de julio de 2013

Los Establecimientos Penitenciarios en Finlandia

Finlandia: menos cárcel menos criminalidad Por: Mercedes Llamas - junio 9 de 2013 - 0:01 Llamas en sinembargo, LOS ESPECIALISTAS

Finlandia se ha caracterizado por ser uno de los únicos países que a partir de los años setentas ha disminuido su tasa de población penitenciaria, pues ha llevado a cabo políticas centradas en utilizar la prisión como ultima ratio; lo anterior no ha significado un aumento en los índices de criminalidad. Esto comprueba que la hipótesis de que la prisión no influye directamente en la tasa de reincidencia ni previene la criminalidad. 
Finlandia, así como los otros países escandinavos (Suecia y Noruega), son sociedades sumamente educadas, con gran igualdad entre sus ciudadanos, presentando como valor primordial el bien común. Los escandinavos, en su mayoría buscan el bien colectivo sobre el individual, lo que los hace muy diferentes a ciudadanos de otros países de Europa o de América en donde el individualismo es el eje de sus acciones. 
Su localización, sus características geográficas, así como sus condiciones socio culturales, propiciaron que en estos países no hubiera condiciones para que se formaran grandes feudos ni para el enriquecimiento exacerbado de unos y el empobrecimiento de otros. 
En general, la sociedad se ha caracterizado por una homogeneidad, de igual forma, la inmigración era hasta hace pocos años escasa casi nula, lo que disminuye las posibilidades de desigualdad. Cuentan con una cultura basada en la inclusión, la solidaridad y la unión.

La pena de prisión es considerada tanto por la autoridad así como por los ciudadanos como una mera pérdida de libertad, donde el objetivo principal de la misma es la reinserción de los individuos, por lo que en todo momento, y como dice el criminólogo John Pratt, “las condiciones dentro de la prisión se asemejan lo más posible a la vida en libertad”. Los países escandinavos cuentan con una multiplicidad de cárceles pequeñas (menos de 100 presos por establecimiento) lo que facilita que la mayoría de internos viva cerca de sus familiares y así se fomenta el contacto familiar. En general, las condiciones penitenciarias velan en todo momento por los derechos humanos de los presos y son coherentes con la dignidad humana.

Finlandia fue el primer país escandinavo en contar con prisiones abiertas en 1930. Dicho régimen se caracteriza por asemejar la vida en prisión con la vida en sociedad, los internos trabajan fuera de la prisión, algunos mantienen sus empleos que tenían previos a su condena y con sus salarios pagan impuestos, renta, comida, dan dinero a sus familias y víctimas y ahorran para cuando terminen su sentencia. En cuanto a su política penal, los países escandinavos, al ser sociedades igualitarias, no tienen la necesidad dramática de tener castigos públicos y ejemplares como medida para reafirmar el poder que ostenta la clase dominante.
El crimen es concebido como una especie de enfermedad que como tal requiere de un diagnóstico y un tratamiento específico. En concordancia, los delincuentes son tratados con dignidad humana y las penas buscan en todo momento la resocialización del mismo, por lo que el confinamiento extremo está en desuso. Lo anterior denota una política basada en la inclusión lejos del etiquetamiento, la segregación y el rechazo. Sin embargo, no se puede negar la influencia general tanto de la Unión Europea así como de potencias específicas como Estados Unidos e Inglaterra ejercida a diario sobre los países escandinavos. Según algunos investigadores de los tres países escandinavos, Suecia y Noruega son los que más han cambiado sus políticas sobre todo en lo que a las drogas se refiere, aumentando la severidad de sus penas así como la percepción del enemigo común. Finlandia por el contrario, gracias a su cohesión social así como a una menor tasa de inmigración ha logrado mantener políticas incluyentes.

@criminologiamex Leer más sobre este autor: Doctoranda en Gobierno y Administración Pública por el Instituto Universitario Ortega y Gasset de la Universidad Complutense de Madrid, Maestra en Criminología y Política Criminal por el INACIPE y Licenciada en Educación Especial en Infracción e Inadaptación Social por la Escuela Normal de Especialización. Publicaciones anteriores de Mercedes Llamas

Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/opinion/09-06-2013/14953. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMBARGO.MX




 John Pratt es profesor de criminología de la Universidad de Wellington en Nueva Zelanda. Ha sido Fellow del Straus Institute for the Advanced Study of Law and Justice de la Universidad de Nueva York (2010-2011) y Royal Society of New Zealand James Cook Research Fellow (2009-2012).
Pratt es uno de los sociólogos del castigo más destacado del mundo de habla inglesa. Ha publicado profusamente en las más importantes revistas académicas de lengua inglesa. Es editor del Australian and New Zealand Journal of Criminology.
Entre sus libros se destacan: Governing the dangerous (1997); Dangerous Offenders: Punishment and Social Order (compilado con M. Brown, 2000); Castigo y Civilización. Una lectura crítica sobre las prisiones y los regímenes carcelarios (2002 en inglés y 2006 en español); The New Punitivensess (compilado con M. Brown, S. Hallsworth, D. Brown y W. Morrison, 2005); Penal Populism (2007). En enero de 2013 aparecerá su nuevo libro: Contrasts in Punishment: An Explanation of Anglophone Excess and Nordic Exceptionalism, resultado de una investigación comparativa de las políticas penales entre Escandinavia y el mundo de lengua inglesa en las que ha venido trabajando en los últimos años.




O sea: el bien común




SEGURIDAD
En Finlandia, las prisiones no tienen barrotes ni guardiacárceles armados


Tiene más de 5 millones de habitantes y apenas 2.700 presos, lo que lo convierte en el país con menos reclusos de toda Europa. Hace 30 años, su sistema penal era durísimo. La llave del cambio fue la confiabilidad del Estado.

Por Warren Hoge

Según las estadísticas, Antti Syvajarvi es un perdedor. Está preso en Finlandia, el país con menor cantidad de reclusos de toda la Unión Europea. Sin embargo, se considera afortunado: “Si tengo que estar preso, prefiero estarlo en Finlandia, porque confío en su sistema penal”. Syvajarvi no es el único: en todas las encuestas realizadas para medir las instituciones nacionales más admiradas y mejor consideradas por los finlandeses, la policía “malcriadora de criminales” siempre es la primera de la lista. En relación a la cantidad de habitantes, la fuerza policial local es la más pequeña de toda Europa. Sin embargo, aún así, tiene una reputación intachable y, según las estadísticas, logra resolver el 90 por ciento de los delitos graves que se cometen en el territorio a su cargo.

“Sé que, a muchos, el sistema les parece raro. Pero, si visitan nuestro país y recorren nuestras prisiones, llegarán a la conclusión de que el esquema permisivo nos ha dado muy buenos resultados. No estoy condenando a otros países, que tienen historias y políticas distintas a las nuestras y prefieren tener sistemas más duros. Pero está claro que, aquí, este modelo funciona”, dice Markky Salminen, un ex detective del departamento de homicidios, ahora director del servicio penitenciario. Su acotación no es menor: en Finlandia, prácticamente no hay división de clases. Y ese dato, combinado con la benevolente idea que los escandinavos tienen de sus estados nacionales y su profunda confianza en las instituciones cívicas, los convierte en una especie de laboratorio para la justicia.

Esto implica que las disparidades económicas y sociales que suelen disparar las estadísticas criminales en todo el mundo, casi no existen en la sociedad finlandesa. Si uno echa un vistazo a sus instituciones penales, es difícil darse cuenta de que se trata de una cárcel en la que vive gente custodiada. “Esta, por ejemplo, es una prisión cerrada. Pero no hay ninguna puerta ni portón que impida la entrada o la salida de nadie”, explica Esko Aaltonen, uno de los guardias de la prisión de Hameenlinna. De hecho, los muros y los cercos del penal fueron eliminados y reemplazados por redes de cámaras y alarmas. Y, en lugar de barrotes de hierro y celdas oscuras, se ven pasillos alfombrados con habitaciones para los reclusos que se parecen mucho a los dormitorios de las universidades.

Los guardias no sólo no están armados sino que, además, usan ropa de civil o, en su defecto, uniformes sencillos, sin ningún tipo de placa. “Hay 10 armas en toda la prisión y todas están en mi caja de seguridad. Sólo las saco para trasladar a los presos”, dice Aaltonen. En estas prisiones “abiertas”, los reclusos y los guardias se llaman por sus nombres y a los reclusos no se los considera “presos” sino, en todo caso, “clientes” o “alumnos”. No casualmente tienen permisos de salida generosos, sobre todo, cuando están próximos a salir en libertad. Para los que ya cumplieron la mitad de la condena, el penal dispone de una serie de casas en las que la privacidad está asegurada, y en la que los detenidos pueden pasar hasta cuatro días por semana con sus parejas e hijos.

“Creemos que la pérdida de la libertad es, por definición, un castigo importante. Por lo tanto, intentamos de que, una vez que están adentro, lo pasen lo mejor posible”, dice Merja Toivonen, uno de los supervisores de Hameenlinna. Hace 30 años, Finlandia tenía un modelo carcelario muchísimo más rígido, heredado de Rusia, además de una de las poblaciones penales proporcionalmente más altas de toda Europa. Pero, con el argumento de que había que reflejar las teorías liberales de organización social de la región, la sociedad provocó un debate que reformuló las políticas al respecto. Así, en los últimos 20 años, mientras más de 40 mil finlandeses se salvaron de ir a la cárcel, el Estado se ahorró 20 millones de dólares en costos y la tasa de delincuencia se redujo a niveles bajísimos.

Hoy, la cosa marcha sobre ruedas. Y estar preso tampoco es un placer, ya que las autoridades carcelarias no interpretan los reglamentos: los cumplen. El penal puede castigar a los reclusos con hasta 20 días de aislamiento por violar cualquiera de las reglas, entre ellas, la prohibición de consumir drogas. Sin embargo, no es necesario apelar a la mano dura: el castigo promedio es entre 3 y 5 días. Como el resto de los países de la Unión Europea, Finlandia no tiene pena de muerte y el tema ni se discute. ¿Para qué? Según el Ministerio de Justicia local, en todo el país, que tiene más de 5 millones de habitantes, los prisioneros suman poco más de 2.700. Eso implica que hay 52 presos cada 100 mil habitantes mientras que, por ejemplo, en los Estados Unidos, hay 702 presos; en Rusia, 664; y en Portugal, el que peor se porta de toda la UE. 131.

The New York Times

Traducción de Claudia Martínez
En: Clarín.com

Description   English: The former prison building of Katajanokka, Finland
The building is being renovated into a hotel. 
The Finnish Museum Bureau has listed the building as part of Helsinki's official heritage.
Suomi: Helsingin Katajanokan vankila
Date   10 September 2006
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Educación en los Establecimientos Penitenciarios de Finlandia

X. EDUCACIÓN BÁSICA EN LOS ESTABLECIMIENTOS PENITENCIARIOS DE FINLANDIA
Kirsti Kuivajärvi

A. El sistema de educación básica en Finlandia

 En la evolución de la política educativa de Finlandia en el siglo XX se distinguen tres hitos fundamentales [164]. El primero fue la implantación de la enseñanza escolar obligatoria en el decenio de 1920, precedida por una expansión de la educación. El segundo fue la instauración gradual del ciclo básico de enseñanza en el decenio de 1970, con el que se alcanzaron objetivos más amplios que la escolaridad obligatoria. Y el tercero fue la adopción del principio de la educación permanente, que se adoptó como base de todo el sistema educacional y se afirmó en el decenio de 1990 al ampliarse la educación de adultos. En este período se registró la más rápida expansión de la educación en Finlandia hasta la fecha.
El sistema educativo finlandés consiste en escuelas del ciclo básico de enseñanza y escuelas secundarias de ciclo superior, institutos de formación profesional y universidades. En Finlandia no existen las escuelas de parvulario, aunque los niños de esa edad reciben alguna instrucción en las guarderías, que funcionan bajo la jurisdicción de los servicios de bienestar social. Los adultos pueden tomar clases en los institutos y centros de educación de adultos y en las universidades a distancia.
 Los estudios del ciclo básico de enseñanza, de nueve años de duración, son obligatorios para los alumnos de edades comprendidas entre los siete y los 16 años, incluidos los discapacitados, ya que existen servicios especiales para los alumnos que no pueden aprender con la instrucción ordinaria. También tienen derecho a esos servicios los niños que presentan problemas de adaptación derivados de desequilibrios emocionales u otros factores, y que por ello necesitan educación especial. Se calcula que sólo un 1% de ese grupo de edad no llega a obtener el certificado escolar al terminar los estudios. Las escuelas del ciclo básico son administradas por las autoridades locales.
 Con las clases especiales y de recuperación de estas escuelas se han atendido las necesidades de los alumnos que presentan problemas de alfabetización. Los maestros de educación especial imparten esa instrucción, en colaboración con los maestros encargados de las clases respectivas y los profesores de lengua finlandesa. Para la alfabetización de adultos se han organizado grupos de estudio en algunas escuelas universitarias municipales y cursos especiales en las escuelas secundarias [83].
 En Finlandia, el acceso a la educación ha aumentado de manera continua y el nivel de instrucción ha mejorado durante los últimos decenios. El número de diplomas y certificados expedidos demuestra que se ha alcanzado un nivel más alto de educación y conocimientos. En 20 años se ha duplicado el número de alumnos que han terminado los estudios de la escuela secundaria de ciclo superior, de formación profesional o universitarios. Más del 80% de los jóvenes finlandeses han cursado o están cursando estudios en las escuelas secundarias, un porcentaje más alto que el de otros países nórdicos y uno de los más altos del mundo. También se ofrecen cada vez más clases de educación y formación profesional para adultos. Además, han disminuido las diferencias regionales en el nivel de instrucción [164].
 Hay pocos estudios comparativos sobre el rendimiento escolar. El más notable es el estudio realizado en 1990?1991 por la Asociación Internacional de Evaluación del Rendimiento Escolar, que analiza la aptitud de lectura de los niños y jóvenes. En ese estudio mundial se demostró que los niños finlandeses de edades comprendidas entre los 9 y los 14 años leían mejor que los niños de la misma edad de otros países que participaron en el estudio. El estudio sobre conocimientos aritméticos realizado por la Asociación a principios del decenio de 1980 indicó que los niños finlandeses del séptimo año de enseñanza tenían conocimientos medios, en tanto que los alumnos de las escuelas secundarias de ciclo superior tenían conocimientos muy superiores al promedio general [164].

Problemas de la alfabetización de adultos
 A pesar de la ampliación de los planes de enseñanza para el público general y del alto nivel de instrucción conseguido en Finlandia, no se han podido eliminar totalmente las dificultades de la alfabetización de adultos, como se verá en la siguiente sección del informe sobre la población de reclusos. Hay una serie de problemas relativos a la adquisición de conocimientos básicos de lectura, escritura y aritmética. Últimamente, las autoridades han dedicado más atención a estos problemas.
 En 1991, el Ministerio de Educación creó un grupo de trabajo encargado de examinar el carácter y la magnitud de los problemas de alfabetización de adultos en el país, que también debía ocuparse de desarrollar métodos para facilitar la detección de esos problemas y de preparar una propuesta para establecer un programa de enseñanza para los adultos afectados. El grupo de trabajo preparó un memorando en el que indicó que sólo un reducido grupo de adultos padecía el problema diagnosticado como dislexia grave. Sin embargo, también pueden diagnosticarse deficiencias de aprendizaje cuando una persona con capacidades intelectuales y sensoriales normales tiene un nivel de conocimientos elementales que no corresponde a sus aptitudes reales. Esas deficiencias inciden negativamente en la capacidad de estudiar, trabajar y participar en actividades sociales y políticas. En general, provocan sentimientos de inferioridad y vergüenza que también repercuten en la vida privada. Entre las personas que tienen problemas de aprendizaje, algunas pierden la motivación y abandonan los estudios; otras tienen que luchar constantemente para obtener una plaza de estudios o un puesto de trabajo ([202], págs. 36-39).
 En su memorando, el grupo de trabajo se refería a datos de otros estudios sobre los problemas de alfabetización. Por ejemplo, en 1983 un grupo de trabajo de la Dirección Nacional de Formación Profesional estudió la incidencia de esos problemas entre los alumnos de primer año de las escuelas de formación profesional (N=1.546). Según el estudio, un 11% de los estudiantes necesitaba seguir cursos especiales de instrucción elemental. Otro estudio [148] en el que se examinaban los problemas de alfabetización de los estudiantes adultos mostró que algunos de ellos tenían sobre todo dificultades de comprensión de la lectura, por lo que no poseían las competencias necesarias para entrar al mercado de trabajo. Se observó que más del 20% de los estudiantes mostraban deficiencias en la aptitud de la lectura. En el estudio se señalaba que, en la actualidad, los estudiantes adultos carecían de las aptitudes necesaria para alcanzar una capacidad de lectura amplia y eficiente, aptitudes que los alumnos educados con métodos modernos pueden adquirir generalmente en la escuela. Esa situación impone demandas especiales en la educación de adultos.
 Las conclusiones mencionadas concuerdan con las de una tesis reciente [165]. Lehtonen encontró que la habilidad de lectura de los alumnos que habían terminado los estudios de la escuela polivalente variaba considerablemente. Según ese estudio, la deficiente capacidad de lectura perjudicaba los estudios de un 15% de los alumnos considerados. El éxito en los estudios podía atribuirse casi en un 50% al nivel de habilidad de lectura. Asimismo, se vio que las experiencias positivas en el primer aprendizaje de la lectura tenían una importancia fundamental para el desarrollo ulterior de la capacidad lectora de un alumno y para el éxito futuro en sus estudios.


B. Necesidades de los presos en materia de educación

1. La población penitenciaria en Finlandia
 En Finlandia, que tiene una población total de unos cinco millones de habitantes, hay aproximadamente 3.500 presos alojados en 20 instituciones cerradas y 15 abiertas (estas últimas son tres prisiones abiertas y 12 colonias de trabajo). Aproximadamente 9.000 delincuentes son recluidos cada año en las instituciones penitenciarias.
 La mayoría de los presos tienen entre 25 y 39 años de edad (véase el cuadro 1). La edad media es de unos 33 años. Los reclusos confinados por primera vez representan una cuarta parte de los penados del país. Las mujeres forman el 3,5% de la población de reclusos. 
 
 Cuadro 1. Distribución por edad de la población penitenciaria 
 al 1? de octubre de 1992 
 
Edad
Número de presos
Porcentaje 
15-20
125
   4 
21-24
470 
 16 
25-29
643
21 
30-39
1 020 
 34 
40-
766 
 25 
Total
 3 024
100 
  
 La estructura de la población de reclusos en 1992 indica que la mayoría de ellos han sido encarcelados primordialmente por la comisión de un delito de carácter violento. La segunda causa de encarcelamiento son los delitos contra la propiedad. Una quinta parte de los presos han sido condenados por conducir en estado de embriaguez. Sólo un 4% han sido sentenciados por un delito relacionado con las drogas.
 Aproximadamente la mitad de los presos (el 53%) pasan tres meses o menos en prisión, mientras que sólo el 4,3% cumplen una condena de más de dos años. Como término medio, los reclusos permanecen en prisión durante cinco meses y medio [268].
2. Información general sobre las calificaciones académicas de los presos
 Hasta la fecha no se ha llevado un registro sistemático de los antecedentes educativos de los condenados a prisión. Sin embargo, se están tomando disposiciones para adoptar esta medida. Por el momento, cabe hacer referencia a dos estudios publicados por el Departamento de Administración Penitenciaria.
 La base del primer estudio [150] fue una encuesta realizada en 1988, cuyas conclusiones se compararon con las de un estudio sobre la fuerza de trabajo realizado en 1987. En ese estudio participaron 575 reclusos elegidos al azar.
 El 7% de los presos que participaron en el estudio no habían terminado el ciclo básico de enseñanza ni otros estudios equivalentes. Entre los reclusos muy jóvenes, es decir, de 15 a 20 años de edad, uno de cada tres no había terminado la enseñanza básica. Sólo el 2% de los presos habían tomado el examen de certificado en la escuela secundaria de ciclo superior, mientras que en toda la población activa la proporción correspondiente era del 20%.
 Un 40% de los reclusos no habían cursado estudios de formación profesional, un 30% habían tomado un curso de formación profesional (generalmente de corta duración), un 29% tenían un certificado de formación profesional y un 1% un diploma universitario.
 Una cuarta parte de los reclusos habían cursado estudios durante su permanencia en la cárcel. En general, habían hecho un curso de formación profesional.
 El estudio examinaba también las actividades en las que los presos deseaban participar durante el tiempo de su condena. Más de la tercera parte de los reclusos (el 37%) deseaban estudiar mientras permanecían en la cárcel. En una quinta parte de las respuestas, los presos no especificaban las materias que deseaban estudiar pero expresaban el deseo de recibir cursos de formación profesional para obtener un certificado. Entre las materias de estudio mencionadas, las preferidas eran la ingeniería mecánica, metalmecánica y la construcción. 
Unos pocos presos (el 5%) deseaban cursar los estudios del ciclo básico, y otro 15% deseaban seguir estudios generales como los de la escuela secundaria del ciclo superior, idiomas e informática.
 Los resultados del estudio permitían concluir que el nivel de educación general de los reclusos era muy bajo. Así pues, las características de la educación de la población de reclusos eran diferentes a las de la población general. Una de cada diez personas de toda la población general en edad de trabajar había estudiado en la universidad o seguido estudios equivalentes, mientras que entre los reclusos la proporción correspondiente era uno de cada cien. Más de la mitad de toda la población (el 57%) había seguido estudiando después de terminar la enseñanza básica, mientras que sólo el 28% de los presos habían recibido una educación análoga. Sin embargo, el nivel de instrucción de los presos había mejorado ligeramente durante los últimos veinte años, probablemente a causa de la reforma general de la enseñanza efectuada en Finlandia en el decenio de 1970. También se observó que había subido un poco el nivel de la formación profesional.
 En 1990, como complemento del estudio anterior, se hizo una investigación de los antecedentes educativos de 70 reclusas [127]. Un 17% no habían terminado ningún tipo de estudios básicos. Un 40% de las entrevistadas habían terminado un curso de formación profesional, en general en trabajos textiles o de oficina. Solamente un 10% de las presas tenían certificados de formación profesional, mientras que un 40% no habían seguido ningún curso de ese tipo. Una de ellas tenía un diploma universitario. Un 30% de las entrevistadas habían seguido cursos mientras cumplían su condena, la mitad de éstos de formación profesional. Una mayor proporción, el 48%, deseaban estudiar durante la permanencia en la prisión.

3. Estudios sobre la necesidad de los presos en materia de instrucción
elemental y otras formas de enseñanza básica

 Los presos pueden necesitar enseñanza básica, ya sea porque no han tenido suficiente experiencia escolar o porque tienen dificultades de aprendizaje. En los dos estudios que se examinan a continuación se presenta gran parte de la información disponible sobre las necesidades de los reclusos en ese ámbito.
 En 1987 se llevó a cabo un estudio sobre las deficiencias de las aptitudes básicas de lectura, escritura y aritmética de presos de edades comprendidas entre los 18 y los 20 años [166]. En ese estudio se suponía que sólo una persona que tuviese conocimientos adecuados de lectura, escritura y aritmética podría adquirir nuevos conocimientos mediante la educación sistemática o el estudio independiente. Se comparaban también los conocimientos de los reclusos estudiados con los de las personas que habían terminado los estudios del ciclo básico.
 Se eligió a presos entre los 18 y los 20 años de edad porque habían superado la edad de asistencia escolar obligatoria y habían tenido la oportunidad de terminar los estudios del ciclo básico. En el estudio participaron 51 presos (50 hombres y una mujer). Las pruebas se realizaron en cinco instituciones cerradas y se necesitó un día o dos medios días para terminarlas. Se utilizaron ocho tipos diferentes de pruebas: cinco para determinar los conocimientos de lectura, escritura y aritmética, y tres para evaluar las aptitudes.
 El estudio no indicó deficiencias graves en la aptitud de lectura de los presos entre los 18 y los 20 años. Sólo algo más del 10% de los participantes presentaban deficiencias de mayor o menor gravedad. Se observaron deficiencias leves en la aptitud de escritura de cerca de la mitad de las personas estudiadas. Los errores en general estaban limitados a ciertos aspectos concretos (como el uso de las mayúsculas y las palabras compuestas), que podían corregirse fácilmente con la práctica. No se observaron problemas graves en la escritura.
  Las mayores deficiencias se observaron en los conocimientos matemáticos. Se calculó que cerca del 60% de los presos de edades comprendidas entre los 18 y los 21 años necesitaban más instrucción. Por otra parte, los participantes obtuvieron buenos resultados en las pruebas de aptitud, en las que la mitad obtuvieron notas medias o altas.
 Una tercera parte de los participantes no habían terminado aún los estudios del ciclo básico de enseñanza. Cuando se realizó el estudio, una cuarta parte de los participantes estudiaban en la cárcel, y la mayoría tomaban cursos del ciclo básico [166].

 En 1992, la Escuela Normal de la Universidad de Helsinki llevó a cabo otro estudio sobre los problemas de alfabetización de los reclusos, como contribución al proyecto de investigación nacional sobre alfabetización de adultos. El objetivo del estudio [1] era documentar la magnitud y el carácter de los problemas de alfabetización de la población de reclusos. Los trabajos de investigación se llevaron a cabo en cuatro prisiones centrales, y en ellos participaron todos los reclusos que recibían instrucción en esas cárceles junto con otro 10% de presos elegidos al azar. En total, 88 presos participaron en el estudio.
 La mayoría de los participantes (el 60%) tenían entre 21 y 30 años; el 17% no habían terminado el ciclo básico de enseñanza. Cuando se llevó a cabo el estudio, una tercera parte de los participantes estaban tomando cursos del ciclo básico, el 18% estudiaban para el examen de certificado, y el 25% seguían cursos de formación profesional o cursos preparatorios para la formación profesional. Según el estudio, el 23% de los presos no estaban cursando estudios de ningún tipo. El 27% de los participantes habían recibido instrucción especial. De los 9.841 presos admitidos en 1992 en las instituciones penitenciarias, 1.937 (es decir, el 20%) estudiaban mientras cumplían su condena. Esas cifras indican que la proporción de presos que estudiaban era mucho mayor en el grupo documentado que en toda la población penitenciaria.
 Todos los presos habían llegado al nivel de la lectura mecánica, y casi todos respondían a las preguntas cuando el texto daba respuestas claras. Los presos con poca instrucción tenían dificultad para contestar a las preguntas cuando era necesario construir las respuestas utilizando distintos datos poco aparentes en el texto, y tenían todavía más dificultad para formular ideas originales y expresarlas por escrito.
 En las redacciones breves era evidente la falta de instrucción, así como la poca práctica de escribir y un vocabulario activo limitado. En cuanto a los hábitos de lectura, el 88% de los participantes dijeron que leían el periódico con frecuencia, mientras que sólo un preso de cada tres dijo que a menudo leía novelas.

C. Legislación sobre la educación en los establecimientos penitenciarios

 La enseñanza académica en los establecimientos penitenciarios se ofrece de conformidad con las leyes generales sobre educación básica, formación profesional y otros tipos de educación en Finlandia. La legislación sobre ejecución de las penas comprende disposiciones para la instrucción de los reclusos.
 Las condiciones generales para la ejecución de la pena, se estipulan en el Decreto sobre el Régimen Penitenciario, donde se dispone que el cumplimiento de la condena no debe obstaculizar innecesariamente, sino más bien debe facilitar, la adaptación social del recluso. Deben evitarse en cuanto sea posible los efectos perniciosos de la pérdida de libertad. Las condiciones de las instituciones penitenciarias deben corresponder en lo posible a las condiciones de vida de la sociedad en general.
 Las disposiciones sobre la educación de los reclusos figuran en dos decretos: el Decreto sobre Ejecución de la Pena y el Decreto sobre el Régimen Penitenciario. En ellos se estipula lo siguiente:

 a) Los presos están obligados a trabajar durante el cumplimiento de su condena. Si los estudios que cursa el preso en la cárcel se consideran útiles para su vida en libertad, el director de la prisión puede eximirlo parcial o totalmente del trabajo; 
 b) Las instituciones penitenciarias deben organizar cursos apropiados de formación profesional y otra instrucción que consideren necesaria;
 c) La formación profesional debe mejorar los conocimientos técnicos de los reclusos y facilitar su colocación y la obtención de mayores competencias;
 d) En el certificado no debe constar que los estudios se han cursado en la prisión;
 e) Se debe vigilar el progreso de los presos en sus estudios y se les debe ofrecer todo el apoyo y el asesoramiento posibles;
 f) Si un recluso al que se ha eximido del trabajo para que pueda estudiar descuida sus estudios, puede revocarse la medida por un tiempo limitado o hasta nuevo aviso.
 Hay otras disposiciones relativas a los estudios cursados en centros de enseñanza fuera de la prisión. Se puede permitir al recluso que asista a una escuela fuera de la prisión (libertad con fines educativos) si las autoridades penitenciarias lo consideran digno de confianza y creen que es probable que cumpla las condiciones de la libertad, y si pueden supervisar los estudios fuera de la institución penitenciaria.
 En la actualidad, las autoridades de Finlandia están preparando la revisión de las disposiciones jurídicas relativas a la ejecución de la pena. En el proyecto de ley se propone que la obligación de trabajar estipulada actualmente se sustituya por la obligación general de participar en actividades organizadas en la institución. De esa manera, la obligación y el derecho de los presos de participar en las actividades de formación y rehabilitación adquiriría la misma importancia  que la anterior obligación de trabajar.

Bibliotecas y actividades recreativas

 El Decreto sobre el Régimen Penitenciario dispone que las bibliotecas de las prisiones deben contener libros y otros textos educativos, así como periódicos y revistas. En la medida de lo posible debe ayudarse a los presos a utilizar los servicios de biblioteca. También debe darse a los presos la oportunidad de tomar libros en préstamo de las bibliotecas públicas. Asimismo, el Decreto contiene disposiciones relativas a las actividades a las que pueden dedicarse los reclusos durante su tiempo libre. Se estipula que deben organizarse actividades como cursos, conferencias y debates, y que los presos deben tener la oportunidad de dedicarse a actividades recreativas adecuadas a las condiciones de las cárceles. Debe proporcionarse a los reclusos orientación y ayuda para llevar a cabo esas actividades. También se puede autorizar a particulares y asociaciones de fuera de la institución penitenciaria para que organicen actividades recreativas en la institución, y se debe dar a los reclusos la oportunidad de tomar parte en la planificación y organización de esas actividades.

D. Enseñanza básica en las prisiones

 En el presente informe, la enseñanza básica se refiere principalmente a cursos de lectura, escritura y aritmética, así como a la enseñanza académica para presos que no han alcanzado el nivel del certificado de escolaridad de la escuela secundaria.

1. Alcance de la enseñanza básica
 Generalmente se permite que los presos estudien durante las horas laborables, como alternativa al trabajo. Un principio fundamental de la organización de la enseñanza básica en las prisiones es que éstas no mantienen profesores propios y los centros de enseñanza externos se encargan de los programas de estudios. De esta manera, la enseñanza básica en las prisiones es análoga a la que se imparte en el sistema de enseñanza general. Los estudiantes reciben siempre certificados de los centros de enseñanza sin que se indique que han cursado estudios en la cárcel. 
 
 Como se ha observado antes, en 1992 había 1.937 reclusos (o un 20% del total de 9.851 confinados durante el año) que estudiaban a tiempo completo o parcial en las instituciones penitenciarias o en centros de enseñanza fuera de las cárceles. En ese mismo año, un total de 418 presos (es decir, el 4%) tomaban cursos de enseñanza básica (véase el cuadro 2 a continuación). La mayoría de ellos (el 60%) estudiaban a tiempo completo, como ocurre típicamente entre los reclusos, y el 20% estudiaban por su cuenta. 
 
Cuadro 2. Reclusos que siguieron cursos de instrucción elemental o del 
ciclo básico de enseñanza en las prisiones, 1990-1992 

                                             Número de participantes

Tipo de estudios
1990 
1991
1992
Instrucción elemental 
89 
 87
104 
Ciclo básico de enseñanza
319 
 338
314
Total 
408
425
418
 En 1992, 27 reclusos terminaron los estudios del ciclo básico de enseñanza. Otros muchos terminaron cursos del ciclo básico en distintas materias. Un estudio finalizado en marzo de 1993 indicó que el 60% de los presos que tomaban cursos del ciclo básico lo hacían para mejorar las notas obtenidas en diferentes materias.
 En siete prisiones, la enseñanza permanente básica y la secundaria de ciclo superior son administradas por las escuelas locales secundarias de ciclo superior para adultos. Esas escuelas se encargan de la instrucción de los reclusos adultos, así como de los jóvenes. Para organizar clases en las cárceles, las escuelas deben obtener un permiso del Ministerio de Educación porque los arreglos para la enseñanza en esos establecimientos son distintos de los que rigen fuera de ellos. Por ejemplo, en las prisiones se pueden dictar clases también durante el verano y el número de jornadas de estudio puede ser superior al estipulado normalmente para el año académico. La enseñanza básica puede organizarse de manera que los estudiantes puedan terminar el nivel básico en el tiempo mínimo de un año. Sin embargo, deben demostrar que poseen la aptitud y los conocimientos correspondiente a ese nivel, aunque hayan recibido menos horas de instrucción.
 El recurso a las escuelas secundarias de ciclo superior ha demostrado ser una solución excelente para organizar cursos del ciclo básico para presos que han superado la edad máxima escolar. La ventaja principal de esa solución es que las clases son organizadas por los institutos locales de educación de adultos, con maestros de fuera de la prisión.
 Además de las disposiciones mencionadas anteriormente, aplicadas en siete prisiones, los reclusos de otras prisiones pueden estudiar materias del ciclo básico y obtener certificación. Las prisiones contratan a los maestros visitantes y asesores docentes necesarios. Las escuelas locales del ciclo básico o las escuelas secundarias para adultos conceden los certificados correspondientes.

2. Instrucción elemental para gitanos

 En 1992, diez prisiones ofrecían cursos de alfabetización para gitanos, combinando la instrucción con clases de lengua y cultura gitana. En ese año, esas prisiones dictaron más de 1.800 horas de clases a esos grupos. Las prisiones han procurado contratar maestros gitanos para esa instrucción, aunque a algunas les ha resultado difícil encontrar esos maestros. 
 
3. Otras formas de enseñanza básica

 Además de las formas de enseñanza básica mencionadas antes, también pueden considerarse parte de esa enseñanza los distintos cursos que preparan a los estudiantes para entrar en el mercado de trabajo o para seguir estudios determinados. Estos cursos suelen incluir formación cívica, estudios sociales y conocimientos básicos para la vida diaria como lavar y planchar la ropa, cocinar, afrontar problemas relacionados con las drogas o el alcohol y planificar la vida. En 1992, siete prisiones organizaron 16 cursos preparatorios de ese tipo, que duraron de dos a 17 semanas (seis semanas en promedio) y en los que participaron 127 reclusos.

4. Financiación de la enseñanza básica en las prisiones

 La enseñanza básica organizada en las prisiones por las escuelas locales secundarias de ciclo superior para adultos se financia aplicando los mismos principios que se aplican para otro tipo de enseñanza organizada por esas escuelas, es decir, con fondos aportados por el Estado y por los ayuntamientos. Pero según las nuevas leyes sobre financiación pública promulgadas a principios de 1993, la dirección de las prisiones debe contribuir también a financiar la enseñanza en esos establecimientos.
 En aquellas prisiones en las que las clases no están organizadas por escuelas locales secundarias de ciclo superior para adultos, se contrata a profesores interinos y asesores docentes. Los estudiantes presentan exámenes en las escuelas locales del ciclo básico o secundarias de ciclo superior para adultos.
 La instrucción elemental para gitanos es organizada por las prisiones o por las escuelas universitarias municipales, con subvenciones especiales concedidas por las autoridades encargadas de la educación. También dictan clases adicionales de instrucción elemental los asesores docentes de las prisiones o los asesores interinos contratados especialmente, a los que se paga según las horas que enseñan.

5. Instrucción, métodos de enseñanza y materiales didácticos

 El número de estudiantes de los grupos de estudio de enseñanza básica varía de prisión a prisión porque depende del número de reclusos que estudian en cada establecimiento y de si las escuelas locales secundarias de ciclo superior para adultos dan instrucción permanente. En las siete cárceles donde las escuelas locales se ocupan de la enseñanza, el número de estudiantes por clase varía entre 4 y 12, pero en general las clases tienen siete u ocho estudiantes. En otras prisiones, sólo unos pocos reclusos siguen cursos del ciclo básico en un período determinado; de hecho, estos reclusos reciben instrucción individual, dispensado por un maestro a jornada parcial o por el asesor docente de la prisión. En las clases de enseñanza básica (instrucción en lectura, escritura y aritmética) cada maestro se encarga de un grupo compuesto por un máximo de cinco estudiantes.
 En respuesta a las preguntas sobre los métodos de enseñanza y el material didáctico, las prisiones informaron de que los métodos utilizados para las clases de enseñanza básica eran los empleados normalmente por las escuelas secundarias de ciclo superior para adultos. Además, las prisiones subrayaron que los métodos de enseñanza se elegían ateniéndose sobre todo a las necesidades particulares de los presos y planes de estudio. Si el alumno estudiaba mayormente por su cuenta, se daba mayor importancia a las clases particulares de recuperación. Asimismo, se observó que los estudiantes adultos podían tener dificultades para el aprendizaje en grupo.

 Para la enseñanza del ciclo básico en las prisiones se utilizan los mismos libros de texto y otro material que se emplean normalmente en las escuelas secundarias del ciclo superior para adultos, y que son elegidos por el maestro o la escuela. La mayor selección de libros de texto, diseñados especialmente para adultos se halla en idiomas y química. Para otras materias pueden utilizarse los libros de texto de las escuelas del ciclo básico. Cuando es necesario se utiliza también otro material didáctico preparado por los maestros, así como hojas informativas, periódicos, diccionarios de la biblioteca, cintas de idiomas y videos educativos.
 


 En cuanto a la instrucción elemental, hay un libro de texto diseñado especialmente para la enseñanza de gitanos adultos. Aunque este libro se utiliza como material de lectura, contiene información para la instrucción cívica. Asimismo, algunas prisiones utilizan material destinado a la alfabetización de adultos o un libro de texto que contiene nociones básicas de aritmética para adultos. Con frecuencia se utilizan textos de las escuelas del ciclo básico, si procede, sobre todo libros de matemáticas y de ejercicios de redacción. También puede utilizarse el material elaborado para las clases de recuperación de las escuelas del ciclo básico o para la enseñanza del finlandés a extranjeros. En general, los profesores complementan el material con hojas informativas sobre la lengua y la cultura gitanas. A veces los presos reciben materiales, hojas informativas y boletines preparados por los maestros. Según indican las respuestas a las preguntas del estudio, había alguna diferencia de opinión entre las prisiones acerca de la conveniencia de utilizar los materiales del ciclo básico en la instrucción elemental de los presos. Algunas consideraban que los materiales eran adecuados, especialmente si se seleccionaban los libros conforme a las necesidades especiales de los presos, y observaban que los libros de texto del ciclo básico podían leerse fácilmente. Otras sostenían que esos textos, especialmente las series ABC (los primeros libros de lectura), eran demasiado infantiles para los estudiantes adultos y presentaban temas ajenos a la vida en la prisión.

 De conformidad con las sugerencias formuladas por las prisiones sobre las disposiciones para la enseñanza básica, hay que adoptar métodos de enseñanza más prácticos e innovadores ya que, por una parte, existe el problema de motivar a los reclusos (especialmente a los que han abandonado la escuela del ciclo básico oficial) y, por otra, los programas de estudio son difíciles. Se estima que los reclusos que han recibido instrucción en clases especiales o en hogares comunitarios (reformatorios) tienen grandes dificultades para comprender muchas de las materias que se consideran difíciles, como los idiomas, las matemáticas, la química y la física. En otras palabras, existe la necesidad apremiante de ofrecer a los reclusos cursos de instrucción especial y de recuperación, y también de mejorar esas formas de instrucción. También es importante mejorar el material didáctico, como el que se utiliza para la alfabetización de adultos.

6. Integración de la enseñanza básica con otras formas de enseñanza

 Como se ha observado antes, la enseñanza básica en las prisiones finlandesas comúnmente se trata como una actividad separada. La instrucción se dispensa a los presos durante las horas de trabajo y está a cargo de centros de enseñanza del exterior, que examinan a los reclusos y expiden los certificados correspondientes. De esta manera, se asegura que las calificaciones de los presos sean en todo comparables con las de otros centros de enseñanza, de modo que, al ser puesto en libertad, el recluso puede proseguir sus estudios en otros institutos.
 En ciertas ocasiones, algunas prisiones han ofrecido cursos del ciclo básico de enseñanza como parte de un programa de formación profesional. La formación profesional básica encaminada a la obtención de un certificado comprende siempre cursos en determinadas materias generales como los de idioma finlandés y sueco, matemáticas, idiomas extranjeros e informática. Sin embargo, esa instrucción no forma parte necesariamente de los estudios del ciclo básico, por lo que no se menciona en esta parte del informe.

 Los cursos preparatorios para entrar en el mercado de trabajo o continuar estudios superiores pueden abarcar la instrucción en matemáticas, finlandés, informática y otras materias del ciclo básico. Sin embargo, la enseñanza básica no está muy integrada con otras formas de enseñanza.

7. Remuneración para los estudiantes

 En general, los presos que siguen cursos de la enseñanza básica reciben una remuneración en las mismas condiciones que los presos que trabajan. En las prisiones cerradas, la remuneración percibida por el trabajo se divide en cinco tipos. Esa misma clasificación se aplica a los presos que estudian. En general, la enseñanza básica solamente se ofrece en las prisiones cerradas.

 La remuneración de los presos en las prisiones abiertas, en las que los reclusos reciben salarios normales, es mucho mayor que en las prisiones cerradas. La remuneración que reciben los estudiantes de formación profesional en las prisiones abiertas equivale al salario más bajo percibido en esas mismas prisiones.

 Los presos que estudian fuera de la prisión tienen derecho a casi todas las prestaciones sociales de que goza la población en general, y pagan por su educación como los demás alumnos de la institución educativa de que se trate.

8. Servicios de biblioteca para reclusos

 Todas las instituciones penitenciarias tienen una biblioteca en la que los presos pueden encontrar novelas y libros de otro tipo. También pueden encontrar material informativo de las oficinas de trabajo y otros servicios públicos. Además de estas bibliotecas, en muchos lugares las bibliotecas públicas atienden a los reclusos, ya sea estableciendo un servicio móvil dentro de la biblioteca de la prisión, enviando libros a los presos a través de ésta o incluyendo a la prisión en el itinerario de los autobuses que entregan y recogen libros. Al menos 14 prisiones y varias colonias de trabajo, utilizan los servicios de estos autobuses.

 El número de libros que forman las colecciones de las bibliotecas de las penitenciarias depende, mucho, por ejemplo, de si la prisión puede utilizar los servicios de la biblioteca pública local o de sus autobuses. En 1992, las bibliotecas de las prisiones tenían un total de 80.500 libros. Muchas prisiones también prestan cintas magnetofónicas. Varias bibliotecas de las prisiones se utilizan como salas de lectura cuando están abiertas, o tienen una sala de lectura aparte donde los presos pueden leer libros y periódicos.

E. Conclusiones

 La educación en las prisiones de Finlandia ha atravesado un período de rápida expansión en los últimos años. Con las políticas actuales se ha procurado ampliar los servicios educativos, permitiendo a las prisiones formular sus propios programas de enseñanza. En la actualidad, se ofrecen programas en mayor número y variedad, sobre todo de formación profesional para reclusos. También se ha tratado de mejorar la enseñanza básica.

 Es probable que en futuras reformas legislativas se sustituya la obligación de trabajar de los presos por la de participar en las actividades que ofrece la prisión. Esas reformas estarán dirigidas a ofrecer más actividades que satisfagan las necesidades particulares de los presos y que sean  compatibles con sus capacidades. Por supuesto, ello tendrá repercusiones en cuanto al alcance y la variedad de los servicios educativos en las cárceles.

 El nivel de la instrucción elemental de la población penitenciaria en Finlandia es bastante alto. Son pocos los reclusos analfabetos, y el 90% de los reclusos han cumplido el requisito de nueve años de escolaridad del ciclo básico de enseñanza. Mientras cumplen su condena, los presos tienen la oportunidad de terminar los estudios del ciclo básico o de mejorar las notas de su certificado de escolaridad. La instrucción elemental para gitanos tiene una tradición de muchos años en el sistema de educación básica en las cárceles finlandesas. Siempre se ha procurado combinar la alfabetización de los gitanos con clases de lengua y cultura gitana.

 Los programas de enseñanza básica y secundaria del ciclo superior para los reclusos de las prisiones finlandesas están organizados por centros de enseñanza externos. Las cárceles no tienen profesores propios. Así pues, el principio fundamental de la educación en las prisiones finlandesas es distinto del que se sigue en otros muchos países en este respecto. Cuando las disposiciones normales no resultan prácticas por haber pocos estudiantes o por que sólo se precisa una enseñanza, las cárceles contratan instructores interinos o encargan de las clases a sus asesores docentes.

 Las prisiones ofrecen ya distintos tipos de actividades recreativas como gimnasia, grupos de debate, servicios de biblioteca, música y artes y oficios, que dan a los reclusos la oportunidad de perfeccionarse. Se han hecho planes para ampliar esas actividades, así como los cursos de enseñanza básica en un futuro próximo, mediante programas que permitan a los reclusos desarrollar su personalidad y mejorar sus aptitudes sociales y sus conocimientos básicos.

© United Nations and UNESCO-Institute for Education


  A. El sistema de educación básica en Finlandia
  B. Necesidades de los presos en materia de educación
             1. La población penitenciaria en Finlandia
             2. Información general sobre las calificaciones
                   académicas de los presos
             3. Estudios sobre la necesidad de los presos en materia de instrucción
                   elemental y otras formas de enseñanza básica
  C. Legislación sobre la educación en los establecimientos penitenciarios
  D. Enseñanza básica en las prisiones
              1. Alcance de la enseñanza básica
              2. Instrucción elemental para gitanos
              3. Otras formas de enseñanza básica
              4. Financiación de la enseñanza básica en las prisiones
              5. Instrucción, métodos de enseñanza y materiales didácticos
              6. Integración de la enseñanza básica con otras formas de enseñanza
              7. Remuneración para los estudiantes
              8. Servicios de biblioteca para reclusos
  E. Conclusiones